Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: julio 2019

jueves, 18 de julio de 2019

Acto en el Instituto Cervantes


    La vanidad casi siempre es más fuerte que el pudor. Por eso y por agradecimiento al Instituto Cervantes y a su Director, Don Luis García Montero, y además y muy en especial a los cuatro principales participantes (Don Miguel Albero, Don Ricardo Martí-Fluxá, Don Miguel Herrero de Miñón y Don José Manuel Blecua) todos ellos viejos amigos míos y muy superiores en merecimientos, publico a continuación las transcripciones de las palabras y el vídeo del acto que tuvo lugar el pasado 10 de Junio de 2019. Confieso que también he dejado constancia de mi propia intervención. 

@Rafael Roa


Pinche aquí para ver el vídeo del acto:






LUIS GARCÍA MONTERO

Director del Instituto Cervantes

Buenos días.

Para mí es un honor saludarles y darles la bienvenida al Instituto Cervantes en un acto tiene especial significación cultural y sentimental para este Instituto porque se trata de reconocer la importancia de quien fue uno de nuestros directores, Don Santiago de Mora-Figueroa y Williams.

La verdad es que su huella es una es una de las herencias que respetamos en esta casa y que nos ayuda a comprometernos con el futuro de esta casa como acabamos de reconocer en el acto del legado que se celebró hace unos minutos en Caja de las Letras.

Santiago de Mora-Figueroa ha desarrollado un papel muy importante en sus distintos oficios, en sus vocaciones: como diplomático, como Director de la Fundación Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior, como escritor de libros de relatos como Pólvora con Aguardiente, como Trampantojos, autor de la novela El Rompimiento de Gloria, y un ensayista muy notable en cosas que afectan a nuestro trabajo diario: a la diplomacia cultura  y a la defensa de la lengua española.  Recuerdo algunos títulos como El Guirigay NacionalEl Siglo XX y otras Calamidades y El Peso del Español en el Mundo, un libro en el que él cumplió la labor de dirección y donde aportó un ensayo que a mí me parece de especial importancia, el papel internacional del español.

Toda esta labor de diplomático, de conocedor de las relaciones internacionales, de persona de la cultura quedó plasmada en su ejercicio de Director del Instituto Cervantes entre 1996 y 1999. Fue entonces cuando se pusieron en marcha los anuarios de nuestro Instituto que analizan la situación del español en el mundo con especial detalle en cada momento. Porque como él ha insistido en sus trabajos más que tener quimeras, lo que conviene es conocer la realidad y analizar con detalle esa realidad para saber qué respuestas son útiles, pueden engrandecernos y  sobre todo evitando que se conviertan en un peligro de buenas intenciones al volverse contra nuestros propios intereses.

En este ensayo del que yo les hablaba, El Papel Internacional del Español, hay una reflexión muy interesante sobre el significado de aquellas palabras famosísimas que Antonio Nebrija dirigió a Isabel La Católica al hablar de la lengua como compañera del Imperio.

Conviene en la actualidad reflexionar sobre el significado de una lengua franca, sobre el significado de la palabra imperio, sobre si el inglés como lengua franca es la lengua del imperio de los ingleses y los norteamericanos o ha pasado más bien a aludir a un nuevo tipo de imperio que viene del horizonte asiático y la compañera del imperio es más bien el inglés no nativo que se utiliza en China o en Japón y ante todas estas inquietudes qué podemos hacer para comprometernos con nuestra lengua, para comprometernos con el español, con la diplomacia cultural, que es, creo, la mejor manera de comprometerse con España.

Recordando la lectura de este ensayo, me vinieron a la memoria dos citas que Santiago utilizó y a las que le sacó mucho partido.

La primera es una reflexión de Guillermo Cabrera Infante del Libro Mea Cuba  en la que decía “El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles”. Y después añadía “El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los dialectos y las germanías”. Bueno,  la Academia lleva trabajando desde hace mucho tiempo en una línea que me parece que es importante mantener, que es la línea que toma conciencia del pan-hispanismo. Nuestro idioma pertenece a una comunidad de muchos países, de casi 500 millones de hablantes nativos, de casi 600 millones de hablantes como lengua de comunicación y hay que tomarse en serio eso de que el español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles porque se trata de un proyecto común que nos da fuerza a los españoles en la medida en la que podamos establecer lazos internacionales de hermandad, de la cultura y la tradición hispánica para responder a los nuevos retos del mundo. Y al mismo tiempo qué orgullo de que el español, no ocurre con otros idiomas, haya mantenido por distintas razones su solidez y sea una lengua de comunicación muy consolidada, a salvo de dialectos, de fracturas, de fragmentaciones porque esta realidad pan-hispánica nos da mucha fuerza a la hora de hacer nuestro trabajo.

La otra cita que recordé es una cita del Padre Feijoo, del  tratado del Teatro Crítico Universal cuando llamaba la atención sobre los dos extremos en los que solemos caer. “Los españoles muchas veces ignoramos a los demás y a la realidad del mundo por un orgullo patriótico mal entendido y otras veces al conocer o pretender conocer el resto del mundo miramos con desdén lo nuestro”. Bueno pues se trata de evitar estos dos extremos: ni el patriotismo mal entendido que desprecia el resto del mundo, ni el cosmopolitismo mal entendido que no es capaz de valorar nuestras posibilidades y todos los bienes y las energías que tenemos. Y en esta doble tarea de evitar extremos y de saber que el español es una lengua y una cultura pan-hispánica estamos trabajando sintiéndonos herederos de las ideas y las reflexiones de Santiago de Mora-Figueroa. Por eso para nosotros es muy importante hacerle este homenaje y por eso hemos invitado a personas que pueden retratar la dimensión de su figura en todos los aspectos que él representa. Se va a hablar desde el atril y voy a pasarle la palabra primero a Miguel Albero, y después hablarán Ricardo Martí-Fluxá, Miguel Herrero de Miñón, José Manuel Blecua, para cerrar este acto con las palabras del Marqués de Tamarón, de nuestro amigo Santiago de Mora-Figueroa.

Muchas gracias a todos ustedes por acompañarnos.


Miguel Albero 

Director de Relaciones Culturales y Científicas de la AECID 


Muchísimas gracias Luis, muchas gracias en primer lugar  por organizar este homenaje a Santiago, y en segundo lugar por contar conmigo que fui el Director de Gabinete de Santiago el tiempo que él estuvo como Director del Cervantes aquí.

Seré muy breve porque personas de más sabiduría y gobierno me sucederán en la palabra y me ceñiré a lo que José María Martínez, que por cierto también estaba en ese gabinete donde yo llegué [me pidió] que es que dé mi visión personal de esa etapa de Santiago en el Cervantes.

Tendré que empezar siendo muy rotundo, para decirles que en mi caso no puedo ser parcial porque Tamarón es lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional. Lo cual no deja de tener su drama porque eso me sucedió hace más de 23 años y a partir de ahí todo necesariamente iba a ir a peor. Me ocurrió un poco como le pasó a Senegal, que era el país por cierto de donde yo venía, cuando ganó el primer partido del Mundial a Francia que era el campeón vigente, y entonces el Presidente de Senegal dijo que había que retirar al equipo del Mundial porque a partir de ahí todo iba a ir peor. Pero yo no pude retirarme de este mundo del trabajo porque no podía y llevo 20 años y 20 que me quedan todavía.

Tamarón siempre dice que la carrera diplomática más que una carrera es un oficio, y en los oficios hay maestros y yo tuve la suerte de tener el mejor de los maestros sobre todo como tienen que ser los maestros por la vía del ejemplo, también por la vía del consejo al que he recurrido en todos los años de mi carrera profesional, pero sobre todo por la vía del ejemplo en esos tres años maravillosos que pasé aquí antes de que yo me fuera de Director a Roma y Santiago se fuera de Embajador a Londres. El entonces patrono del Cervantes, Manuel Gutiérrez Aragón, decía que parecía que habíamos hecho un casting para nombrar a Santiago Embajador en Londres y no le faltaba razón.

Esos tres años situémosnos en lo temporal y en lo espacial, lo primero hay que decir que estábamos en Alcalá de Henares, en el exilio de Alcalá de Henares  aunque más que exilio era  el lugar original donde estaba el Cervantes  y en parte Santiago se ocupó y preocupó que pudiéramos tener una sede en Madrid que entonces fue el Palacio de la Trinidad que luego tuvo su Tobago porque hubo que ampliarlo y finalmente después se consiguió esa sede maravillosa. Pero parte de ese trabajo inicial lo hizo Santiago en esa época, que fue una época claramente de crecimiento del Instituto. Hay que pensar en el ámbito temporal, estamos en el año 96, el Instituto tiene entonces 5 años, es una criatura y parafraseando el comienzo de Cien años de soledad el Instituto era tan reciente que las bibliotecas no tenían nombre y había que señalarlas con el dedo. Pues ahora ya todas las bibliotecas  tienen su nombre.

A mí me tocó algo que dice la mujer de Luis, Almudena Grandes, que le pasó a ella que ella era joven cuando el país era joven. Pues yo era joven cuando el Cervantes era joven. Y además en una etapa fantástica de expansión gracias a Santiago.

En Alcalá de Henares que es donde estábamos contarles que Santiago lo primero salía poco de su despacho. Yo recuerdo salvo para intentar convencer a los tres Ministerios de los que dependíamos de distintas cosas. Yo recuerdo alguna salida frugal a comprar almendras garrapiñadas a las monjas de clausura, algún festejo importante  con huevos con migas en la Hospedería cuando venía algún visitante ilustre pero la dieta monográfica de Santiago durante sus años en Alcalá fue un bocadillo de lomo, perdón, de bacon con queso de este porte que le procuraban en un lugar que se llamaba Bocata Alcalá, es verdad que el dueño no había puesto  mucha esfuerzo en la imaginación del nombre pero hay que recordar que por entonces el Alcalde de Alcalá se llamaba Bartolo y tenía  un bar que se llamaba así  Bar Tolo.

Pues en ese despacho donde Santiago daba cuenta de su dieta monográfica yo acudía cada cinco minutos para despachar con él y esos son probablemente los mejores años de mi vida profesional, lo que aprendí en ese despacho lo he utilizado a lo largo de mi vida y no sólo en lo profesional sino también en lo personal.

Recuerdo muy bien el primer día cuando me pidió mi opinión sobre algo y le dije una opinión contraria a la que él tenía y le pregunté si eso le incomodaba y me dijo que no, que precisamente para eso me había llevado como Jefe de Gabinete. Despachos interminables donde terminábamos hablando de muchísimas cosas donde yo descubrí lo que yo había buscado cuando hice las oposiciones a diplomático y siempre pensé que la carrera estaba llena de personajes interesantes y hasta entonces no lo había conseguido y de repente lo conseguí de una vez.

Una personalidad propia, una persona con un criterio propio no solo muy inteligente y con muchísimo sentido del humor y con una cultura enorme sino también con algo que es muy raro en nuestros días que es tener criterio propio y el tener una enorme curiosidad, mantener una enorme curiosidad intelectual, alguien que no juzgaba a las personas por las apariencias, a él que tanto se le ha juzgado por las apariencias y que con un equipo maravilloso, alguno de los cuales estáis aquí, pues pasamos tres años fantásticos.

Yo, como digo, aprendí muchas cosas, aprendí por ejemplo que cuando alguien decía que quería ver a Tamarón y que era muy importante, la pregunta de Santiago era ¿pero es importante para él o es importante para mí? Aprendí que uno puede ser sólo parte del problema o de la solución y aprendí dos máximas tamaronianas que me han acompañado en mi vida y forman parte del acervo familiar porque las he transmitido a mis hijos que son una de ellas es ninguna buena acción permanece impune y la segunda es la naturaleza detesta el vacío.

Todo eso aprendí yo pero es insignificante para los demás, lo que sí es relevante para los demás es lo que Santiago hizo por el instituto en estos tres años fantásticos que no es otra cosa que llevarlo a la modernidad, algo contradictorio en alguien que se define como reaccionario. Cosas como el Centro Virtual Cervantes que tendremos que definir como un incunable porque si el incunable era cuando la imprenta estaba en pañales, cuando Santiago apostó por el Centro Virtual Cervantes  internet estaba  realmente en pañales probablemente porque habiendo escrito el Siglo XX y otras calamidades quería llevar realmente  al XXI y no solo en lo cronológico al Instituto.

Ya ha mencionado Luis por ejemplo el Anuario pero me gustaría también  mencionar los Congresos de la Lengua. Me acuerdo con el profesor Blecua del maravilloso I Congreso de Zacatecas en el que tuvimos una gran bronca con la Academia y al que Santiago remató diciendo que la Academia era el Sacro Colegio Cardenalicio y nosotros los misioneros y por tanto nos teníamos que dedicar nosotros a la expansión del español. También, como no, toda la expansión que hubo en esa época de nuevos centros y el pensar que el que los centros asociados iban a ser el futuro del Instituto también es de esa época. Así que yo creo que deja un legado muy importante en el Cervantes.

Me permitirán que termine con una anécdota el poeta Walt Whitman decía de él mismo que contenía multitudes. Y yo pude averiguar que Santiago las contenía también cuando llegamos al Hotel en Nueva York y yo como buen gabinetista llegué para hacer el registro y resulta que había a una habitación registrada  a nombre del Marqués de Tamarón, otra para el Señor Santiago Mora-Figueroa y otra para del Señor Williams. Así que a esas tres multitudes le debo yo mucho en lo personal y el equipo fantástico que estaba aquí capitaneado por Carmina Gomis y veo aquí muchas caras, a Luis Cueto, a  Joaquín Puig, por supuesto al Profesor Blecua, Paco Moreno, Agustín Vera, en fin, Philippe Robertet, que sigue todavía con esta casa.

Pero como digo yo a esas multitudes, a Santiago, a Tamarón, yo le debo mucho pero desde luego eso es insignificante, lo que creo es que el Cervantes también le debe mucho  y por eso  me parece que este homenaje es también un acto de justicia.

Muchas gracias


Ricardo Martí-Fluxá

Presidente del Patronato del Museo Reina Sofía 


Muchas gracias

Quiero agradecer en primer lugar esta iniciativa, la Iniciativa del Instituto Cervantes,  y muy especialmente a su director, Luis García Montero, que ha continuado la hermosa tradición de dar cobijo en este lugar, el lugar de esas cajas, antes dedicadas a la conservación de las mundanas riquezas, a otras riquezas, en este caso espirituales, y sin ninguna duda más dignas de ser preservadas para la posteridad.

Y acudo aquí con el único título de ser amigo y compañero del Marqués de Tamarón y con una cierta preocupación. Preocupación por quedar bien ante todos ustedes y ante Santiago fundamentalmente; pero esa preocupación se ha acentuado de forma exponencial después de escuchar las brillantes intervenciones tanto del Director del Cervantes, Don Luis García Montero, como la de Miguel Albero. Y así, intentaré sacar de la debilidad fuerza y virtud porque siempre es grato acudir  a un acto como el que hoy  nos reúne y todavía mucho más porque supone el homenaje a un amigo al que llevo admirando hace ya casi cuarenta años. 

Y me corresponde hablar de Santiago Tamarón en su faceta diplomática. Y, así, me pregunto: ¿Qué es la diplomacia? ¿Qué es ser el diplomático? Pues bien, para Juan Gelman, dice y cito el verso: “Ir hacia el mundo, padecerlo, estar en él, irse de él” 

Por otra parte un Director de nuestra Escuela nos definía como los “especialistas de la generalidad”. Y un compañero nuestro que en el fondo compañero que nos quería muy poco decía que éramos “los eruditos de lo prescindible. Pues bien, no quiero caer en la vulgaridad de citar a Ortega y esa siniestra definición que nos ha hecho tanto daño de los “casi”. Nada de “casi”. Ahora se la ahorro, no la voy a decir. Pero sí, por el contrario, voy a citar a un gran colega nuestro, posiblemente el más ilustre de nuestros colegas después de Saavedra Fajardo, que es el auténtico Talleyrand, que destacaba nuestras virtudes y caracteres básicos de esta guisa, como verán es una definición que me ha gustado muchísimo, y abro comillas:

 “Inspirados por el honor y el interés de su patria, por el honor y el interés de su Rey, por el amor a la libertad, pero una libertad fundada sobre el orden y los derechos de los ciudadanos,  los diplomáticos, cuando saben realizar su misión, se encuentran  en la más deseable situación a la que puede pretender un espíritu elevado.”

Comprenderán que no hay nada más bonito que esto. Y Santiago que es el espíritu más cultivado que conozco y cuyo carácter responde fielmente a este perfil, sabia y puntualmente descrito por el Obispo de Autun y Príncipe de Benevento, ha sabido no sólo llevar a buen puerto cuantas misiones que se le han encomendado sino compaginarla con muchas otras actividades, tanto literarias como relacionadas con otros  procelosos mundos, incluso con la protección de la Naturaleza. 

El Marqués de Tamarón, bene omnia fecit, comenzó su andadura profesional en Mauritania en el 67. Más tarde en París entre los años 1970 y 74,  Dinamarca entre el 75 y el 80, y hombre de paso por Canadá entre 1980 y los primeros meses de 1981. Para regresar a Madrid, al ser nombrado por el Ministro José Pedro Pérez-Llorca primero Director adjunto y luego Director General de su Gabinete.  Fue también Director Adjunto de la Escuela Diplomática y entre los años 1988 y 96  Director del Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior. Era una fundación independiente dedicada al estudio sobre la política exterior y la seguridad nacional. 

En 1996 es nombrado Director del Instituto Cervantes e inicia una intensa actividad en el campo de la diplomacia cultural, con la publicación de las series que ya se han mencionado esta mañana, como el Español en el Mundo y los anuarios del Instituto Cervantes.  Diplomacia cultural que luego proseguiría a partir del año 2012 cuando ya jubilado se le nombra Embajador de España con estos fines. No fue un casting pero por su experiencia, su trayectoria profesional y su propio carácter era difícil  encontrar un mejor candidato para desempeñar la Embajada del Reino Unido y así lo consideró el gobierno entonces al nombrarlo en 1999 jefe de aquella misión. Dimite en el año 2004 exponiendo su desacuerdo con elementos fundamentales de la política exterior del futuro gobierno español. Y pasa sus últimos años en activo y antes de su nombramiento que ya he citado como Embajador para la Diplomacia Cultural, como  Vicepresidente del Comité  Hispano-Norteamericano y más tarde  en la Dirección General de Relaciones Culturales. 

Pues bien, todos éstos pueden ser los fríos datos de una hoja de Servicios o un apunte o una entrada del Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Pero Santiago Tamarón es mucho, mucho más que todo esto. En primer lugar, quiero destacar un carácter épico, épico y casi heroico. Un carácter épico en todas sus andanzas de lo que dan buena prueba varios hechos que esta mañana me atrevo a exponer por primera vez. 

En primer lugar la forma en que me animaba en mis momentos de depresión al comienzo de mi carrera por lo que yo consideraba falta de actividad y aburrimiento constante en nuestra profesión.  Y me señalaba que tampoco tendrían gran actividad los representantes diplomáticos de Austria-Hungría en 1914 antes del atentado de Sarajevo. Pero que luego estuvieron bastante ocupados y bastante estresados y me anunciaba que a mí antes o después me acabaría sucediendo lo mismo. 

El segundo,  el que nos hiciera cotizar a varios compañeros  con el fin de regalar un arma de fuego, un arma de fuego de verdad a una compañera cuyo primer destino al extranjero fue a un país asolado por la guerrilla. Evidentemente con la intención de que la usara. 

Y en tercer lugar, que se ofreciera y manifestara repetidamente a la superioridad su firme voluntad de encabezar nuestra misión en Irak en los últimos años de su carrera y cuando caían bombas como chuzos de punta. 

Y ese espíritu heroico le permitió también luchar contra protervas maldades en otras situaciones y responsabilidades. 

El Marqués de Tamarón vivió en primera persona lo que supuso para nuestras relaciones exteriores, nuestras relaciones internacionales, la apertura de España cuando a partir del 78 con la publicación de nuestra Constitución comenzó la diplomacia  española una nueva andadura. Fue el punto de inflexión,  el inicio de un camino en el que iba a construirse un nuevo país, un nuevo país tan diferente en todos los aspectos de lo que había sido la España de los 40 años anteriores. 

Para un diplomático la promulgación de nuestra Carta Magna supuso el pistoletazo de salida, para una aventura apasionante: la apertura de España al Exterior. Para quienes habíamos crecido en una España construida sobre el sacrosanto principio del aislamiento y la autarquía, ajena a los avatares políticos que ocurrían más allá de nuestras fronteras, quijotesca, desdeñada y aferrada con orgullo a su condición peninsular, la Constitución se presentaba como una primera ventana abierta a la posibilidad de que entrasen los imprescindibles aires de renovación para situar España en el mapa del mundo, que ya entonces era cada vez más una gran comunidad internacional. 

Fue una apuesta por el fin del aislamiento internacional. Nuestro reto era alcanzar la democracia, una economía plenamente desarrollada y la integración en las instituciones comunitarias y en la OTAN, teniendo siempre clara la necesidad de mantener simultáneamente buenas relaciones tanto con mundo árabe, con el continente europeo como con Estados Unidos.

Años en los que Santiago desarrolló su carrera diplomática y pudo vivir primero esos “aires difíciles” y luego protagonizar el cambio espectacular de nuestra actividad exterior.

Recuerdo de aquellos años apasionantes a un viejo Embajador que cuando nos veía nos decía ¡Qué pena me dais, qué pena me dais, todo lo que tenéis que trabajar! Yo – nos decía – cuando empecé no había viajes de nadie, no había visitas de nadie sólo algunos frailes camino de un cenobio o aquella misión religiosa o diplomática llevando a la India un brazo incorrupto, que no se acordaba si era de Santa Teresa o de San Francisco Javier. 

Pero “Man is only truly great when he acts from the passions” decía Disraeli. Y siento mucho Santiago que esta cita sea de Disraeli, no sé si te gusta  mucho o poco y no sea en cambio de Patrick Leigh Fermor pero no es posible todo y me reconocerás que también Disraeli era un auténtico empire builder. Y repito “man is only truly great when he acts from the passions”.

Y  tú siempre has actuado con una enorme pasión en todas tus aventuras y cuando te lo ha dictado tu conciencia, a contracorriente, a pecho descubierto y sin preocuparte por las posibles consecuencias. 

“Un hombre no es sino lo que sabe”, decía Francis Bacon, o “lo que es capaz de  hacer” en palabras de Malraux, pero yo añado también “un hombre es lo que siente y vale en la medida que la serie de sus actos esté medida por su conciencia y su dignidad”.  Y así lo hiciste tú cuando presentaste tu dimisión porque así te lo pedía tu ética, tu dignidad y  tu sentido del Estado, cuando desempeñabas brillantemente uno de los puestos más codiciados de nuestra Carrera y que además te venía como anillo al dedo, como era la Embajada de Londres.

En el fondo afrontando la realidad sin armadura que es lo propio de un espíritu libre. 

Santiago Tamarón defiende a capa y espada su verdad y su mundo propio. Pero no creáis que es ese Mundo de Ayer de Stefan Zweig o la Recherche du Temps Perdu, o las Cenizas del Resplandor de Antonio Menchaca,  o el Withering World de Sándor Márai, o las hazañas heroicas de la conquista de América. Es un mundo propio, intransferible y probablemente inabarcable en el que se respeta por encima de todo  la verdad, la verdad sin concesiones. Fiat veritas et pereat mundus.  Es un mundo en que se persigue la dignidad y la libertad de las personas, en que se recuerda lo mejor del pasado, en el que se cuida con mimo la naturaleza, en que se protege la palabra y la escritura, y en el que se odia, se odia con pasión, con verdadera pasión la cursilería. 

Decía Santiago en una entrevista que la vida de un autor está en su obra y que todos los seres humanos tenemos un enigma. Y afirma, el enigma de todos es muy aburrido y tal vez tenga razón en muchos casos, pero desde luego no es en el suyo.

Admiro la forma y manera en la que ha sabido manejar y dirigir su vida y su filosofía que en el fondo, en el fondo, y aunque no os lo creáis es fundamentalmente optimista y vital, detrás de un cierto barniz de pesimismo que cultiva con esmero como cultiva esa “abominación de la modernidad”. 

Y muchas veces cuando pienso en la vida y obra de Santiago, me acuerdo de Montaigne, ese Montaigne encerrado en su torre,  y nuestro Marqués en su propio mundo, ese magnífico aislamiento  bien en Arcos,  o en las montañas de Guadarrama o incluso en General Arrando. Y como el filósofo francés es un optimista recalcitrante, optimista recalcitrante malgré lui  tal vez porque descubrió en su día la douceur de vivre como se vislumbra en alguna de sus obras o esa volupté d’être de la que habla Maurice Druon.

 He tenido la suerte de compartir desde hace casi 40 años muchas horas con Santiago y les puedo asegurar que he disfrutado de cada minuto y he aprendido de su erudición, de su sarcasmo y de su humor, que como decía Edgar Neville, es la forma de comunicarse de las personas inteligentes. 

Nada más, muchas gracias. 


Miguel Herrero de Miñón

Consejero permanente del Consejo de Estado 

Señor Director y amigos todos:


Yo no tengo méritos literarios, no soy diplomático, no he trabajado en el Instituto Cervantes, ¿por qué estoy aquí? Porque de todos ustedes soy el más viejo amigo de Santiago. Todos ustedes son unos recién llegados. Yo conocí a Santiago en la Facultad de Derecho cuando ambos estábamos terminando la carrera en diferentes cursos pero coetáneos, allá por el 61 más o menos. Ustedes no habían nacido entonces. Y por eso porque soy su más antiguo amigo estoy muy contento de estar participando en este merecidísimo homenaje. 

Claro que como se ha hablado de él como diplomático, como Director del Instituto Cervantes, como protagonista de otras muchas cosas importantes, yo voy a simplemente ceñirme a tratar de hablar de Tamarón como ensayista. Y ¿qué es un ensayo? Pues la verdad que yo cuando trataba de improvisar – como decía Churchill – estas palabras, miré el diccionario y la definición que la Academia da de ensayo es un disparate porque dice que es cualquier obra personal en prosa, personal sobre cualquier tema que el autor desarrolla de acuerdo a su propio estilo. Y en eso cabe un monumento de la historiografía como La España del Cid o el Quijote como una novela, todo es un texto en prosa en que el autor desarrolla sus ideas de acuerdo a su propio estilo. De manera que ante el vacío del diccionario en este extremo, tuve que cometer lo que se ha calificado aquí antes de cursilería que es recurrir a Ortega. Y no es cursilería es necesidad. Porque claro, Ortega dice algo cierto sobre el ensayo: La ciencia menos la prueba explícita. Y eso es lo que Tamarón ha cultivado en muchos libros directamente y en otros cubriéndolos con la apariencia de relatos. Pero la verdad es que los relatos de Tamarón, que soy muy buenos, son realmente mejores cuando se sabe que son ensayos. Porque son ensayos. 

Tamarón es un escritor muy serio, aunque sólo sea por la rudeza de las cosas que dice. Pero además es serio porque sus títulos suelen ser jocosos, como por ejemplo desde el primero Pólvora con aguardiente hasta el último que yo conozca que es el Avestruz, tótem utópico. Pero los títulos festivos no ocultan la seriedad de su posición respecto de la lengua, respecto de la cultura de la cual la lengua es instrumento, como el conjunto de ensayos del desdichado,  disparatado Siglo XX y además de hacer este tipo de estudios, ya se ha señalado aquí pero yo quiero insistir en ello, su libro sobre El Peso Internacional de la Lengua Española, yo creo que es un libro dirigido por él, y en el que contribuyó con un ensayo introductorio, es un libro especialmente importante, cuya senda han seguido ilustres economistas que no han ido mucho más de lo que Tamarón decía pero han evitado citar. Pero están en su huella y lo que se ha hecho desde el Instituto Cervantes con los anuarios a los que se ha hecho referencia es lo que de verdad señala, y analiza y sopesa – perdón por la redundancia – el peso de la lengua española en el mundo. Hay que felicitarse de que la Academia Española está haciendo con éxito un inmenso esfuerzo por potenciar ese instrumento de la política cultural que sería nuestra mejor vía para acceder a eso que se llama Soft Power. Y eso aquí sí que es una cursilería decirlo en inglés pero en fin, ese nuestro soft power es la lengua. 

La lengua no sé si se puede decir que es compañera del imperio porque incluso el inglés, como se ha dicho certeramente antes, supera la lengua imperial y se está convirtiendo en una koiné, que incluso los griegos la hablaban mal. Que ya era mérito. Entonces lo que Tamarón plantea en una comunicación que presentó en un Congreso de la Lengua no recuerdo cuál. Pero presentó una comunicación que dudaba si el español era una lengua internacional u otra cosa. Y efectivamente yo creo que el español precisamente por sus inmensas virtudes está siendo una lengua de valor internacional, de peso internacional, de gran futuro internacional siempre que nos cuidemos como señalaba Tamarón en su estudio, de no ser ni excesivamente orgullosos y optimistas ni ser pesimistas huyendo de la dicotomía que nuestro director ha señalado tan acertadamente en su primera intervención. 

Tamarón es un hombre cultísimo pero sin erudición con lo cual cumple el imperativo orteguiano de la ciencia sin la prueba explícita. Huye del oropel erudito lo cual  tiene mucho mérito en un país como el nuestro en que todos escribimos las notas a pie de página y después escribimos el  texto para justificar la nota. Yo confieso que lo hago y me gusta mucho eso de la nota a pie de  página, pero tiene mucho mérito el escribir cosas serias, profundas, fecundas, sin necesidad de las notas a pie de página.

La verdad es que él es un hombre muy correcto en su porte, en su trato, en su estilo. Pero es el más incorrecto a la hora de decir cosas porque huye ante todo de la corrección política. De lo que ya no es político,  de lo que se llama lenguaje políticamente correcto y que abarca no sólo la política, sino la geografía, la economía, la historia, y todo. Él huye de todo tipo de convencionalismo y por eso uno se pregunta qué realmente es Tamarón. Tamarón es un escéptico. No, no, porque tiene ideas muy claras y las profesa públicamente. No es un escéptico. 

Podría parecer cínico. Bueno si se atiende a la definición que también el Diccionario de la Real Academia da de cinismo sí porque es una definición muy mala. Pero los historiadores de la filosofía señalan que los cínicos optaban, o mejor dicho dudaban y no optaban, entre la convención y la naturaleza y terminaban aferrándose a lo que creían naturaleza rechazando toda convención. Pues bien, Tamarón se aferra a la convención, quiere conservar, fomentar y desarrollar las convenciones porque sin convenciones se vuelve al salvajismo, estado de naturaleza. Es un hombre convencional. Menos mal. 

¿Qué es Tamarón entonces? No es cínico, no es escéptico, es convencional pero no huye de la Naturaleza incluso se refugia en una chabola por ahí por la Sierra cuando no quiere ver a nadie, que es con cierta frecuencia. Yo diría que Santiago Tamarón es un gran fresco, en el mejor sentido del término. Primero porque da frescura a las cosas que trata, aparecen como nuevas cuando él las dice, aunque no lo sean siempre. Y es fresco porque no tiene pudor ninguno en contar todo lo que piensa y todo en aquello que cree. Y  lo dice claramente, y eso es la versión más sana y positiva de la frescura. Tamarón es un gran fresco y yo le felicito por ello. 

Y claro, eso hace que su obra dispersa y que alguna vez sería bueno que él mismo,  ya que ha dejado en el columbario de abajo lo que equivale a las cenizas de una obra viva, alguna vez hiciera una selección de sus ensayos y lo publicara como tal: Selección. Porque la verdad es que entre todos ellos hacen un cuerpo no sólo ameno sino interesante y fecundo.  

Y con esto voy a terminar porque recuerdo un poeta que decía del mar que era agradable a la vista y salobre al paladar y eso ocurre con los ensayos de Santiago Tamarón, que son agradables de leer y resulta que dan que pensar. Como Kant decía de los símbolos que podían ser bonitos de mirar pero daban que pensar. Y la obra de Santiago da que pensar y yo por eso le felicito y estoy muy contento y agradecido de poder participar en este homenaje sin haber trabajado en el  Instituto Cervantes, ni ser diplomático, ni muchas cosas más, nada más que su más viejo amigo. 


José Manuel Blecua 

Académico y exdirector de la Real Academia Española

Señor Director
Señor Marqués de Tamarón
Queridos compañeros de la mesa, Señores y Señoras

Es para mí un honor volver al Instituto Cervantes donde tan feliz he sido muchos años, muy cerca además de los problemas y de la alegría de ciertos momentos.

Yo tendría que hablar ahora lo primero de mis recuerdos de Santiago y les tendría que hacer una confesión: Santiago y yo nos conocimos en la farándula, hace muchos años, muchísimos años, antes de que naciera el Cervantes, mucho antes. Nos fichó Francisco Rico para un programa de televisión, y ahí estuvimos con José Antonio Pascual, Santiago, luego se sumó Fernando Lázaro, Maripaz Bataner y una serie de lingüistas que eran invitados, actores de teatro, actores de cine, actrices y fue realmente una experiencia muy hermosa, muy bonita. Y en esa experiencia aprendimos mucho de Santiago. Santiago nos venía muy bien porque había que preguntarle: Santiago ¿cómo se trata a Su Majestad? Y no sabíamos ninguno como se trataba a Su Majestad. Y entonces Santiago nos explicaba con claridad cómo no había que tratar a Su Majestad. Que era algo importante y también al Príncipe de Asturias. Entonces le hacíamos repetir muchas veces, otras veces en cambio Santiago nos ilustraba el mundo de la diplomacia, del mundo internacional.

Ese mundo internacional nos llevó a encontrarnos en el Congreso de Sevilla – Miguel –de 1992, que fue para cerrar el Pabellón de España En la Exposición Universal del 92. Ese Congreso Internacional necesitaba de Santiago. Fuimos a buscar a Santiago porque había una sección  que se titulaba “La Dimensión Internacional de la Lengua Española”. Había varias secciones, varias mesas, fundamentalmente los medios de comunicación, los institutos de investigación americanos que habían venido a trabajar en proyectos de investigación. Fue un momento emocionante. Estuvimos un año preparando los 10 minutos finales de la Feria de Sevilla y allí Santiago se encargó, le encargamos, un trabajo hermosísimo que inauguraba la Dimensión Internacional de la Lengua Española.

Santiago ya había trabajado sobre esto porque había publicado en El Sol en 1990 un artículo sobre estas cuestiones apoyadas en la confianza, en la presión, le hicimos preparar un texto para una conferencia brillantísima que fue el origen de esta parte de los trabajos de Santiago. El trabajo sobre el Peso de la Lengua Española. No se llamaba todavía El Peso de la Lengua Española, se llamaría a partir del ‘95.

Con eso se inaugura algo que es fundamental para comprender la figura de Santiago que es la capacidad poliédrica que tiene para enfrentarse con los problemas lingüísticos. Santiago ve la lengua desde distintos puntos de vista, la ve como diplomático, la ve como escritor, la ve como crítico, incluso ve la lengua y luego se lo contaré con las pintadas que hay en la calle. Le interesan tanto las pintadas como el último verso de Garcilaso en un soneto o un poema de Aldana. Porque Santiago es capaz de disfrutar en la dimensión literaria, en la internacional y en otras dimensiones de la lengua. Pues así queda en primer lugar una visión poliédrica de la lengua.

Aprovechando que había trabajado en estas cuestiones en el 92, fue tomando conciencia cuando fue Director del Instituto Cervantes en el 96 - y aquí está Don Nicolás Sánchez Albornoz que inauguró con mano firme y cariñosa esta época inicial del Cervantes, que fue terrible por otra parte -Santiago se plantea entonces cual es el peso de la Lengua, qué factores hay que considerar y se encuentran con algo que es fundamental para un investigador: no había datos sobre la lengua. No había datos. Por eso cuando se hace cargo de la dirección del Instituto Cervantes, lo primero que piensa es la necesidad de crear unos bancos de datos que permitan trabajar y trabajar en estas dimensiones distintas de la lengua española y entonces él crea los anuarios que con tanto éxito, magnífico el del 16 por ejemplo, los 25 años del Instituto Cervantes. Crea esto, crea el Centro Virtual, se da cuenta que internet va a ser fundamental.  Y que el centro más importante del Cervantes no está en la tierra sino en el cielo. Nace el Centro Virtual del Instituto Cervantes.

Pero al mismo tiempo, Santiago sigue escribiendo, dice que los domingos, que escribía la literatura los domingos, ha confesado alguna vez y precisamente esa dimensión de creador literario,  de ver la literatura como algo que es fundamental para un amante de la lengua, para un hombre que ha vivido toda su vida amando la creación literaria, amando el ritmo de la prosa, el ritmo de la poesía, tanto en inglés, como en español y en francés.

Tenemos ya la dimensión internacional, esa visión poliédrica que estará en el peso de la lengua española. El artículo de Sevilla del ‘92 va a ser fundamental y sobre él se van a apoyar luego las investigaciones posteriores. Pero además Santiago es un creador excelente en la dimensión literaria. Les voy a recoger solamente una obra, una obra que me gustará a ver si alguien es capaz de enfrentarse con ella por primera vez: es El Rompimiento de Gloria, desde el título es una obra interesantísima. El rompimiento de gloria es un tecnicismo de la pintura que es el rayo de sol que entra a través de las nubes. Entonces este Rompimiento de Gloria es una novela intelectual. Es una novela intelectual  que a la vez es un  homenaje de muchas cosas. Está en la línea de Pérez de Ayala, por ejemplo, de los novelistas intelectuales pero además luego va a coincidir en fecha con la última, la penúltima de Antonio Molina por ejemplo, que es el tema de la Guerra Civil. Entonces El Rompimiento de Gloria, es una obra realmente apasionante porque supone dos cosas a la vez. Supone por una parte, nada menos un homenaje a la novela intelectual donde está la tradición clásica presente en las conversaciones de los protagonistas, las citas continuas. Y por otra parte el homenaje a un paisaje por él tan querido, como ya se ha dicho aquí, como es la Sierra. Está lleno de elementos de la Sierra: ladra el corzo, el hozar lejano del jabalí, los alfanjes,  la jabalina con los rayones, el rebollo, el rebollar. Todo está vivo en la Sierra y sabemos que Santiago se esconde en la Sierra. Más de una vez se va a escondidas a trabajar.

La novela tiene un ritmo final, un tempo rapidísimo mueren los protagonistas y a continuación ya se va deshaciendo la vida de estos personajes mientras tratan del carpe diem,  leen un soneto de Lope y viven felices en una muerte que va a ser desdichada y va a ser el cierre de una época triste porque es el 18 de julio del ‘36.

Tenemos ya el peso de la lengua, tenemos la visión creativa,  y la creación de la Lengua. Pero Santiago no podía detenerse ante esto si no podía criticar a  la lengua que se veía y se oía a su lado. Y es que cuando él vuelve de estas misiones, que ha recordado Miguel Albero tan exactamente en los países,  se encuentra que puede  hacer unos ensayos sobre el habla de hoy.  Porque el habla de hoy, a la vuelta del 81, es un descubrimiento, es otra cosa. La lengua ha cambiado. Santiago se da cuenta de que la lengua ha cambiado. Y él pensaba en los encuentros epistolares por ejemplo entre Don Juan Valera y Don Marcelino Menéndez Pelayo. Pues no. Se encuentra que la gente dice  “hola Presidente”.  A nadie se le hubiera ocurrido decir Presidente y hola hace 100 años, incluso hace 50 años, pero ahora todo el mundo le puede decir al Presidente: hola Presidente. Esto para Santiago le choca. Empieza a meditar, empieza a tomar notas empieza a ver que el Padre Astete y el Padre Ripalda escriben magníficamente un español estupendo. Que el tuteo, en cambio, sólo se condena en Cuba. Y las instrucciones para los niños cubanos son que hay que tratar de usted a la persona de mayor saber, edad y gobierno.

Toma una cita de aquel senador fantástico, el senador Prat,  que dice que “la lengua española es la unidad”. Se preocupa por cursiCursi va a ser una palabra que no sólo existe nueva desde el ‘19 pero que además es cursi, porque la lengua en estos momentos está tomando matices de cursilería. Y Santiago denuncia la cursilería de la Lengua, el yavalismo, los nombres de pila. El artículo sobre los nombres de pila es una auténtica maravilla, cómo nos llamamos de otra manera que antes. Aquel señor que en Tarazona, en Aragón, se quedó sorprendido porque oyó que decía un señor: Jeniferica, Jeniferica mientras llamaba a una niña que se llamaba Jennifer, claro.

No quisiera ya seguir sin los adioses de Santiago a la Biblioteca Ociosa  porque es un texto, un elogio de la lectura, fantástico. Un elogio estupendo. Santiago mezcla la ironía, la sagacidad, es muy curioso pero de pronto con un solo gesto recoge una nota de una pared que había una pintura que decía “Franco, gordito”. Y entonces ya no hace falta más. Toda una visión de la existencia ha quedado reflejada en esa pintura, en ese brochazo en la historia de España que Santiago recoge y comenta.

Es  imposible, no se pueden ustedes imaginar, es imposible hablar sin emocionarse de una figura, de un amigo tan leal, tan compañero de todos nosotros con páginas admirables que recordaremos siempre y sobre todo por su palabra, cariñosa, cálida y dándonos consejos sobre  qué tenemos que hacer en esta vida para ser tan felices como él.

Muchas gracias Santiago. Muchas gracias a todos.


Santiago de Mora-Figueroa, Marqués de Tamarón 

Diplomático, escritor y director del Instituto Cervantes (1996 – 1999)

Bueno antes que nada, Autoridades - que es como empezaban antes los discursos y es una cosa que me parece seria y  digna de renovar, de renovar no, de continuar.

Amigos todos,  Señoras y Señores:

Llego conmovido por las cosas que acabo de oír que yo no sé, si fuera tan pedante como creéis que sois citaría a Virgilio diciendo aquello de “Timeo Danaos et dona ferentes”, le temo a los griegos cuando hacen regalos, se refería al Caballo de Troya cosa que no estoy seguro de que vosotros, ninguno está dentro de ese caballo. Pero me merezco tan poco lo que habéis dicho que, en fin,  que me sonrojo. Aunque creéis que soy un cínico, por cierto eso es un apelativo magnífico porque la escuela cínica lo lógico es integrar en ella a Sócrates lo que pasa es que luego ha llegado la corrección política desde hace 26 siglos y dicen que no, que Sócrates no era un cínico. Era, era uno de la escuela de los cínicos, así es que me ponéis en muy buena compañía.

La verdad es que una de las ventajas de hacerse viejo uno, es que empieza a decir lo que piensa, no todo, claro, pero unas cuantas cosas de las que piensa y por eso pues puedo reconocer el gusto infinito que tengo de estar aquí y reconocer que mi vanidad, que existe quizás no tanto como algunos creen, pero sí, demasiado para comprometer el futuro de mi alma más o menos inmortal, pues se siente halagada por todo lo que he oído y por todo lo que también habéis callado porque hubiera quedado en mucho menos buen lugar.

La verdad es que tengo que dar las gracias en primer lugar al Director del Instituto Cervantes, a Luis García Montero, porque agradezco de corazón que, sin conocerme, me haya brindado esta ocasión de volver al Instituto Cervantes.

También tienen especial mérito mis cuatro amigos que han aceptado hablar hoy aquí, pese a conocerme, que eso claro es algo que hay que sopesar. Tiene razón Miguel diciendo que nos conocimos antes que la mayor parte del público hubiera nacido. Yo no sé si eso es bueno o malo para el público pero para ti y para mí es señal de que estamos vivos lo cual es importante. Y  no sólo vivos sino que yo tengo la suerte de tener amigos aquí que viejos o jóvenes, yo creo que tú eres el benjamín [mirando a Miguel Albero] pero en fin ya ni siquiera mi hijo es benjamín porque es calvo.

El caso es que hablaré de mi trabajo -y mi disfrute- en esta casa porque habéis hablado de otras cosas de una manera que yo no sabría emular por pudor pero también por incapacidad.

Cuando llegué en Mayo de 1996 al Instituto Cervantes en Alcalá de Henares, cuando digo esta casa es evidente que me refiero a la Institución, no al edificio porque este es mucho más cómodo pero bueno nosotros estábamos bien también allí y en el siguiente lugar donde estuvimos. La verdad es que cuando llegué allí me puse a aprender mucho sobre la lengua española. No es que supiera antes nada, pero bueno sabía casi nada. Ahora ya sé que no sé nada lo cual es un adelanto.

Sobre todo, apliqué el principio de Sir  Maurice Bowra, que un profesor de Oxford que decía “no sé nada de eso, voy a tener que escribir un libro a ver si me entero de algo”. Y escribí un libro.

Pero ese tipo de trabajo antes de la invención del buscador Google era un empeño complicadísimo. Hoy en día, es mucho más fácil,  cosa que nadie se atreve a decir porque como todos nos aprovechamos del invento pues no podemos ningunear a los jóvenes que no se han quemado las cejas porque no ha hecho falta quemarse las cejas. Así es que esa es una de las pruebas del cinismo de mi generación, o de nuestra generación [mirando a la mesa]. Perdón, tú no [mirando a Miguel Albero] pero alguno sí [mirando al resto de la mesa].

El caso es que ya entonces me parecía en el Peso de la Lengua Española, que se publicó en el año 1995 gracias a la Fundación Duques de Soria fundamentalmente, que la lengua española es “una gran lengua internacional, sorprendentemente unitaria, bastante pero no demasiado extendida geográficamente, de poco peso económico y con una reputación internacional manifiestamente mejorable.” Eso puede parecer una perogrullada pero no debía de serlo del todo porque no gustó a todo el mundo afortunadamente. Me lo sigue pareciendo.

Pero en 1997 el Presidente del Gobierno – por sugerencia del Secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés -  encargó al Director del Instituto Cervantes “la elaboración de un plan para la acción cultural exterior de España”.

Algo, claro está, más amplio que la enseñanza y la expansión de la lengua española, pero todo ello claramente incluido en los fines fundacionales del Instituto Cervantes.

Algunos de los aquí presentes como Miguel Albero, José Manuel Blecua, Julia Escobar, Eloy Ybáñez, Joaquín Puig de la Bellacasa, Chimo Soler trabajaron con tiento y con tino en esto. Para elaborar el plan hicimos mil consultas, unos seminarios en Alcalá de Henares muy numerosos, consultas por escrito, entrevistas individuales o bilaterales del Director o de otros, y también pedimos por escrito opiniones de los 35 Directores del Instituto.

Para no aburrir diré que la opinión más lacónica que recibimos no fue un Director del Instituto, sino de alguien tan eminente como Fernando Fernán Gómez que contestó: “Me parece bien el proyecto pero no lo hagan demasiado nacionalista”. No sé. Sigo sin saber qué quería decir pero como está muerto no se lo podemos preguntar. Yo creo que lo que hicimos no era especialmente nacionalista, pero tampoco sé que es  lo que hubiera sido nacionalista en ese contexto porque yo creo que ya no queda nadie tan tonto como para creer que la lengua Española es propiedad de España. No lo es, si acaso es propiedad en un 10% de los hispano-hablantes que somos los españoles. Como andaluz además estoy convencido de que hablan – y creo que el actual Director puede estar de acuerdo conmigo – hablan bastante mejor el español en casi todos los países de América que en España al Norte de Despeñaperros.

El caso es que guardo un excelente recuerdo de ese Plan para la Acción Cultural Exterior de España.

Primero porque lo presentamos en San Millán de la Cogolla, a donde fuimos en un helicóptero con quien presidía la Comisión Delegada del Gobierno para la Cultura, que era José María Aznar (por cierto que la citada Comisión Delegada incluía a casi todo el Gobierno, que estaba allí presente salvo un Ministro, creo que el de Agricultura…). El viaje fue notable, había niebla y el helicóptero tardó en encontrar el lugar de aterrizaje. En un momento oí perfectamente al comandante del helicóptero decirnos “Si ven ustedes la carretera cerca, avísenme por favor” lo cual no es una broma es absolutamente verdad. Nadie se inmutó. Lo cual dice mucho en honor del gobierno, de ese y de todos, claro.*

Luego el Plan fue declarado Reservado. No sé por qué pero lo fue declarado.  También fue aprobado, por unanimidad. Pero no sé si alguna de las medidas propuestas fue  aplicada. El Plan estaba formulado astutamente como contestaciones (a veces tácitas e incluso monosilábicas) a nueve preguntas como por ejemplo ¿Hace falta una Política Exterior Cultural? (Sí y No) o ¿Qué cultura? o ¿Es lo mismo cultura que lengua a los efectos de la Acción Exterior? (Casi pero no del todo) o ¿Pueden combinarse la propaganda turística y la política exterior cultural? (La respuesta es No).

Y  la verdad es que para mí la respuesta era evidentemente no, porque me acordaba de algo que ya se nos ha olvidado. Hubo un momento por esas fechas en que un “tour operator” británico llenó los autobuses rojos de Londres con un letrero animando a ir a España con el lema, lo dejo en inglés porque me da vergüenza traducirlo: Free sunshine, cheap wine and sex. Bueno, sí, la verdad es que, o sea sí, la luz del sol es gratis, el vino es barato y el sexo no decía lo que era, pero… realmente a eso conducía, quizás los lemas turísticos que todos llevaban implícito eso:

-         España es diferente (de acuerdo era de la época de Franco pero tiene precedentes de Antonio Machado la frase)
-         Todo bajo el sol
-         Una pasión por la vida

Las palabras clave: diferente, sol y vida, no y vida, que está bien, y pasión. Claro, por ahí se llega al lema de Free sunshine, cheap wine and sex.

En fin, no es de extrañar que la calificación de Reservado perdurase durante 15 años. Al final lo publicó la Escuela Diplomática en 2012. Suscitó un interés francamente descriptible. A veces las herejías no provocan más que bostezos.

Pero un asunto de gran hondura intelectual y también de no poca trascendencia práctica que me interesó durante esos años fue un tópico muy respetable, muy sólido, muy antiguo y muy falso. Esta es la parte que a mí me divierte más, lo que pasa es que lo disfrazo de solemnidad para no espantar. Está en el Prólogo a la Gramática de Antonio de Nebrija como habéis recordado pero me permito leerlo porque es muy hermoso:

“… Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación et memoria quedaron escriptas, una cosa hallo et saco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; et de tal manera lo siguió, que junta mente començaron, crecieron, et florecieron, et después junta fue la caída de entrambos.”

Pocas veces se ha presentado a una Reina un argumento con tanta belleza, solemnidad, empaque… y  falsedad.

Claro que la intención, meses antes de la Conquista de Granada y del descubrimiento del Nuevo Mundo, era empujar a la Reina a continuar la reconquista en el Norte de África. Por eso escribió eso, no porque se lo creyera, porque era un hombre muy culto y muy inteligente. Pero el resultado fue un pertinaz error de interpretación. Durante años he disfrutado haciendo acopio de casos históricos que contradicen el argumento de Nebrija.

El General ruso-lituano Barclay, de origen alemán, dio al Zar Alejandro I en 1812 la buena nueva de la retirada de Napoleón de Moscú. ¿En qué lengua? En francés, claro.

Víctor Manuel II, Rey de Cerdeña, el padre de la unidad italiana, en 1859 da a sus oficiales la noticia patriótica de la victoria en Solferino contra Austria. ¿En qué lengua? En francés, claro. Él era italiano, por supuesto.

Cuando Alemania y el Japón preparan en 1940 su alianza contra las odiadas potencias anglosajonas, Ribbentrop y Matsuoka negocian … en inglés, claro.

Julio César muere en el año 44 a.C. apuñalado entre otros por Bruto. Y le reprocha ¿y tú también, Bruto? Pero según Suetonio no dice et tu, Brute? sino, en griego, Kai su teknon?

Esto me lo reveló Don Antonio Fontán, a quien yo admiraba y sigo admirando mucho, y le pregunté por qué hizo así la cosa y me dijo, sin burlarse de mi ignorancia, ¿por qué va a ser? porque para dos patricios romanos el pedagogo griego era como “para ustedes los jerezanos  la Miss inglesa” [Mih en acento andaluz]. Bien, sería eso pero en todo caso va en contra radicalmente de la aseveración de Nebrija puesto que se puede acusar de muchas cosas a Julio César pero de ser un vende patrias, no.

Y  luego curiosamente las últimas palabras de Heine, “Dios me perdonará, es su oficio”, el colmo del cinismo, las dijo … en francés.  No sé si porque pensaba que en alemán no sé lo que le iban a hacer, pero bueno.

Pero con gran diferencia el dato más importante de la escuela anti-nebrijana, es lo que transformó el mundo desde el año uno de nuestra, la rápida destrucción de la Antigüedad Clásica por los cristianos… en latín y en griego, claro. Si San Pablo hubiera predicado en hebreo o en arameo, el mundo sería hoy muy otro. No sé si mejor o peor, pero desde luego otro.

Así es que no es verdad que siempre la lengua fue compañera del imperio. Y seguirá sin ser verdad si algún día China alcanza el papel más relevante en las relaciones internacionales. ¿O es que alguien cree que los chinos venden y compran en chino?

Y otro asunto que me importó es la creencia extendida en el bilingüismo como un estado natural en muchas sociedades humanas. No es así, más que entre personas muy cultas como los patricios romanos, la nobleza rusa, los banqueros suizos o … ciertos políticos, sobre todo si son canadienses y de la familia Trudeau.

Y es que el bilingüismo es un estado precario que suele conducir a la diglosia. Eso lo aprendí aquí en esta casa, no en este edificio, con muchos de vosotros.

Chimo Soler me enseñó la paciencia al explicar lo incomprensible.
Miguel Albero, el buen humor en la adversidad.
Blanca García Minguela, representante de Comisiones Obreras, la lealtad en la discrepancia.
Jesús Sánchez Díaz, mi conductor, trabajar más de lo reglamentario sin vender el favor.
Encarnación Pereira, cómo tratar a tontos y a listos con cortesía.
José Manuel Blecua, ser un liberal muy conservador. 
José Antonio Pascual, ser un conservador muy liberal. (Y ambos, eruditos sin pedantería) 
Miguel Ángel Cortés, incapaz de jactancia.
José María Aznar, cumplió su promesa como Presidente Ejecutivo del Instituto Cervantes.

El oficio se aprende en el tajo.

Gracias por la enseñanza.



* Tras consultar con algunos de los viajeros en ese helicóptero hace más de veinte años, que no recordaban la recomendación del comandante de la aeronave, me pregunto si se tratará de un sueño mío que mejora la realidad