Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Ortega, homo universalis

viernes, 1 de agosto de 2025

Ortega, homo universalis

 



Se ha dicho de Don José Ortega y Gasset que era hombre de mal genio y buen carácter. Nada, pues, comparado con Unamuno, a quien el propio Ortega llamó energúmeno, tal vez por aliteración.

Quizá por eso a algún gracioso pudo recordarle al personaje bipolar de Robert Louis Stevenson, Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Mi padre pensaba lo contrario, que el eminente profesor era bastante apacible, como lo demostró en una larga travesía marítima de Barcelona a Buenos Aires. Se fue creando una pequeña tertulia en la cubierta donde Ortega llevaba la voz cantante. Un buen día la conversación versó sobre los toros y Don José lució toda su retórica brillante pero con poca base en el arte del toreo. Ya al final le preguntó a mi padre qué pensaba él sobre sobre lo allí dicho, a lo cual le contestó entre tímido y malhumorado:

- Profesor, yo pienso que usted sabe muchísimo de filosofía...Pero de toros...sabe poco.

Don José mostrose ofendido y mi padre nunca se convenció de haber obrado como es debido hablando con un gran sabio.

A fin de cuentas, a todos nos gusta más presumir de algo ajeno a nuestra profesión que de jactarnos de lo que de verdad sabemos. Entre el homo universalis y el fantasma no hay más que un paso. 

 

3 comentarios:

  1. Gracias por incitar a la reflexión y a mirarnos en el espejo cuando señalamos algo que nos disgusta. Me temo que la inteligencia artificial esté movilizando esa actitud hacia la utopía definitiva.
    Un amigo, autoridad académica en IA generativa, la define como "la invasión de los cuñados estocásticos".
    El humor nos salva, de momento.

    ResponderEliminar
  2. Admiro profundamente cómo, con esa soltura digna de maestro, logra usted capturar la dualidad de Ortega y Gasset en apenas tres líneas: su carácter “de mal genio y buen carácter” resuena como un verso medido y vibrante; mientras que la comparación con el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, resultado ingenioso de la aliteración interna del propio Ortega, es el eco justo que despierta complicidad entre el lector y el texto. Y qué bello detalle ese recuerdo familiar: ese retrato íntimo de tertulia marítima donde el filósofo desplegó su voz con brillantez, aunque desprovista de dominio taurino, añade frescura y humanidad a la figura inmortalizada.

    Como ángulo que me parece atractivo para enriquecer su homenaje, me pregunto si podría valer la pena mencionar esa tensión entre razón apasionada y estilo disciplinado que late en Ortega: una tensión que no es contradicción, sino más bien el pulso que hace vibrar su pensamiento, como un verso que resiste y al mismo tiempo habita la música. Ese matiz, sutil pero lleno de resonancia, me parece un regalo perfecto para quienes queremos seguir aprendiendo a leer no solo la filosofía, sino también la vida en clave poética. Muchas gracias, maestro le leo encantado.

    ResponderEliminar
  3. El caso es que a Ortega los toros no le gustaban mucho. Es simpático y mordaz a un tiempo tu comentario sobre fantasmas y sabios. Por los fantasmas antiguos: esos de sábana y cadena que moraban en castillos en ruínas con las lechuzas , siente uno comprensión y pena, sobre todo en invierno, pues van sin manta. Por los fantasmas de ahora, que moran por doquier, sin cadenas, con teléfono y declamando sandeces, pues no sé..No me atrevo a decir que siento. Es bien cierto aquello que de lo que presumes careces y también suele serlo que lo que no es vanidad es imprudencia. Supongo que el Sr. Ortega se excedería en sus aseveraciones más por imprudencia que por vanidad y al final tu señor padre corrigió sin malicia el exceso. Creo que hizo bien pues nada más oportuno que una verdad contra el error. Lo de Unamuno y su carácter es bien sabido también, y además José Pla añadía que era un avaro tremendo. A tu servicio Santiago, David

    ResponderEliminar

Comentar