Creo que no he recogido este artículo de hace 30 años en ninguna otra publicación mía ni en esta bitácora. El problema y el escándalo de los incendios provocados, casi siempre impunes, perdura: 65.923,08 hectáreas de superficie forestal quemada en 2020, en pleno Estado de Alarma.
He copiado el texto tal como lo envié al Diario 16 y apareció el 5 de Septiembre de 1991.
¿POR QUÉ
ARDE ESPAÑA?
«La única esperanza de que se acaben los
incendios forestales es que perezca en ellos algún cura, periodista o político»
POR EL
MARQUÉS DE TAMARÓN
Durante
los últimos tres años he hecho un centenar largo de excursiones de montaña,
casi todas por la Sierra de Guadarrama salvo algunas a Gredos y a Grazalema. No
es mucho, pero acaso más de lo que ha andado por el monte la mayoría de los
políticos, funcionarios y periodistas que están comentando los incendios
forestales y en general la destrucción de nuestra Naturaleza. Como además no me
gano la vida con nada que tenga que ver con la explotación, conservación o destrucción
de nuestros montes, permítaseme una opinión desinteresada –ya que no desapasionada– sobre algunos de los
errores de juicio que a mi entender impiden de raíz la adopción de medidas
eficaces para parar el desastre.
Faltan
medios preventivos. Lo que falta es vergüenza. Yo tan sólo me he topado
con guardabosques –por llamarlos de alguna manera– tres veces en otros tantos
años, y nunca iban ellos andando o a caballo por el monte, sino en coche. En
una ocasión (Julio de 1990) una cuadrilla se bañaba en el Arroyo del Telégrafo
junto a su land-rover aparcado (PMM-0623-F). Uno de ellos intentaba coger truchas
con un palo aguzado, mientras pocos metros río abajo un furtivo bien
pertrechado pescaba al lado de un letrero que decía Vedado de pesca. En
Junio de este año me encontré cerca de la cañada que sube por Poniente al
Puerto de Pasapán con dos individuos armados con rifle de mira telescópica y
ataviados con prendas que parecían de uniforme, pero sin insignias. No sé
quiénes eran ni qué hacían allí; llegaron en vehículo particular por una pista
forestal prohibida al tráfico privado.
Faltan
leyes represivas. En España nunca faltan leyes, si caso sobran. Lo
que pasa es que no se aplican. Estamos hartos de ver letreros prohibiendo el
paso de motos, la acampada y las hogueras mientras los montes retumban con el
agrio escape de las trial y aparecen marcados con la repugnante viruela
del chamuscado de las fogatas y de los montones de basura que el noble pueblo
español gusta esparcir. Las autoridades no hacen nada por evitarlo. En Suiza
semejante comportamiento vandálico llevaría a la cárcel o al manicomio.
Falta de educación. Es la
coartada típica de las autoridades para cruzarse de brazos. Suele ir seguida de
la profecía: Y poco a poco el pueblo, cada vez más culto, dejará de destruir
la naturaleza. Conviene preguntar a los mandamases por qué entonces no
educan a la gente pronto, antes de que ya no quede naturaleza por destruir y
por qué hasta los años setenta no había casi incendios. ¿Todos los españoles
eran entonces unos exquisitos ilustrados?¿O sería que temían a la Guardia
Civil? El otro día un director general predijo en la televisión que los incendios
disminuirían sin necesidad de leyes, por la presión social, igual que ya la
gente había dejado de tender la ropa en los balcones. No es que la comparación
sea desafortunada, es que con poderes públicos así pronto España será un
vertedero humeante.
Las
repoblaciones estaban mal hechas. Pues háganlas ahora bien, y no
haber dejado de repoblar en serio hace años.
Los
incendios son obra de locos pirómanos. Es posible, pero también ésos
sentían antes un sano temor por la Benemérita.
Lo que de
verdad falta para sofocar la pira que está devorando lo mejor de España es
voluntad política. La derecha española no es conservadora (ya se sabe, son conservaduros)
y a ella le da igual conservar la naturaleza o no; la burguesía está dispuesta a
edificar sus llamados chalés en terrenos recalificados tras un incendio
forestal. La izquierda española ha mamado un falso ecologismo con poca marcha
por el monte y mucha marcha contra la OTAN. Yo veo pocas esperanzas de remedio.
Quizá sólo una, que se me ocurrió al caer en la cuenta de que la ETA nunca mata
a curas, periodistas ni políticos, o cuando lo hace reconoce que es contraproducente
puesto que son los únicos tres oficios que controlan la propaganda y la represión.
Cabe esperar que en un fuego de bosque perezca algún obispo, o director de
periódico, o diputado de cualquier partido. Entonces sí que se acabaría la
piromanía.
El Marqués
de Tamarón,
es
escritor y socio de la Federación Española de Montañismo
Fuego, crimen y castigo II (2017)
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