Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Vinieron los sarracenos...

martes, 1 de diciembre de 2015

Vinieron los sarracenos...


     Anteayer Domingo se publicó un sondeo de opinión (diario El Mundo, 29 de Noviembre de 2015) cuyos resultados parecen reveladores, aunque no me atrevo a deducir qué revelan. El 83 % de los españoles cree posible un atentado yihadista en territorio nacional, como el de París. El 54 % rechaza una implicación española directa en la operación militar de la coalición en Siria. El 35 % sí cree que España debe sumarse a dichas operaciones militares.

     Así pues, la situación parece clara. En su mayoría, los españoles no estamos dispuestos a defendernos.

     El problema no es de tal o cual partido político. En rigor no lo es de ningún partido político. Tampoco de la disposición de los militares (salvo alguna excepción de ex militar). El problema estriba en los sentimientos, pensamientos y actitudes más hondos y extendidos de nuestros compatriotas. Pues ocurre que una democracia consiste precisamente en hacer lo que la mayoría quiera. Y la mayoría de los españoles está indicando de forma inequívoca que no quiere defenderse. Otra cosa es que los gobiernos y en general el poder legislativo tengan obligación de cumplir con los deseos de la opinión pública. No la tienen, constitucionalmente.

     Pero las consecuencias de no acatar la voluntad del Demos son evidentes en las urnas e incluso en la calle. Huelga recordar que las urnas están a la vuelta de la esquina y las calles incluso antes de la esquina. También sobra añadir que la "Paz con Honor" que Chamberlain dijo traer de Munich en 1938 hizo perder ambas cosas, pero entre aclamaciones entusiastas del pueblo británico. A punto estuvo éste de suicidarse, y se salvó por la terquedad de Churchill, un simple diputado que no había sido elegido por sufragio universal para ser Primer Ministro, y al que el mismo noble pueblo británico despidió sin contemplaciones en cuanto pudo hacerlo. Es decir en cuanto Churchill hubo ganado la guerra.

     Convendría que todos recordásemos, ya que no cantares de gesta, al menos coplas de ciego como ésta:
Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.
     Dicen muchos que es letrilla cínica. Tal vez no. La vieja construcción sintáctica son más que, puede llevar implícito otro término tal que, en este caso, alentados. Muchos pensarán que eso tan sólo se puede guardar como esperanza, pero algo es algo. Habrá que aspirar, al menos, a ser más resueltos que los malos. A Dios rogando y con el mazo dando.

21 comentarios:

  1. Hay una idea que todos tenemos que tener claro:: España es un país anticospolita,cree que lo que pasa a su alrededor no le incumbe. Otra cosa es la metedura de pata occidental en fomentar la primavera árabe,no se sabe con que fin

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  2. La cuestión es saber si un gobierno con mayoría parlamentaria puede y debe suicidarse para impedir que la nación, de opinión contraria a la de su gobierno, se suicide.

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  3. Por lo que aquí se dice, parece entenderse que no habría otra manera de oponerse a las atrocidades del Estado Islámico, o comoquiera que se le llame, que la de sumarse a la tal coalición. Lo que ocurre, y aquí se pasa por alto, es que hay gente que opina que no es ésa la ÚNICA manera posible de combatirlas, y simplemente indica que prefiere otras; como había gente que no estaba de acuerdo en que el único modo de combatir a la ETA fuese utilizar el ejército para hacerlo.

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    1. Bueno, proponga usted la formula para acabar con esta lacra. Un manual de buena conducta?, educación cívica para respetar al otro? el cuidado de las plantas para no pensar en como matar al que no cree en el "único Dios posible"? Occidente ha dado todas las facilidades para poder convivir y ha lidiado con este problema hace siglos. No se puede arar en la tierra seca e infértil. La tontería del buenismo tiene que acabarse. Y los problemas sin arreglo hay que cortarlos de raíz.

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    2. Supongo, vista la "radicalidad" ("de raíz") de sus planteamientos, que mi tocayo hubiera sido decidido partidario de enviar al ejército al País Vasco, y, seguramente, en general de las soluciones de fuerza (que lo que no sea eso es "la tontería del buenismo", parece). Cuánta gente convencida de que sólo se puede pensar como ella o ser tonto.

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    3. Las suposiciones, son solamente eso: suposiciones.

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    4. No lo pongo en duda.

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  4. Si defenderse es suicidarse muy mal. Si no actuar es suicidarse peor. Pero ser cobarde siempre es finalmente suicidarse.

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  5. Cuesta decirlo en casa de un señor que se distingue por aunar la elegancia de su prosa con los méritos de su labor diplomática, pero aun a riesgo de incurrir en la obviedad no conviene omitir en casa de nadie que contra los enemigos que no atienden a razones nunca vencen los argumentos.

    A mi juicio, que no suele escatimar yerros, la paz es frágil porque no se corresponde con ningún estado natural, y menos con un proyecto tan inestable como el de Europa, un continente que más que estar en guerra ha sido una formulación casi incesante de la contienda y ahora desfallece como un cadáver exquisito al que acuden de safari carroñeros de toda laya y procedencia, no solo del Cercano Oriente, pues muchos de ellos son conciudadanos que han llegado a instalarse en posiciones de gran influencia dispuestos a enriquecerse con el desmantelamiento de servicios claves, al tiempo que se benefician del idilio con las dictaduras petroleras del Golfo, verdaderas factorías de yihadistas. ¿Deberíamos considerarlos traidores? ¿Y cómo catalogar a nuestros aliados de la otra orilla atlántica cuando han sido capaces de fornecer a los mismos nidos de bestias negras que ahora nos atacan?

    Para ser loada en romance y no convertir nuestra legítima defensa en una lluvia de palos de ciego, yo elegiría la sazón de ver a esos prohombres y mandamasarios, tan proclives a continuar la política por otros medios sin riesgo de sus haciendas ni de sus personas, dejarse de damerías y dar, por una vez, ejemplo de integridad en plena comparecencia pública: bastaría con cederles un tanto y animarles a obrar en consecuencia...

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  6. En la vida, " las dobles caras", llegan a encontrarse, difícil que se sostengan en el tiempo ambas unidas, son separables.

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  7. No me imagino a Don Francisco de la Plata dedicado a pensamientos como estos que siguen, más aún porque son del cardenal Ratzinger. El asunto de la rendición preventiva, por muy progresista que sea, ay, no es propio de la Europa contemporánea, luminosa y de impoluta moral superior y zurda. Otro timbre de gloria que pierden las prietas filas del progreso, aunque sea ex negativo. Y es que ya en Bizancio...

    "Los iconoclastas basaban su fuerza en motivos verdaderamente religiosos: los innegables peligros de esa especie de adoración a las imágenes, pero, al mismo tiempo existían toda una serie de razones políticas. Para los emperadores bizantinos era importante no provocar inútilmente a los musulmanes y a los judíos. La supresión de las imágenes podía ser provechosa para tutelar la unidad del Imperio y las relaciones con los vecinos musulmanes. No se podía representar a Cristo: ésta era la tesis que se sostenía. Tan sólo el signo de la Cruz (desprovisto de imagen) podía ser su sello. Se imponía, pues, la alternativa: cruz o imagen. En esta lucha maduró la verdadera teología de los iconos, cuyo mensaje también hoy, en plena crisis de las imágenes, nos afecta profundamente en Occidente."

    Cardenal Joseph Ratzinger “El espíritu de la liturgia. Una Introducción”, publicado el año 2001 por Ediciones Cristiandad (Tercera parte, capítulo I)

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  8. Quizás, tristemente la vida sea un " Sálvese quien pueda".

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  9. El pasado día 8 publicó Arcadi Espada en El Mundo un artículo titulado "La democracia inerme" del que transcribo algunas líneas: "Lo que me interesa es constatar hasta qué punto se ha confundido en España la democracia concesiva con la democracia inerme. La democracia inerme no es sólo responsabilidad de los políticos. Ni siquiera tienen la mayor responsabilidad. Buena parte de los ciudadanos españoles no han sabido defender su prosperidad moral. Por ignorancia, por frivolidad o por crimen. Pero no han sabido defenderla". Y llama la atención sobre un dato estadístico: Mientras la media española dispuesta a arriesgar la vida por su patria es del 47,2 %, la navarra es del 29 %; no hay ninguna Comunidad más remisa a jugársela. Sin ánimo de establecer paralelismos pero sí de resaltar contrastes, invito a los lectores a repasar cualquier libro de memorias sobre los primeros días del Alzamiento y la Guerra Civil. José Ignacio Escobar, marqués de Valdeiglesias, cuenta en "Así empezó" que "las noticias que superaban a todas eran las de Pamplona. Banderas españolas en todos los balcones, marcha real, vivas incesantes al rey, oleadas de boinas rojas". Es un hecho que en Navarra los civiles marcaron el paso a los militares; y hasta impusieron de facto la bandera que luego sería la oficial de España. De todo esto no han pasado ni ochenta años.

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    1. El artículo del Sr. Espada acierta al señalar los síntomas y deja fuera un par de causas, quizá por no acumular razones. Es conocido que desde la Transición, sensu lato, casi no hay intelectual (con perdón), colegio estatal (esos que erradamente llaman "públicos"), periódico, periodista o escritor que no haya propagado la especie de que un sentimiento de amor a la patria es lo peor con lo que pueden enfrentarse las fuerzas luminosas del progreso, y que para no correr riesgos lo mejor era sustituir el amor a la patria por la dependencia del Estado Socialista. Eso, naturalmente, ha creado no ya un ideario muy extendida sino una raza de personas furibundamente alérgicas a la idea de nación por blanda que esta fuera, cohortes que se suman a las ya conocidas formadas por la tropa nacionalista tradicional, llorica y subvencionada.

      Lo que no acierto a ver es quién cargaría sobre sus estrechos hombros de político la tarea de la trasnvaloración que subyace en el venenoso ideario imperante. Combatir la propaganda con la razón es trabajo pesado y lento por muy moralmente apetecible que sea, y tiene la desventaja de que mientras uno dialoga y enumera el enemigo se sigue sirviendo de la fuerza bruta. Oponerle mayores dosis de altiva propaganda de signo opuesto tiene notables desventajas tácticas y al cabo tan sólo sirve para erigir un espantajo antiespecular del enemigo. Queda una vía inexplorada en España y todavía por definir: la de la propaganda fundamentada en la razón, sazonada con un toque de vis augustina sabiamente administrado. No me refiero a la razón tanto como verdad propia y absolutérrima sino más bien como método deseable, ni por augustino quiero decir caudillo a la antigua usanza. Como digo, una idea en bruto y quizá sin recorrido, pero ahí queda para espíritus más hacendosos.

      Con respecto al tratamiento que se da al enemigo y a la reacción que sería deseable promover entre el pueblo la vía del Divino Augusto es más clara. Mientras que la Columna de Trajano presenta a Decébalo, jefe de los dacios y enemigo de Roma, con la misma dignidad que la del emperador la epigrafía augustina muestra a los enemigos derrotados besando los cascos del vencedor. No parece que vivamos en tiempos en los que repetir esa epigrafía tan robusta fuera muy deseable, pero sí estamos en una situación de debilidad que reclama de una reunificación de fuerzas y de medios so pena de un derrumbe que, bien mirado, ya se ha producido.

      Después de leer "La democracia inerme" imagino al Sr. Espada, entre otros pocos, como asesor de un Augusto ibérico contemporáneo y peleón. Ahora sólo me falta rebuscar y rebuscar en mi imaginación en busca de un Augusto al que asesorar.

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    2. “El patriotismo es el último refugio de los canallas”, dijo Samuel Johnson, quien a poca idea que usted tenga supongo no citará como partidario de "sustituir el amor a la patria por la dependencia del Estado Socialista": era todo lo contrario, un conservador de firmes convicciones.

      En su célebre biografía del personaje, Boswell explica que "no se refería al verdadero y generoso amor por nuestro país, sino a ese falso patriotismo que tantos, en toda época y en todo lugar, han exhibido para ocultar sus propios intereses”.

      A ése falso patriotismo nos oponemos muchos: conservadores y no conservadores. Al verdadero en cambio, al que no es un disfraz interesado sino un sentimiento genuino de amor al lugar natal, lo han apoyado y defendido muchas personas nada conservadoras.

      Bastará que cite aquí dos o tres frases de algunas que han sido (y a veces aún son) bestias negras de ciertos sedicentes conservadores. De Voltaire: "¡Cuán querida es de todos los corazones buenos su tierra natal!", o "Debemos amar a nuestro país aunque nos trate injustamente". O de Martí: "La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie".

      En cambio, a Hugo Chávez, por ejemplo, se le llenaba la boca de patriotismo a todas horas. O a Sabino Arana ("Cien vidas que tuviera, cien padres, cien madres, cien hermanos, cien esposas y cien hijos, ahora mismo los daría todos, si de ello se siguiera la salvación de mi patria").

      Me temo que lucha usted contra un fantasma, fabricado con una notable mezcolanza de prejuicios, pero nada parecido a la realidad.

      Una cita más, ésta del conservador Borges: "Nadie es patria, todos lo somos". En su brevedad dice, pienso, mucho más de lo que parece; y descarta la idea excluyente de "patria" que tienen o tenían Chávez, Sabino Arana y tantos otros iluminados, a la izquierda o a la derecha.


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  10. I (de II).

    Estimado Sr. Anónimo.

    Temo haberle llevado sin quererlo por un camino que no deseaba transitar, así que confiaré en su indulgencia. No era idea de ningún personaje ilustre o nefando la que traje a colación con el asunto de la sustitución de un cierto amor patrio (especie cuya sola mención sigue levantando suspicaces reacciones entre el público en general) por la dependencia emotiva del Estado Socialista en el que vivimos y padecemos, aunque para él la culpa sea siempre de Otro. Cierto que todavía no hemos llegado a su etapa de pleno florecimiento artístico, por resumir en una expresión frívola los productos más delirantes que pueden emanar de su ideario y que son sabidos por todos los presentes, más conocedores de la historia reciente de Europa que yo, que me reconozco amateur de tercera sin ser ello falsa modestia.

    Citaba exactamente aunque sin mencionarlo a un conocido profesor llegado a político de altura (otros dirían que de bajura) en el curso de unas conversaciones de chimenea y brandy mantenidas hace ya unos cuantos lustros con motivo de las primeras y discretas tentativas de formulación de los rudimentos de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Permítame que guarde su nombre pues él así lo desea. Veía él en las escuelas estatales un poderoso medio para derribar lazos sentimentales de la persona con la familia y con la patria. Dirá usted que eso no es nada nuevo, que Lenin lo dejó hasta por escrito, y tendrá usted razón, y que hasta muchos no leninistas.

    Añadía que si no para derribarlos sí al menos para poco a poco desplazar los afectos hacia "los valores de Estado" (sic), que convenientemente esparcidos y camuflados bajo el aspecto de universales de todo tipo (de esa figura filosófica ya en desuso, el universal) acabarían por convertirse en normas socialistas de convivencia. Decía él, insisto, y admito otra vez que se le adelantaron muchos por todas partes, cosa que no me hubiera atrevido a apuntarle, tal era la hinchada plenitud ideológica que le sobrevenía al hablar. Quizá fuera el amor de la lumbre.

    Me extendería demasiado en relatar cómo él (y sus sangrientos predecesores soviéticos, albanos, búlgaros etc.) entrevieron las posibilidades de los medios de comunicación para ejercer la prestidigitación socialista, que es la que aquí más padecemos, y sin duda no les descubriría nada con ello.

    (Continua bajo)

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  11. II (de II).

    Con respecto a la frase de Borges debo confesarle que una vez más el autor me decepciona. No dudo de que las vicisitudes políticas padecidas en su continente promuevan expresiones como la suya ("Nadie es patria, todos lo somos", de escaso mérito literario y de largo alcance propagandístico), temerosos de que cualquier militar de temperamento tropical y muy emperifollado decida qué es y qué no es patria. Pero esa dilución borgiana del sentimiento patrio en el Demos, que tiene como primer efecto reblandecer la idea misma de la patria y desplazarla hacia el orbe de la asamblea (es decir, del Estado), era precisamente uno de los objetivos perseguidos tanto por el político que he mencionado como por tantos altos asesores del Partido, no menos por los grandes padres de las Petites Patrias Socialistas tan de moda en Europa. No de manera excluyente, como usted bien apunta, pero a ver quién se lo explica a sus herederos, tan llenos de rancia novedad y de negro futuro.

    Confío en haberle aclarado de dónde venía y a dónde iba el asunto que justamente le inquietó sin por ello haber tratado de convencerle de nada. Sin duda que mi expresión fue tosca y apresurada, y quizá de esa prisa y de esa tosquedad desprenda usted un gusto mío por lo fantasmal o por lo prejuicioso. Rebusco en qué me adelanto a la experiencia o al conocimiento (incluso al que me falta) y no termino de encontrar mucho espectro ni mucho juicio anterior a la experiencia en este asunto de escamotear y camuflar la patria con el Estado, aunque no le niego que pudiera ser cosa de simple ceguera el no verlo. O de un prejuicio de orden superior que se me escapa. Tampoco niego que un natural poco afecto a lo comunitario y grupal por la vía de la fuerza sea el mejor basamento para apreciar las bondades del socialismo imperante. E inocente, claro.

    Reciba un cordial saludo,
    Jose A. Martínez Climent

    PD: He partido el comentario en dos porque no cabía en uno. No hay pretensión formal alguna.

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  12. La idea de que "impere el socialismo" en la España de la mayoría absoluta del PP me resulta cómica. Eso aparte, es curioso que la cita de alguien al que no nombra le parezca tan decisivamente importante, y la de algunas personas muy conocidas a las que sí nombro yo la encuentre tan poco pertinente. Le digo lo que le dije antes: con muchas o pocas palabras, pienso que lucha usted con un fantasma. O con varios.

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    1. Disculpe Señor Anónimo, puede Usted llevar razón también, pero tampoco es descartable la otra propuesta...¿ por qué habría de luchar con un fantasma?, ¿ en la vida no se mezcla de todo al unísono?, siempre hay una Posibilidad formada por la conexión de distintas Posibilidades u Opciones...

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    2. No lo dudo; me he limitado a hacerle ver que el patriotismo puede ser muchas cosas, y no todas deseables. Una de ellas, y vuelvo a citar a Boswell, "ese falso patriotismo que tantos, en toda época y en todo lugar, han exhibido para ocultar sus propios intereses”. Que eso existe me parece indudable, y bueno no olvidarlo. A partir de ahí, que cada uno piense lo que quiera.

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  13. Platón en el Mito de la Caverna, de forma poética, la biología del sistema inmunológigo frente a los ataques virales, o la teología católica del Ars diaboli son tres ejemplos de áreas diversas que coinciden en la estrategia del camuflaje para perpetrar el enemigo el ataque, o conseguir la victoria, que viene a ser lo segundo consecuencia de lo primero, pues difícilmente se consigue sin lo otro.

    Platón va más allá que la simple estrategia de confusión del virus desarticulando los mecanismos de reconocimiento de los linfofitos, o la persuasión diabólica que induce a la idea de que su poder no existe mientras opera desarticulando la lucha. En efecto, Platón va más allá, ya no es que las sombras se tomen por reales en un paisaje sin luz, que hasta aquí podríamos pensar en la confusión que supone tomar por real lo falso, o por bueno lo malo, no: es que la misma imposibilidad de solución se plantea en la muerte de quien expresa el conocimiento real, de quien descubre el engaño, de quien procede sin duda. Traigo todo esto aquí por creer que el Occidente Cristiano, o sea, nuestro mundo, está sucumbiendo a las estrategias intrínsecas y extrínsecas de una grave invasión que socava nuestras esencias destruyéndonos, mientras a los que clamamos advirtiéndolo nos ocurrie como en el Mito, aunque quizá nuestra muerte será, de momento, solo civil.

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