Más sobre los placeres deletéreos de lexicógrafos y poetas: este artículo apareció en el ABC del 14 de Septiembre de 1985 y luego en las dos ediciones de El guirigay nacional, de 1988 y 2005.
Como parece que la ironía no es comprensible para todos e incluso provoca en algunos el deseo incontrolable de tener la última palabra, se me ocurre que la mejor manera de evitar el tedio a los lectores es indicar cortésmente cuándo un asunto no admite más porfías. Lo haré con la apostilla P.U.L.P.G. O sea, esa clásica frase de patio de colegio, usada entre amigos, sin ánimo de ofender pero con ganas de evitar el hastío: “Para ti la perra gorda”. Aunque en este caso me parezca más correcto tratar de usted al comentarista prolijo.
jueves, 8 de abril de 2010
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