Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: abril 2011

sábado, 23 de abril de 2011

San Jerónimo (y VII)

La mejor manera que se me ocurre de celebrar la Pascua es regalarles a ustedes estas últimas imágenes del Santo Patrono de los traductores -y me atrevo a decir que de todos los escritores que se empeñan en ser claros- en su celda y biblioteca, lugar de esfuerzo y de disfrute.

Van desde imágenes muy austeras hasta otras recargadas. Algunas son más primitivas, y otras no sé por qué me parecen tener un halo protestante. En todas hay símbolos, pero en algunas más. Y ciertos símbolos no los habíamos visto en cuadros anteriormente mostrados. En fin, me limitaré a colocar las reproducciones con el nombre del pintor y la fecha, y dejo a ustedes las cábalas y comentarios que sin duda leeremos con gusto los demás.




Jan Van Eyck pinxit circa 1435








Domenico Ghirlandaio pinxit circa 1480



Miniatura francesa circa 1500










Vincenzo Catena pinxit circa 1510









Lucas Cranach pinxit circa 1526














Caravaggio pinxit circa 1605




Postdata sobre otro signo de los tiempos:




Diego de Mora pinxit 2010




¿La insobornable contemporaneidad ha irrumpido en la cueva del sabio? ¿No quedan ya torres de marfil ni celdas en el yermo? Me temo que el beatus ille sea algo menos beatus con fax y teléfono que sin ellos. Lo sé por experiencia propia. Pero, aun así, doy por seguro que San Jerónimo hubiese escrito más a gusto en esta biblioteca de un castillo del Loira, bien habitada y leída hoy por su castellano, que en un convento con hilo musical de liturgia de guitarra eléctrica. Y el león también lo preferiría.


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jueves, 14 de abril de 2011

San Jerónimo (VI)

Acababa de colgar el San Agustín de Carpaccio cuando en una especie de involuntaria aplicación de las sortes virgilianae me encontré con estas palabras de Ramón Gaya:

“De ahí que para un español extremoso, enceguecido de casticismo, la pintura italiana no sea más que un poco de belleza maleable, aduladora, ligera, cínica; y para un italiano típico, castizo –descaradamente aposentado en la hermosura-, la pintura española no sea más que un poco de fealdad ensoberbecida. Claro está que cada uno de estos dos casticismos se equivoca al juzgar y al estimar a su contrario, pero no en su caracterización del otro.” (Velázquez, pájaro solitario, de Ramón Gaya).

Como no estoy enceguecido de casticismo, no diré que Carpaccio tenga algo de lo antes citado. Pero tal vez su belleza provoque a veces una sonrisa que casi ningún pintor español suscita. En fin, como seguíamos con las interpretaciones iconográficas de toda suerte de enigmas, símbolos y aun juegos, que abundan en estos cuadros de San Jerónimo en su celda y biblioteca, pasemos de la ligereza italiana a una cierta solidez –que no pesadez- germana:


Durero caelavit circa 1514


Ya hemos visto en los demás cuadros el león, y en algunos el perro. También el capelo cardenalicio, que a veces parece un sombrero de peregrino. Pero ¿y la calabaza? ¿Será cosa asimismo de peregrino? Porque no puedo creer que se trate de una alusión a la disputa sobre Jonás .


Tiene razón Jorge Sebastián, las interpretaciones suelen ser alternativas y apasionantes. En cuanto a que resulten peligrosas, también. A veces literalmente peligrosas, mortalmente peligrosas. Me ha recordado un problema clásico en la criptografía: el "hiperdescriptado" de los mensajes cifrados. Ocurrió mucho en los gabinetes negros en la Primera Guerra Mundial, donde los mejores especialistas, con los nervios agotados, podían encontrar un sentido perfectamente lógico y totalmente equivocado en un mensaje secreto indescifrable.

El desvarío analítico podía llevarse al fondo del mar a cientos de combatientes propios y el acierto podía causar la muerte a cientos de enemigos.
Claro que eso mismo ocurre con consecuencias parecidas en la naturaleza, donde el reino vegetal o el animal están llenos de trampas o de falsos símbolos para matar y no ser muerto por el competidor. Y para procrear, por supuesto. El engaño, con o sin sonrisa, es inherente a la vida, y el arte no es ajeno a la naturaleza ni en la intención ni en el resultado.

Por último, y volviendo al San Agustín de Carpaccio en la versión final , ¿puede alguien aclarar por qué figura en la mesa del santo una concha porcelana de la familia de las Cypreae? En otros lugares se llamaba cauri, y era símbolo precisamente de aquello a lo que se parece. Por no hablar de la especie de melón cortado por la mitad que hay al pie de la mesa. Y conste que siempre me parecieron sensatas las palabras de San Pablo a Tito: "Todas las cosas son limpias a los limpios". Y nada herética la glosa de D.H. Lawrence: "Para el puritano, todas las cosas son impuras".

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jueves, 7 de abril de 2011

San Agustín de Carpaccio



Carpaccio delineavit circa 1502

Gracias a los siete muy interesantes comentarios, en especial los de Otto Silenus y de Chimo Soler, todo aparece mucho más complicado que antes. Donde había un caniche aparece ahora un volpino, y, en un boceto previo al cuadro, un supuesto gato, que para mí es un armiño o quizá una comadreja. Todos esos animales, como el resto de los elementos de la escena, tienen significado simbólico.

Este boceto está en el Museo Británico y la explicación es que San Agustín se hallaba en su celda escribiendo una carta a San Jerónimo cuando vio por la ventana “una luz indescriptible” que le reveló al primero que el segundo había muerto.

Es muy cierto que la simbología que se puede encontrar en las wikipedias sobre San Jerónimo en su biblioteca es insuficiente, pero no así la que se puede encontrar en cualquier buscador. Siempre que uno sea suscriptor de Jstor u otro sitio parecido, claro está. A ver si algún visitante rico y erudito que pasee por estas páginas nos obsequia por ejemplo con el artículo de Helen I. Roberts St Augustine in "St. Jerome's Study": Carpaccio's Painting and Its Legendary Source, repleto de raros saberes.

Por último, seguro que muchos prefieren a San Jerónimo antes que a San Agustín. Aunque sólo sea porque ese detestable imbécil llamado J.J.Rousseau siempre ha figurado como una especie de epígono del Obispo de Hipona, qué más hubiera querido J.J.. Pero también puede gustar un personaje por sus defectos ciertos o atribuidos. San Jerónimo fue acusado de haber sido en exceso sensual cuando era joven (qué mala es la envidia) y de siempre haber seguido siendo en exceso aficionado a los clásicos de la gentilidad (quién no). También se le reprocha su misantropía (señal de realismo y de adecuación a la ortodoxia judeo-cristiana).

En fin, tengo que confesar que tan sólo ahora empiezo a reconciliarme con San Agustín. Y todo porque está claro que ya que no era aficionado a los leones como San Jerónimo, por lo menos le gustaban los perros y los mustélidos, animales feroces donde los haya.

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