Hace unos días, cuando aún duraba en España el siniestro resplandor de los incendios forestales provocados a fines de Agosto o principios de Septiembre, escribí este artículo que hoy publica el ABC (con alguna modificación menor como la legítima preferencia de la redacción para la entradilla, donde escoge una cita de Tamarón en lugar del argumento de Burke contra Rousseau), para ver el cual basta con pinchar aquí.
Debo subsanar un olvido mío, el nombre del autor del artículo de 1937, también aparecido en el ABC, bajo el título Tío Conservaduros y Tío Sociolisto. Se trata de José Mayoral Fernández, que fue cronista oficial de Ávila. No he encontrado otra mención anterior del apelativo conservaduros o conservaduro. Desde luego cada día hay más conservaduros y menos conservadores en nuestro país. Y cada día hay menos duros de plata y menos árboles.
La impunidad de los canallas
Por el Marqués de Tamarón
«… la respuesta de Burke a Rousseau: el orden político es un contrato, pero no como sostiene Rousseau un compromiso entre los que viven, sino entre los que viven, los aún no nacidos y los muertos.»
Las derechas no son conservadoras y los movimientos ecologistas son de izquierdas, circunstancias ambas más palmarias aún en España que en los demás países desarrollados. Por eso es difícil hablar de la devastación de la Naturaleza en nuestro país. En cualquier debate sobre las causas y consecuencias de los incendios forestales, el sentido común, el sentido científico y no digamos el sentido de la justicia se ven eclipsados por la humareda de los prejuicios ideológicos. Y eso que en el fondo nuestra derecha –más heredera de Mendizábal que de Jovellanos– no está tan alejada de los postulados economicistas de la izquierda. A ninguna de las dos le importa mucho en realidad la conservación de la Naturaleza. Las dos aspiran al control económico de la sociedad.
En los medios ecologistas reina, indiscutida, la estricta ortodoxia rousseauniana: el hombre es bueno y la sociedad es mala. O el hombre es bueno y el capitalismo es malo. Basta con ver los dictámenes publicados en los últimos días de agosto por las cinco grandes organizaciones ecologistas: Greenpeace, Ecologistas en Acción, WWF, SEO-Birdlife y Amigos de la Tierra. Poco habían dicho hasta ahora de la terrible serie de incendios del verano, pero al fin desgranan en la Red la letanía de causas tal como las ven los bienpensantes. En esencia son calentamiento global, recortes presupuestarios y mala planificación. Es decir, los abusos del "capitalismo salvaje". Poco o nada se dice de los incendios provocados. Como mucho, se habla de los “pirómanos”, con lo cual el dogma rousseauniano queda a salvo, puesto que los causantes son unos enfermos –por culpa de la sociedad– y por tanto inocentes. Pero todo el mundo sabe que en su mayoría los grandes incendios son provocados, y no por imprudencia sino por intención criminal. También por eso es insuficiente pedir que se cambie la ley para castigar con más severidad esos delitos. El problema no es tan sólo la lenidad de las penas, con ser notable. Está sobre todo en que la ley no se aplica. Incluso cuando se ha capturado al sospechoso y ha sido juzgado y condenado, ocurre que o no cumple la pena o ésta se queda reducida a un tiempo mínimo. La prueba está en que de un año para otro quedan en la cárcel muy pocos o quizá ninguno de los convictos y confesos. Y por cierto, los datos estadísticos que acreditan la lenidad de la justicia en estos delitos son de difícil acceso, cuando no imposible.
Por otro lado, la escasez de datos sobre la profesión de los causantes de los incendios dan pábulo a conjeturas –muy verosímiles pero tal vez injustas o incompletas– que están en la mente y en la boca de todos, pero no en la pluma. Además, parece que los jurados populares son reacios a condenar a los incendiarios, y hablan distintas fuentes de encomendar estos casos a jueces y magistrados profesionales. No es chica ironía que esa conquista democrática haya resultado ser un fracaso, al menos en estos asuntos donde acaso los jurados populares se consideran pertenecientes al mismo demos que los incendiarios. Maravilla que concurran por igual en este desencanto juristas progresistas, que no hurtan sus togas al polvo del camino, y ministros del actual gobierno.
La derecha española no es propiamente conservadora. Es cierto que no es nuestro país el único donde tal cosa ocurre. En el Reino Unido el centro de gravedad del Partido Conservador se alejó del conservatismo para pasarse al liberalismo librecambista. Siempre se dijo que Margaret Thatcher estaba más cerca en su ideología de Gladstone que de Disraeli. En lo referente a la conservación de la Naturaleza, dos de los más notables pensadores ingleses de hoy, John Gray y Roger Scruton, subrayan que el llamado ecologismo debería ser –como lo fue en sus inicios en el siglo XIX– una causa muy ligada al Partido Conservador británico. Es más, ambos citan la misma fuente, la respuesta de Burke a Rousseau: el orden político es un contrato, pero no como sostiene Rousseau un compromiso entre los que viven, sino entre los que viven, los aún no nacidos y los muertos. La población actual del planeta puede tener interés en consumir todos los recursos, pero no para eso trabajaron nuestros mayores, y nuestros descendientes aún no nacidos dependen de nuestra moderación. A largo plazo, el equilibrio social ha de incluir, pues, el equilibrio ecológico.
En la derecha española las dos corrientes están muy marcadas. Una de ellas tiene incluso un nombre que me atrevo a usar aquí pese a su tono burlesco. Me refiero a conservaduros, cuyo primer uso documentado que encuentro está, precisamente, en esta página del diario ABC, hace 75 años. Se trata de una denuncia feroz del ánimo codicioso de un cacique de derechas al que dieron el apodo de Tío Conservaduros y a su rival, Tío Sociolisto (ABC, Sevilla, 4 marzo 1937). El caso es que el ansia de conservar las monedas de a duro no lleva a ningún empeño en conservar la Naturaleza. Ni los ecologistas de izquierdas ni los derechistas librecambistas atribuyen a la Naturaleza un valor más que instrumental. Por eso ambos sectores la llaman Medio Ambiente, es decir, mero escenario para las posturas e intereses de ellos, los grandes actores. Por eso tampoco creo que les sorprenda mucho la tragedia de este verano en llamas. Pueden estar seguros de que dentro de poco ya se nos habrá olvidado lo ocurrido; después de todo, 165.000 hectáreas son poca cosa al lado del casi medio millón calcinado durante el verano de 1985. O de las más de 400.000 que quemaron en 1978, en 1989 y en 1994. Por cierto que el primer año en que se rebasaron las 150.000 hectáreas quemadas (cifra hoy por debajo de la media, pero que parecía inquietante entonces) fue 1975. También se nos ha olvidado ya que en 2005 un incendio mató a 11 personas y quemó 13.000 has, y que siete años después han condenado a un solo acusado “por un delito de incendio forestal cometido por imprudencia grave, a dos años de prisión” (que no tendrá que cumplir) y multas y responsabilidad civil de 10 millones de euros, que no pagará.
Al final –triste estrambote– surge la pregunta que acaso interese a los conservaduros: ¿qué hace más daño a nuestra imagen turística y económica en el extranjero, los incendios provocados o la impunidad de los canallas incendiarios?
El Marqués de Tamarón
Escritor y diplomático
Entradas relacionadas:
Aunque dudo mucho que se sintiera inspirado a la sazón por algún desmán hispánico, Baudelaire tuvo excedentes de razón cuando afirmó que «el pueblo es adorador nato del fuego. Fuegos artificiales, incendios, incendiarios».
ResponderEliminarHe leído en el periódico que el Ministro de Agricultura "ha indicado que se recurrirá a las ayudas del Fondo de Solidaridad de la Unión Europea para paliar los daños causados por el incendio de La Gomera".
ResponderEliminarDe verdad que los españoles sois el colmo. Dejáis que unos canallas prendan fuego a un parque nacional con una laurisilva de excepcional belleza que había sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986. Y en vez de reconocer que os deberían quitar el citado título internacional con las ventajas que lleva consigo, por negligencia en la custodia de ese auténtico tesoro biológico, lo único que hacéis es pedir más dinero a la Unión Europea.
Y encima, Ana Oramas, diputada de Coalición Canaria se permite exigir a Angela Merkel, "menos austeridad, más inversiones y más flexibilidad en el cumplimiento del déficit" y que vuelva a visitar La Gomera tras el incendio.
Me temo que Wolf Undsoweiter tenga muy poca idea de lo que dice. En primer lugar, es absurdo decir que "dejáis que unos canallas...", etcétera. Cuando se produce un delito -sea de incendio forestal, sea de robo, asesinato o lo que se le ocurra-, eso no se debe a que "dejen" que ocurra. No existe manera en el mundo de vigilar de tal modo toda la extensión forestal de España que un descerebrado y criminal NO PUEDA, DE NINGÚN MODO, provocar un incendio. Ni en España, ni en Alemania, ni en ningún sitio donde haya riqueza forestal suficiente. ¿Cree que los demasiado frecuentes incendios forestales en los USA, particularmente en la zona de California, se deben, y se deben exclusivamente, a "negligencia en la custodia"? ¿O los asesinatos, colectivos o individuales, tan preocupantemente frecuentes allí (y que aún lo han sido más en el pasado)? Hacer demagogia es fácil, demasiado fácil.
ResponderEliminar"Dejáis que unos canallas prendan fuego..." quiere decir: "dejáis con la tolerancia o ineficacia de vuestra justicia que los incendiarios en potencia piensen racionalmente que incluso en el caso improbable de que los descubran, detengan, juzguen y condenen, el delito no les va a costar caro". Por ejemplo en el caso del incendio de Guadalajara (2005), el delincuente por imprudencia (once muertos y trece mil hectáreas de bosque incendiadas) va a pagar en la práctica con 0 (cero) tiempo de cárcel y 0 (cero) euros de responsabilidad civil.
ResponderEliminarPerdone, pues, el Sr. Pedrete si me expresé mal en español. Pero sí estoy de acuerdo con él en que hacer demagogia es fácil, demasiado fácil. Basta con aplicar el buenismo, como demasiado a menudo ocurre con los incendiarios españoles. Y por cierto también con el terrorista noruego Breivik que tras asesinar a 77 jóvenes socialistas con alevosía es condenado a 21 años de cárcel: no llega a tres meses y medio por asesinado.
La impunidad o lenidad presumibles animan al delito, en España y en cualquier sitio.
Habrá que recordar que fue una mujer de izquierdas, Cristina Narbona, quien siendo Ministra de Medio Ambiente, en 2005 declaró que había "tolerancia y complicidad social" con los incendiarios "en Galicia y en toda España". Causó escándalo, como todo el que dice que el emperador está desnudo.
ResponderEliminarAsí es que no esperes gustar a muchos, Tamarón, que decir lo evidente no está bien visto.
ResponderEliminarEspléndido artículo, claro, contundente, escrito por alguien que conoce y ama la naturaleza y que desgrana con lucidez y sin prejuicios ideológicos todos los aspectos de este lamentabilísimo asunto. Es injusto el reproche que uno de los lectores dirige a Wolf Undsoweiter: si abordar con retraso y con medios insuficientes un incendio en un parque natural, y si bajar la guardia, dando por extinguido un fuego aún activo esperando que sobrevenga un cambio en las condiciones atmosféricas no es "dejar que unos canallas prendan fuego", que alguien me explique lo que es.
Consideración especial merece la referencia a la opacidad de los datos oficiales sobre investigación, procesos penales y condenas por estos delitos. Basta consultar la página web de la Fiscalía de Medio Ambiente para percibir la desidia de este organismo, o al menos su nula política de comunicación. Es en una noticia periodística donde he podido leer, entre otras cosas, que "la fiscalía especial propone suprimir el jurado popular en los juicios por incendio forestal". El Fiscal Especial, Antonio Vercher, "en su primera rueda de prensa desde 2006" habló el pasado mes de junio de sustraer al jurado popular estos casos porque tiende a facilitar las absoluciones en los casos de incendios dolosos. Pero también negó que el Código Penal fuera suave con el delito de incendio: "Se puede llegar a los 20 años de condena y hay gente condenada con 12 y 14 años de cárcel. No soy partidario de una perspectiva extraordinariamente dura del Código Penal. Si la pena es desmedida, en la práctica puede ser peor el remedio que la enfermedad porque hay resistencias de jueces y fiscales a aplicarlas". ¿En qué quedamos? ¿Se comportan igual los jueces profesionales que los jurados populares? ¿Cuántos incendiarios están cumpliendo condenas de 12 o 14 años de cárcel? No hay modo de saberlo, pero me intranquiliza mucho que, al comienzo de este terrible verano, este Fiscal Coordinador de Medio Ambiente y Urbanismo transmitiera a la opinión pública que el 78,4 % de los casos son negligencias, que no creía en el efecto disuasorio de las penas y rematara su exposición con una anécdota supuestamente graciosa:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/14/actualidad/1339692517_401318.html
Desde el convencimiento de la razón de Burke, en su argumento contra Russeau, añado la obviedad de que la ciencia no sólo se desbarata a sí misma, sino que también tira por tierra “pre-juicios” y dogmas instalados en las sociedades pobres de espíritu y criterio. A Philip Zimbardo le bastaron cinco días en 1971 para demostrar que ni el hombre más bueno era bueno. Lo que dijo Guerra de Montesquieu puede decirlo Zimbardo de Rousseau. Cualquier estímulo, incluso uno tan fútil como el aburrimiento, convierte a un bendito en un canis lupus.
ResponderEliminarA los que nieguen la mayor, poco queda por decirles, excepto que vivan felices en el limbo de su ceguera. Los que afrontan esa triste realidad animal exigen, como mínimo, el rechazo social.
Pero la ceguera es biológicamente mucho más saludable que la lucidez. Por eso los bares están llenos y las bibliotecas vacías. Y si no hay rechazo social no habrá cambio legislativo.
Mi admirado Marqués, en esta sociedad nuestra un* pirómano, una “madame”, un estafador, un proxeneta, un exhibicionista, un mentiroso, un corrupto, son infinitamente más respetables que un conservador, aunque lo sea de la naturaleza. ¡Dónde va a parar! Y crece el número de los que, apretando con las uñas ese dogma progresista, aseguran sus paupérrimos egos.
Undsoweiter, el arjé de nuestro drama, que bien pones de manifiesto, es la falta de moral social.
*El artículo es genérico. Que me perdone Bibiana Aído por no especificar.
No sé si entiendo bien lo que aquí se dice (culpa de mis muchas limitaciones, sin duda). Pero dado que contrapone a los "conservadores" toda una serie de procederes u oficios no precisamente de los más elogiables, y los términos en los que se refiere a lo "progresista", parecería que su opinión es que todo conservador tiene razón, y todo progresista es algo más o menos intermedio entre delincuente y tonto, con tendencia a vencerse hacia lo primero. Si es así, quizá a Alfonsina le ocurra lo que ella afirma de todo el mundo, a saber, que cualquier estímulo, por fútil que sea, dispare su agresividad. A pesar de lo que parece en ella aversión a los matices, permítaseme afirmar que he conocido conservadores francamente lamentables y progresistas de verdadero mérito, y también todo lo contrario. Los colores en el cine existen desde hace muchos años; en la realidad, desde muchísimo antes. Pero ella (si le entiendo bien, repito) sigue viendo las cosas en blanco y negro. Es, en ese caso, una limitación realmente grave.
EliminarAl Sr. Pedrete, en resumen, le disgusta esta página porque le parece sectaria conservadora y excluyente de todos los izquierdistas. No lo veo yo así pues en los últimos días he leído aquí un elogio de "una mujer de izquierdas, Cristina Narbona" y una condena de la lenidad hacia Breivik, el asesino de los socialistas en Oslo. En cambio, ¿ha leído alguna vez el Sr. Pedrete, en una página "sectaria de izquierdas y excluyente de todos los conservadores", alguna condena de los asesinos de Paracuellos o algún elogio de Don Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa de Asturias e iniciador de los Parques Nacionales?
ResponderEliminarEl Sr. Pedrete demuestra encomiable respeto al reiterar "si lo he entendido bien". Creo que no, pero por mi culpa, no por la suya. Sin duda no me he explicado bien. Mi comentario, como mi historia, jamás contraponen conservadores y progresistas, porque considero que esa división de la realidad sólo satisface a mentes poco formadas. Contrapone estulticia e indigencia intelectual contra interés social. Los razonables contra los irracionales. Y eso no tiene color político. Pero flaco favor hacen a los progresistas ilustrados, los cretinos que se ponen esa etiqueta en los medios para defender lo indefendible y que ocupan nuestros medios de comunicación.
ResponderEliminarProgresista viene de progreso. Y no veo el progreso en los pirómanos, las madames, los estafadores, los proxenetas los exhibicionistas, los mentirosos y los corruptos que nos ganan terreno día a día. Me burlo del dogma, no del progreso. Por no puedo entender que un hombre tan educado como el Sr. Pedrete los haya relacionado con la progresía, desde el prejuicio tan común de considerar que, como no pienso como él, soy agresiva, sectaria y tengo aversión a los matices.
Dos precisiones:
ResponderEliminar1) No es verdad que "me disguste esta página"; me he limitado a señalar mi incomprensión de lo que parece decir una comunicante. Como señala Fata Morgana, aquí mismo han podido leerse opiniones de orientación muy distinta. Generaliza, pues, indebidamente, y se "disgusta" conmigo por algo que no es cierto.
2) No soy yo quien relaciona ciertas cosas con la progresía. Ya advertí, y sigo diciéndolo, que el contenido del primer mensaje de Alfonsina no era claro para mí. Pero no soy yo, es ella, quien oponía en él a los pirómanos y demás ocupaciones poco gratas con "un conservador, aunque lo sea de la naturaleza", y quien un poco más adelante parece afirmar que el creer a los primeros más "respetables" que al segundo se atienen a un "dogma progresista" (no de determinados progresistas más o menos errados, sino "progresista" sin matices). Por lo demás, se equivoca al pensar que le atribuyo las cosas que ella repite al final de su nota; lo haría, según ella, porque "no piensa como yo", cuando la verdad es que todavía no sé (ni creo importante para lo que discutimos) qué es exactamente lo que en ese terreno piensa. Mis críticas se refieren a quienes, como digo, ven las cosas en blanco y negro; si ella está convencida, como asegura, de que no es ése su caso, mis palabras nada tienen que ver con ella. Es simplemente que, al menos en su primera nota, parece tender a afirmaciones un poco demasiado absolutas, como la de que "cualquier estímulo... convierte a un bendito en un canis lupus". ¿Cualquiera? ¿Y a cualquier "bendito", sin excepciones? Demasiado pesimismo me parece a mí ése.
Estimado Sr. Pedrete, espero que quedará satisfecha su honrilla al tener la última palabra en la porfía que con tanto ahínco ha proseguido Vd. y que por la presente declaro concluida en aplicación de la norma promulgada el 8 de Abril de 2010 (pinche aquí) y de su principio P.U.L.P.G. (Para usted la perra gorda), tendente a evitar el tedio de los demás sufridos lectores.
ResponderEliminarSeñor :Tamrón, señor pedrete los bosque se incendian porque estan habandonados que no se puede andar toda la broza, se que da en los bosques. A los dueños que yo conozca les pagan por limpiarlos y que hacen con el dinero se lo "embuchacan" y lo digo con conocimiento de causa, conozco una finca que ha ardido dos veces y la finca conlindante niguna y les puedo decir donde y como y si se fijan un poco antes el monte no ardia, porque habia un ejercito de campesinos que comihan de el y se aprovechaba asta la rama mas pequeña, conozco un señor que mato a otro por un haz de leña. y encambio eso hoy no existe todo esta habandonado, si o si.
ResponderEliminarEl caso es que ahora los canallas atacan hasta los bosques mejor mimados, como la laurisilva, que son patrimonio de todos y se pagan y protegen con nuestra aportación como ciudadanos. Qué hacemos con los que prenden fuego y destrozan en Canarias, cito literalmente, " 25 años de duro trabajo realizado por trabajadores forestales, muchos de ellos habitantes de los caseríos del entorno del Parque (Igualero, El Cercado, Chipude, Arure, Acebiños, La Palmita ...) y que han sentido más que nadie como su labor de tantos años ha quedado reducida a cenizas" ¿nada?
ResponderEliminarLeo con satisfacción la denuncia del autor del blog ante la lenidad dominante en nuestro país frente a la destrucción de la naturaleza y en concreto frente a la catástrofe de los incendios. Aplaudo el valor de denunciarlo en términos de plaga o mal nacional y no remitirlo sin más a la responsabilidad de las Administraciones. A estribor y a babor hay ejemplos de dicho mal. Como los hay entre las masas y entre los dirigentes. Esto lo dejan claro los artículos y posts del autor. Impagable es el descubrimiento de ese antecedente en la prensa de los años 30 del concepto de “conservaduros”.
ResponderEliminarMuchas son las consideraciones que me inspiran la lectura de este blog. Pero querría centrarme en dos.
Por un lado, la relación entre lo que denuncia el Marqués de Tamarón y lo que Dionisio Ridruejo vino a llamar -hace casi 50 años- “el pacto inmoral” entre ciudadanos y dirigentes españoles, por el que aquéllos aceptaban renunciar al mínimo de responsabilidad cívica ante los valores y bienes comunes, a cambio de ser proveídos en todo lo básico por la Autoridad competente, amén de permitidos en sus desahogos lúdicos (con papel preponderante del futbol). Si “noblesse oblige”…esta renuncia inducida, su absoluto opuesto, aplicable a las dos partes ¿cómo habría que denominarla?
Por otro lado, respecto a la responsabilidad que incumbe efectivamente a las Administraciones, querría insistir en la ausencia general de rigor disciplinario ambiental en España. En los últimos 25 años se han aprobado decenas (o centenas) de leyes ambientales entre nosotros, todas con su capítulo sancionador, a modo de cláusula de garantía. Sin embargo la diligencia en la aplicación de estos capítulos es de una insuficiencia gravísima. Con ello, cuanto menos, se ha perdido el efecto pedagógico de la propia actividad sancionadora; se ha generado una atmósfera de colusión y opacidad en torno a los ilícitos ambientales; y se ha distorsionado el mercado en perjuicio de los cumplidores. Ha de reconocerse la importancia de la sanción penal, como última ratio, pero en general la actuación sancionadora mayoritaria corresponde a las Administraciones. En todo caso un ámbito y otro han de colaborar estrechamente. La realidad al respecto es una ausencia general de interés y atención desde las Administraciones a sus propios efectivos y procesos sancionadores. No hay preocupación por capacitar, motivar, reforzar y liderar estos servicios y actividades.
Por supuesto, para terminar mis comentarios, reconozcamos meritorias excepciones: en primer el lugar el Seprona de la Guardia Civil, y, junto al mismo, tantos agentes forestales y ambientales de vocación. Si no fuera por ellos…
Ojalá se consiga resucitar las palabras conservaduros y sociolistos, ya que cada día abundan más ambas especies. Por cierto que en lo tocante a la conservación de la Naturaleza, ni los conservaduros ni los sociolistos son estúpidos. Unos y otros son mentirosos y ruines. Los conservaduros mienten cuando niegan el calentamiento global y los sociolistos mienten cuando lo afirman. Mentir no es decir lo contrario de la realidad, es decir lo contrario de lo que se piensa. Los conservaduros piensan que el calentamiento global existe, pero no lo dicen porque les conviene seguir ganando dinero a cuenta de la destrucción de la Naturaleza. Los sociolistos (en general menos instruidos que sus rivales) piensan que el calentamiento global no existe, pero no lo dicen porque les conviene seguir ganando votos a costa de también destruir la Naturaleza con otros medios de falsa conservación como la energía eólica.
ResponderEliminarJueces y fiscales van a prevaricar, da por descontado el Fiscal Coordinador de Medio Ambiente Antonio Vercher en sus declaraciones al País que cita en su comentario en esta página Otto Silenus (http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/14/actualidad/1339692517_401318.html). Da vergüenza, y más aún pues parece que acierta. Y todavía más porque parece que le da igual.
ResponderEliminarLa corrección política estima que el incendio de los bosques es delito de pobres y por tanto eminentemente excusable.
Hasta en eso la opinión común, aunque sea de eminentes juristas, es, como dice Ortega, siempre para decidir "cosas un poco bellacas o un poco tontas".