Con la llegada oficial del otoño ha coincidido el inicio de otro incendio forestal más, el de Chulilla, en Valencia, que es uno de los muy dañinos. Tanto que se siente uno tentado de atribuírselo a alguno de los miles de cainitas que campan por sus respetos en España, buscando algún monte que aún no esté quemado. Pero la causa todavía no la sabemos, y quizá no la sepamos nunca: las autoridades no saben, no contestan.
Reconforta, sin embargo, comprobar que aumenta el número de quienes se niegan a a comulgar con las ruedas de molino de "habrá sido una chispa" o "habrá sido un loco", o más a menudo, "la culpa es de los recortes presupuestarios". A continuación reproduzco dos artículos que no predican la ceguera o la lenidad con los canallas incendiarios: "España está que arde", de José L. González Quirós, y "Algo suyo se quema", de José M. de Areilza.
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