Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: mayo 2015

lunes, 25 de mayo de 2015

Ópera y drama de Wagner


     Coincidiendo con el 202 aniversario del nacimiento de Ricardo Wagner, mi amigo Joaquín Torrente García de la Mata, jurista y tan aficionado a la ópera como a la literatura, ha escrito este ensayo sobre el gran músico alemán y su libro Ópera y drama, de 1851, traducido por el musicólogo Ángel Fernando Mayo Antoñanzas. Lo publicamos con agradecimiento.

Ópera y drama

Por Joaquín Torrente García de la Mata

     “El error en el género artístico de la ópera consistió en que un medio de la expresión –la música- se convirtió en el fin y que el fin de la expresión –el drama- se ha convertido en el medio”. Con estas tres líneas sentenciaba Richard Wagner la decadencia del drama musical en el siglo XIX, que convirtió el libreto en simple pretexto para la composición y subordinó el argumento dramático al lucimiento de artistas y cantantes, al divismo en su más banal manifestación. La melodía irrelevante, la música independizada del argumento y sin conexión con el texto, el canto vacío de significado eran signos visibles de la profanación de una forma artística –el drama musical- que para Wagner estaba llamado a tener una dignidad pareja a la de la tragedia griega, el teatro español del Siglo de Oro o el de la Inglaterra de la primera reina Isabel.

     Richard Wagner escribe Ópera y Drama –de cuya introducción procede la cita- en 1851 cuando vive su exilio zuriqués, tras su participación en la revuelta revolucionaria de Bakunin en Dresde. Y lo hace –nos cuenta el traductor de la obra- a borbotones, como respuesta a un artículo ocasional, sin un esquema cerrado, lejos de su biblioteca que ha quedado en la Corte de Sajonia donde desempeñaba el cargo de Kapellmeister, sin acopio de fichas y de notas, con conocimientos no musicológicos sobre los orígenes del género, utilizando una terminología difícil y desarrollando personalísimas teorías lingüísticas, elaborando en suma, con poderoso ingenio y una pasión superior a su capacidad de síntesis, una interpretación original y rica del mito y de la tragedia griegos.

     Wagner divide su obra en tres partes. La primera tiene como argumento la ópera propiamente dicha y su evolución histórica hasta los días en que escribe su manifiesto. La segunda está dedicada al Drama y, más particularmente, al drama poético. Y en la tercera habla del drama del futuro y del modo en que concibe la obra de arte total. No es Ópera y Drama una obra sencilla ni pacífica; como escribió Nietzsche y nos recuerda Miguel Ángel González Barrio, prologuista de esta edición, “los escritos en prosa de Wagner son difíciles de comprender porque él no quiere poner el énfasis y en los períodos más amplios de frase no hace distingos entre el tono mayor y el tono menor; todo le resulta importante, como si tuviera que quedar subrayado”.

     Las afirmaciones de Wagner cuando traza la historia del drama musical son audaces y polémicas; revisa las aportaciones al género de Gluck, Mozart y sus propios contemporáneos Meyerbeer y Rossini y no tiene reparo en presentarse como el único compositor capaz de llevar a cabo la reforma radical del género. No sería difícil encontrar imprecisiones y arbitrariedades en el texto literario del compositor –como también infidelidades de Wagner compositor a sus propios postulados-, pero como ya señalara años atrás un traductor francés de esta obra, con Ópera y Drama sucede como con el prefacio de Cromwell de Victor Hugo. Lo importante no es saber si lo que dice Victor Hugo es verdad, sino saber qué es lo que dice Victor Hugo. El interés de Ópera y Drama no es tanto si los anatemas que lanza Wagner están justificados, o si sus opiniones sobre el drama y su historia son científicas. La preocupación por la verdad histórica no es primordial, ya que Wagner escribe siempre con una finalidad. Y su objetivo es la obra de arte total –la Gesamtkunstwerk-, concepto actualísimo que conjuga el texto, el gesto, la música, la escenografía y lo que hoy llamamos dirección artística; en definitiva lo que él denomina la obra de arte del futuro.

     Ángel-Fernando Mayo, autor de esta traducción, de cuyo prematuro fallecimiento se cumplirá dentro de escasos días una docena de años, fue sin duda el más completo especialista wagneriano contemporáneo en lengua española. Unía a su dominio de la lengua, la cultura, la literatura, la filosofía y la historia alemana una genuina y contagiosa pasión por la música. Sus libros, sus escritos diversos que incluyen crónicas, notas para programas de mano, críticas, comentarios o recensiones y, muy especialmente, sus rigurosas y cuidadas traducciones, siguen siendo indispensables para el que quiera acercarse a la obra literaria y musical de Richard Wagner. Asiduo visitante de Bayreuth desde los años sesenta, conoció los años de gloria vocal, orquestal y escénica del Festival. Desde las páginas de las revistas musicales españolas Mayo creó escuela, fomentó afición, formó el gusto de una generación de wagnerianos y supo despertar el interés por las grabaciones históricas, los registros en vivo, los cantantes del pasado y los directores de orquesta herederos de la gran tradición.

     Ángel Mayo había traducido y anotado ya para Alianza Editorial en 1983 la fundamental biografía de Wagner escrita por Martin Gregor-Dellin; y años más tarde abordó con respeto y reverencia la versión española de Ópera y Drama, “la obra más inteligente de toda la ensayística musical”, en palabras de Richard Strauss. Advertía Gregor-Dellin que de todos los ensayos de Wagner éste era el más peligroso, porque en él la visión del porvenir alcanza hasta la técnica artística, y constituye un programa ideológico completo con disgresiones sobre historia de la música, lingüística y filosofía.

     Dice con razón Ángel Mayo que mientras ya nadie discute el Wagner músico, no sucede lo mismo con el hombre y el pensador. Y es verdad que en cuanto al filósofo o ideólogo del drama musical contemporáneo apenas es posible encontrar a nadie que lo defienda o haga propósito de comprenderlo. De ahí el empeño de Mayo en dar a conocer esta obra y posibilitar su acceso al lector español. Le obsesionaba el hecho de que no existiera un texto digno en nuestra lengua desde que Editorial Austral publicara en 1952 una traducción de la tercera parte que presenta serios problemas de inteligibilidad, ya que, como escribía entonces, el lenguaje de Wagner puede resultar en sí difícil, denso, farragoso incluso ya que no era un filólogo ni un musicólogo y su expresión se corresponde con las intuiciones del artista, con largos períodos y párrafos complejos con una estructura interna musical y transicional que requiere cierta familiaridad. Y sin leer y estudiar Ópera y Drama resulta imposible la correcta comprensión de las causas, los propósitos y el contenido de la magna obra wagneriana, ni puede llegar a percibirse su falseamiento en las actuales producciones escénicas.

     La primera traducción integral de Ópera y Drama fue publicada en 1997 por la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera en colaboración con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Ahora Editorial Akal ha querido presentar otra vez este texto en una esmerada edición de su colección AKAL MUSICA. La obra viene precedida de una introducción de Miguel Ángel González Barrio, fervoroso wagneriano, y sucesor de Mayo en el difícil y noble arte de la crítica musical. Y también incluye el Epílogo que escribiera Mayo para la primera edición de su traducción y su hermosísimo ensayo “La obra de una vida”, sobre el Anillo del Nibelungo, que revisó pocos días antes de su muerte. Ensayo que aúna la pasión, la precisión, el rigor histórico y musicológico, la visión completa del drama musical por antonomasia, y que nos proporciona, en definitiva, las claves para la comprensión de una de las obras cumbres de nuestra civilización.

     En las notas al programa de mano del Tristán e Isolda que presentó el Teatro Real en la temporada 1999-2000 decía Ángel Mayo que “Richard Wagner, quien tantas cosas nos ha dicho en sus obras dramáticas y tanto escribió sobre sí mismo o de él mismo para el mundo, todavía está hoy muy lejos de ser comprendido por los más, cuando al contrario –como bien sabe el lector- suele ser despachado con perversos, por estúpidos, tópicos frutos de la más crasa ignorancia o del sectarismo, que viene a ser lo mismo”. Bienvenida sea la publicación de esta traducción, cuidadosamente anotada, del gran manifiesto wagneriano por el arte, la belleza y la verdad dramática.

Ópera y Drama
Richard Wagner
Prólogo de Miguel Ángel González Barrio
Traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas
Ediciones Akal SA, Madrid
2013

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jueves, 7 de mayo de 2015

Adiós a las fresnedas


Fraxinus Angustifolia © Wikimedia Commons

La mayor amenaza contra el paisaje boscoso de Europa –desde la grafiosis que acabó con el olmo– es la que ahora está devastando buena parte de Europa Central y Occidental al matar los fresnos. La inquietud es muy grande en toda Europa pero también se toman medidas más o menos eficaces y se dan avisos y consejos para evitar este desastre ecológico. Ello es fácilmente comprobable tecleando en Google Chalarose du frêne en francés o Ash dieback en inglés, o Chalara fraxinea o Hymenoscyphus pseudoalbidus en latín. Aparecerán detalladas informaciones en varias lenguas (pero no en español) sobre esta plaga de hongos que empezó en Polonia en 1992. Ya se ha extendido hacia el Sur incluyendo Francia y el Norte de Italia, así como Rumanía al Este. Al Oeste ya casi ha acabado con el fresno en las Islas Británicas. Allí, aunque tarde, al menos han prohibido la importación de plantas de los viveros polacos. En España ni eso. O será que no ha trascendido.

Sorprende, pues, la absoluta falta de interés en nuestro país por ese problema que tarde o temprano nos afectará en España, si no ha llegado ya. No he encontrado ninguna mención de esta plaga en las páginas del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente, ni en ninguna de las Consejerías del mismo ramo en nuestras 17 autonomías ni en ninguna de las grandes asociaciones ecologistas, por más que he buscado en Google. Ni siquiera aparece mencionada en la Wikipedia en español, salvo que aparezca con otro nombre distinto de los nombres científicos en latín antes citados.

Los druidas celtas pensaban que el fresno nunca era herido por el rayo. Pero, claro está, nunca previeron que el rayo de la estupidez humana fulminase ese hermoso árbol, tan sagrado como útil para hacer desde el mango del contundente martillo hasta delicados muebles. Todo eso se perderá pronto salvo que Odín, su divino patrono, proteja a nuestros fresnos. O que se ocupe San Blas, cuyas varas y cayados no siempre son de avellano sino a veces de fresno.

Lo que no cabe esperar es que las administraciones públicas o los oenegeros hagan algo.


Fresno enfermo © Wikimedia Commons