Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: junio 2011

miércoles, 15 de junio de 2011

Sir Patrick Leigh Fermor


Ha muerto uno de los mejores escritores ingleses del siglo XX, Sir Patrick Leigh Fermor.

Espero publicar pronto aquí un artículo mío en español sobre él, pero mientras tanto me atrevo a remitir a una entrada en esta bitácora:

He's the top

Y al mejor de los obituaries que he visto hasta ahora en la prensa inglesa, escrito por la biógrafa y amiga de Paddy, Artemis Cooper, y publicado en The Independent el 11 de Junio del 2011:

Sir Patrick Leigh Fermor: Soldier, scholar and celebrated travel writer hailed as the best of his time

jueves, 9 de junio de 2011

Más sobre Georges Dumézil



Hace medio año ecribió en esta bitácora Joaquín Torrente. Su ensayo sobre Georges Dumézil, titulado Auto de Fe , es una de las entradas que más visitas ha recibido. Me parece interesante recoger esta otra reflexión suya sobre el eminente historiador y filólogo francés:

La Cabeza de la Hidra

La Cabeza de la Hidra


por Joaquín Torrente








Suele atribuirse a Voltaire el pérfido consejo "calumnia, que algo queda"; o dicho en francés: "calomniez, il en restera toujours quelque chose". La cita, que es apócrifa, ha sido atribuida sucesivamente -y siempre de manera inexacta- a Beaumarchais, al filósofo Francis Bacon e incluso a Goebbels. Lo que Voltaire dijo -nunca pensando en defender honras ajenas, sino su propia fama- fue algo muy diferente: "Il n'est pas mal de couper une tête de l'hydre de la calomnie dès qu'on en trouve une qui remue" (carta a M. Damilaville el 28 de noviembre de 1762).

No es mala recomendación. Hace algunos meses publiqué en esta acogedora bitácora unas notas en defensa del lingüista Georges Dumézil, cuya memoria había sido gravemente ofendida en vida y tras su muerte. Lo que pretendía ser un modesto homenaje a un sabio insigne, resultó, al mismo tiempo, un entretenimiento saludable y reconfortante. Por si fuera poco, recibí, algún tiempo después esta carta de Anne Perrine Curien, hija de Dumézil, que justifica aún más, si cabe, el tiempo empleado en ordenar y exponer los datos de que disponía.

Paris 24 de febrero de 2011

Querido señor:
He recibido su envío del interesantísimo artículo que ha publicado en el blog del Marqués de Tamarón a propósito de mi padre, Georges Dumézil. De otro modo no hubiera podido conocerlo.

Después de Didier Eribon en su libro "¿Hay que quemar a Dumézil?", usted contribuye a explicar hasta qué punto fueron injustificadas las polémicas que cruelmente le perturbaron al final de su vida. Fue esencialmente un sabio con métodos de trabajo rigurosos, guiado ante todo por la curiosidad de comprender el funcionamiento del espíritu humano. No creo que su obra estuviera influenciada por sus opiniones personales, siempre desprovistas de extremismo. Me parece que eso es lo que usted ha querido demostrar y por ello le estoy muy agradecida.

Con mis mejores sentimientos
Anne Perrine Curien.




Entradas relacionadas:
Omnes Vulnerant
Auto de Fe
Más sobre Georges Dumézil

martes, 7 de junio de 2011

Interpretación auténtica de Fernando Ortiz

Al referirme, hace un par de semanas, a las dos antologías poéticas de Fernando Ortiz que acaban de aparecer, comenté que en ambos libros abunda la melancolía barroca, bien distinta de la melancolía romántica. Por teléfono, el autor me comentó con su apacible tono sevillano "es que la melancolía barroca suele encerrar desengaño y la melancolía romántica más pasión". Tenía razón, claro, y por eso, por que él es un excelente intérprete de su propia obra (interpretación auténtica llaman los juristas a la que elabora el propio legislador, y, después de todo, legislador de su propia realidad debe ser el poeta) le he pedido que me deje publicar en esta bitácora las palabras de presentación de su antología Miradas al último espejo. Ahí van, con nuestro agradecimiento.

Presentación de Miradas al último espejo, por Fernando Ortiz

Enlaces relacionados:
Dos antologías poéticas de Fernando Ortiz

Presentación de Miradas al último espejo


por Fernando Ortiz





Decía yo, en el prólogo de una antología, que “con los años vamos adquiriendo nuevas experiencias. En cada edad la vida es la misma, pero la vemos de diferente manera. Como cuando nos alejamos de una ciudad que está en una sierra laberíntica. Y al irnos yendo, desde cada hondón o altozano la vemos con diferente perspectiva. Y si entramos en ella, al estar escalonadas las casas, nos depara más de una sorpresa. Creíamos que había tres, a lo sumo cuatro calles, y al internarnos entre éstas vamos descubriendo muchas más que, recatadamente, se ocultaban a esa primera ojeada que echamos, al pasar, desde la carretera. Se encuentra uno mil rincones inesperados. Esa ciudad es la vida. Y en las palabras del verso se entrelazan música, imágenes e ideas que sintetizan nuestra mirada cargada de tiempo. Esto hace posible que escribamos poesía siempre sobre el mismo tema y, en el mejor de los casos, con diferentes matices”.

Pero he aquí que una mañana fui al médico a recoger unas pruebas que yo pensaba rutinarias, hace hoy casi exactamente un año, y me encontré con el posible y cercano punto final. Ese punto final que nunca ponemos sino que nos lo ponen. Y me acordé de las palabras del prólogo del Persiles, ya dictado por Cervantes en su lecho de muerte, cuando dice: “El tiempo es breve, las esperanzas menguan”. ¡“Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos”!

Por cierto que mi buen amigo Manuel Ángel Vázquez Medel, en el magnífico discurso en el homenaje que el 28 del pasado abril me ofreció en nombre de la red internacional de universidades lectoras y el taller de escritura de la Universidad de Sevilla, dijo, si mal no recuerdo, que yo siempre andaba despidiéndome en mis versos, cosa que es cierta, y que por eso mi primer libro se titulaba Primera Despedida y el último Miradas al último espejo . Estoy de acuerdo con la humorada, pero con un matiz. En el primer libro me despedía de la turbia y animosa primera juventud y en el último –y que quede muy claro que yo estaría muy satisfecho si le siguieran otros- me despido con cervantino agradecimiento de la vida.

Y en verdad, en esta última vuelta del camino, por decirlo con las palabras con las que tituló Baroja el tramo final de sus memorias, se me antojó que me faltaba decir algunas cosas sobre la vida, sobre mis recuerdos, sobre mis afectos. Y estuve más de un mes urdiendo poemas, que transcribía en una libretilla con cubierta de vivos colores que compré en un mercadillo de la playa de Conil hará tres años. Hasta en la sala de espera del médico –al que por cierto debo agradecerle que me hiciese esperar muchas veces más de una hora, pues ya entraba en la consulta con el poema terminado- me llevaba esa libretilla, de las que voy a leerles ahora algún poema.

(Sevilla. Diputación Provincial. Casa de la Provincia. Palabras leídas el 24, 5, 2011)

Fernando Ortiz

(Este libro, editado por la Diputación de Sevilla, lo distribuye en Madrid “La mar de libros”, distribuidora. Dele Ud. la referencia a su librero. Precio, 6 euros).

(Y en Madrid lo tendrán muy pronto en la Librería Diálogo, calle de Diego de León, número 2, esquina calle de Serrano).

lunes, 6 de junio de 2011

Botones de muestra (II)


Leopoldo Calvo-Sotelo fue un político culto, y eso que sabía que hoy la cultura le sirve de bien poco al político. Por eso decía de Suárez: “Era un político de verdad, no le interesaba para nada lo que no fuese la política. Suárez no ha perdido tiempo leyendo; el tiempo que yo he pasado leyendo, millares de horas, Suárez andaba hablando con la gente, que es lo que tiene que hacer un político.”

Y en su cultura había mucho sentido del humor:
“En algún momento, que no recuerdo, caí en los Diálogos de Platón, que tienen un atractivo literario enorme, hasta el punto de que yo me sentía involucrado y cuando leía el Fedón esperaba que Sócrates no se bebiera la cicuta, como cuando en una novela policíaca uno confía en que no maten al señor conde.”

Este retrato intelectual está escrito por varios autores que conocieron bien al retratado. El que mejor lo retrata es –cosa insólita- un hijo, Pedro Calvo-Sotelo. Combina a la perfección en su mirada el cariño, la clarividencia y el humor.




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Botones de muestra