La Virgen de la Granada, Fra Angelico, 1426. Museo del Prado |
viernes, 11 de diciembre de 2020
La Virgen de la Granada
viernes, 4 de diciembre de 2020
En el otoño de la varonil edad
Alguna ventaja tiene el otoño. Cría endecasílabos aun en prosa, tal como éste de Gracián:
"el otoño de la varonil edad"
y sirve de excusa a la vanidad.
El segundo endecasílabo, mío, revela la excusa para publicar este artículo: la vanidad. Y el deseo de agradecer a Esperanza (Nomen est omen) Ruiz Adsuar que sin conocernos escribiera algo tan hermoso como inmerecido. Bueno, tal vez lo hace porque no me conoce.
Muchas gracias en todo caso a la autora y al editor, Gonzalo Altozano, de la revista Centinela.
Debía de tener unos siete u ocho años cuando la revista Sol y Luna publicó su foto. La leyenda al pie rezaba: “El joven Santiago de Mora-Figueroa, que es, sin duda, el futuro Gary Cooper”.
La anécdota provocó las risas de su madre y la indignación de su padre, acérrimo celtíbero, pero lo cierto es que la publicación no erró del todo en sus predicciones. Santiago de Mora-Figueroa y Williams alcanzó la estatura -y el porte- del actor norteamericano. También su elegancia.
SANTIAGO MORA-FIGUEROA, MARQUÉS DE TAMARÓN |
Sin embargo, el jesuita que le entrevistó, casi a esa misma edad, para aceptar su solicitud de admisión en el colegio de Areneros no tuvo la misma perspicacia que el periodista de la revista de sociedad.
Fue su madre, anglicana, la que se empeñó; Santiago tiene que ir al Eton o al Harrow español, y esos son los jesuitas. Su padre, que no guardaba buen recuerdo de los del Puerto de Santa María, se opuso. Además, no sabía lo que era Eton; no hablaba inglés ni le importaba. Naturalmente, acabó imponiéndose la opinión de su madre.
El que sería director del Instituto Cervantes (de mayo de 1996 a abril de 1999) recuerda perfectamente las preguntas que le hizo aquel cura en una especie de prueba de acceso de andar por casa: “Escribe tu nombre y dime cuánto es 36 entre 6”. Santiago, nervioso, se equivocó en las dos respuestas y ahí acabó su carrera con los jesuitas. Finalmente, cursó sus estudios en los Sagrados Corazones.
A los 16 años leyó El príncipe de Maquiavelo. En aquella época el libro estaba en el Index Librorum Prohibitorum. Y Santiago se arrepintió. Por lo aburrido que le pareció, claro: “al menos en la versión española, igual la italiana es mejor”. Posee ese sentido del humor que caracteriza a la gente seria: “El equilibrio exige sentido del humor”. Y sólo hay que leerle, o escucharle, para comprobarlo. Del mismo modo maneja la ironía, aunque su madre le advertía que era una cosa, esta de la ironía, con la que llevar cuidado “pues los niños y los perros no la entienden y pueden ser heridos por ella”.
Así pues, el noble jerezano es irónico, como Gómez Dávila, ejemplo además de ferocidad. Reaccionario, como Gómez Dávila: “El reaccionario no pretende obligar ni convencer a nadie, simplemente hace una invitación graciosa a alguien que pasa por allí y que lo lee, sabiendo que muy pocos van a aceptar lo que dice”. Y, como Gómez Dávila, prefiere el escolio al aforismo.
El Marquesado de Tamarón fue otorgado por primera vez en 1712 por el rey Felipe V a Diego Pablo de Mora y Figueroa Miranda y Morales, caballero del hábito de Calatrava. Santiago de Mora-Figueroa y Williams es el IX Marqués de Tamarón, nacido el 18 de octubre de 1941 en Jerez de la Frontera, licenciado en Derecho, diplomático, ex director del Instituto Cervantes y escritor.
Fue Teniente de Infantería de Marina en la Milicia Naval Universitaria y recuerda que a causa de unas maniobras de desembarco estuvo a punto de no llegar al bautizo de su hijo. Tiene dos: Diego (Cádiz, 1967) y Dagmar (París, 1973). Su tío y padrino, Manuel de Mora-Figueroa, tampoco asistió al suyo por estar combatiendo en la División Azul, de la que fue precursor.
Santiago de Mora-Figueroa se define como un chico de provincias -como su padre y su abuelo- solo que ha visto mucho mundo desde su metro noventa y cinco.
Dice que no tiene oído pero no hay nadie que pronuncie mejor Shakespeare a ambos lados de Despeñaperros. Y que lo recite. Tan a menudo como la ocasión le es propicia rememora los versos de la arenga de Enrique V la víspera de la batalla de San Crispín:
WE FEW, WE HAPPY FEW, WE BAND OF BROTHERS
[…]
AND GENTLEMEN IN ENGLAND NOW A-BEDSHALL THINK THEMSELVES ACCURS’D THEY WERE NOT HERE,AND HOLD THEIR MANHOODS CHEAP WHILES ANY SPEAKSTHAT FOUGHT WITH US UPON SAINT CRISPIN’S DAY.
Lo suyo con la literatura también le viene de familia. Su bisabuelo, Manuel Gómez Imaz, era un erudito local sevillano que frecuentaba la tertulia literaria del duque de T’Serclaes. Tamarón cuenta anécdotas y versillos de la época, y, al igual que en sus libros, preña las conversaciones de locuciones latinas, historia, aleluyas, erudición, estrofas de canciones de Cole Porter o sonetos de poetas bucólicos ingleses.
Autor prolífico, la publicación de su primera obra –El Guirigay Nacional– se corresponde con el tiempo en que fue director del Centro de Estudios de Política Exterior. Tras 14 años fuera de España como diplomático, Santiago de Mora-Figueroa se dio cuenta un día de que no entendía a los nativos. Los nativos no eran aymará de la Amazonía peruana o indígenas mauritanos sino sus pares españoles. Altos funcionarios e importantes intelectuales hablaban una jerga para él desconocida. De ese trabajo de campo surgen dichos ensayos sobre el habla de hoy que, en su última edición (Áltera, 2005), recogen, entre otros, sus celebrados artículos publicados en ABC entre 1985 y 1988 sobre asuntos lingüísticos. Su amor por la lengua española le lleva a detestar la pedantería y a procurar, por encima de todo, la precisión en su uso. No abomina, como se cree, de los neologismos: “pero hay que metabolizarlos”.
Dice que los escritores, sus compañeros en la República de las Letras, son vanidosos y envidiosos y para que nos creamos lo primero ironiza con que no tiene tantos exégetas como se merecería. Para la cosa de la envidia habla de César González-Ruano. Un dandi, como él. A su manera, como él.
El caso es que González-Ruano se sentaba en el Café Teide, a pocos metros del Gijón, donde le tenían preparado papel y lápiz. Una hora y tres cafés después tenía escrito, en un alarde de capacidad para improvisar, su artículo para ABC. Tamarón se queja -con su característico humor- de que su ritual era mucho más penoso. El sábado paseaba por la sierra para oxigenar las ideas y el domingo se encerraba a escribir durante ocho horas con café y pan con aceite y ajo. La ingesta del bulbo le permitía que ni siquiera su Fox Terrier le molestase durante “el parto de los montes”.
Evidentemente, es una protesta coqueta la suya. Su obra comprende, además, dos ediciones de El siglo XX y otras calamidades, El peso del español en el mundo (que firma como director), El avestruz, tótem utópico y tres volúmenes de Entre líneas y a contracorriente, la recopilación de los artículos publicados en su bitácora (la mejor manera de propagar cualquier virus, incluido el que nos acecha en estos momentos, es pronunciar la palabra “blog”) entre 2008 y 2018. Amén de dos libros de relatos y cuentos: Pólvora con aguardiente y Trampantojos.
SANTIAGO MORA-FIGUEROA, MARQUÉS DE TAMARÓN |
Y su novela. En El rompimiento de gloria da rienda suelta a su pasión por la naturaleza y clases magistrales. Escrita con un léxico casi inusitado -así lo definiría, con tristeza por la pérdida, Delibes- el lector se encuentra de repente, sin saber cómo ha llegado allí, recibiendo clases de latín (¡e incluso griego!) en un galayo de Gredos, rodeado de piornos y cantueso. Repensando la Historia y visitando hoteles suizos, salones de té ingleses o palacios rusos. Por utilizar un concepto con el que se juega en el libro, toda la erudición y cultura Tamarón está en El rompimiento de gloria. Y nos la ofrece paseando por la sierra y haciéndonos escuchar cantos de pájaros y observar vuelos de aves rapaces y tonalidades de grises o amarillos.
No oculta que escribir es un exorcismo. Atempera así sus entusiasmos, tan súbitos como sus odios y olvidos. Tan fugaces que coexisten en su cabeza durante toda una vida -un amor memorable puede durar una semana-. En la narrativa, como en los amores, ocurre lo mismo que lo que decían de los albergues españoles: uno encuentra lo que lleva. Por eso acercarse a la literatura es hacerlo a la pasión, sea ésta en forma de amor, deseo, odio o celos. El escritor de ficción no es un notario que levanta acta de lo que ocurre, termina juzgando. Tamarón no necesita la ficción para eso. Desprovisto de remilgos, pertrechado con una cultura inaudita y haciéndose perdonar con antelación por su grato e inteligente humor, vierte en su bitácora (http://marquesdetamaron.blogspot.com) -muy seguida y comentada- lo que le viene en gana. Allí podrán leer desde su mejor artículo, Adiós a la biblioteca ociosa, publicado por primera vez en la revista literaria sevillana Nadie Parecía en 2002, hasta su explicación de por qué Cervantes odiaba al Quijote. En efecto, el otrora director del Instituto Cervantes sostiene, como lord Byron -que para eso era un romántico y murió en una guerra-, que el manco de Lepanto, en un ejercicio de bellaquería, se dedica en su obra a destruir y mofarse de todo lo que de bueno y noble puede haber en un hombre, para al final hacerle recuperar la razón.
La honestidad intelectual, como la elegancia, parece una constante en su vida. Tampoco le tembló el pulso cuando, siendo embajador en Reino Unido, presentó su dimisión tras la victoria de Zapatero en las elecciones de 2004 por “desacuerdo con elementos fundamentales de la política exterior del futuro Gobierno español”. Un visionario.
En el otoño de la varonil edad -citando a Baltasar Gracián– Santiago de Mora-Figueroa se encuentra enfrascado en su última obra cuya temática guarda con celo. Sólo sabemos que no será una autobiografía -“el último que escribió unas memorias con gran sinceridad fue Rousseau. Y le salió algo pueril y exhibicionista. No quiero refugiarme en el silencio ni en el exhibicionismo”- y que la medita en el piedemonte segoviano mientras espera el rompimiento de gloria.
¡Ah! Y ha inventado un nuevo significado para la palabra “bogavante”. Además de ser el crustáceo, también es el que rema en la proa, el primero en las galeras. Para Tamarón los bogavantes son los progres esnobs, ansiosos por ser los primeros en cualquier moda. Con lo que se sufre así. Como en galeras.
Esperanza Ruiz Adsuar para Revista Centinela, publicado el 25 de Noviembre de 2020:
https://revistacentinela.es/marques-de-tamaron-en-el-otono-de-la-varonil-edad/
viernes, 6 de noviembre de 2020
De utopías y distopías
Todo arranca de las dos grandes distopías modernas: Brave New World (Un mundo feliz, novela de Aldous Huxley, 1932) y Nineteen Eighty-Four (1984, novela de George Orwell, 1949). Desde que se publicaron, influyeron profunda y extensamente en el pensamiento de su época, que sigue siendo la nuestra.
Es curioso comprobar que casi todas las novelas utópicas de los últimos cien años son pesimistas y a veces aterradoras. Por eso merecen el nombre de distopías. También merecerían otro - igualmente construido sobre raíces griegas - que existe en inglés pero no en español: cacotopia o kakotopia (palabra acuñada por Jeremy Bentham en 1818, mientras que dystopia fue usada por John Stuart Mill en 1868, en el Parlamento británico). Pero como cacotopía haría reír a los estudiantes y políticos, nadie la ha aclimatado en España.
Pues bien, me ha ocurrido leer ultimamente tres distopías curiosas. Atlas Shrugged, de Ayn Rand, a la que me referí el 14 de Julio en esta bitácora, The Years of Rice and Salt, de Kim Stanley Robinson, y Mentes colmena, de Isabel F. Peñuelas.
Nadie sabe lo que guarda en su interior hasta que no se abre a sí mismo como la panza de un oso de trapo. Escribir es eso, escribir sin salvavidas dejándose llevar por la corriente. Es dulce, siniestro, peligroso...
Y con el mismo acierto empieza el primero de los relatos, MEMORIAS DE UN CÍBORG, de esta manera:
Ciboria huele mal a causa de las ratas que se utilizan para fabricar nuestros cerebros. Cuando algún humano logra entrar casi siempre vomita por el olor. Eso es lo que hace débiles a los humanos: que siempre están a vueltas con el dolor, el asco, la muerte y todas esas ideas ineficientes y anticuadas.
Para sorpresa del lector, la autora hace compatibles el tono sombrío con un notable sentido del humor y habilidad para cautivar su interés. Supera la prueba práctica: dan ganas de seguir leyendo y pasando las páginas ansiosamente para ver lo que ocurre.
Menos tensión sombría tiene la ucronía The Years of Rice and Salt.
El punto donde se separa la historia real de la historia novelada se sitúa a principios del siglo XV, cuando la Peste Negra en vez de haber causado la muerte de casi la tercera parte de los europeos, en la novela ha matado al 99%. Casi mil páginas después, en lo que sería en nuestra cronología - que como es natural ya no rige - el año 2088, el planeta parece alcanzar alguna tranquilidad después de tremendas guerras mundiales entre los bloques islámico, chino o americano. Europa occidental no desempeña ningún papel relevante durante estos 600 años. Resulta un poco larga la novela y tendente a la visión histórica progre-masoquista.
lunes, 12 de octubre de 2020
Practique la elegancia social del trabalenguas
ABC, Madrid, 28 Diciembre, 1958 |
En 1956 llegó la [in]Sobornable Contemporaneidad a España. Galerías Preciados adoptó el lema Practique la elegancia social del regalo y sus grandes almacenes en la calle Preciados de Madrid tuvieron un éxito arrollador. Impusieron no sólo los regalos por el día de los Reyes Magos, sino el Día de los Enamorados, el Día de la Madre, el Día del Padre y luego los anuncios recordando el día de San Juan o el Día del Carmen, del Pilar, etc.
La verdad es que facilitaron el mantener vigente la sana y primitiva costumbre de los regalos, haciéndolos asequibles a distintos niveles de ingresos. Pero siempre me ha parecido que reforzar la obligatoriedad de cualquier costumbre termina creando nuevas costumbres más o menos útiles.
Viene esto al caso pues parece evidente que el uso en el habla diaria de letras que producen explosiones fonéticas incalculables nace de la extraña convicción de su valor social.
Por ejemplo, el uso siempre en aumento de palabras que contengan la letra x. Todos habremos de confesar que la letra x es muy usada por escrito y rara vez pronunciada al hablar. No importa, flota en torno a la sabia boca una aureola distinguida cuando alguien dice experto en lugar de perito. Por cierto no dice experto sino que pronuncia essperto, y si es andaluz ehperto. ¿Qué hubiera dicho Miguel Hernández si la Insobornable Contemporaneidad le hubiese impuesto (o mejor, exigido) cambiar el título de su Perito en lunas por Experto en satélites?
Los vocablos con x han sustituido (o substituido) a los vocablos menos elegantes. Se habla del exilio y no del destierro, de los envíos exprés, o express, en vez de urgentes o rápidos. Uno de los primeros que comprendieron la elegancia que prestaba a su escritura el uso de la x, fue Don Ramón de Campoamor. Su Tren expreso atravesó, raudo, hace 140 años el panorama de la poesía española.
En la política ocurrió lo mismo. Marxista, al igual que Fascista por motivos similares, fueron claves heroicas e impronunciables para los españoles durante muchos años, y aún hoy. Todos o casi todos pronuncian marsista y facista, y los andaluces fasihta.
Otra prueba de elegancia social es el uso con heroico ahínco de palabras cuanto más largas mejor. Curioso es que nadie hable del tiempo que va a hacer, sino que se lanzan los expertos a hacer previsiones meteorológicas. E incluso hablan de la climatología como sinónimo del tiempo, siendo así que el clima y el tiempo son cosas muy distintas.
Ni siquiera las cosas del campo se salvan. Ya no puede uno andar o pasear por el campo o por el monte sino que es obligado practicar senderismo.
Por el mismo motivo se confunde universalmente tecnologías con técnicas.
Y no sólo añade elegancia social lo que antecede sino muy mucho el uso de varias consonantes seguidas e impronunciables. La prueba es el curioso lance en un tentadero hace un siglo. Una vaquilla volteó a un banderillero de poca monta y se acercaron al hombre que apenas si se movía en el suelo. Sánchez Mejía - hijo de médico y torero brillante - palpó el cuerpo al yacente y dijo no es nada más que un colapso leve. El yaciente abrió un ojo y dijo ¿un colaso?¡Por la Virgen del Carmen que con tó me dio este bicho menos con la cola!
Aunque, bien pensado, la palabra favorita, insuperable, es obviamente. ¡Cinco consontantes y cinco vocales! Como es natural se puede pronunciar obiamente, u ofiamente u opiamente. Y para muchos resulta aún más elegante obsceno, por sus tres consonantes seguidas que nadie es capaz de pronunciar sin escupir.
Ni siquiera lo más sagrado se salva de la elegancia social del trabalenguas. La Iglesia, después del Concilio Vaticano II, se lanzó a toda suerte de cambios, con el fin de abrir las puertas del Misterio a todos los fieles. Suprimió el latín pero se entretuvo en hacer cambios culteranos como llamar Eucaristía a lo que siempre se llamó Misa.
En fin dejémoslo ahí pues más vale reír que llorar.
El ciempiés culilargo
viernes, 11 de septiembre de 2020
Desahogo VII
Azorín por Sorolla (1917), The Hispanic Society of America |
Clásicos del Pensamiento.
Biblioteca Nueva
Madrid, 2007.
Desahogo VI
Desahogo V
Desahogo IV
Desahogo III
Desahogo II
Desahogo
miércoles, 19 de agosto de 2020
Entrevistado por José María Marco y Nuria Richart
martes, 11 de agosto de 2020
María Victoria Morera (1956-2020)
martes, 14 de julio de 2020
Botones de Muestra (XXXIV)
sábado, 20 de junio de 2020
Quijotes y Yupis
Ilustración de Diego Mora-Figueroa |
Artículo publicado en la Nueva Revista, Febrero 1992.
Reproducido en El Guirigay Nacional, ensayos sobre el habla de hoy, 2005.
jueves, 11 de junio de 2020
Panóptico
viernes, 22 de mayo de 2020
Para Elisa y otras Alegrías
Beethoven por Joseph Karl Stieler, 1820 |
Für Elise | |||
---|---|---|---|
Piano music by Ludwig van Beethoven | |||
First edition, 1867
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Key | A minor | ||
Catalogue | |||
Composed | 27 April 1810 | ||
Published | 1867 | ||
Cosa distinta es su Oda a la Alegría.
La letra es de Schiller, que la escribió en 1785. La música de Beethoven es el último movimiento de su Novena Sinfonía, terminada en 1824. Música pegadiza y que ha entusiasmado a buena parte del género humano, cosa a veces lamentable. Fascinaba a Hitler y por orden de Goebbels la tocaban en cada cumpleaños del Führer. Entusiasmaba a los enemigos de Pinochet, a los manifestantes en la Plaza de Tiananmen, a los que celebraban la caída del Muro de Berlín y a los partidarios de Macron. Todos ellos la entonaban con fervor.
Por desgracia el sádico entusiasmo de los nacional-socialistas llegó a esto:
"En el mismo Auschwitz se organiza una coral infantil de niños checos judíos. Además de melodías folklóricas, esa coral cantará en las letrinas de Auschwitz la Oda a la Alegría en checo. El concierto nunca tendrá lugar porque sus miembros serán asesinados el 7 de marzo de 1944, en la cámara de gas".
Reseña apologética materialista de un libro de Esteban Buch