Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: febrero 2024

jueves, 29 de febrero de 2024

y II: Ludwig Wittgenstein, timidez y osadía

 


9 años

 

41 años


Todas las vidas humanas son productos de una combinación bastante simple: Nature et nourriture. La combinación aparece mencionada en la Antigüedad clásica y de allí pasa al francés medieval y al inglés renacentista.  Pero en la combinación irrumpe a veces, muchas veces, el azar. Ludwig Wittgenstein heredó, como sus hermanos, mucha inteligencia y bastante tensión nerviosa, a lo que el azar añadió en su entorno los cataclismos políticos y bélicos de la primera mitad del siglo XX.

La mezcla de los distintos influjos de su época y los de su entorno familiar (tres de sus cuatro hermanos se suicidaron), los de su país (el Imperio Austro-Húngaro desapareció en 1918 y la propia Austria  fue absorbida en 1938 dentro del Tercer Reich alemán) y los de su propio temperamento, lo llevaron a estallar con frecuencia y de forma impredecible.

Ludwig Wittgenstein fue el octavo y último hijo de una familia austríaca tres cuartas partes judías, de conversos católicos. Nació en Viena en 1889 y murió en Cambridge en 1951.

Yendo al cómo era Wittgenstein y no al qué o al cuándo, cabe detectar en él un notable parecido con una ardilla. Una ardilla fuerte y valerosa, pero ardilla. Véanse por ejemplo algunas de sus chispas de ingenio, a veces cómicas, otras surrealistas y algunas trágicas:

“Cuando hay disparos hay que correr hacia ellos y no huir”, dijo a su hermana Margarete agarrándola de una mano para arrastrarla a donde se oían los disparos que causaron 85 muertos en la manifestación socialista de Viena en Julio de 1927.

           Siempre fue hombre de impulsos. Por impulso cedió su fortuna heredada a sus hermanos. Pero el arrebato más sorprendente fue irse en 1935 a la Unión Soviética con su amigo Skinner para vivir allí trabajando como obreros. No parece que fuese tan ingenuo como para creer que la Rusia de Stalin tenía mucho que ver con la de Tolstói o Dostoyevski, pero tampoco Wittgenstein se sentía atraído en especial por el marxismo, pese a que en Cambridge era entonces la ideología dominante entre muchos de los alumnos más destacados. El caso es que la estancia duró poco.

“ I often fear madness”, escribió Wittgenstein el 18 de Octubre de 1946, una semana antes de la velada del atizador[1].

Podría decirse que la esencia de su vida está en la tragicomedia del atizador atónito. Ocurrió el Viernes 25 de Octubre de 1946, en el King’s College de Cambridge.   Karl Popper, todavía un joven prometedor, era orador esa noche en el Cambridge Moral Science Club. Asistían el profesor Ludwig Wittgenstein, presidente del club, Bertrand Russell, el eterno símbolo de la filosofía provocativa y radical (pero no excéntrica) y una treintena de alumnos y postgraduados. Entre estos últimos abundaban los recién licenciados del ejército británico que acababan de luchar en la guerra y todavía se vestían con restos de sus uniformes.

Wittgenstein tenía en la mano el atizador de la estufa que apenas calentaba el aire frío y húmedo del otoño inglés. Discrepó del invitado, Karl Popper, judío vienés como él, pero menos valeroso o imprudente y también menos atrevido que Wittgenstein en su filosofía[2]. Al cabo de unos diez minutos, tras blandir el atizador y habiéndole dicho Russell “put the poker down” se fue de la sala tirando al suelo el hierro y dando un portazo.  

La manía peligrosa de etiquetar a hombres, comportamientos y rarezas parece obligar a nombrar los elementos esenciales de esa extraña velada cantabrigiense. Pese a su excentricidad –o tal vez gracias a su excentricidad– es Wittgenstein el indudable protagonista de la extraña velada. En la Antigüedad los asiáticos lo habrían llamado el Loco Sagrado. En la modernidad unos lo calificarían de autista y otros de excéntrico pero en nuestra postmodernidad le atribuirían apelativos como esquizoide o síndromes como el de Asperger. Lo cual no siempre nubla la capacidad intelectual. 

Da igual, cada hombre es un mundo y el de Wittgenstein mezclaba creación y abatimiento, inspiración y tedio, dependiendo, cabe suponer, de la etapa de su vida. Sin embargo, incluso de esa mezcla parece surgir una conclusión paradójica:

Always come down from the barren heights of cleverness into the green valleys of folly[3]

 "Baja siempre desde las cúspides estériles de la astucia a los verdes valles de la locura".

 



[2] Parece ser que por aquel entonces Wittgenstein había dicho de Popper que pensaba que podría cambiar el mundo y le había aplicado el grosero correctivo de: “don´t try and shit higher than your arse” (“no intentes cagar más alto que tu culo”).  Wittgenstein’s Poker, por David Edmonds y John Eidinow.

[3] Culture and Value, Edited by G.H. von Wright, pág.86. Noviembre de 1948, un par de años antes de morir.