Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: La imagen de la lengua española en el futuro

miércoles, 5 de diciembre de 2012

La imagen de la lengua española en el futuro


Por el Marqués de Tamarón

Durante los agitados años de finales del siglo pasado, cobraron una importancia desmesurada los centros de estudio y previsión política. Solían ser instituciones más o menos independientes y más o menos especializadas en materias internacionales, nacionales, económicas o estratégicas. Pero todas tenían en común una misma finalidad: satisfacer las ansias de los políticos y de la opinión pública por conocer el futuro y prepararse para afrontarlo. Los que trabajábamos mal que bien, rodeados de tantas incertidumbres, solíamos empezar nuestras charlas o conferencias diciendo:

“Quienes viven de la bola de cristal han de acostumbrarse a una dieta de cristales rotos”.

Y todos terminábamos atragantándonos con varios añicos.

El caso es que era y sigue siendo más difícil prever el futuro a medio plazo que a corto o a largo plazo. Es, sin embargo, más necesario que ninguna otra cosa tener una idea de lo que va a ocurrir a medio plazo; no en vano Keynes dijo que “a largo plazo todos estaremos muertos”, y ello no es sólo verdad en materias económicas. Es también aplicable a cualquier otra realidad social. Por ejemplo, en lo tocante a las lenguas no hay mucho margen de error si pensamos que a corto plazo todo seguirá igual y a largo plazo cualquier lengua habrá desaparecido. Hace 17 años, se me encargó “dibujar el perfil internacional de nuestra lengua, averiguar lo que es y, casi igual de importante, lo que no es”. Creí ver que “el más somero boceto mostraría una gran lengua internacional, sorprendentemente unitaria, bastante pero no demasiado extendida geográficamente, de poco peso económico y con una reputación internacional manifiestamente mejorable”[1].

Pues bien, la reputación internacional del español sigue siendo manifiestamente mejorable, lo cual no quiere decir que no haya mejorado gracias a muchos esfuerzos de muchas instituciones y personas. Se daba la circunstancia, ya mitigada, de que nuestra lengua, una de las más lógicas en su gramática y más sistemática en la correspondencia entre escritura y fonética, como también una de las más unitarias, tenía la fama infundada de ser pura pasión y como tal un cúmulo de caos y anarquías románticas. Lo curioso es que esa falsa etiqueta la habíamos adoptado nosotros mismos, más o menos desde la Guerra de la Independencia, porque nos atraían los relatos y pinturas de una España de trabuco y pandereta que los extranjeros –no siempre con mala fe, a veces con gran admiración- nos dedicaban.

Adoptamos con extraño entusiasmo en el campo literario esos estereotipos y muchos ahí siguen. Seguramente más de uno a la pregunta de un estudiante extranjero, “¿qué clásico leo?”, contestaría antes El buscón que los sonetos de Quevedo. Y puestos a aconsejar un pensador o ensayista diría Unamuno y no Ortega y Gasset. Naturalmente la lengua y lo que en ella se escribe no siempre van parejos (pocos se atreven a recordar el juicio de George Borrow, “Don Jorgito el de las Biblias”, declarando la lengua española superior a la literatura española). Por supuesto en el español como en cualquier otra lengua coexisten tendencias muy distintas y aun contrapuestas, pero solemos fijarnos mucho más en el pathos que en el logos, en el desgarro que en la armonía.

A corto plazo poco cambio cabe esperar, pero a medio plazo sí es probable que se produzcan cambios de perspectiva importantes. El problema está en que los cambios de imágenes o estereotipos nacionales acontecen con gran lentitud. En general van a la zaga de los cambios sociales, que son algo más rápidos. El estereotipo de los españoles del Siglo de Oro vistos por los extranjeros tendía a ser el de hombres duros, eficaces y fríos, algo así como el estereotipo de los prusianos 300 años después. Mientras, el estereotipo de los ingleses en la época de Shakespeare era el de un pueblo apasionado, violento e impredecible, algo así como los italianos vistos por la ópera del siglo XIX. Todo eso ha cambiado, pero el caso es que las lenguas han cambiado menos que sus estereotipos, que suelen coincidir con los aplicados a sus hablantes. El inglés, que era y es una lengua perfectamente caprichosa, suele considerarse un prodigio de sensatez práctica. A la lengua española le ocurre precisamente lo contrario.

Sin embargo, lentamente, fuera de España y también fuera de nuestro folclore o nuestro cine, crece la constatación de que en la realidad, igual que los hooligans futboleros ingleses son mucho más brutales que los hinchas españoles, el aullido en otras lenguas es tan irracional o más que el aullido hispano. Eso y tantas otras observaciones como cabe hacer, parece que nosotros mismos no siempre queremos admitirlo. A veces uno se pregunta a qué se debe un fenómeno tan curioso como el que la imagen de España sea mucho peor entre los propios españoles que en cualquier otro de los ocho países europeos objeto de cierto estudio[2], que evidencia que quienes nos ven con más simpatía son los polacos y los británicos, mientras nosotros nos hundimos en una especie de masoquismo. En general y en el extranjero, es decir a efectos lingüísticos fuera de la veintena de países de habla española, la imagen de la lengua española, más o menos realista, sí va bastante unida a la imagen de los pueblos hispánicos. Quizá, en cambio, de puertas adentro nosotros admiremos más –como le pasaba a George Borrow hace casi dos siglos- nuestra lengua que nuestra cultura en general o nuestra historia.

El futuro de la imagen de nuestra lengua en el extranjero parece mejor, paradójicamente, que su futuro entre nosotros mismos. Deberíamos los hispanohablantes ayudar a esta lenta evolución mostrando nuestro aprecio por el lado lógico del español. No es asunto baladí el de los iconos nacionales basados en la cultura. No olvidemos nunca que es difícil vender un tren de alta velocidad si sugerimos que está fabricado por Carmen la cigarrera y conducido por Don Quijote. Y como los iconos nacionales se hacen extensivos a las lenguas, no estaría de más recordar que el español es “lengua nacida a la escritura en un monasterio de liturgia visigótica entre los Pirineos y la Sierra de la Demanda, rodeado de prados, hayedos y robledales […], con más razón que pasión”[3].

Aquí en la Rioja, pues, está la cuna de nuestra lengua, y la imagen mejor para su futuro.
  


[1] Marqués de Tamarón, El peso de la lengua española en el mundo, Valladolid, 
[2] Fuente: Pew Global, campo de Abril de 2012, citado en “Análisis de la actual imagen exterior de España” por Narciso Michavila (en Retos de nuestra acción exterior: Diplomacia Pública y Marca España, por diversos autores, Colección Escuela Diplomática, 2012 ).
[3] Loc. Cit., pg 70.


(Este es el texto que, algo resumido, fue mi intervención en el Foro Futuro en Español, el pasado día 15 de Noviembre, en Logroño. Lo reproduzco aquí pues, en estos tiempos de plagiarios impunes, los entendidos aseguran que cualquier obra literaria, grande o pequeña, tiene más probabilidades de ser robada si tan sólo está publicada en papel y no en soporte electrónico y presente en la Red)

4 comentarios:

  1. Marqués, bien dice, permítame un añadido: en su día, hubiésemos ,-si la voluntad política lo hubiese permitido- haber vendido trenes fabricados por Alejandro Goicoechea y conducidos por Torres Quevedo,y con más razón que pasión.
    Parece que el problema de fondo sigue siendo el desconocimiento y la impostura que impregnando la vida social,determinan el empobrecimiento que padecímos y padecemos en la Patria y en la Lengua y en la formación de íconos nacionales.
    S.S.S.

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  2. Pues es verdad. Como dicen los ingleses, " how gar a myth can go ". Cría fama y échate a dormir, verdadermante el español es la lengua más seria que se pueda llegar a ser

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  3. Maravilloso texto, estoy totalmente de acuerdo de principio a fin.
    La cita de la bola de cristal es genial, nunca la había oído así que otra más para la buchaca.
    Un saludo

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  4. ....y a mí que me parece que los estereotipos vuelan...
    Interesantísimo texto, lleno de personalidad y lógica (como todo lo que escribes).

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