jueves, 8 de diciembre de 2011
Botones de muestra (VI)
La frase de la portada de esta biografía de Alma Mahler Gropius, escrita por Almudena de Maeztu, dice mucho pero no todo: "Una mujer generosa, de espíritu libre, siempre polémica, musa de artistas, que fascinó a todos los que a ella se acercaron". Lo que no dice la portada pero sí el interior del libro es si era inteligente además de fascinante y buena persona además de generosa. La contestación a ambas preguntas que se desprende del texto de este libro es "Tal vez sí, tal vez no. Dependía de los días".
Esa condición cambiante en sus pasiones como en sus gustos hacía de Alma Schindler (por darle su nombre de soltera, que dejó de usar desde que se casó con el músico Gustav Mahler) materia perfecta para una biografía o una novela. La autora de este libro no ha desaprovechado la ocasión. Empezó escribiendo una tesis doctoral y luego la convirtió en una biografía que sin sacrificar el rigor histórico evita las arideces tan frecuentes en las tesis universitarias. Abarca la vida de la biografiada desde su nacimiento en 1879 hasta su divorcio en 1920 del arquitecto Gropius. Luego ella se casó con el escritor Franz Werfel y vivió hasta 1964. Tuvo amantes tan notables como los pintores Gustav Klimt y Oskar Kokoschka, amén de otros de menor cuantía.
Era vanidosa, voluntariosa y egoísta. En este libro aparece reproducida una larga y dura carta que le escribió Gustav Mahler, presa de los celos pero no ciego por ellos. Ni siquiera le hace reproches, más bien la analiza sin contemplaciones. Lo más curioso es que le señala, al parecer con motivos, que está vacía de ideas:
"Mi Alma, ¿cuáles son tus ideas? ¿Los escritos misóginos de Schopenhauer, las antimoralidades del superhombre de Nietzsche, tan falaz como detestable, los brumosos sueños ideológicos y etílicos de Maeterlink o la retórica de burdel de Bierbaum y compañía? Esas no son ideas tuyas, gracias a Dios, sino ideas ajenas."
Claro que junto a eso debía de tener una simpatía y un encanto arrolladores. Quizá también en vez de egoísta habría que usar el eufemismo egocéntrica. Y era muy guapa.
Esta biografía cumple brillantemente con la principal condición de ese género literario e histórico: expone de forma clara y amena la información disponible y deja al lector que juzgue al personaje. Leyendo este libro uno puede pensar que Alma Mahler era un monstruo. O una sirena cautivadora. O una eterna adolescente malcriada. O una mujer muy atractiva, que comprendía muy bien a los artistas y que gracias a eso fue una musa poderosamente inspiradora de músicos, pintores y escritores, y hasta arquitectos de la Bauhaus, a quienes cabría suponer una frialdad práctica y austera que los inmunizase ante cualquier vampiresa o valquiria. Quizá de verdad fue una fuerza de la naturaleza. Y, como me dijo la autora, "tal vez leyó demasiado a Nietzsche". Porque la biógrafa, Almudena de Maeztu, simpatiza con los personajes de estas vidas pero no deja de verlos con ojos muy claros ("Mahler en su música tenía un lado macarra", se atreve a decir). Qué diferencia con quienes descubren todo este mundo por casualidad, como tal político español que quedó prendado de la música de Gustav Mahler porque vio la película que lleva su nombre y hasta hoy no ha dejado de referirse a sus composiciones. "Consiguió que nos aburriese Mahler, pero peor hubiera podido ser si Alfonso Guerra en vez de ver Mahler hubiese descubierto a Mozart viendo Amadeus y nos hubiera hartado de su música", dice un amigo mío, anarca él.
Para los españoles que conocemos mal el mundo centroeuropeo y danubiano es éste un libro tan fascinante como Alma Mahler y esclarecedor del alma de Alma y de las tormentas de ella y de sus coetáneos.
Alma Mahler Gropius
Por Almudena de Maeztu
JP Libros
Barcelona, 2010
También disponible en edición Kindle:
https://www.amazon.es/dp/B006Y7DOXI
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También es curioso que Mahler fuera para la música tanto como Gropius lo fue para la arquitectura. Seguro que el misterio está en ella "Detrás de un gran hombre se encuentra una gran mujer" pero ¿Y detrás de dos hombres? Cabe la posibilidad de que Alma buscara la respuesta en Nietzsche, aunque pueda ser como ir de Málaga a Malagón.
ResponderEliminarBuena recomendación de esta lectura Santiago, la cual podremos disfrutar los creyentes porque se la pediremos a los Reyes Magos; los ateos, sin embargo, tendrán que esperar hasta su cumpleaños.
G. del VI
Excelente reseña, muchas gracias, pero creo que su amigo se equivoca cuando dice que Guerra se convirtió al mahlerianismo después de ver la película "Mahler". Esta cinta, un auténtico disparate de Ken Russell (director al que le encantaba desbarrar haciendo biografías de músicos, caso de Listz o de Tchaikovsky; y autor de "Tommy", entre otras lindezas) fue una cinta que pasó por España sin pena ni gloria. Creo, más bien, que Guerra se sumó a la moda de "Muerte en Venecia", de Visconti, que no hubiera pasado de un par de salas de arte y ensayo de no ser por la banda sonora, y, sobre todo, por el celebérrimo "Adagietto" de la 5ª Sinfonía. Decir, hace casi treinta años, que no te gustaba "Muerte en Venecia" era casi un anatema. Pero el tiempo pone las cosas en su sitio y son pocas las personas que la han vuelto a ver sin quedarse dormidas. Sin la música de Mahler, la película se cae.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Almudena de Maeztu
Fue "Muerte en Venecia", en efecto, la culpable de la afición vicepresidencial, y de la borrachera mahleriana que vivimos aquellos años. La resaca que dejó en la aficion musical fue de tal calibre que el Padre Sopeña, que había sido uno de los apóstoles del músico en España desde los años cincuenta, publicó en 1985 un libro ("Escrito de noche") que contenía un capítulo titulado simplemente: "¿Estaré harto de Mahler?".
ResponderEliminarPor cierto, si "Muerte en Venecia" da sueño pasados los años, ¿qué decir de "El año pasado en Marienbad"? ¿Alguien se ha atrevido con ella?
Pues sí tiene mirada clarividente Almudena de Maeztu y la posa con especial perspicacia sobre Alma Mahler. Quizá, en cambio, sea indulgente con las tormentas de su época: la feroz Revolución Rusa y la inepta República de Weimar fueron polvos que trajeron los lodos del resto del siglo XX. Los polvos de Alma Mahler fueron muchos e inconsecuentes. Todo ello hace de este libro una lectura a menudo apasionante y cuando menos divertida.
ResponderEliminarQuerido Undsoweiter,
ResponderEliminargracias por el comentario, pero en ningún momento mi intención fue ser indulgente con la Revolución Rusa o con la República de Weimar, sino tratar de comprender las causas sociales y políticas que las generaron. Aquellos lodos -que también lo fueron- a su vez surgieron de otros polvos. Me encanta que el libro le divierta. Nunca quise escribir un libro aburrido.
Perdón por lo extenso de la cita, al final aparecerá "Muerte en Venecia".
ResponderEliminarDe la entrevista concedida a Nabokov a Paris Review, en octubre de 1967:
El poshlust, o poshlost en su transliteración más exacta, tiene muchos matices, y si usted cree que se puede preguntar a cualquiera si le tienta el poshlost, evidentemente no lo he explicado con suficiente claridad en mi librito sobre Gogol. Basura cursi, vulgares clisés. “Filisteísmo” en todos sus aspectos, imitaciones de imitaciones, falsas profundidades, pseudoliteratura tosca, deficiente y deshonesta…ésos son los ejemplos obvios. Ahora bien si deseamos restringirnos a los escritos contemporáneos, tenemos que buscar el poshlost en el simbolismo freudiano, las mitologías apolilladas, el comentario social, los mensajes humanistas, las alegorías políticas, la preocupación excesiva por la clase o la raza, y las generalidades periodísticas que todos conocemos. El poshlost se manifiesta en conceptos tales como “Norteamérica no es mejor que Rusia”, o “Todos participamos de la culpa de Alemania”. Las flores del poshlost se dan en frases y términos como “el momento de la verdad”, “carisma”, “existencial” (empleado seriamente), “diálogo” (aplicado a conversaciones políticas entre naciones), y “vocabulario” (aplicado a un mamarrachista). Enumerar de un tirón Auschwitz, Hiroshima y Vietnam es poshlost sedicioso. Pertenecer a un club muy selecto (y que ostenta un solo nombre judío… el del tesorero) es poshlost, elegante. Los comentarios críticos mercenarios frecuentemente son poshlost, pero éste acecha también en ciertos ensayos petulantes. El poshlost llama gran poeta al Sr. Vacío y gran novelista al Sr. Fanfarrón (*). Uno de los viveros favoritos de poshlost ha sido siempre la exposición de arte; allí lo producen los llamados escultores que trabajan con herramientas de derribar, construyendo cigüeñales cretinos de acero inoxidable, estereotipos zen, cosas raras de poliestireno, objetos trouvés en letrinas, balas de cañón, albóndigas en conserva. Allí admiramos las muestras de las paredes de gabinetti de los llamados artistas abstractos del surrealismo freudiano, los borrones rugientes y las manchas de Rorschach… todo ello tan cursi por derecho propio como las académicas “mañanas de septiembre” y las “ramilleteras florentinas” de hace medio siglo. La lista es larga y, claro está, cada uno tiene su bête noire, su pesadilla dentro de la serie. La mía es ese aviso de una línea aérea: el refrigerio servido por una moza servicial a una pareja joven… ella con la mirada extática clavada en el canapé de pepinos, él admirando anhelante a la azafata. Y, desde luego, Muerte en Venecia. Ya ve el alcance.
¿Qué sería de la música de las películas del Oeste y de las heróicas en general sin Mahler?
ResponderEliminarSiempre nos quedarán Ennio Morricone y Franz Waxman...
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