Los partes de guerra que nos llegan de los distintos frentes son confusos y aun contradictorios. Rápidos avances en Escandinavia, fuerte presión en Europa Central, relativa estabilización en Francia, pocos combates en la Unión Soviética, guerra relámpago en España, ligera recuperación del bando perdedor en Cuba. Nos referimos a la guerra mundial entre el tú y el usted. Hace un par de meses enviamos un cuestionario a diversos amigos en una docena de países, de cinco lenguas diferentes. Podríamos tabular los resultados, pero no conseguiríamos más que aburrir al respetable. A los españoles sólo nos gustan las conclusiones trascendentes. Ahí van, pues, transmutadas «de anécdota en categoría».
El avance del tú como forma única de trato continúa en casi todo el mundo, pero con menor ímpetu que hace quince años. Hoy por hoy parece más aventurado que en 1970 vaticinar que a principios del siglo XXI ya no existirá el usted. La reacción ha sido fuerte. Los Srs. Mitterrand, Tierno Galván y Fidel Castro, por citar sólo a tres reaccionarios, no están nada por la labor del tuteo generalizado. Mas por mucho que su ejemplo enardezca a la «famélica legión» que invocan cada vez que cantan la Internacional, dudamos que consigan educar a la otra legión, la que de verdad marca la moda que luego imitan sus mayores para no parecer viejos, la legión del porro y la caja tonta.
En los países nórdicos el tuteo está más cerca del triunfo absoluto porque a la natural simpleza de los jóvenes se ha unido la catequesis progre de unos maestros de escuela convencidos de que su misión histórica era instaurar la fraternidad universal suprimiendo el usted del léxico de sus alumnos, con lo que empiezan a escasear no ya quienes quieran usarlo, sino quienes sepan hacerlo. El proceso está más avanzado aún en Suecia que en Dinamarca. En el mundo germánico, además de los matices que determinan los distintos países y religiones, se da la circunstancia curiosa de que en la nobleza católica (sobre todo la austriaca y por contagio la bávara) se tendía por tradición a usar el tú al hablar entre iguales, y en los estados del norte y este de Alemania la aristocracia, protestante en su mayoría, tendía al usted. En ambos casos se trataba de lo que Julio Cerón llama palabras levadizas, que aíslan a un grupo social de su entorno. Claro está que los que escogieron el tuteo se encuentran ahora con que al convertirse en práctica general ya no les sirve de santo y seña, mientras que los que se aferran al usted todavía obtienen alguna que otra satisfacción. De todas maneras éste subsiste en la Suiza alemánica ultracapitalista como en la Alemania oriental comunista, así es que algún discreto encanto postfeudal tendrá.
Pero donde menos predomina el tuteo es en Francia. Aún hoy conocemos alguna pareja de menos de cincuenta años en la que marido y mujer se hablan de vous, como era frecuente en generaciones anteriores. A fin de cuentas, hasta J. P. Sartre y Simone de Beauvoir, tanto monta monta tanto en el pensamiento revolucionario, se hablaron siempre de usted, como nos recuerda don Emilio Lorenzo (ABC, 25-7-1985). Nada de lo cual obsta para que también en el mundo francófono —más en Bélgica y menos en Suiza que en Francia— progrese el tuteo entre los jóvenes. El único país donde no ocurre otro tanto es Cuba. Ya en anterior ocasión hemos comentado las frecuentes notas del Ministerio de Educación que publica el diario habanero Juventud Rebelde exhortando a la juventud (rebelde, pero dentro de un orden) a hablar de usted a superiores y desconocidos. Precisamente donde se hubiera podido pensar que la revolución acabaría con el usted está intentando conservarlo. En la Unión Soviética, adrede o no, también se mantiene.
Si el caso cubano puede sorprender a algunos españoles, no resulta extraño en el ámbito hispanoamericano, mucho más conservador del usted que el nuestro. Ese apego puede llegar a extremos paradójicos como en Chile, donde se tratan de usted los que no se conocen bien, de tú los amigos y de nuevo de usted los novios o esposos, o los adultos a los niños cuando quieren mostrarse cariñosos. Este usted bis amoroso es tan revelador que una mujer puede decirle a una amiga: «Ten cuidado, que se te empieza a notar que estás enredada con Fulanito. Ayer se te escapó un usted hablando con él en público». Puede que todas estas sutilezas lingüísticas sean restos decadentes del pasado, pero si seguimos suprimiéndolas, ¿quedará algo más que el gruñido prehistórico?
(Publicado en el ABC del 30 de Noviembre de 1985 y en El Guirigay Nacional (1988) y en El Guirigay Nacional, ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Cuando yo trabajaba en ese extraño medio, entre académico y político, que es el mundo de los centros de análisis, llamados por los pedantes think tanks, palabra que habría que haber traducido - pero nos faltó empuje, o humor- por pensaderos, se decía que quienes viven de la bola de cristal tienen que resignarse a una dieta de cristales rotos. Por aquellas fechas, y sin tener nada que ver con mi trabajo principal, fue cuando escribí estos artículos sobre el lenguaje, el guirigay nacional, y cuando ahora releo los pronósticos de hace un cuarto de siglo me sonrío. Pero este de que "hoy por hoy parece más aventurado que en 1970 vaticinar que a principios del siglo XXI ya no existirá el usted" fue una previsión más bien prudente. El usted existe, o mejor dicho subsiste, con precariedad, en España. Veremos por cuanto tiempo más.
Por lo demás, tampoco la serie estaba exenta de errores. Los reconocí reproduciendo -al recopilar los artículos en libros- los deslices que me iban señalando amables e iracundos lectores. O los que me señalaba mi propia conciencia inquieta. Aun hoy de vez en cuando me apuntan o me reprochan alguna equivocación cometida en la noche de los tiempos. La última me la anota Antonio Burgos en su comentario a mi anterior entrada (Muerte de uno). Tenía razón mi amigo sevillano y se la reconocí en la bitácora, que si fuera una bitácora de barco haría fe, tanta como un acta notarial. Vale.
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
jueves, 24 de febrero de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
Muerte de uno
A punto ya de consumarse la tragedia histórica de la desaparición de la vieja mitología clásica con la implantación del cristianismo —fin de una serena concepción cíclica del tiempo histórico y orto de las angustias semíticas, cristianas o marxistas del tiempo lineal, del Alfa al Omega— se oyeron voces en los mares griegos gritando: «¡El gran dios Pan ha muerto!». Quizá por eso nuestros terrores sean ahora sórdidos (el sida, la bomba atómica, el cáncer) y no pánicos (el rumor inquietante del viento en las encinas, el brillo maligno de la luna en el arroyo, el olor montuno del rapto y de la muerte al aire libre). Todo ello es triste e irreparable, pero al menos Pan tuvo sus exequias nobles: el grito de desgarro que cuenta Plutarco.
No así la lengua castellana. Desde Forner nadie se ha molestado en oficiar un digno funeral por nuestra lengua, acaso porque las exequias habrían de llevar aneja una denuncia de los «traductores hambrientos y charlatanes ambiciosos», autores, según Forner, del asesinato, y ya nos advertía el propio polemista extremeño que «las escuadras de la ignorancia han sido siempre invencibles». Pero es que no ha habido ni una mala esquela por la muerte de algunos de nuestros vocablos o construcciones idiomáticas. No faltan, eso sí, lamentos fúnebres por la desaparición del usted. Mas, ¿quién nos ha avisado, por ejemplo, del óbito del uno? No, no queremos insinuar que el Uno y Trino haya seguido el camino del dios Pan. Nos referimos al pronombre indeterminado que tan útil resultaba para describir, con un verbo en tercera persona, una acción de sujeto indefinido. Hasta hace poco lo habitual era decir «siempre está uno jorobado». Ahora se dice «siempre estás jorobado», fórmula que se nos antoja alarmante para el que la escucha. ¿Seré yo el único jorobado?, se pregunta el interlocutor mirando de reojo a sus espaldas. Y, claro, no es así. Jorobados estamos todos.
Por eso es mejor usar la primera persona del plural («estamos jorobados») o el discreto y delicado pronombre uno. Con diversos matices subsisten fórmulas parecidas en inglés, francés o alemán. En francés el on —que no equivale con exactitud a uno, ni a se, ni a nosotros— es un delirio exquisito de ambigüedad. Los franceses sin el on no podrían ni escribir la Historia de la Humanidad, es decir, la de Francia. Sabida es la adivinanza: «Qui a fait la Révolution?» «On a fait la Révolution».
Además, el uno tiene la ventaja de no implicar tuteo ni usteo. Pero de moribundo que está, aun los que se resisten al tuteo se olvidan de acudir a remedio en ocasiones tan sencillo. Se leen frases paradójicas como «es que ya te tutean hasta para multarte» (Moncho González, La Vanguardia, 22-9-85), o «ya todo el mundo se atreve a hablarte de tú» (Antonio Burgos, ABC, 15-8-85). Si al escritor no le gusta que lo tuteen, ¿por qué tutea al lector? ¿Por qué no dice «lo tutean a usted» o «lo tutean a uno»? Claro que en las frases citadas puede que hubiese intención irónica. O no.
El caso es que el uso del uno apenas subsiste, y sólo en el pueblo llano. Nuestras supuestas minorías rectoras prefieren el tú agresivo. Sería vano esperar de ellas otra cosa cuando no saben ni hablarse en las Cortes ni dirigirse a su Soberano. En el Congreso se tratan de Vuestra Señoría, por más que don Gregorio Peces-Barba les explique que, según la costumbre, todo orador se dirige al presidente, por lo que habla de otro diputado, nunca a otro diputado, y debe decir Su Señoría. Al Rey, en cambio, hablan con un cómico Su Majestad, en lugar de Vuestra Majestad, y ni se les ocurre que el vocativo correcto es Señor y no Majestad. Los franceses suelen cumplir con la gramática y con el protocolo, porque se saben de memoria las palabras del cordero al lobo en la fábula de La Fontaine: «Sire, que Votre Majesté ne se mette pas en colère...». En España sólo los artilleros suelen estar al abrigo de aquel error sintáctico, y ello por un curioso motivo histórico: que la tradición inmemorial en su Arma es contestar Señor al superior, como en el Ejército británico, y no «mi coronel» o el grado de que se trate.
En fin, tout lasse, tout passe. Desde Pan hasta el uno. Y sin que suenen voces de muerte, ni siquiera cerca del Guadalquivir.
(Este artículo se publicó en el ABC del 16 de Noviembre de 1985)
Si alguien quiere estudiar en serio este serio asunto, le aconsejo Novedades sobre la segunda persona y la expresión «impersonal», de don Emilio Lorenzo, documentado y ameno trabajo que por desgracia yo desconocía al escribir el anterior artículo.
(Tanto el artículo como la nota fueron publicados en El Guirigay Nacional (1988) y en El Guirigay Nacional, ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
No así la lengua castellana. Desde Forner nadie se ha molestado en oficiar un digno funeral por nuestra lengua, acaso porque las exequias habrían de llevar aneja una denuncia de los «traductores hambrientos y charlatanes ambiciosos», autores, según Forner, del asesinato, y ya nos advertía el propio polemista extremeño que «las escuadras de la ignorancia han sido siempre invencibles». Pero es que no ha habido ni una mala esquela por la muerte de algunos de nuestros vocablos o construcciones idiomáticas. No faltan, eso sí, lamentos fúnebres por la desaparición del usted. Mas, ¿quién nos ha avisado, por ejemplo, del óbito del uno? No, no queremos insinuar que el Uno y Trino haya seguido el camino del dios Pan. Nos referimos al pronombre indeterminado que tan útil resultaba para describir, con un verbo en tercera persona, una acción de sujeto indefinido. Hasta hace poco lo habitual era decir «siempre está uno jorobado». Ahora se dice «siempre estás jorobado», fórmula que se nos antoja alarmante para el que la escucha. ¿Seré yo el único jorobado?, se pregunta el interlocutor mirando de reojo a sus espaldas. Y, claro, no es así. Jorobados estamos todos.
Por eso es mejor usar la primera persona del plural («estamos jorobados») o el discreto y delicado pronombre uno. Con diversos matices subsisten fórmulas parecidas en inglés, francés o alemán. En francés el on —que no equivale con exactitud a uno, ni a se, ni a nosotros— es un delirio exquisito de ambigüedad. Los franceses sin el on no podrían ni escribir la Historia de la Humanidad, es decir, la de Francia. Sabida es la adivinanza: «Qui a fait la Révolution?» «On a fait la Révolution».
Además, el uno tiene la ventaja de no implicar tuteo ni usteo. Pero de moribundo que está, aun los que se resisten al tuteo se olvidan de acudir a remedio en ocasiones tan sencillo. Se leen frases paradójicas como «es que ya te tutean hasta para multarte» (Moncho González, La Vanguardia, 22-9-85), o «ya todo el mundo se atreve a hablarte de tú» (Antonio Burgos, ABC, 15-8-85). Si al escritor no le gusta que lo tuteen, ¿por qué tutea al lector? ¿Por qué no dice «lo tutean a usted» o «lo tutean a uno»? Claro que en las frases citadas puede que hubiese intención irónica. O no.
El caso es que el uso del uno apenas subsiste, y sólo en el pueblo llano. Nuestras supuestas minorías rectoras prefieren el tú agresivo. Sería vano esperar de ellas otra cosa cuando no saben ni hablarse en las Cortes ni dirigirse a su Soberano. En el Congreso se tratan de Vuestra Señoría, por más que don Gregorio Peces-Barba les explique que, según la costumbre, todo orador se dirige al presidente, por lo que habla de otro diputado, nunca a otro diputado, y debe decir Su Señoría. Al Rey, en cambio, hablan con un cómico Su Majestad, en lugar de Vuestra Majestad, y ni se les ocurre que el vocativo correcto es Señor y no Majestad. Los franceses suelen cumplir con la gramática y con el protocolo, porque se saben de memoria las palabras del cordero al lobo en la fábula de La Fontaine: «Sire, que Votre Majesté ne se mette pas en colère...». En España sólo los artilleros suelen estar al abrigo de aquel error sintáctico, y ello por un curioso motivo histórico: que la tradición inmemorial en su Arma es contestar Señor al superior, como en el Ejército británico, y no «mi coronel» o el grado de que se trate.
En fin, tout lasse, tout passe. Desde Pan hasta el uno. Y sin que suenen voces de muerte, ni siquiera cerca del Guadalquivir.
(Este artículo se publicó en el ABC del 16 de Noviembre de 1985)
Si alguien quiere estudiar en serio este serio asunto, le aconsejo Novedades sobre la segunda persona y la expresión «impersonal», de don Emilio Lorenzo, documentado y ameno trabajo que por desgracia yo desconocía al escribir el anterior artículo.
(Tanto el artículo como la nota fueron publicados en El Guirigay Nacional (1988) y en El Guirigay Nacional, ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
domingo, 13 de febrero de 2011
Día del Orgullo Cursi
Tarde o temprano tenía que ocurrir. Unos comerciantes avispados acaban de declarar el 14 de Febrero Día del Orgullo Cursi. No creo que desbanque al viejo San Valentín, por lo demás ya desbancado oficialmente por el Concilio Vaticano II, alegando falta de constancia histórica de la existencia en cuerpo y alma de tal santo (¿y San Miguel Arcángel, qué?). Pero resulta interesante observar cómo proliferan los días del orgullo de tal o cual cosa. Un somero repaso a la información de Google arroja estas celebraciones:
Día del Orgullo Zombie (4 de febrero)
Día del Orgullo Cursi (14 de Febrero)
Día del Orgullo Friki (25 de Mayo)
Día del Orgullo Geek (25 de Mayo, también)
Día del Orgullo Gay (28 de Junio)
Día del Orgullo Zurdo (13 de Agosto)
Día del Orgullo Pagano (20 de Septiembre)
Día del Orgullo del Pintor (17 de Octubre)
Día del Orgullo Primate (24 de Noviembre) (Los monos, no los próceres)
Día del Orgullo Recreativista (29 de Noviembre) (Forofos del R.C. Recreativo de Huelva)
Día del Orgullo Celtista (20 de Diciembre) (Forofos del R.C. Celta de Vigo)
Total once, y eso que censuro algunas otras aficiones que me parecen abiertamente delictivas.
Sin embargo, lo curioso es el uso constante de la expresión Día del Orgullo… Denota un cierto exhibicionismo, y hoy toda exhibición es cursi, por jactanciosa, de modo que el Día del Orgullo Cursi es un pleonasmo. En otros casos estas vanaglorias caen en el oxímoron o sirven de aviso para salir corriendo, como las famosas frases llenas de jácara mendaz:
“Una, que es una mujer honrada” o “Yo, que soy un caballero español”.
En fin, lo digno de estudio no es tanto sentir orgullo de algo, por insólito que sea, cuanto la asnal solemnidad de la proclama Día del Orgullo… ¿No hubiera bastado con llamarlo Día de los Cursis? Dios los guarde, pobrecitos, que van quedando pocos, entre tanto zombie recreativista.
Día del Orgullo Zombie (4 de febrero)
Día del Orgullo Cursi (14 de Febrero)
Día del Orgullo Friki (25 de Mayo)
Día del Orgullo Geek (25 de Mayo, también)
Día del Orgullo Gay (28 de Junio)
Día del Orgullo Zurdo (13 de Agosto)
Día del Orgullo Pagano (20 de Septiembre)
Día del Orgullo del Pintor (17 de Octubre)
Día del Orgullo Primate (24 de Noviembre) (Los monos, no los próceres)
Día del Orgullo Recreativista (29 de Noviembre) (Forofos del R.C. Recreativo de Huelva)
Día del Orgullo Celtista (20 de Diciembre) (Forofos del R.C. Celta de Vigo)
Total once, y eso que censuro algunas otras aficiones que me parecen abiertamente delictivas.
Sin embargo, lo curioso es el uso constante de la expresión Día del Orgullo… Denota un cierto exhibicionismo, y hoy toda exhibición es cursi, por jactanciosa, de modo que el Día del Orgullo Cursi es un pleonasmo. En otros casos estas vanaglorias caen en el oxímoron o sirven de aviso para salir corriendo, como las famosas frases llenas de jácara mendaz:
“Una, que es una mujer honrada” o “Yo, que soy un caballero español”.
En fin, lo digno de estudio no es tanto sentir orgullo de algo, por insólito que sea, cuanto la asnal solemnidad de la proclama Día del Orgullo… ¿No hubiera bastado con llamarlo Día de los Cursis? Dios los guarde, pobrecitos, que van quedando pocos, entre tanto zombie recreativista.
jueves, 10 de febrero de 2011
El tuteo
¿Qué tuvieron en común Alfonso XIII, los comunistas, los Grandes de España, los socialistas y los falangistas? Que les gustaba el tuteo más que a un tonto un látigo. Entre todos ellos desencadenaron durante el primer tercio de este siglo un proceso que ahora está llegando a su consecuencia natural: la desaparición del usted en España. Es casi seguro que no era ése el resultado que buscaban los aficionados al tuteo. Lo que buscaban era diferenciarse, y para diferenciarse tenía que subsistir el uso generalizado del usted. La gracia estaba en que Alfonso XIII tutease al Mayordomo Mayor de Palacio, al alcalde del pueblo y al carbonero, pero siempre que ellos entre sí se hablasen de riguroso usted. El socialista lo que pretendía al tutear a los compañeros —de partido más aún que de clase obrera— era marcar las distancias frente a los demás. No hay solidaridad de grupo sin una cierta complicidad contra mundum. Pero al generalizarse el tuteo pierde su utilidad como signo distintivo. Una de las paradojas del lenguaje es que esa costumbre queda, desde el instante en que triunfa, vacía de sentido.
Por eso creemos que está mal planteada la polémica en torno a este asunto. No es que no tenga razón Feliciano Fidalgo cuando dice que «el tuteo a lo salvaje es la definición más canalla de la libertad democrática» (El País, 2-10-85), o Antonio Burgos al quejarse de «la imparable ascensión del compadreo del granujeo de la España del tuteo» (ABC, 10-8-85). Tampoco dejan de tener su parte de razón los abolicionistas del usted cuando afirman que su desaparición simplificará el lenguaje. Todo eso es verdad y tiene su importancia social por un lado y sintáctica por otro. Pero pasa por alto el meollo de la cuestión, que es semántico y estriba en que el suprimir cualquiera de las dos formas, tanto el tú como el usted, empobrecería muchísimo el castellano y su capacidad de significar matices. Como los matices van a seguir existiendo —dos desconocidos seguirán tratándose con menos confianza que dos amigos, dos hermanos con más cariño que el inspector de Hacienda a su víctima— la dualidad de forma del pronombre personal de segunda persona sigue siendo una manera económica y eficaz de evitar largos circunloquios para manifestar con más palabras lo mismo: el grado de proximidad o lejanía.
Es cierto que la proclividad española al compadreo viene de lejos. Ya el Duque de Saint-Simon, embajador de Luis XV ante Felipe V, se declara en su Cuadro de la Corte de España en 1722 «asombrado al oír a jóvenes atolondrados tutear a Grandes ancianos y a antiguos Ministros». Dicha tendencia se vio reforzada, ya en el siglo XX, por la camaradería política de los partidos de masas y por los gustos regios o estamentales antes citados. Corrompidos —lingüísticamente, se entiende— la nobleza y el proletariado urbano, quedaban aún sin contaminar hacia 1936 la burguesía y el campesinado. Pero llega la guerra y en ambos bandos se desmadra el tuteo. Hay quien dice que los burgueses se percataron de lo elegante que era cuando varios miles de ellos, refugiados en las Embajadas extranjeras en Madrid junto con aristócratas también perseguidos, observaron que éstos lo usaban con garboso desenfado. Luego salieron y lo contaron en sus boticas o notarías, y ya no hubo quien parase el contagio. La UCD y los periodistas ultimaron la faena, y ahora sólo quedan reductos de buen hablar en la pequeña burguesía y en algunas aldeas de montaña.
Y en toda Hispanoamérica, claro está. Ya en otra ocasión les informaremos del resultado de nuestra encuesta sobre el tú y el usted fuera de nuestro país, pero vaya por delante la siguiente prueba de que no en todas partes cuecen habas: «Trataremos de usted a las personas que por sus méritos revolucionarios, laborales, culturales, etcétera, gocen de un elevado prestigio social. Ellos son merecedores del respeto y la consideración de todos». Recuerda a la frase del catecismo del padre Ripalda (1536-1618) sobre «los mayores en edad, saber y gobierno», pero quizá lo de los méritos revolucionarios les haya dado una pista. Se trata de una Norma de educación formal, del Ministerio cubano de Educación, publicada por el diario Juventud Rebelde, de La Habana, el 21 de febrero de 1985.
(Este artículo se publicó en el ABC del 9 de Noviembre de 1985)
Desde Nueva Delhi me ilustró don Carlos Fernández Espeso:
«Me encuentro entre mis libros un curioso folleto sobre etiqueta de palacio del que acompaño fotocopia de las dos primeras páginas. El artículo 6.° trata nada menos que del tuteo mayestático. Como verás está redactado con criterio restrictivo. Parece como si S. M. quisiera reservar al máximo el privilegio del tuteo. Tenía olvidado el folleto y ahora lo redescubro. No tiene fecha y no veo ningún detalle que me permita descubrir cuándo se publicó. En otros artículos (tiene 114) habla del Congreso de Diputados, de doblones y de duros, no de pesetas. ¿Isabel Segunda?».
En efecto, el artículo 6.° de aquellas Aclaraciones en varios puntos de la etiqueta vigente de palacio decía:
«Queda abolida la costumbre del tratamiento de Tú a los súbditos españoles, usado hasta aquí por todos los individuos de la familia Real, y sólo lo usarán el Rey o Reina reinante, o Regente del reino, que fuesen padre o madre del Rey o Reina menor».
(Este artículo se publicó en el ABC del 9 de Noviembre de 1985, y fue recogido en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
Por eso creemos que está mal planteada la polémica en torno a este asunto. No es que no tenga razón Feliciano Fidalgo cuando dice que «el tuteo a lo salvaje es la definición más canalla de la libertad democrática» (El País, 2-10-85), o Antonio Burgos al quejarse de «la imparable ascensión del compadreo del granujeo de la España del tuteo» (ABC, 10-8-85). Tampoco dejan de tener su parte de razón los abolicionistas del usted cuando afirman que su desaparición simplificará el lenguaje. Todo eso es verdad y tiene su importancia social por un lado y sintáctica por otro. Pero pasa por alto el meollo de la cuestión, que es semántico y estriba en que el suprimir cualquiera de las dos formas, tanto el tú como el usted, empobrecería muchísimo el castellano y su capacidad de significar matices. Como los matices van a seguir existiendo —dos desconocidos seguirán tratándose con menos confianza que dos amigos, dos hermanos con más cariño que el inspector de Hacienda a su víctima— la dualidad de forma del pronombre personal de segunda persona sigue siendo una manera económica y eficaz de evitar largos circunloquios para manifestar con más palabras lo mismo: el grado de proximidad o lejanía.
Es cierto que la proclividad española al compadreo viene de lejos. Ya el Duque de Saint-Simon, embajador de Luis XV ante Felipe V, se declara en su Cuadro de la Corte de España en 1722 «asombrado al oír a jóvenes atolondrados tutear a Grandes ancianos y a antiguos Ministros». Dicha tendencia se vio reforzada, ya en el siglo XX, por la camaradería política de los partidos de masas y por los gustos regios o estamentales antes citados. Corrompidos —lingüísticamente, se entiende— la nobleza y el proletariado urbano, quedaban aún sin contaminar hacia 1936 la burguesía y el campesinado. Pero llega la guerra y en ambos bandos se desmadra el tuteo. Hay quien dice que los burgueses se percataron de lo elegante que era cuando varios miles de ellos, refugiados en las Embajadas extranjeras en Madrid junto con aristócratas también perseguidos, observaron que éstos lo usaban con garboso desenfado. Luego salieron y lo contaron en sus boticas o notarías, y ya no hubo quien parase el contagio. La UCD y los periodistas ultimaron la faena, y ahora sólo quedan reductos de buen hablar en la pequeña burguesía y en algunas aldeas de montaña.
Y en toda Hispanoamérica, claro está. Ya en otra ocasión les informaremos del resultado de nuestra encuesta sobre el tú y el usted fuera de nuestro país, pero vaya por delante la siguiente prueba de que no en todas partes cuecen habas: «Trataremos de usted a las personas que por sus méritos revolucionarios, laborales, culturales, etcétera, gocen de un elevado prestigio social. Ellos son merecedores del respeto y la consideración de todos». Recuerda a la frase del catecismo del padre Ripalda (1536-1618) sobre «los mayores en edad, saber y gobierno», pero quizá lo de los méritos revolucionarios les haya dado una pista. Se trata de una Norma de educación formal, del Ministerio cubano de Educación, publicada por el diario Juventud Rebelde, de La Habana, el 21 de febrero de 1985.
(Este artículo se publicó en el ABC del 9 de Noviembre de 1985)
Desde Nueva Delhi me ilustró don Carlos Fernández Espeso:
«Me encuentro entre mis libros un curioso folleto sobre etiqueta de palacio del que acompaño fotocopia de las dos primeras páginas. El artículo 6.° trata nada menos que del tuteo mayestático. Como verás está redactado con criterio restrictivo. Parece como si S. M. quisiera reservar al máximo el privilegio del tuteo. Tenía olvidado el folleto y ahora lo redescubro. No tiene fecha y no veo ningún detalle que me permita descubrir cuándo se publicó. En otros artículos (tiene 114) habla del Congreso de Diputados, de doblones y de duros, no de pesetas. ¿Isabel Segunda?».
En efecto, el artículo 6.° de aquellas Aclaraciones en varios puntos de la etiqueta vigente de palacio decía:
«Queda abolida la costumbre del tratamiento de Tú a los súbditos españoles, usado hasta aquí por todos los individuos de la familia Real, y sólo lo usarán el Rey o Reina reinante, o Regente del reino, que fuesen padre o madre del Rey o Reina menor».
(Este artículo se publicó en el ABC del 9 de Noviembre de 1985, y fue recogido en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))
Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008
martes, 1 de febrero de 2011
Más sobre los parques eólicos
Arrecian las polémicas sobre los parques eólicos. Unos dicen que son la panacea contra el cambio climático y ven en ellos el símbolo glorioso de la energía renovable. Otros, sobre todo los que tienen la desgracia de vivir cerca de parques eólicos, se desesperan por la contaminación visual, sonora y quizá de otro tipo que acarrean esas máquinas. Antes las llamaban con ironía simpática molinillos, ahora empiezan a llamarlos patíbulos, que es lo que parecen.
El asunto es tan grave que merece dedicar un tiempo a estudiarlo. En general las informaciones que las diversas versiones de la Wikipedia ofrecen sobre los parques eólicos son muy favorables a esta fuente de energía eléctrica. Convendría equilibrarlas con puntos de vista menos optimistas sobre los resultados del muy extenso uso de la generación eólica de electricidad. Mi entrada en esta bitácora tenía un alcance limitado al efecto antiestético en España de estas instalaciones, pero existe una asociación europea cuyo sitio resulta de sumo interés por la abundancia de información que da sobre los parques eólicos, en su mayoría facilitada por quienes los sufren. Su dirección, que abre esta entrada, se la repetimos:
http://www.epaw.org/index.php?lang=es
Y por otro lado, como ejemplo de lo ardua que es la lucha de una pequeña asociación local contra el vasto poderío de los fabricantes de molinos, los productores de electricidad, los cuatro niveles de gobierno en nuestro país (Bruselas, Madrid, comunidad autónoma y ayuntamiento) y demás auténticos gigantes, vean también este otro sitio en la red:
Entorno de Guadarrama sin molinos
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