Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: San Jerónimo (y VII)

sábado, 23 de abril de 2011

San Jerónimo (y VII)

La mejor manera que se me ocurre de celebrar la Pascua es regalarles a ustedes estas últimas imágenes del Santo Patrono de los traductores -y me atrevo a decir que de todos los escritores que se empeñan en ser claros- en su celda y biblioteca, lugar de esfuerzo y de disfrute.

Van desde imágenes muy austeras hasta otras recargadas. Algunas son más primitivas, y otras no sé por qué me parecen tener un halo protestante. En todas hay símbolos, pero en algunas más. Y ciertos símbolos no los habíamos visto en cuadros anteriormente mostrados. En fin, me limitaré a colocar las reproducciones con el nombre del pintor y la fecha, y dejo a ustedes las cábalas y comentarios que sin duda leeremos con gusto los demás.




Jan Van Eyck pinxit circa 1435








Domenico Ghirlandaio pinxit circa 1480



Miniatura francesa circa 1500










Vincenzo Catena pinxit circa 1510









Lucas Cranach pinxit circa 1526














Caravaggio pinxit circa 1605




Postdata sobre otro signo de los tiempos:




Diego de Mora pinxit 2010




¿La insobornable contemporaneidad ha irrumpido en la cueva del sabio? ¿No quedan ya torres de marfil ni celdas en el yermo? Me temo que el beatus ille sea algo menos beatus con fax y teléfono que sin ellos. Lo sé por experiencia propia. Pero, aun así, doy por seguro que San Jerónimo hubiese escrito más a gusto en esta biblioteca de un castillo del Loira, bien habitada y leída hoy por su castellano, que en un convento con hilo musical de liturgia de guitarra eléctrica. Y el león también lo preferiría.


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2 comentarios:

  1. ¿Cómo sería realmente el estudio de San Jerónimo? El Vizconde de Chateaubriand describe, de primera mano, no el estudio de la Roma decadente, sino la celda donde pasó la mayor parte su vida (transcribo literal y heterográficamente de la copia digital):
    "De la capilla de los Inocentes pasamos a la cueva de San Jerónimo, donde se ve la sepultura de este santo doctor de la iglesia, la de San Eusebio su discípulo, y las de Santa Paula y Santa Eustoquio. San Jerónimo pasó la mayor parte de su vida en esta cueva, y desde allí vió, por decirlo así, la caída del imperio romano; y allí acogió a los patricios fujitivos, los cuales, prófugos y errantes, despues de haber sido dueños de los mas espléndidos palacios, se creyeron muy dichosos en hallar asilo en la celda de un cenobita. La paz de la que el santo gozaba, y las turbulencias del mundo, producen un maravilloso efecto en las..." Ver fuente.

    Ese abarrotado estudio del ermitaño tampoco parece próximo al San Jerónimo del Bosco en Venecia, un alarde iconográfico y criptográfico, tampoco al San Jerónimo de Marinus del Prado. En este cuadro la Biblia, abierta por la ilustración del Apocalipsis, parece referirse al muy citado párrafo de su carta a Santa Eustoquio. Allí donde le cuenta que, en el delirio de su fiebre, tuvo un sueño en el que se vio ante el trono de Jesucristo para ser juzgado. No sé si todos estos cuadros y textos nos alejan del actual presente, para verlo mejor, o nos facilitan aproximarnos sin miedo al mismo para entender la verdad de las cosas.

    Es una pena que esta estimulante serie se haya terminado tan pronto.

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  2. Decía Émile Mâle que el hombre contemporáneo (y él escribía en los primeros años del Siglo XX) se ha vuelto analfabeto para la iconografía medieval y es incapaz de leer o, mejor dicho, descifrar una catedral gótica. Creo que lo mismo nos ocurre a los que admiramos una pintura flamenca o del renacimiento italiano: nos quedamos en la pura estética o en dos o tres evidencias y ni siquiera encontramos explicaciones convincentes en los supuestos especialistas; tan sólo aproximaciones. Apuntaba con acierto Tamarón que en los libros publicados por Electa casi todos los objetos son símbolos de varias cosas y de sus contrarios. ¿El pavo real es imagen de la vanidad o de la inmortalidad del alma? ¿La perdiz representa la verdad de Cristo o la vida depravada? Seguimos sin saber a qué atenernos con la enigmática calabaza; y me apena abandonar esta serie sin que alguien me ilumine sobre la presencia en el retrato de Lucas Cranach del Cardenal Albrecht de Brandenburgo como San Jerónimo -sutil vanidad- de uvas, peras, ardillas, un castor, un conejo y una lámpara de cuernas de la que cuelgan medallones con la imagen de un grifo.

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