lunes, 13 de diciembre de 2021
Felices Pascuas y A.D. MMXXII
miércoles, 17 de noviembre de 2021
Nueve liberales reaccionarios
Durante todo este otoño en el que he cumplido ochenta años me he propuesto no leer más que por gusto, título por cierto de mi último libro. Por una feliz coincidencia han ido llegando a mis manos libros que tenían en común una sólida aunque sutil condición liberal-reaccionaria. Podían haber sido otros, pero fueron estos los libros que acompañan mis pensamientos - más bien serenos y a veces burlones de mí mismo –en este Otoño de la Varonil Edad o ya quizá en el Invierno de la Vejez, que diría Baltasar Gracián.
Cabe preguntarse qué tienen en común un novelista inglés del siglo XIX como Kipling, un sinólogo belga del siglo XX que escribía en francés, en inglés y en chino, como Simon Leys, un filósofo ateo, cristiano español que escribía en inglés como George Santayana, un historiador del arte francés como Marc Fumaroli, un pensador colombiano como Nicolás Gómez Dávila, un aforista rumano que escribió en rumano y luego en francés, como Cioran, un filólogo español como Darío Villanueva, un novelista zoólogo como José Antonio Martínez Climent y una farmacéutica y ensayista del siglo XXI como Esperanza Ruiz. Cuatro de ellos escriben en español, cuatro en inglés, tres en francés, uno en rumano y otro en chino.
Todo parece indicar que siete de los nueve son cristianos. Más o menos ateos son Santayana y Cioran. Santayana, a quien su amigo Bertrand Russell¹ reprochaba su capacidad de declararse ateo y a la vez católico abulense. En cuanto a Cioran, que también se declara ateo, parece hacerlo sobre bases más sólidas, aunque no faltan quienes ven en el rumano más soberbia masoquista que otra cosa².
He tardado medio siglo en concebir la sospecha de que Cioran era el mejor escritor cómico del siglo XX, además de sincero pesimista. Su exhibicionismo –sentado en la calle para mostrar las llagas purulentas o acostado en un lecho de púas– era sincero. Los farsantes suelen ser sinceros. Los nihilistas también. Los existencialistas no. Piense usted en el sucio J. P. Sartre.
Cioran escribe prosa en un francés tan puro y sobrio como la poesía de La Fontaine tres siglos antes. Pero Cioran obliga al lector a preguntarse si se puede ser a la vez falso en el fondo y sincero en la forma. Tal vez sí; a fin de cuentas Cioran debió de ser sincero al menos en su amor por Simone Boué. Ella tuvo una santa devoción por su compañero sacándolo de su obsesiva sordidez material. Por eso no me atrevo a generalizar del todo sobre nada relacionado con el rumano feroz. No se sabe cuándo está desnudo y cuándo viste disfraz. Por ejemplo esta reflexión:
Si Dieu existe, c'est grâce à Bach; si je ne me suis pas tué, c'est à lui aussi que je le dois.
Si j'ai décidé d'exister c'est à Bach que je le dois. Il est vrai que Dieu lui doit encore plus: son existence.
Dieu et moi, nous devons tout à Bach.³
Los nueve son bondadosos, quizá salvo Cioran. Pero éste finge maldades que lo hacen sospechoso de ser bueno. Esperanza Ruiz también hace a veces comentarios sarcásticos y amargos. Pero como habla bien de mí, deduzco que mala del todo no es, más bien lo contrario. Los soplos de amargura no son sino exorcismos...
— ¿Y por qué cree usted tal cosa?
— Porque también yo intento esos exorcismos.
— Claro, cree el ladrón que todos son de su condición.
— Sí señor, así lo creo. Pero yo no me comparo con la ensayista y autora de cuentos porque carezco de su arma secreta: es especialista en Formulación Magistral de medicamentos. Y además escribe mejor que yo, con su estilo de frases de diez o veinte palabras.
Y tenue y hermosa esperanza (Nomen est omen) hay en el libro de Esperanza Ruiz:
La naturaleza humana se rebela ante la creación del hombre nuevo, porque está hecha para la trascendencia. Tan solo es necesario que existan rescoldos -por eso la tradición es revolución.⁴
Tal vez el común denominador de mis nueve autores sea que aprecian las mismas opiniones y los mismos escritores. Pero no lo creo. Más pesa el que todos ellos desprecian las mismas cosas habituales en sus compañeros de la República de las Letras. Por ejemplo desprecian la cobardía y la obediencia servil a la moda, características señeras de la Postmodernidad, Posmodernidad o Pusmodernidad.
También creo ver presente una oposición en estos nueve autores al relativismo a ultranza de la Pusmodernidad. El caso es que en alguno de estos libros hay nostalgia, en el sentido de añoranza de un pasado que no se llegó a conocer. En otros hay simple irritación frente a la brutal vulgaridad de la insobornable contemporaneidaz.
En uno, el de Cioran, suena risa amarga ante "el peor de los mundos posibles", que diría Schopenhauer.
En otro, el de Darío Villanueva, hay asombro y rechazo frente a la posverdad, la corrección política y otros epifonemas de la estupidez o la bellaquería.
Mientras Fumaroli desde su primera página llora por el hombre, soberbio como un mono furioso, an angry ape en la cita de Shakespeare con la que abre su libro y de paso desmiente al prologuista Pierre Laurens cuando cita a Pascal:
Quand l'univers l'écraserait, l'homme serait encore plus noble que ce qui le tue.⁵
Kipling es el único que circunscribe su melancolía en el espacio más que en el tiempo. Aunque el tono cambia tras la Gran Guerra en la que murió su único hijo, John Kipling, a los 18 años, Teniente del Regimiento Irlandés de la Guardia Real.
Un caso ambiguo y difícil de clasificar a estos efectos es este de Rudyard Kipling. Ahora estoy absorto releyendo sus novelas y cuentos. Los bienpensantes políticamente correctos, hoy llamados woke, y demás tribus progres levantan la ceja y sonríen suficientes:
– ¡Un racista, imperalista trasnochado, machista ....!
Ser reaccionario es haber aprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino invitar.
Escribir es la única manera de distanciarse del siglo en el que le cupo a uno nacer.
Pero también hay otros miembros de la familia liberal-reaccionaria con menos acidez. Simon Leys es uno, cuyo talante no sé si apacible o resignado a la violenta estupidez del siglo XX se refleja en estos ensayos de The Hall of Uselessness. Su bondad tolerante aflora cuando escribe sobre conservadores mucho menos apacibles que él, por no decir feroces, como Evelyn Waugh. Con él está de acuerdo y el lector se ríe con ambos, no de ambos. Simon Leys también sabe reirse de Jacques Lacan cuando en un frenesí hiperprogre "realiza frente a sus fieles un exorcismo al estilo del vudú, frenéticamente pisoteando y destruyendo un ejemplar del libro de Revel titulado ¿Por qué filósofos? en el que se analizaba el charlatanismo de Lacan."
Pero el más ambiguo y sutil de los escritores liberal-reaccionarios es José Antonio Martínez Climent. Un lugar sagrado donde cazar trata de un mundo ya desaparecido pero que no lo sabe. Por ahora me limitaré a decir que conmueve su evocación de los restos de la clase dirigente rusa anterior a 1917, y también sorprende en cada vuelta y revuelta del relato. Pero ocurre que las novelas con intriga requieren respeto infinito por parte del crítico para no desvelar o revelar los entresijos del libro. Así es que le dedicaré a la novela otra entrada exclusiva en esta bitácora.
Eso mismo haré con otros de los libros aquí señalados. Qué menos que eso para agradecer su compañía en mi tránsito -risueño por ahora- del Otoño al Invierno.
En resumen, todos son reaccionarios. Reaccionarios de diversas maneras, pero reaccionarios pues reaccionan ante lo que consideran peligroso, necio o feo. Además de consustancial al hombre, suicida a medio plazo.
Notas:
¹ Manuel Garrido, en su prólogo a la edición en español de “Interpretaciones de poesía y religión” de Santayana, escribe:
"[...] unos atribuyen a Bertrand Russell y otros a Robert Lowell: «Santayana cree que Dios no existe y que María es su madre»."
² Le rien et Dieu chez Cioran, Marc Dumas.
³ Segundas galeradas de la Sur la musique, de Cioran:
Si Dios existe, es gracias a Bach; si yo no me he matado también se lo debo a él.
Si he decidido existir es a Bach a quien se lo debo. Es verdad que Dios le debe aún más: su existencia.
Dios y yo, lo debemos todo a Bach.
⁴ Whiskas, Satisfyer y Lexatin, Esperanza Ruiz.
⁵ Dans ma bibliothèque, la guerre et la paix, Marc Fumaroli:
Aún cuando el universo lo aplastase, el hombre seguiría siendo más noble que aquello que lo mata.
Enlaces Relacionados:
Botones de muestra (XX): Nicolás Gómez Dávila
Botones de muestra (XXVI): Nicolás Gómez Dávila, José Miguel Serrano Ruiz-Calderón
Citas desde la caverna (V)
viernes, 1 de octubre de 2021
La Caída
Eva en el Jardín del Edén (c. 1935) William Hutton Riddell |
et ait ecce Adam factus est quasi unus ex nobis sciens bonum et malum nunc ergo ne forte mittat manum suam et sumat etiam de ligno vitae et comedat et vivat in aeternum.
Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
Este pasaje bíblico es el crucial en el relato de la Caída. Es el que justifica la expulsión de Adán y Eva, que se debe no sólo a haber comido del fruto del Árbol del Bien y del Mal sino a la posible segunda caída al comer el fruto del otro árbol, el Árbol de la Vida. Dios ve que el Hombre empieza a creerse quasi unus ex nobis, casi como uno de nosotros, y parece decidir que la segunda Caída sería la peor pues, para colmo, daría la inmortalidad al Hombre.
Este es el momento que muchos exégetas bíblicos se permiten interpretar aludiendo a la ironía de Dios. Calvino, protestante, usa la palabra y otros comentaristas católicos también. Extraña que alguien como Calvino acuda a la ironía como explicación. También desconcierta en otras fuentes católicas(1). Tal vez la sorpresa no esté justificada. La extrema austeridad no excluye el sentido del humor. Tan sólo he tratado –y muy poco– a dos priores de sendas cartujas y ambos tenían humor afable. Lo mismo puedo decir de cierto benedictino a quien mucho admiro.
Por último y principal, Jesús dice en los Evangelios palabras que pueden sonar irónicas, a su Madre en las Bodas de Caná o a Pedro al fundar sobre él su Iglesia.
Pero el único comentario que he encontrado sobre Adán que parece creerse uno de nosotros es de un teólogo inglés, supongo que anglicano, pero he olvidado su nombre(2). Dice que Nosotros se refiere a la Trinidad. Eso sí es un dislate, pues está claro que la Santísima Trinidad no forma parte del texto bíblico del Génesis o cualquier otro del Antiguo Testamento.
jueves, 23 de septiembre de 2021
Dijnidaz: La elegancia social del trabalenguas (II)
sábado, 18 de septiembre de 2021
Quédate con Dios, Aquilino
A primera hora de hoy sábado 18 de Septiembre ha muerto en Sevilla Aquilino Duque.
A las 11:31 me llegó un correo de Enrique García-Máiquez con la transcripción de su Tweet:
Ha muerto Aquilino Duque.(Y ahora, de golpe, es vencedor.)REALIDADES
No es posible que todo salga bien.La vida es lucha y el pasado un cuentocontado por un tonto.Uno acierta una vez de cada cien,y no por ser más rápido o más lentose sale antes o se llega pronto.La gente es lo que es; no nos hagamoscon ella muchas ilusiones,que para llamar jefes a los amosse han inventado las revoluciones.¿La fe? Sí, por supuesto.Y la esperanza. Y el amor.Y andar por esos mundos con lo puesto,y ser buen perdedor.
No se me ocurre mejor epitafio que este poema del propio Aquilino, con su alusión a Macbeth.
viernes, 3 de septiembre de 2021
Tataranieto del trueno
Nunca me he sentido más orgulloso de un apodo que hoy, al leer esta reseña de mi Por gusto llena de humor, de broma y de elogios, que Enrique García-Maiquez acaba de publicar en Leer por Leer. De las alabanzas, la que más me gusta es la más inmerecida: Tataranieto del Trueno. Se refiere a Santiago, Apóstol, Santo Patrono de España y Bonaerges, Hijo del Trueno. Gracias Enrique, hasta Herodes temblará de envidia.
«Este libro se acabó de imprimir el 25 de julio del A. D. MMXXI, día de Santiago, hijo del trueno. Ultreia» Y lleva la empresa «In contraria dvcet», de Diego Saavedra Fajardo. Ahí se halla, resumido, el espíritu de este libro, donde Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, ejerce de tataranieto del trueno. Sin miedo ni esperanza, arremete contra viento y marea de nuestra época con un sinfín de observaciones y citas, como fuego a discreción, que se oponen al rumbo del siglo.
¿El hedónico título, Por gusto, es una herramienta de distracción, por tanto? En absoluto. Encuadra el libro en esa tradición tan inglesa de libros de varia lección, más de lectores y conversadores, que de autores y eruditos. Pero, en estos tiempos tan utilitarios, leer por leer, por placer, conversar por diversión, recordar con agradecimiento son actividades radicalmente subversivas.
En Por gusto abunda (el 80% del libro, según contabilidad de su autor) la cita ajena en varios idiomas: griego, latín, francés y, sobre todo, inglés y español. También eso es subversivo. Tamarón se sabe, además de tronante, tataranieto, esto es, heredero. Frente a los desheredados de la cultura que, según la denuncia François-Xavier Bellamy, son los jóvenes de hoy, nuestro autor defiende la herencia universal y el derecho de propiedad intelectual por usucapión. El apabullante índice onomástico con que termina el volumen es el listado de los invitados a su fiesta, entre los que nos contamos nosotros, los lectores, a los que Tamarón nos va presentando, perfecto anfitrión, a unos y a otros.
Eso introduce otro dinamismo en el libro, porque el lector va sintiendo, junto al interés por las citas, una curiosidad creciente por el autor del libro. Se acaba buscando a Tamarón. Muestras de su humor, de su curiosidad, de su bagaje y de su implícita ironía no faltan. Tampoco de su estilo. Así describe a George Santayana: «El ateo más religioso, el bostoniano más español, el español que mejor ha escrito en inglés, el escéptico más reaccionario».
El lector agradece especialmente los atisbos biográficos. Estremece la breve memoria del funeral por las víctimas del atentado de Atocha en la catedral de Westminster, en Londres,, que el autor presidió en calidad de embajador de España. Atiendan a las lecturas que escogió para la ocasión. Pero otras situaciones menos sacras no se puede considerar menos trascendentes, como la descripción de la cocinera de su casa de la infancia, Pepa, que «era tuerta, coja y con dientes irregulares». Cuando los maquis recrudecieron su actividad en el sur, Pepa consoló a la madre del autor. Si los rojos fusilaban a los padres, ella se llevaría al niño a Grazalema a criarlo como pastor. Felizmente, no fusilaron a los padres, pero esa posibilidad de una vida de pastor ha arraigado en el alma de Tamarón en la perfecta comprensión y final identificación con el adagio de un poema navideño de Eugenio d’Ors, que él repite con persistencia de lema o mote: «Cuídate de ser Mago/ Si no eres Pastor». Ya que no fue pastor (por los pelos) se cuida de ser mago, y reunir estas referencias culturales que valen, en realidad, como conjuros. El libro termina con el villancico de d’Ors, como quien no quiere la cosa, pero cerrando el círculo.
A esas alturas de Por gusto ya sabemos que en sus citas, además de enriquecernos la memoria, Tamarón se está haciendo un sutilísimo autorretrato. Recoge, por ejemplo, cuatro breves escenas de la historia del cine, y ahí están sus cuatro puntos cardinales, aunque no lo diga. Borges lo explicaba así: «Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara». Basta con sustituir aquí «líneas» por «citas» y «dibujar» por «rememorar» y ya tenemos, clavado, el libro de Santiago Tamarón.
Abocetemos algunas líneas suyas y de otros, porque todas son, en última instancia, suyas, esto es, también nuestras:
[Desayuno de Pepa, la cocinera] Sorbía los sopones de pan con leche del desayuno y «al final, satisfecha, eructaba y declaraba: “¡Ya comió España!»
*
«Desperté y la vi.
Por si estaba soñando conmigo,
la dejé dormir».
[Siguiriya popular]
*
«When love congeals
It soon reveals
The faint aroma of performing seals».
[Lorenz Hart]
*
One love sufficeth an eternity
[George Santayana]
*
Este verso final del Conde de Villamediana: «Amar es fuerza y esperar locura». Es tan perfecto que podría servir de lema heráldico o empresa. […] La misma función aforística o heráldica podría tener este otro: «Muerto sí me verán, más no distinto», Bocángel, Lira de voces sacras.
[Me consta por una entrada de su blog que Tamarón no ignora que un verso muy parecido ya se usó como mote. En «Encuentro con Donne», ensayo angloandaluz de José Antonio Muñoz Rojas, se cuenta el primer contacto de nuestro poeta antequerano con su admirado poeta inglés: «Conocerlo, conocerlo físicamente, sólo lo conseguimos cierto tiempo después, en un retrato del poeta a los 18 años. Los ojos, grandes y ambiciosos, el cabello y la apariencia compuestos, los labios sensuales, la mano en el puño de la espada. Y en un rincón del retrato, un mote
Antes muerto que mudado
Como suena en el castellano en que lo había escrito Montemayor. Mejor dicho, alterando el género del verbo, porque Montemayor escribió:
«Sobre el arena sentada,
De este río, la vi yo:
do con el dedo escribió:
Antes muerta que mudada».
La letrilla se halla en la Diana. Ya estaba, por lo pronto bien, que en la Inglaterra de Isabel, cuando no eran precisamente poemas lo que intercambiaban españoles e ingleses, se saliera este gentilhombre por Montemayor».]
*
[Una inocentada telegráfica.] Cuando murió André Gide, François Mauriac recibió el siguiente telegrama firmado por Gide: «El infierno no existe. STOP. Puedes disiparte. STOP. Avisa a Claudel. STOP». Firmado: André Gide.
*
Nestroy: «Lo malo del progreso es siempre parece mayor de lo que realmente es».
*
Nicolás Gómez Dávila «La prosa de César es la voz misma del patriciado: dura, sencilla, lúcida. La aristocracia no es un montón de oropeles, sino una voz tajante» [Comenta dura, sencilla y lúcidamente Tamarón en nota a pie de página: «Predica pro-domo». Lo que le da mucha gracia a la siguiente nota. que dice: «Predica pro-domo y se equivoca» ¿Qué aforismo de Gómez Dávila comenta ahora Tamarón? Éste:] «Sólo la vejez del hombre inteligente no es siniestra, porque sólo la inteligencia no envejece».
*
[En Mariana Pineda, Federico García Lorca. Recoge dos diálogos]
Mariana: «Ya están aquí».
Pedro (mirando el reloj): «Puntuales, como buenos patriotas»
[…]
Pedro: «¡Ay, qué impaciencia tengo!»
Conspirador 3: «Como todos los verdaderamente liberales».
*
[La princesa Bibesco dedicó su libro The Romantic (1940) a José Antonio Primo de Rivera con estas palabras, que traduzco yo: «Te prometí un libro antes de que lo empezase. Tuyo es ahora que está terminado. A quienes amamos mueren sólo cuando morimos».] I promised you a book before it was begun. It is yours now that is finished— Those we love die for us only when we die—
*
Fernando Pessoa: «I know not what tomorrow will bring». Lo escribió en inglés, con letra firme y bella, el 29 de Noviembre de 1935. Murió al día siguiente.
*
Hacia 1956 entró en mi casa, en Jerez de la Frontera, sonriente y llorosa una amiga de mi abuela a darnos el pésame por su muerte. Oí como le decía a mi madre, me acaban de echar en la calle un piropo tremendo:
Olé ahí que vieja más guapa.
*
Art. 90 de las Reales Ordenanzas de las FFAA, de 2009: «El que tuviere orden de conservar su puesto a toda costa, lo hará». [Lo cita la sección «Tautologías». Me parece muy apropiado para un sermón de celebración de una boda.]
*
El mejor epigrama apologético cristiano escrito por un ateo: «Christians are wrong, but all the rest are bores». C. S. Lewis [Confluyo con Tamarón, y tan bueno es que C. S. Lewis se convirtió]
*
Algunos compañeros de la insólita pareja [Gonzalo Fernández de la Mora y Gonzalo Puente Ojea] se declararon escandalizados [de que fuesen tan buenos amigos a pesar de la radical divergencia partidista]. Yo no. La amistad y la enemistad tienen poco que ver con la ideología. Y la ideología, a su vez, tiene poco que ver con la política.
Artículo de Enrique García-Máiquez publicado en Leer por Leer el 30 de Agosto de 2021
miércoles, 18 de agosto de 2021
La cursilería, enfermedad terminal de los demagogos
Trente-cinq têtes d 'expression, por Louis-Léopold Boilly |
Al mismo fenómeno se refería Leopoldo Alas, Clarín en Palique (1894):
"Lo que quiere hacer el P. Muiños es una especie nueva de simonía por la que no se puede pasar. En el mundo ha habido muchas clases de religión; las ha habido absurdas, en la forma a lo menos, terribles, inhumanas, pero jamás ha existido una religión... cursi. Una religión cursi no podría vivir ni un día. Los ídolos de fuego abrasando a los niños inocentes son horrorosos, pero no son cursis. Aquellos dioses, hasta ridículos en la forma, que vio Loti en Kioto, y de los que se reían los mismos japoneses, eran ridículos... pero no cursis.
Lo cursi en la religión nacería si se dejara arraigar el nuevo jesuitismo de bajo vuelo y contrahecho que, imitando antiguas sutilezas y habilidades que no comprende, quiere conquistar las almas por el similia similibus, descendiendo, y ahí está lo malo, a atemperarse a los usos y a las ideas y sentimientos de la necedad, como si en la necedad la fe de Cristo pudiera recoger algún fruto."
Más reciente es la lluvia de neologismos más o menos fantasiosos que abundan en las declaraciones y conversaciones de políticos de toda laya. Por ejemplo, esta interesante declaración de nuestro Presidente del Gobierno:
"Hemos sido siempre solidarios y también queremos ser responsables con los movimientos secundarios. No somos ajenos y somos empáticos a la situación que atraviesa ahora mismo Alemania."
Pedro Sánchez, en rueda de prensa el 29 de Junio de 2018.
Se conoce que le ha cogido gusto a la palabra empático, que por cierto no figura todavía en el diccionario de la Real Academia aunque empatía sí.
Tras declarar su empatía a la Sra. Merkel en Junio de 2018, se declaró también al Sr. Trump en Julio:
"Somos empáticos con la demanda que plantea la administración norteamericana, pero para ser justos, es evidente que España es un país fiable, comprometido con el vínculo transatlántico y muy activo en misiones internacionales, ya sea en el Báltico, Turquía o Irak."
Este párrafo no quería más que excusar a España de ser el país miembro de la Alianza Atlántica que menos se gasta en Defensa. Para ello basta con declararse empáticos. La cursilería es irresistible, y más aún si va reforzada por la pedantería, en labios de un demagogo.
Aunque bien mirado se corre el riesgo de que la cursilería termine con los propios demagogos, en un accidente laboral.
martes, 3 de agosto de 2021
Reseña por gusto
Da gusto - aunque sea un gusto inconfesable - leer una reseña generosa e inmerecida como ésta, que reproduzco tal cual me la envió su autor, José Antonio Martínez-Climent. Ya ha aparecido publicada en su página, Humilladero, cruces de término de la literatura.
Reseña a Por gusto, de Santiago de Mora-Figueroa,
Marqués de Tamarón
De bien
pequeño, mi madre, que en Gloria esté, me enseñó que era de muy mal gusto
comentar los gustos ajenos. Ahora, al otro extremo de ese rizo literario que es
la vida, se ve uno ante la imposible disyuntiva de escribir la reseña de un
libro titulado Por gusto. Así las cosas, quizá la única manera de
excusar esta nota sea recordar cómo Eliot justificó las suyas sobre
Shakespeare: admitiendo que «sólo podemos aspirar a equivocarnos de nueva
manera».
Decía Hume
que ante cualquier delicadeza de gusto podemos estar seguros de que encontrará
aprobación. Uno cree que el filósofo no podía andar más errado. Antes bien,
todo aquello que es delicado, raro, esquivo, bello encuentra refrendo entre
unos pocos y rechazo entre los muchos. Conste que no lo digo para hacer de Por
gusto uno de esos libros que la más bien triste intelligentsia
española, imitando a su pálido modelo anglosajón, llamaba un libro de culto,
lo que servía para justificar las pocas ventas y un par de dudosos artículos de
suplemento dominical. Todo lo contrario. Diría que se trata de un libro alegre,
diurno, poco amigo de escondrijos; expansivo incluso, en el que el Marqués de
Tamarón compendia algunas de las maravillas literarias con las que se ha ido
encontrando a lo largo de su vida. Eso ya es algo inaudito, porque vivimos en
tiempos en los que, ante todo, un escritor busca ser original, que es
precisamente lo que ningún escritor puede ser. Las fronteras entre el genio
propio y la deuda de lectura son tan difusas como notables, y el fuero que las rige
va desde la púdica imitación hasta el plagio abierto, que, como nos recuerda
Salvador Dalí, son formas a las que todos nos vemos obligados así cogemos el
lápiz, el pincel, el buril, la plomada o las llaves de nuestro pequeño negocio.
Pero Por gusto va más allá del reconocimiento debido a los eslabones que
componen una cierta tradición: es un cofre del tesoro.
Un libro de
tesoros mal compuesto puede convertirse en un desierto lleno de ruinas: véanse
los catálogos de casi todos los museos de Europa, aquejados de amontonamiento y
didactismo. Digo esto porque los glosadores suelen esparcirse en
consideraciones académicas plagadas de asteriscos y pies de página hasta el
punto de que el lector comprende que los textos glosados son una molestia para
el lucimiento ilustrado del crítico. La lectura de un libro así resulta
tediosa. Los comentarios que encontramos en Por gusto, al contrario, son
livianos, quizá beneficiados por un aire de conversación en la escritura en vez
del habitual tono edificante. Uno tiene la impresión no de leer, sino de estar
escuchando a Tamarón como si estuviéramos tomando un vino en la terraza un día
de verano y la charla nos llevara lejos. Las acotaciones así ofrecidas van
desde la broma sagaz a la nota elegante, pasando por la picardía andaluza, la
ironía necesaria o la hondura inefable. Porque el libro incluye un capítulo
dedicado a lo inefable, que es, como decía Maugham, lo que posee «el mérito de
no tener respuesta». En un tiempo de excesiva iluminación, se agradece este
rincón donde uno puede «tomar lecciones de abismo».
Ni la lista
completa ni el top-ten de los reseñados los voy a nombrar aquí porque
eso sería destripar el libro, pero sí diré, porque ya lo dijo el propio autor,
que en él hay lazos misteriosos que unen al rey Salomón con nada menos que Cole
Porter; o la coplilla sureña con audaces telegramas de la Guerra Fría. No
faltará quien diga que echa de menos a tal o cuál autor, ésta u otra cita, que
en vez de esto de éste él hubiera puesto… Siempre hay bobos que ante la belleza
de Nefertiti no pueden más que señalar que al busto le falta un ojo.
En tiempos
más civilizados, un libro de tesoros tendría sitio en la educación; y no me
refiero a las escuelas, que por lo general corrompen la literatura, sino a la
de la madre que lee a su hijo antes de dormir o a la del chaval que en el libro
de mates esconde a Julio Verne. Tengo la ridícula esperanza de que algún
jovenzuelo, harto de leer cosas con valores, pizca ahíto de que su
colección de Salgari venga corregida por un comité de igualdad y masticada por
un especialista, se anime a coger este libro del regazo de su padre, que
dormita con las gafas caídas, y le eche una mirada. Puede que le quede algo
grande, pero, ay, ¡y el brillo! ¡y la curiosidad! ¡y el misterio! Quizá por eso
Tamarón haya dedicado éste su penúltimo trabajo a sus nietos. Sea como fuere,
la dedicatoria no deja de ser una hermosa carga de profundidad lanzada contra
tiempos en los que las generaciones priman sobre las estirpes.
Y en medio
de estas cosas variadas o berrendas, que diría Hopkins, he de decir que una de
mis páginas preferidas es más bien terrible. Es la número ciento cuatro. Ya
verán ustedes por qué. Si la censuran, tiraremos de copia clandestina.
Vamos a
dejarlo aquí, porque una reseña larga aburre y suele caer en un penoso
lucimiento. Diré con Lichtenberg que la crítica literaria es una enfermedad
infantil que padece todo libro recién publicado; aunque a la vez sabemos por
Steiner que «un crítico es el eunuco de un escritor», lo que una vez más deja
al que suscribe en una situación imposible: porque ni quiere uno ser médico de
libros ni menos aún convertirse en crítico capón. Sólo cabe esperar que Tamarón
comprenda que esta reseña se hizo con admiración por su libro.
Fdo.: José Antonio Martínez Climent
En Valladolid, a 30 de julio de 2021
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Esta
reseña se publicó aquí: