miércoles, 3 de agosto de 2011
Botones de muestra (IV)
En estas Memorias del Guadarrama: Historia del descubrimiento de unas montañas, de Julio Vías, salta a la vista por qué las montañas no interesaron en la civilización occidental hasta que la sensibilidad romántica conectó con aquellos paisajes agrestes y dramáticos. Julio Vías es el perfecto montañero: su curiosidad es insaciable y a la vez contagiosa en todo lo tocante a la geología, la botánica, la zoología, la geografía y la historia de las montañas en general y de la Sierra del Guadarrama en particular. Como además de ser curioso y culto es un romántico, este libro resulta una delicia para cualquier aficionado a esas piedras bravías que tan cerca están de una de las mayores ciudades de Europa.
Julio Vías es incapaz de aburrir. Nos revela o recuerda que la parte más espectacular del Guadarrama se llamaba -mucho antes de que los moros la bautizaran como Balat Humayd o Valathome- nada menos que la Sierra del Dragón, probablemente desde tiempos visigóticos. Ello se debía, suponemos, al perfil de las crestas de Siete Picos. Pero estoy seguro de que Julio Vías está deseando, cuando anda por aquellos montes, encontrar al dragón que les dio nombre. De ahí su entusiasmo por los lobos, que están volviendo allí. Como comparto su debilidad por todo eso, tan sólo puedo aconsejar a quienes no tengan ocasión de andar con el autor por esos riscos, que hagan la segunda cosa más apasionante posible: leer este libro. Mirar sus centenares de viejas o nuevas fotografías, retratos de los precursores y de los animales y plantas es un antídoto poderoso contra la melancolía que da el ver cómo avanza la fealdad y sube de la llanura a la montaña, ante la general indiferencia.
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Don Santiago, me estreno sin su permiso en su blog con un soneto a la Sierra del Guadarrama.
ResponderEliminarEl recio murallón del Guadarrama,
del mesetario mar enhiesta orilla,
horizonte solemne de mi villa
al que el magno Felipe dio gran fama
edificando en él su mortal cama
y en que hoy reposa aún su regia silla,
espinazo del centro de Castilla
que a su norte y su sur se desparrama,
fortaleza del corazón de España,
castillo berroqueño de su entraña,
columna vertebral de la ancha tierra
de la acre patria nuestra, es más que sierra
cielo pétreo que en honda calma baña
al alma que por él se eleva y erra.
Un saludo.
Ludovico.