Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Desahogo III

miércoles, 19 de febrero de 2020

Desahogo III


   La ironía como pudor.

   El desgarro como exorcismo.

   O de ciertos recursos retóricos de uso necesario. Recuérdese que los guerreros homéricos eran  rhêteres, "oradores ocasionales". 


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8 comentarios:

  1. El desgarro como exorcismo es una cosa muy nuestra, muy hispánica y estupenda. Que cansinas y despreciables las civilizadas tertulias en las que se respeta el uso de la palabra, los turnos de intervención, la opinión del prójimo. Atroz.

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  2. Desgarro, sí, bien dice. La rotura de la homeostasis que producen el hastío y las drogas en miles de seres, en lo fundamental, más perdidos que un grano de mostaza en una playa del mar de las dudas tiene un efecto socialmente devastador e individualmente demoledor.
    Horrendo el panorama.

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  3. Por abrir otra vía y aunque suene pedante, traería aquí el Desgarro como una de esas figuras que con tanta habilidad ponía Jünger en circulación. Una figura es, quizá, algo más que un pensamiento: es un grupo escultórico, duradero o fugaz pero con peso específico y capaz de emitir una radiación propia, única, cuyo alcance es el de una buena metáfora aunque sus contornos son más amplios y su reverberación más difusa.

    No sé si fue de ese modo como lo trajo aquí el Marqués de Tamarón. Es bien posible que el Desgarro que él menciona sea de tono más íntimo, aunque no por ello de menor potencia. Sea como fuere, intenta uno, seguramente en vano, abrir una vía, señalar una Figura.

    Fijado eso ya podría decir que Walter Benjamin, no precisamente santo de mi impía devoción, entendió el Desgarro como una de esas formas marmóreas cargadas de significado, y así apuntó que bajo el socialismo en su grado comunista el Desgarro es un fantástico aparato de desinfección. Dicho en castellano: toda Rotura y el Dolor así liberado son una eficaz maquinaria de anulación, liquidación civil o muerte de los desafectos a la hoz y al martillo y, en consecuencia, procuran el allanamiento del paisaje que habría de alojar al Paraíso Comunista. Benjamin parecía muy convencido de que el Exorcismo no era suficiente porque sus posibilidades artísticas (de refinamiento en el dolor infligido al enemigo ideológico, de su alcance efectivo para conseguir la completa desinfección de todo rastro de singularidad -que no estuviera a sueldo del Partido-) eran comparativamente escasas. Había que ir un paso más lejos, alcanzar un punto de no retorno.

    Añadiría, por descabellado que esto suene, que desde el 11 de Marzo de 2004 no ha ocurrido otra cosa en España que la pulverización ad libitum de esos desinfectantes bajo las más variadas apariencias materiales, legales, morales. No es que los reactivos empleados sean nuevos: ya Nietzsche padeció a su contacto una tremenda alergia zaratrústica, pero quizá la saturación benjaminiana es lo propio de esta fase no sé si terminal de la desinfección en la que nos encontramos, pero sí avanzada en cuanto a desgarros, quizá irreparables sin una profunda cirugía reparadora.

    Como dije, no hagan ningún caso. Pensar con figuras en lugar de con pensamientos puede quedar muy bien con treinta (¡treinta!) años menos y una universitaria de intercambio a la que seducir, pero reconozco que es cosa de mucho desvarío.

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  4. Nuestro respetado y querido amigo Martínez Climent, con su estilo tan propio, acierta a mi parecer de pleno al considerar el desgarro como vía para la muerte civil. Yo sé mucho de muertes civiles. Permítaseme una receta, o si se quiere fórmula para un electuario infalible al caso para una segura en la España ( ya cantonal) de hoy (entiéndase de validez creciente desde, al menos, hace 25 años)
    Sí: opóngase usted tres veces en público a la decisión más anti-española (e insensata) que jamás háyase pronunciado, hágalo además cerrando el discurso de réplica con un viva al Rey y a España, añada tres gotas de bendita razón diciendo que le parece la Lengua Española un idioma precioso, caliéntese el tono al baño maría mostrándose reticente en cuanto a que la mayoría (de existir) no puede tomar decisiones a contra Ley, agrege tres o cuatro granitos de sal andaluza, pimienta murciana y pimentón gallego, (yo aconsejo, aunque no es necesario, unas briznas de azafrán manchego añadidas a lo Quijote). Tómese caliente, que el frío le llegará después: primero en forma de silencio, después en forma de vacío, y finalmente devendrá en forma de muerte civil, muy democrática , eso sí.

    A su servicio y a su vera amigo mio.

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  5. Los dos anteriores post sobre esta serie de "Desahogos" han sido muy interesantes, pero este tercero me ha encantado, es como más exacto y completo. Un buen recuerdo:" rhêteres".

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  6. Don Santiago, toca usted la dura punta de diamante...

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  7. Saludos desde Colombia, por cierto.

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  8. ¡La ironía es una magnífica medicina para contrarrestar el amargor de las cosas o momentos y equilibra la balanza!. Si bien es verdad y pensándolo un poco con detenimiento, cuando empleamos la ironía con nosotros mismos nos causa simpatía, pero pasa lo mismo con el hecho de los demás, no es aplicar la ironía con las personas en sí sino con los hechos o actitudes que realizan lo que nos hace detenernos, en cuantas veces hacemos un tanto el ridículo; pero es sano reírse de uno mismo. Todo está en la intencionalidad del asunto, si no hay mala intención de fondo no pasa nada.

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