«Toda tema es postema», advirtió Gracián. Como es sabido que los que han hecho el Bachillerato en los últimos años son casi analfabetos, convendrá aclarar para su gobierno que la sentencia quiere decir que toda obsesión es un absceso. Gracián emplea, pues, tema como substantivo femenino en la acepción definida por el Diccionario como «idea fija que suelen tener los dementes». Acepción que nos parece muy idónea para calificar ciertos usos lingüísticos hoy en boga entre algunos periodistas, políticos e intelectuales semialfabetizados. Más que errores crasos son torpezas, muletillas pretenciosas y solecismos propios del mediopelo cultural. Sin ánimo de recogerlas todas —la mies es mucha— agavillaremos hoy unas cuantas temas para presentar a nuestros lectores en este junio florido un ramillete de memeces de moda.
El tema. Si Gracián volviese a este mundo deduciría que la mayor tema es el tema (en el sentido de «asunto o materia», claro). Hoy todo es tema: el tema del suspenso del niño, el tema de la OTAN, el tema de las letras del coche, el tema de la ecología. Todo lo que hasta hace quince años se llamaba cuestión, asunto, negocio, problema o incluso tema —según los matices— ahora se reduce a tema. Como una gran concesión a la riqueza de volcabulario, y cuando el caso es ya desesperado, se habla de problemática (nunca de problema). Así, cuando lleva tres años sin llover los ministros hablan de «la problemática del sector». Cuando solo ha sido malo un año, mencionan «el tema de la pluviometría adversa». La gente del campo, menos fina, lo llama sequía o seca, blasfemando y haciendo rogativas. Porque no hay que olvidar que los temas están hechos para ser tocados en profundidad por un colectivo de expertos. No sirven para llorar, desesperarse o entusiasmarse con ellos. De ahí que los tecnócratas pusieran de moda la palabra. Sirve para desdramatizar las situaciones, que dirían ellos.
Lúdico. Es primor muy apreciado. Un titular como «Los niños podrán festejar en ambiente lúdico la feria dedicada a la lectura» (ABC, 2-6-85) podría redactarse «Los niños podrán jugar en la Feria del Libro», pero entonces perdería gancho para los viciosos de estas temas, ya que no para los niños. Aunque el término de marras ya aparece en el Diccionario (hasta esta última edición sólo se recogía lúdicro) sería triste que su uso desterrase el de los otros muchos vocablos referentes al juego y al regocijo de los que dispone el castellano: retozar, triscar, juguetón, travieso, festivo.
Masacre y holocausto. Hoy en día si hay más de tres muertos se habla de masacre, y si son más de diez se dice holocausto. Los Santos Inocentes fueron más y sin embargo su muerte se califica de matanza. En Centroamérica, donde saben mucho de eso, la gente se regodea previendo una «matazón de hijos de puta». ¿Qué ha pasado con nuestras entrañables matanzas, matazones y otras degollinas tradicionales? Pues que han perecido, víctimas del inexorable Síndrome de la Hipérbole Inalcanzable. En otro artículo les explicaremos de qué se trata.
Un cerebro gris. En cada organización se asegura que hay uno. En la Banca, en el Ejército, en cada sindicato o en cada partido político tiene que haber un Cerebro Gris. Se supone que es el poder oculto que hace y deshace entre bastidores, el genio que actúa siempre en la sombra. Prescindiendo de lo difícil que se hace creer que algo, bueno o malo, en la España de hoy sea producto del frío cálculo de un gran organizador escondido, la expresión cerebro gris es en sí un dislate hijo de la ignorancia de nuestros mentores intelectuales. El cardenal Richelieu tenía un confidente y consejero, el padre Joseph, un fraile que llegó a ejercer gran poder sin abandonar el talante retraído y la apariencia humilde. Este valimiento y el contraste entre la púrpura de Su Eminencia y la parda estameña del fraile hizo que el padre Joseph fuese apodado con ironía temerosa la Eminencia Gris. Aldous Huxley escribió un libro sobre él, con ese título, hace cuarenta años. La expresión hizo fortuna en el mundo anglosajón y se usa para designar a cualquier político o burócrata con más poder real del que ostenta oficialmente. Cuando se importó la locución en España algunos listillos creyeron que se refería a la materia gris que contiene el cerebro, y en el suyo —en su cerebro o en lo que haga las veces de tal— se debieron de cruzar algunos cables, naciendo triunfal el latiguillo del cerebro gris.
Lo malo de estas temas —y otras que ya iremos disecando— no es tanto su condición ridícula o reiterativa cuanto el empobrecimiento que acarrean en nuestro vocabulario. Con un mecanismo parecido al que en la economía describe la ley de Gresham («el dinero malo expulsa al bueno») estos fetiches verbales terminan asesinando a sus sinónimos de mejor derecho, mayor belleza y superior precisión. Depauperan el castellano. Y el único juicio de valor seguro en la evolución de una lengua es que todo empobrecimiento es malo.
Por eso nos atrevemos a pensar que si Gracián levantase la cabeza complementaría su «toda tema es postema» con un tajante toda tema sea anatema.
(Este artículo se publicó en el ABC el 22 de Junio de 1985)
A propósito del Père Joseph, consigue la mejor quintaesencia de dislates don Domingo del Pino en su artículo Los Bolonios (El País, 13-4-86), donde dice:
«Un español de auténticas calzas bajo la sotana, Gil de Albornoz en su tierra, Aegidius Albornotius entre los italianos, cardenal de grandes designios al estilo de aquel jesuita descalzo que inmortalizó Aldous Huxley en La eminencia gris, reconquistó en tierras de la Reggio-Emilia las propiedades, fincas, palacios, ciudades, condados y marcas a que la Iglesia romana creía tener derecho como heredera de Pedro, sometió a nobles y plebeyos y acumuló títulos y privilegios».
Los «jesuitas descalzos» no existen, el Père Joseph era capuchino y, sobre todo, el Cardenal Albornoz era lo contrario de una eminencia gris: era una eminencia purpurada, arquetipo del género y prototipo de Richelieu. Y el Sr. del Pino, fenotipo del listillo español.
(Este artículo y su nota fueron recogidos en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
El tema. Si Gracián volviese a este mundo deduciría que la mayor tema es el tema (en el sentido de «asunto o materia», claro). Hoy todo es tema: el tema del suspenso del niño, el tema de la OTAN, el tema de las letras del coche, el tema de la ecología. Todo lo que hasta hace quince años se llamaba cuestión, asunto, negocio, problema o incluso tema —según los matices— ahora se reduce a tema. Como una gran concesión a la riqueza de volcabulario, y cuando el caso es ya desesperado, se habla de problemática (nunca de problema). Así, cuando lleva tres años sin llover los ministros hablan de «la problemática del sector». Cuando solo ha sido malo un año, mencionan «el tema de la pluviometría adversa». La gente del campo, menos fina, lo llama sequía o seca, blasfemando y haciendo rogativas. Porque no hay que olvidar que los temas están hechos para ser tocados en profundidad por un colectivo de expertos. No sirven para llorar, desesperarse o entusiasmarse con ellos. De ahí que los tecnócratas pusieran de moda la palabra. Sirve para desdramatizar las situaciones, que dirían ellos.
Lúdico. Es primor muy apreciado. Un titular como «Los niños podrán festejar en ambiente lúdico la feria dedicada a la lectura» (ABC, 2-6-85) podría redactarse «Los niños podrán jugar en la Feria del Libro», pero entonces perdería gancho para los viciosos de estas temas, ya que no para los niños. Aunque el término de marras ya aparece en el Diccionario (hasta esta última edición sólo se recogía lúdicro) sería triste que su uso desterrase el de los otros muchos vocablos referentes al juego y al regocijo de los que dispone el castellano: retozar, triscar, juguetón, travieso, festivo.
Masacre y holocausto. Hoy en día si hay más de tres muertos se habla de masacre, y si son más de diez se dice holocausto. Los Santos Inocentes fueron más y sin embargo su muerte se califica de matanza. En Centroamérica, donde saben mucho de eso, la gente se regodea previendo una «matazón de hijos de puta». ¿Qué ha pasado con nuestras entrañables matanzas, matazones y otras degollinas tradicionales? Pues que han perecido, víctimas del inexorable Síndrome de la Hipérbole Inalcanzable. En otro artículo les explicaremos de qué se trata.
Un cerebro gris. En cada organización se asegura que hay uno. En la Banca, en el Ejército, en cada sindicato o en cada partido político tiene que haber un Cerebro Gris. Se supone que es el poder oculto que hace y deshace entre bastidores, el genio que actúa siempre en la sombra. Prescindiendo de lo difícil que se hace creer que algo, bueno o malo, en la España de hoy sea producto del frío cálculo de un gran organizador escondido, la expresión cerebro gris es en sí un dislate hijo de la ignorancia de nuestros mentores intelectuales. El cardenal Richelieu tenía un confidente y consejero, el padre Joseph, un fraile que llegó a ejercer gran poder sin abandonar el talante retraído y la apariencia humilde. Este valimiento y el contraste entre la púrpura de Su Eminencia y la parda estameña del fraile hizo que el padre Joseph fuese apodado con ironía temerosa la Eminencia Gris. Aldous Huxley escribió un libro sobre él, con ese título, hace cuarenta años. La expresión hizo fortuna en el mundo anglosajón y se usa para designar a cualquier político o burócrata con más poder real del que ostenta oficialmente. Cuando se importó la locución en España algunos listillos creyeron que se refería a la materia gris que contiene el cerebro, y en el suyo —en su cerebro o en lo que haga las veces de tal— se debieron de cruzar algunos cables, naciendo triunfal el latiguillo del cerebro gris.
Lo malo de estas temas —y otras que ya iremos disecando— no es tanto su condición ridícula o reiterativa cuanto el empobrecimiento que acarrean en nuestro vocabulario. Con un mecanismo parecido al que en la economía describe la ley de Gresham («el dinero malo expulsa al bueno») estos fetiches verbales terminan asesinando a sus sinónimos de mejor derecho, mayor belleza y superior precisión. Depauperan el castellano. Y el único juicio de valor seguro en la evolución de una lengua es que todo empobrecimiento es malo.
Por eso nos atrevemos a pensar que si Gracián levantase la cabeza complementaría su «toda tema es postema» con un tajante toda tema sea anatema.
(Este artículo se publicó en el ABC el 22 de Junio de 1985)
A propósito del Père Joseph, consigue la mejor quintaesencia de dislates don Domingo del Pino en su artículo Los Bolonios (El País, 13-4-86), donde dice:
«Un español de auténticas calzas bajo la sotana, Gil de Albornoz en su tierra, Aegidius Albornotius entre los italianos, cardenal de grandes designios al estilo de aquel jesuita descalzo que inmortalizó Aldous Huxley en La eminencia gris, reconquistó en tierras de la Reggio-Emilia las propiedades, fincas, palacios, ciudades, condados y marcas a que la Iglesia romana creía tener derecho como heredera de Pedro, sometió a nobles y plebeyos y acumuló títulos y privilegios».
Los «jesuitas descalzos» no existen, el Père Joseph era capuchino y, sobre todo, el Cardenal Albornoz era lo contrario de una eminencia gris: era una eminencia purpurada, arquetipo del género y prototipo de Richelieu. Y el Sr. del Pino, fenotipo del listillo español.
(Este artículo y su nota fueron recogidos en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008