Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: enero 2011

jueves, 27 de enero de 2011

El vizconde rijoso y el mitómano rijoso

Il y a des temps où l’on ne doit dépenser le mépris qu’avec économie, à cause du grand nombre de nécessiteux.

(Chateaubriand, Mémoires d'Outre-Tombe, 1848)


O sea:

Hay tiempos en los que no se debe gastar el desprecio más que con parsimonia, de tantos necesitados como hay.

¿Qué tienen en común el vizconde rijoso, Chateaubriand, y el mitómano rijoso, Malraux? Ante todo que ambos eran rijosos, claro, y vanidosos. También que estuvieron en la política pero sin estar. Y además que los dos jugaron ingeniosamente con la palabra desprecio. Chateaubriand desdeñaba a los chaqueteros y trepas de principios del siglo XIX francés. Malraux -en Le Temps du Mépris (1935)- temía el desprecio que los nacional-socialistas sentían por la vida humana, pero como en aquel entonces Malraux era de izquierdas, fingía desconocer el desprecio aún mayor que tenían los comunistas por otras vidas también humanas, a fin de cuentas.

Pero seguro que algún lector encontrará otra afinidad -electiva o no- entre estos dos escritores franceses.

Y también creo que la cita de Chateaubriand no tiene desperdicio. Tampoco en nuestros tiempos. Así es que no desperdiciemos el desprecio, que terminará escaseando.

jueves, 20 de enero de 2011

Pierre de Ronsard: seis versiones de un soneto

En Septiembre y en Octubre publiqué aquí (en Citas desde la caverna III y Citas desde la caverna VI) el famoso soneto de Pierre de Ronsard Quand vous serez bien vieille, seguido de dos traducciones al español y una versión libre en inglés. El asunto pareció interesar a los lectores y me comprometí a buscar otras traducciones del mismo soneto para compararlas. Fernando Ortiz me descubrió una magnífica versión de Leopoldo Panero, muy poco conocida pues fue publicada póstumamente. Y encontré otra traducción de Javier Lentini, recogida en Mil años de poesía europea, de Francisco Rico.

Cumplo ahora con el compromiso y publico a continuación el original y las cinco traducciones. Espero que disfruten con esta serie de versiones, todas ellas competentes y algunas muy hermosas. Me gustaría saber cuál prefieren ustedes y por qué. Además del original, claro es.




Quand vous serez bien vieille

Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,
Assise auprès du feu, dévidant et filant,
Direz, chantant mes vers, en vous émerveillant
Ronsard me célébrait du temps que j’étais belle.

Lors, vous n’aurez servante oyant telle nouvelle,
Déjà sous le labeur à demi sommeillant,
Qui au bruit de mon nom ne s’aille réveillant,
Bénissant votre nom de louange immortelle.

Je serai sous la terre et fantôme sans os :
Par les ombres myrteux je prendrai mon repos :
Vous serez au foyer une vieille accroupie,

Regrettant mon amour et votre fier dédain.
Vivez, si m’en croyez, n’attendez à demain :
Cueillez dès aujourd’hui les roses de la vie.

(Soneto de Pierre de Ronsard, 1587)




When you are old

When you are old and grey and full of sleep,
And, nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountain overhead
And hid his face amid a crowd of stars.

(Versión libre de W.B. Yeats, 1893)




Cuando vieja ya seas, y a la luz de una vela
te sientes junto al fuego, con el hilo en la mano,
al entonar mis versos, con estupor de abuela,
dirás: cuando era bella, Ronsard me alabó en vano.

No vivirá ya entonces la criada en duermevela,
casi rendida al término del quehacer cotidiano,
que al oír ¡Ronsard! despierte, con voz que el sueño vela,
bendiciendo, al nombrarte, lo inmortal de lo humano.

Fantasma deshuesado, yo estaré bajo tierra,
y entre mirtos sombríos de mi paz gozaré;
tú, anciana, que los ojos junto al rescoldo cierra

mi amor lamentarás y el desdén de mi fe.
No esperes a mañana: mi consejo no yerra.
¡Coge hoy las rosas vivas, aún con el agua al pie!

(Traducción de Leopoldo Panero)




Cuando seas muy vieja, en la penumbra ociosa,
hilando y devanando junto al fuego sentada,
al cantar mis estrofas dirás maravillada:
“Ronsard me celebraba cuando era tan hermosa”.

No habrá sirviente entonces al escuchar tal cosa,
por el trabajo rudo ya medio adormilada,
que al rumor de mi nombre no despierte encantada,
bendiciendo tu nombre, de alabanza gloriosa.

Yo estaré bajo tierra y, espectro descarnado,
a la sombra del mirto dormiré sin cuidado.
Tú serás en tu hogar una anciana encogida,

llorando mi amor muerto y tu repulsa vana.
Créeme: Vive ahora. ¡No esperes a mañana!
¡Recoge cada día las rosas de la vida!

(Traducción de Fernando Aguirre de Cárcer)




Cuando seas vieja y gris, colmada por el sueño,
y cabeceando al fuego, tomes este libro
y leas despacio, y con el brillo suave sueñes
que hubo en tus ojos una vez, y con sus sombras;

cuántos tus ratos de risueña gracia amaron
y tu belleza con un amor sincero o pérfido,
mas sólo un hombre amó tu alma en ti viajera
y las penas amó de tu cambiante cara;

y encogiéndote junto al fuego crepitante
murmures triste, acaso, del amor que huyera
para vagar por las montañas desoladas
y su rostro esconder en un montón de estrellas.

(Traducción de Eliseo Diego, 1991)




Cuando seas muy vieja, al claror de una vela
junto al fuego, de noche, devanando e hilando,
recitando mis versos, dirás, maravillando:
Ronsard me celebraba, cuando yo era muy bella.

Ante tal nueva, ni una habrá, de tus doncellas,
ya sobre sus labores a medias dormitando,
que al rumor de mi nombre no vaya desvelando,
con eterna alabanza bendiciendo tu estrella.

Yo estaré bajo tierra: fantasma nebuloso,
entre mirtos umbríos tomaré mi reposo:
Tú, en el hogar, serás una anciana encogida,

lamentando mi afecto y tu desdén, puritana.
Vive, créeme, ahora: no aguardes el mañana:
Recoge desde hoy mismo las rosas de la vida.

(Traducción de Javier Lentini)

miércoles, 19 de enero de 2011

Glosolalia de pinganillo

Todo se envilece, hasta la glosolalia. El grandioso don de lenguas pentecostal se convirtió ayer en vulgar truco de pinganillo, en el Senado.

viernes, 7 de enero de 2011

El Rompimiento de Gloria (Apéndice)

Apéndice


Todos los personajes relevantes de esta novela son ficticios salvo el principal: la Sierra. Cada lugar aquí descrito tiene su nombre y sus coordenadas topográficas en las serranías de Gredos, Guadarrama o Ayllón; si no aparecen en el libro es para no dar ideas malsanas a los domingueros. Quienes conocen estos lugares no necesitan más pormenores para identificarlos y otro tanto ocurre con las citas clásicas. Traducir del latín o del inglés sería, por lo demás y salvo excepciones, vana pedantería o insulto a la vasta cultura de los lectores.

Sí parece prudente, empero, aclarar algunos extremos.

La dedicatoria me la tradujo Miguel Ángel Ochoa del romance al latín y ahí sí que quien no entienda no tiene porqué sentirse deshonrado: se buscó adrede “la decente oscuridad de una lengua erudita”, no porque hubiese que ocultar algo indecente, sino lo contrario.

La única licencia poética que me he permitido es la supuesta etimología de Fonseca, atribuida en la página 19 a fuente del sauce. José Antonio Pascual confirma mis temores. Me dice que Fonseca tan sólo puede venir de fons sicca; la única alternativa –muy rebuscada- sería fons siliqua, que en gallego perdería la ele intervocálica convirtiéndose en fonseicua. He dejado el texto como estaba, en parte por pereza y en parte porque, aun si la etimología ortodoxa vulnera aquí la regla sagrada de nomen est numen, deja en pie la otra de nomen est omen, ominosa como tenía que ser.

La letrilla de la página 23 la improvisó José Antonio Primo de Rivera tomando una copa con Camilo José Cela en el Bar Bakanik de Madrid. La garrapateó en una servilleta de papel que Cela guardó hasta que se perdió durante la guerra. “Es lo menos que se puede perder en una guerra”, me comentó Cela con resignación, después de demostrarme, recitando el texto, que no había perdido la memoria.

Yo por el contrario sí tengo motivos para desconfiar de mi memoria. La cuarteta de la página 37, que es de Mervyn Peake, la leí hace mucho tiempo y durante años la recordé equivocada, así:

I cannot tell the reasons,
I only know the runes:
The sadness of the seasons,
The madness of the moons.


Cuando descubrí mi error me quedé triste, pensando que el error era mejor que la realidad. Pero no, yo había introducido un elemento cabalístico con aquellas runas que poco añadían al misterio y en cambio le quitaban su limpia y llana melancolía.

Me gustaría saber de quién son los dos hermosos versos apodícticos de la página 52, El deleite en el oficio/ al siniestro face diestro. Se los oí citar a Manuel Alvar, le pregunté de quién eran y me dijo que no sabía, probablemente de un autor castellano de la Baja Edad Media. Si algún lector me ilustra, se lo agradeceré mucho.

[Pues bien, me ilustraron mi amigo don Jaime Olmedo Ramos por carta el 2004 y don Pablo Pérez d'Ors en un comentario publicado en esta bitácora en el 2009.

Los versos son del Marqués de Santillana, en sus Coplas al muy exçellente e muy virtuoso señor don Alfonso, Rey de Portugal:

Ca uso faze maestro,
e virtud es exerçiçio:
al siniestro faze diestro
el deleite del offiçio.

Natural con artifiçio,
quando son juntos a una,
si desastre non repugna
fazen útil hediffiçio.

(Copla VI)]

El canto al Otoño mencionado en la página 60 es de Keats. Es verdad que siempre me olvido de quién es, así que esta nota es más para mí que para usted.

La alusión a Diana Cazadora en la página 79 viene de Shakespeare: Let us be Diana’s foresters, gentlemen of the shade, minions of the moon (Henry IV, Parte 1ª, Acto 2º). Esto sí creo que conviene traducirlo, y la versión más literal que se me ocurre para conservar su sentido a la vez gallardo y misterioso es ésta: “Seamos los guardabosques de Diana, caballeros de la sombra, secuaces de la Luna”.

No creo que muchos recuerden hoy a Eugenio d’Ors, así que bueno es aclarar que el villancico de la página 116 es de él. Se entiende mejor con los versos anteriores:

- Dígame, Rey Mago,
quién lo trajo aquí.

- De mi torre pina
estrella que vi.

-Y a ti, pastorcillo,
¿quién te lo anunciaba?

- Por mis soledades
un Ángel pasaba...

Escribas cerraron
puertas y ventanas.
Huyen mercaderes
de visiones vanas.
Para calar pronto
si viene el Señor,
cuídate ser Mago
si no eres pastor.


No sé porqué el agudo autor anónimo de las aleluyas a las retamas (página 164) se olvida de un par de especies, como la hiniesta y el engordatoro o carquesa, que también se dan en el Sistema Central según la guía botánica de Modesto Luceño y Pablo Vargas.

El robo del reloj del General alemán (página 225) no está inventado sino tomado del diario El País, 2 de enero de 1998.

Por último, y antes de que algún montañero fondón me acuse de que los tiempos previstos en las dos marchas que mencionan lugares identificables (páginas 165 y 203) son imposibles por demasiado cortos, me apresuro a señalar que discutí y ajusté los recorridos y tiempos con Juan Antonio García Díez, que en paz descanse, Antonio Fernández Fábrega, Bernardo de Sicart y, en especial, con Jaime Alejandre. Conste mi agradecimiento a éstos y a otros amigos más sabios que yo en montes, plantas o letras, que han sufrido con paciencia mi manía minuciosa.




* * *





(El apéndice que antecede se corresponde exactamente con la versión impresa de la novela El Rompimiento de Gloria, salvo, como es evidente, lo acotado entre corchetes.)

Bibliografía de El Rompimiento de Gloria
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008


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