Adoración de los Reyes Magos, Rubens. 1624,Museo Real de Amberes |
lunes, 11 de diciembre de 2023
Felices Pascuas y A.D. MMXXIV
martes, 28 de noviembre de 2023
El Coto Doñana está moribundo
La deliciosa y salvaje historia de los naturalistas Abel Chapman, Walter J. Buck y William H. Riddell en los albores de la historia de Doñana, en una fabulosa España, agreste e inexplorada.
De entre todos los aprovechamientos tradicionales del Coto: el de montes para carbones y leña, el de pastos para el ganado, el de junco para elaborar esteras finas, el de enea para asientos de silla, el de maderas de pinar, el de la bellota de la encina, el del corcho de algún que otro alcornoque, el de las sanguijuelas de las lagunas, el de la pesca de los albures, anguilas y camarones y el de la caza mayor y menor; será este último, el de la caza, el que (Buck, Williams, Chapman y González) arrendarán durante casi treinta años desde mediados de los ochenta (1880) hasta 1912.
Painted specially for Santiago Mora Figueroa (“though he is only three”) by his affectionate uncle Bill Riddell, 1944.
- 1.400 millones entre Junta y Gobierno, de 2023 a 2027.- Ampliación del Coto Doñana adquiriendo una finca de 7.500 hectáreas. Total: 111.000 hectáreas.- La Vicepresidenta declaró: “hay amnistía para Doñana no para los explotadores ilegales del agua”.- El Presidente de la Junta declaró: “la gente del campo tiene inteligencia emocional”.Ojalá vaya todo sobre ruedas.Inquieta, eso sí, el factor tiempo.
Confiamosen que no será verdadnada de lo que pensamos
jueves, 23 de noviembre de 2023
Más "insobornable contemporaneidad"
Anoche Miércoles 22 de Noviembre a las 20:10 me enteré por un tweet de Hermann Tertsch que veinte minutos antes The Objetive había publicado esto (https://theobjective.com/espana/politica/2023-11-22/senado-imagen-institucional-logotipo/):
“El Senado renueva su imagen
institucional con un nuevo logotipo y borra el escudo de España.
El diseño incorpora la leyenda «Senado de España» en ‘Lexend’, un tipo de letra destinado a reducir el estrés visual".
Querría que me confirmasen si el PP, con mayoría en el Senado, se hizo cómplice de este ultraje histórico y atropello artístico por abstención o por voto a favor. De ser así, dejaría de votar al PP en el Senado.
Post data, 28 de Noviembre:
Luz verde, duró poco el adefesio, aunque las excusas de la superioridad fueron poco convincentes.
jueves, 5 de octubre de 2023
Somos peores, por Esperanza Ruiz
Leí anteayer este artículo que me llamó la atención por su fondo inusual y forma medida. Con el permiso de su autora lo publico en esta mi bitácora:
(El ensayo que aparece a continuación ha sido publicado el Martes 3 de Octubre en la Gaceta de la Iberosfera)
Somos peores
Señalaba Feijoo la semana pasada en las Cortes que Óscar Puente, diputado socialista y exalcalde de Valladolid, era peor que Gregorio Peces-Barba, expresidente, también socialista, del Congreso de los Diputados.
Últimamente ando enfrascada en una recopilación de artículos de César González-Ruano (SND Editores). En el titulado La pobre vida española, publicado en ABC el 29 de abril de 1934, el periodista habla del momento español «tan ingrato, tan miserable, tan pazguato, y dado al éxito de toda causa mezquina y bárbara» que vive el pueblo. Cierto es que, con estos mimbres, tengo difícil tejer el cesto de la confrontación favorable a un pasado que, si bien no pretendo idealizar, sí quiero ponderar justamente. Pero verán, González-Ruano continúa su texto: «¡Ay, pobre y grande España…! Su peligro de muerte es lo que importa. Que una bala perdida nos entre en el corazón no es cosa que importa». Comparen el sentimiento del escritor, al que preocupa el destino de la nación más que el propio, con un Sánchez ensimismado en su proyecto personal y tratando de esquivar su bala a expensas del despiece del país.
Óscar Puente es peor que Peces-Barba, Sánchez Castejón es peor que González-Ruano, Irene Montero es peor que Clara Campoamor —qué sé yo—, y yo soy peor que mi abuela.
Somos peores. Hijos de nuestro tiempo, de un tiempo resultante de cincuenta años de demolición de trascendentales. Somos individuos débiles, rotos, regocijados en la miseria, acechados y doblegados por la inmundicia. También nietos de gentes que todavía conservaban dioses fuertes impresos en sus códigos. Elegimos ser peores porque costaba esfuerzo emularlos.
Cada uno de nosotros es un jodido milagro. El resultado de personas que se quisieron, o de un accidente. El producto del amor de unos padres o de la indiferencia de unos amantes. Hijos de mujeres que no abortaron o bisnietos de un suertudo cuyo sistema inmunitario destruyó un bacilo, Gram negativo y cabrón, que arrasó todo un vecindario. Estamos aquí porque alguno de nuestros antepasados tuvo coraje o fortuna. Porque unos milicianos no lo encontraron o porque se conmutó su pena de ejecución a última hora. Porque un tío descubrió la penicilina por azar o porque unas monjas recogieron y alimentaron a un bebé que encontraron en un torno. Estamos aquí porque antes de que Él nos formara en el vientre de nuestra madre, ya nos conocía.
No tenemos ningún derecho a ser peores. A no honrar con nuestra vida las de aquellos que se sacrificaron, que tuvieron hambre y heridas, que perdonaron lo imperdonable, que acariciaron con manos encallecidas por el trabajo de sol a sol, o que no tuvieron tiempo para pensar en sí mismos. Que daban su palabra como aval de su honor y conocían el valor de los compromisos.
No tenemos ningún derecho a hacer el gañán como si el mundo debiera quedar fascinado por nuestro talento ni a desperdiciar nuestra existencia frente a la cámara de un móvil. A no hacer de nuestros días un tributo a la sangre, el sudor y las lágrimas de los que nos precedieron. No tenemos derecho a sucumbir frente a ideales de cartón piedra, hedonismo prefabricado y primario, consumo indiscriminado y apaciguador de todas nuestras ansiedades o «libertades» que resultan ser cárceles embrutecedoras.
Escribía Ramón Gómez de la Serna en un libro sobre el Greco¹: «Voy a pintar las apariciones del cielo y a los hombres de la tierra, los caballeros orgullosos de su alma». Y Doménikos pintó el entierro del Conde de Orgaz, a san Pedro y san Pablo y al Caballero de la mano en el pecho. Captó que la esencia del español del siglo XVI y comienzos del XVII, de Cervantes y los hombres de Breda, no se hallaba en las riquezas o en la posición, ni en la belleza o en la vida expuesta a la masa acéfala sino en la íntima conciencia de que su valor residía en el revés positivo de la soberbia: la dignidad.
Aquella que mantenían independientemente de la salud, el beneplácito de la chusma, las comodidades materiales o los pecados y vergüenzas. La integridad acompañaba a los hombres y mujeres de la historia que atraviesa España mientras no abandonasen las exigencias del alma.
No sé si cualquier tiempo pasado
fue mejor pero sí que lo que vendrá será bueno sólo si dejamos de comprar
estafas intelectuales que apelan al agostamiento moral, a la desidia mental y
al sentimentalismo obsceno. Si cesamos de abalanzarnos en brazos de placeres
facilones y de entregarnos a reconocimientos espurios. Si entendemos que la
felicidad no es un derecho ni un objetivo y ponemos nuestro empeño, mejor, en
la reciedumbre y en la dignidad. En aquello que es más grande que nosotros y
nos libera. En ser individuos que podamos sostener la mirada al tipo del
espejo. En estar orgullosos de nuestra alma.
¹Artículo Orgullosos de su alma de Julián Marías en ABC (22/09/94)
lunes, 18 de septiembre de 2023
Juan de Valdés y Julia Gonzaga o El Hereje Conquense y la Infinita Belleza
(El ensayo que aparece a continuación ha sido publicado el Domingo 17 de Septiembre en la Gaceta de la Iberosfera)
Alfonso de Valdés, por Jan Cornelisz, circa 1531 |
No se sabe de ningún retrato de Juan de
Valdés, pero sí de su hermano, tal vez gemelo, Alfonso de Valdés. Así es que
coloco esta su imagen porque el cuadro es magnífico, el hombre misterioso y
ambos hermanos eran tan astutos como bondadosos.
Juan de
Valdés y Julia Gonzaga
o
El Hereje
Conquense y la Infinita Belleza
Juan de
Valdés (Cuenca, circa 1494-1504 —Nápoles, 1541)
Al
principio todo parece una historia medieval. Un niño de familia hidalga pasa un
par de años en un castillo, el Alcázar de Escalona, al servicio del Marqués de
Villena.
Cabe,
sin embargo, suponer que el muchacho sabía que en la familia de su madre un
hermano, Fernando de la Barrera, fue quemado en la plaza pública por judío
relapso. O que su padre también tenía alguna ascendencia judía.
En
ese ambiente el joven debió de verse atraído por el fervor de los alumbrados.
Menéndez Pelayo describe así la posterior evolución de Juan de Valdés:
A lo
largo de todo ese ensayo sobre Juan de Valdés (y también en el otro sobre
Alfonso de Valdés) Menéndez Pelayo oscila entre la franca admiración por quien
llama el hereje conquense3 y la no
menos franca exasperación. Refiriéndose a su Diálogo de doctrina cristiana escribe:
«Tal es
este Diálogo, monumento clarísimo del habla castellana, lo mismo que el
de la lengua, del que hablaré en seguida. El ingenio, la gracia y la
amenidad rebosan en él, y bien puede decirse que nada hay mejor escrito en
castellano durante el reinado de Carlos V, fuera de la traducción del Cortesano,
de Boscán. La lengua brilla del todo formada, robusta, flexible y jugosa,
sin afectación ni pompa vana, pero al mismo tiempo sin sequedad ni dureza y con
toda la noble y majestuosa serenidad de las lenguas clásicas.
[…]
Sus errores religiosos han perjudicado a
Valdés lo indecible. En España a penas se conoce de él otra cosa que el Diálogo
de la lengua […] Y ciertamente que algún recuerdo y honra merecería el
padre y maestro del diálogo de costumbres, el que puede hombrear sin
desdoro entre Mendoza y Mateo Alemán y sólo se inclina ante Miguel de Cervantes»4.
Cualquier relato de la vida y obra de Juan de Valdés oscila entre la comedia sonriente, y la tragedia siniestra y a veces oculta. Su Diálogo de la lengua sigue atrayendo la curiosidad de eruditos y aprendices. Es un ensayo corto, de unas treinta mil palabras. Reproduce un supuesto coloquio entre cuatro amigos españoles e italianos, en torno al propio Juan de Valdés. El tono es erudito mas no pedante con un humor afable pero cortés. A veces aparece alguna broma calificada por Cristina Barbolani como expresión chistosa anticlerical de tipo erasmiano: «vedme aquí más obediente que un fraile descalço quando es convidado para algún vanquete»5. Valdés tan sólo se deja llevar del afán de censura cuando dice que Librixa (Antonio de Nebrija) «no entendía la verdadera sinificación del latín […] o que no alcançava la del castellano, y ésta podría ser porque él era de Andaluzía, donde la lengua no sta muy pura».
Para
colmo de disgusto, hoy mayor aún que cuando Juan de Valdés lo escribió hace
medio milenio, he aquí lo que pensaba de las peculiaridades lingüísticas
regionales:
Julia Gonzaga, atr. Girolamo da Carpi, ca. 1530-1540 |
Julia
Gonzaga (Gazzuolo, 1513- Nápoles, 1556)
Hija del Príncipe Luis Gonzaga, se casó a los
catorce años con el Conde Vespasiano Colonna, de oficio condotiero. Se quedó viuda a los tres años. «¿Acaso la mujer más hermosa de la época7,
ensalzada por Ariosto, Julia Gonzaga, no había casado con un Colonna viejo,
cojo, manco y estropeado?»8.
Tuvo amores con Hipólito de Médicis y de él tuvo un hijo, Asdrúbal, condotiero y caballero de la Orden de Malta.
Hipólito de Médicis, por Tiziano, 1532 |
En 1534
estaba Julia Gonzaga en Fondi y la ciudad fue atacada por Barbarroja el Pirata,
que quería secuestrarla para el Sultán Suleimán el Magnífico, pero ella se
escapó acompañada por un solo caballero. Dicen sus admiradores, o tal vez
detractores, que después Julia mandó matar al caballero pues la había visto
medio desnuda en la huida.
Tuvo una
estrecha amistad espiritual con Pietro Carnesecchi. Su correspondencia con él
contribuyó años después a la muerte en la hoguera de Carnesecchi, acusado (con
fundamento) de herejía por la Inquisición: «bajo la influencia de Valdés
aceptó de todo corazón la doctrina luterana de la justificación por la fe,
aunque repudió llegar al cisma»9.
Ambos
personajes, el hidalgo español Juan de Valdés y la princesa italiana Julia
Gonzaga, tienen en común cierta aura ambigua y hasta misteriosa. Siendo
bastante distintos, diríase que no eran todo lo que parecían ni parecían todo
lo que eran.
Sin duda eran
hijos de su tiempo. Tiempo azaroso como el que más, “tan claro, tan rico de
aventura”10. La época, entre dos eras del todo distintas, al
borde del mundo moderno, nos lleva a preguntarnos sobre el alma de sus protagonistas.
Tal vez por eso un observador profundo como Menéndez Pelayo, que se suele hoy
tachar de extremista conservador y católico, reconoce la talla literaria de
Juan de Valdés, su bondad y su prudencia que otros tachan de hipócrita. Todo ello
sin privarse, en una pirueta frívola, de declarar a Valdés «un místico sui
generis, misionero de capa y espada, catequizador de augustas princesas y
anacoreta de buena sociedad».11
En su apasionante y apasionado
retrato de Juan de Valdés, escrito cuando Menéndez Pelayo tenía veinticuatro
años, señala repetidamente el papel mucho más que decorativo de Julia Gonzaga.
Además abre la puerta del curioso escenario a otras distinguidas señoras de la
época. Su número y calidad aumenta en otras citas:
La última frase del
párrafo antes citado da idea de la socarronería del por lo demás joven y sabio
erudito, Don Marcelino. Sin embargo, su sentencia final es ésta:
«Si yo hubiese de escoger, más querría con
mediano ingenio buen juicio que con razonable juicio buen ingenio…, porque
hombres de grandes ingenios son los que se pierden en herejías y falsas
opiniones… No hay tal joya en el hombre como el buen juicio.
Con estas profundas y discretísimas palabras se retrata Juan de Valdés a sí mismo, nos muestra al descubierto su alma y da la clave de sus aberraciones. Perdiole el ingenio (la imaginación, que ahora diríamos) haciéndole creer en un insano y singular misticismo»13.
Plagado de reservas, mas no del
todo vacío de admiración, el juicio que Menéndez Pelayo hace de Juan de Valdés
sírvele de panegírico fúnebre. Si hereje fue, olvidado está.
Agradecimientos
Por
último, lo primero. Lo que antecede se debe en buena medida a José Antonio
Martínez Climent y a María José Moro que me recordaron y descubrieron el
Bomarzo de Manuel Mujica Lainez.
Y
en este capítulo como en todos, soy deudor de Raquel Velado Bullón.
______________
[1] M. Serrano y Sanz, «Pedro
Ruiz de Alcaraz, iluminado alcarreño del siglo XVI» en Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos. VII, 1903 (citado por Cristina Barbolani en su edición
del Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés).
[2] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880.
[3] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880.
[4] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880.
[5] J. de Valdés, Diálogo de
la lengua (edición de Cristina Barbolani), 1982.
[6] J. de Valdés, Diálogo de
la lengua (edición de Cristina Barbolani), 1982.
[7] «Donna real, la cui beltà
infinita
formò di propria man l'alto
Fattore,
perch'accese di suo gentil
ardore,
volgeste l'alme alla beata vita,
la cui grazia divina ognun'invita
all'opre degne di perpetuo onore;
ne' cui lumi sereni onesto amore
per un raro miracolo s'addita;
virtù, senno, valore e gentilezza
vanno con voi, come col giorno il
sole;
o
siccome col ciel le stelle ardenti:
l'andar
celeste, il riso e le parole
piene
d'alti intelletti e di dolcezza,
son di vostra beltà ricchi
ornamenti»
Bernardo Tasso (1493-1569)
[8] M. Mujica Lainez, Bomarzo,
Ed. Austral, 2018.
[9] Pietro Carnesecchi.
Encyclopædia Britannica (11th ed.). Cambridge University Press.
[10] F. García Lorca, Alma
Ausente, con perdón por la ucronía.
[11] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880
[12] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880.
[13] M. Menéndez y Pelayo, Historia
de los heterodoxos españoles, vol.I,
1880.
Enlaces relacionados
Liberales Reaccionarios (II)
lunes, 7 de agosto de 2023
La gran sindéresis
(El ensayo que aparece a continuación ha sido publicado el Sábado 5 de Agosto en la Gaceta de la Iberosfera)
Lo principal que tienen en común Gracián, jesuita español del siglo
XVII, y Schopenhauer, filósofo alemán ateo del siglo XIX, es el pesimismo.
El hoy llamado pesimismo filosófico aúna un
grupo variopinto que incluye a creyentes y agnósticos, cínicos, hipócritas y
santos, occidentales y orientales, paganos, judíos y cristianos. Pero ningún tonto.
Entre el Rey Salomón
y Camus hay una procesión abigarrada de ilustres pesimistas como Pascal,
Voltaire, Giacomo Leopardi, Hippolyte Taine, Lord Acton, Nietzsche, Fernando
Pessoa o Cioran. Es curioso comprobar que los integrantes de dicha procesión
eran reaccionarios además de pesimistas. Más raro aún resulta
observar que a la vez eran liberales. Quizá sea imposible ser pesimista sin ser
también reaccionario. ¿Y liberal?
Pues también el ser liberal —“generoso, dadivoso” desde 1295— es compatible con
ser reaccionario, término que en su origen francés se refería a que algunos
monárquicos reaccionaban cuando los revolucionarios pretendían decapitarlos. Puestos a decidir quién es más liberal,
el que se resiste a que lo degüellen o
el degollador, yo no tengo ninguna duda. Los
liberales reaccionarios no son “de centro izquierda” o “de centro derecha” o “fachas disfrazados”
o “rojos disfrazados”. No, los liberales
son gente liberal
en algunas cosas y reaccionarios en otras. Escasean, pero abundan más cuando consiguen
despistar a periodistas y psiquiatras.
Los liberales reaccionarios no saben que lo son, pero tampoco las ballenas saben que son mamíferos marinos. Y ambas especies ignoran que están en peligro de extinción. Por eso, aunque con frecuencia invocan la sindéresis, no siempre la poseen o practican. Júzguese con ayuda del Diccionario:
“Del
latín medieval synderesis, y este del griego bizantino συντήρησις syntḗrēsis
'observación cuidadosa, preservación', derivado del griego συντηρεῖν syntēreîn
'observar de cerca', 'guardar, proteger'
1. f. Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”.
Diccionario de la Lengua Española, Edición del Tricentenario,
actualización 2022.
Cabe preguntarse si los dos primeros mencionados, Gracián y
Schopenhauer, eran plenamente conscientes de su lugar en la eterna ágora donde discuten optimistas y pesimistas, liberales y reaccionarios.
Ayuda a aclarar el panorama
el dato de que el alemán Schopenhauer era buen conocedor y aun más, traductor del español Gracián.
Pero lo más esclarecedor es la vieja costumbre de
citar con cierto detalle textos característicos, como estos de Gracián:
“De la gran sindéresis. Es el
trono de la razón, basa de la prudencia, que en fe della cuesta poco el
acertar. Es suerte del Cielo, y la más deseada
por primera y por mejor:
la primera pieça del arnés, con tal urgencia que
ninguna otra que le falte a un hombre lo denomina falto; nótase más su menos.
Todas las acciones de la vida dependen de su influencia y todas
solicitan su calificación, que todo ha de ser con seso. Consiste
en una conatural propensión a todo lo más conforme a razón, casándose
siempre con lo más acertado”.
(Núm.96, Oráculo Manual y Arte
de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647).
Antes de tachar de
ingenuo optimista al maestro Gracián, véase cómo más adelante en el mismo Oráculo exhorta a ser “mixto de paloma
y de serpiente”.
“No ser todo
columbino. Altérnense la calidez de la serpiente con la candidez
de la paloma. No hay cosa más fácil que engañar a un hombre de bien; cree mucho el que nunca miente y confía mucho el que nunca
engaña; no siempre
procede de necio el
ser engañado, que tal vez de bueno. Dos géneros de personas previenen mucho los daños: los escarmentados, que es
muy a su costa, y los astutos, que es muy a la ajena. Muéstrese tan extremada
la sagacidad para el recelo como la astucia para el enredo, y no quiera uno ser
tan hombre de bien que ocasione al otro el serlo de mal. Sea uno mixto de
paloma y de serpiente; no monstro, sino prodigio”.
(Núm.243, Oráculo Manual y Arte de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647)
Pocos clásicos españoles del siglo XVII son tan brillantes en
el fondo y en la forma
como Baltasar Gracián,
S.J. No conviene olvidar que sus
sutiles desahogos dialécticos
terminaron costándole caros. Tras la publicación de El Criticón en 1657 sus superiores jesuitas
—que no la Inquisición— lo castigaron dejándolo a pan y agua, y sin poder disponer
de papel y tinta. Solicitó permiso para pedir el ingreso en otra orden
religiosa. Pero murió,
poco después, en Tarazona en Diciembre de 1658.
Baltasar Gracián, atribuido a Velázquez, Museo de Bellas Artes de Valencia |
Paradójicamente, Gracián es recordado sobre
todo por su libro El
Criticón. No conozco
a nadie que lo haya leído entero.
Pero lo mencionan como una novela comparable al Quijote, popular y divertida. Claro que
tampoco me fío de muchos que
dicen haber leído el Quijote entero.
En fin, El Criticón es
más pesado aún que À la recherche du temps perdu,
que sí he leído empujado por mi juvenil pedantería.
Gracián terminó, pues, triste, humillado, maltratado. ¿Sería del todo creyente? La pregunta no es gratuita, aunque carece de respuesta en este mundo. Enlaza a su manera con el caso de Schopenhauer, quien fue ambicioso y reivindicativo, y acabo satisfecho y engreído. ¿Sería del todo ateo?
“Tres grandes fuerzas tiene el mundo, dice muy acertadamente un pensador de la antigüedad: prudencia, fuerza y azar. Creo que la más poderosa es la tercera, pues el curso de nuestra vida se parece a la navegación de un barco. El azar, la secunda aut adversa fortuna [«fortuna favorable o adversa»], desempeña el papel del viento, que nos hace avanzar o retroceder rápidamente; contra él pueden muy poco nuestros esfuerzos y actuaciones. Estos corresponden a la función de los remos en nuestro ejemplo: cuando los remos nos han hecho avanzar un trecho determinado, gracias a muchas horas de arduo trabajo, aparece súbitamente una ráfaga de viento que nos hace retroceder otro tanto. En cambio, si el viento es favorable, nos impulsa de tal modo que podemos prescindir de los remos. Este poder de la fortuna lo expresa insuperablemente un refrán español:
«Da buena ventura a tu hijo y échalo a la mar».
Es cierto
que el azar como tal es una
fuerza maligna de la que uno debe
depender lo menos posible. Sin embargo, ¿qué otro donante, al mismo tiempo que nos concede algo, nos da a entender
de manera tan clara que no tenemos
ningún derecho a sus dones, que debemos los mismos no a nuestra
valía sino exclusivamente a su magnanimidad y a su compasión, y que, justamente por ello, podemos aún
albergar la esperanza de recibir humildemente otro don inmerecido? Sólo el azar: él
domina el arte soberano de hacernos entender
que, comparado con su favor y
su compasión, cualquier merecimiento es
impotente y carente de valor.
[…]
Quizás aquel impulso interior esté bajo la dirección, inconsciente para nosotros, de ciertos sueños proféticos que olvidamos al despertar y que le otorgan a nuestra vida esa regularidad y unidad dramática que la consciencia cerebral, tan frecuentemente insegura y extraviada, tan voluble, no es capaz de infundirle, y a consecuencia de la cual, por ejemplo, el predestinado a llevar a cabo grandes obras de una clase determinada intuye esto mismo interna y ocultamente desde su juventud y trabaja para ello como las abejas en construir su panal. Esto viene a ser para cada cual lo que Baltasar Gracián denomina «la gran sindéresis»: la gran custodia instintiva de sí mismo, sin la cual el individuo acabaría por perecer. Obrar de acuerdo con principios abstractos es asunto difícil, y sólo se consigue tras mucha práctica, e incluso así, no siempre: muchas veces, además, no bastan los principios. En cambio, cada cual tiene ciertos principios concretos innatos, con los que está plenamente identificado porque son la quintaesencia de todo lo que piensa, siente y quiere. Casi nunca los percibe in abstracto, sino que, al volver la vista hacia su vida pasada, se da cuenta de que siempre los ha observado y ha sido guiado por ellos como por un hilo invisible. Dependiendo de su índole, esos principios innatos lo conducirán hacia su felicidad o hacia su desdicha”.
(Núm.48, Aforismos sobre
el arte de vivir, Arthur Schopenhauer, 1851, Ed. Franco Volpi, Trad. de
Fabio Morales 2009)
La verdad es que escribe mejor Gracián que Schopenhauer.
Aunque a veces pienso que será cosa
de la traducción del alemán, imposible como todas las traducciones. Entonces me viene a la mente el fenómeno inexplicable: Schopenhauer, fascinado por Gracián, aprendió español no sólo para leerlo sino
para traducirlo y publicarlo. Al final lamento mi ignorancia que me hace
incapaz de leer los aforismos mestizos, hijos de Gracián y Schopenhauer. Pero me consuelo
pensando que la realidad inconfesable es que aforismos de verdad son los
de Gracián (concisos aunque no siempre claros pues “el sentimiento barroco pinta
virutas de fuego, hincha y complica el decoro”, que diría Antonio Machado) y no los de Schopenhauer, largos
y en párrafos que encierran cada uno un ensayo en miniatura.
En su traducción al alemán del Oráculo Manual y Arte de Prudencia
Schopenhauer
debió de encontrar
un maestro en Gracián, aprovechable para sus propios juicios, que andaban en equilibrio sobre un abismo de cinismo o tal vez sólo de
pesimismo irónico:
“Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación
de los aciertos. El jugar a juego descubierto
ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más
donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma
arcanidad provoca la veneración […]¹”.
(Núm.3, Oráculo Manual y Arte de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647)
Habría que iluminar el escenario –largo, muy largo, pues Gracián nació en 1601 y Schopenhauer en 1788– donde ambos ensayistas analizaron, comentaron y sentenciaron las dificultades y las recompensas del trato entre los humanos. Tal vez Voltaire las definió con su habitual amargura sonriente: "Nous laisserons ce monde-ci aussi sot, aussi méchant que nous l'avons trouvé en y arrivant"².
Otrosí , hay que reconocer a Schopenhauer un don
teatral que apreció o creyó apreciar
más de uno. Por ejemplo, Nietzsche cuando escribió :
“El solitario desesperado no podría escoger un símbolo
mejor que el Caballero entre la Muerte y el Diablo, tal como Durero lo grabó, el Caballero con coraza y la mirada
dura de bronce que sigue su camino de espanto,
indiferente a sus horribles
acompañantes, pero sin esperanza, solo entre su caballo y su perro. Nuestro
Schopenhauer era ese Caballero de Durero: no tenía ninguna esperanza, pero quería la verdad. Ningún otro lo igualaba”.
(El nacimiento de la tragedia, Friedrich Nietzsche, 1872)
El Caballero, la Muerte y el Diablo. Albrecht Dürer, 1513 |
El grabado de Durero tiene tal fuerza grandiosa y siniestra
que, por mucho que Nietzsche lo crea, no es verosímil ningún parecido entre el diabólico caballero y el burgués
teatral. A Schopenhauer hay que entenderlo sin
creerse nada de lo que él creía ni de lo que creían sus amigos ni sus enemigos.
Además, conviene en todo caso tener en cuenta las dos etapas de su vida y vocación filosófica. Todos los comentaristas coinciden en señalar su impaciencia juvenil, reflejada en El Mundo como voluntad y como representación, y el éxito en su vejez de sus Aforismos sobre el arte de vivir. A este proceso suele señalarse la coincidencia con su retrato como joven romántico y el daguerrotipo como anciano volteriano y sarcástico.
“El rasgo característico
y fundamental de la vejez es el desengaño: han desaparecido aquellas ilusiones
que hasta entonces habían hecho atractiva la vida y dado estímulo a la acción;
uno ha acabado reconociendo la nadería y vacuidad de todas las maravillas del mundo, en especial del lujo, la pompa y la
aparente grandeza; uno ha descubierto que detrás de la
mayoría de las cosas deseadas y los goces aspirados no se esconde gran cosa y
así ha llegado gradualmente a comprender la enorme pobreza y vacuidad de toda nuestra
existencia. Solo a los 70 años
comprende uno del todo el primer
verso de Kohelet [Eclesiastés 1,2: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad»].
Pero esto es asimismo lo que otorga a la vejez cierto toque de tristeza.
Lo que
«uno es para sí mismo»
nunca adquiere tanto valor como cuando
se llega a viejo”.
(El Arte de sobrevivir, Arthur Schopenhauer, Trad. José Antonio Molina Gómez, 2013).
Gracias a todo eso Arthur Schopenhauer pudo pensar, vivir y ser quintaesencialmente liberal y reaccionario. Nunca quiso casarse. Siempre dijo lo que pensaba y casi siempre pensó lo que decía. También era soberanamente ecléctico. Como hemos visto, entre sus gustos, más bien pasiones, estaba la obra de Baltasar Gracián. Tradujo el Oráculo Manual y alabó fervientemente El Criticón. El Oráculo Manual es fascinante y en otro momento podremos hablar del merecido éxito que el jesuita Gracián tuvo y de lo caro que le costó su buena pluma. Descanse en Paz Gracián y si es posible, también Schopenhauer.
Y, por cierto, asimismo el Caballero de Durero.
¹ Su misma arcanidad provoca la veneración. Basado en Tácito: omne ignotum pro magnifico est (todo lo desconocido se tiene por magnífico). Nota de Arturo del Hoyo.
² “Dejaremos este mundo tan necio y tan perverso
como lo hemos encontrado al llegar”. Carta a la Condesa de Lutzelbourg , 19 de Marzo de 1760.
Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián
Charles Baudelaire. Reaccionarios Liberales o Liberales Reaccionarios I