Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: El Rompimiento de Gloria (Apéndice)

viernes, 7 de enero de 2011

El Rompimiento de Gloria (Apéndice)

Apéndice


Todos los personajes relevantes de esta novela son ficticios salvo el principal: la Sierra. Cada lugar aquí descrito tiene su nombre y sus coordenadas topográficas en las serranías de Gredos, Guadarrama o Ayllón; si no aparecen en el libro es para no dar ideas malsanas a los domingueros. Quienes conocen estos lugares no necesitan más pormenores para identificarlos y otro tanto ocurre con las citas clásicas. Traducir del latín o del inglés sería, por lo demás y salvo excepciones, vana pedantería o insulto a la vasta cultura de los lectores.

Sí parece prudente, empero, aclarar algunos extremos.

La dedicatoria me la tradujo Miguel Ángel Ochoa del romance al latín y ahí sí que quien no entienda no tiene porqué sentirse deshonrado: se buscó adrede “la decente oscuridad de una lengua erudita”, no porque hubiese que ocultar algo indecente, sino lo contrario.

La única licencia poética que me he permitido es la supuesta etimología de Fonseca, atribuida en la página 19 a fuente del sauce. José Antonio Pascual confirma mis temores. Me dice que Fonseca tan sólo puede venir de fons sicca; la única alternativa –muy rebuscada- sería fons siliqua, que en gallego perdería la ele intervocálica convirtiéndose en fonseicua. He dejado el texto como estaba, en parte por pereza y en parte porque, aun si la etimología ortodoxa vulnera aquí la regla sagrada de nomen est numen, deja en pie la otra de nomen est omen, ominosa como tenía que ser.

La letrilla de la página 23 la improvisó José Antonio Primo de Rivera tomando una copa con Camilo José Cela en el Bar Bakanik de Madrid. La garrapateó en una servilleta de papel que Cela guardó hasta que se perdió durante la guerra. “Es lo menos que se puede perder en una guerra”, me comentó Cela con resignación, después de demostrarme, recitando el texto, que no había perdido la memoria.

Yo por el contrario sí tengo motivos para desconfiar de mi memoria. La cuarteta de la página 37, que es de Mervyn Peake, la leí hace mucho tiempo y durante años la recordé equivocada, así:

I cannot tell the reasons,
I only know the runes:
The sadness of the seasons,
The madness of the moons.


Cuando descubrí mi error me quedé triste, pensando que el error era mejor que la realidad. Pero no, yo había introducido un elemento cabalístico con aquellas runas que poco añadían al misterio y en cambio le quitaban su limpia y llana melancolía.

Me gustaría saber de quién son los dos hermosos versos apodícticos de la página 52, El deleite en el oficio/ al siniestro face diestro. Se los oí citar a Manuel Alvar, le pregunté de quién eran y me dijo que no sabía, probablemente de un autor castellano de la Baja Edad Media. Si algún lector me ilustra, se lo agradeceré mucho.

[Pues bien, me ilustraron mi amigo don Jaime Olmedo Ramos por carta el 2004 y don Pablo Pérez d'Ors en un comentario publicado en esta bitácora en el 2009.

Los versos son del Marqués de Santillana, en sus Coplas al muy exçellente e muy virtuoso señor don Alfonso, Rey de Portugal:

Ca uso faze maestro,
e virtud es exerçiçio:
al siniestro faze diestro
el deleite del offiçio.

Natural con artifiçio,
quando son juntos a una,
si desastre non repugna
fazen útil hediffiçio.

(Copla VI)]

El canto al Otoño mencionado en la página 60 es de Keats. Es verdad que siempre me olvido de quién es, así que esta nota es más para mí que para usted.

La alusión a Diana Cazadora en la página 79 viene de Shakespeare: Let us be Diana’s foresters, gentlemen of the shade, minions of the moon (Henry IV, Parte 1ª, Acto 2º). Esto sí creo que conviene traducirlo, y la versión más literal que se me ocurre para conservar su sentido a la vez gallardo y misterioso es ésta: “Seamos los guardabosques de Diana, caballeros de la sombra, secuaces de la Luna”.

No creo que muchos recuerden hoy a Eugenio d’Ors, así que bueno es aclarar que el villancico de la página 116 es de él. Se entiende mejor con los versos anteriores:

- Dígame, Rey Mago,
quién lo trajo aquí.

- De mi torre pina
estrella que vi.

-Y a ti, pastorcillo,
¿quién te lo anunciaba?

- Por mis soledades
un Ángel pasaba...

Escribas cerraron
puertas y ventanas.
Huyen mercaderes
de visiones vanas.
Para calar pronto
si viene el Señor,
cuídate ser Mago
si no eres pastor.


No sé porqué el agudo autor anónimo de las aleluyas a las retamas (página 164) se olvida de un par de especies, como la hiniesta y el engordatoro o carquesa, que también se dan en el Sistema Central según la guía botánica de Modesto Luceño y Pablo Vargas.

El robo del reloj del General alemán (página 225) no está inventado sino tomado del diario El País, 2 de enero de 1998.

Por último, y antes de que algún montañero fondón me acuse de que los tiempos previstos en las dos marchas que mencionan lugares identificables (páginas 165 y 203) son imposibles por demasiado cortos, me apresuro a señalar que discutí y ajusté los recorridos y tiempos con Juan Antonio García Díez, que en paz descanse, Antonio Fernández Fábrega, Bernardo de Sicart y, en especial, con Jaime Alejandre. Conste mi agradecimiento a éstos y a otros amigos más sabios que yo en montes, plantas o letras, que han sufrido con paciencia mi manía minuciosa.




* * *





(El apéndice que antecede se corresponde exactamente con la versión impresa de la novela El Rompimiento de Gloria, salvo, como es evidente, lo acotado entre corchetes.)

Bibliografía de El Rompimiento de Gloria
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008


Otras entradas relacionadas:
El Rompimiento de Gloria (cap. XXIV)
El Rompimiento de Gloria (cap. I)

1 comentario:

  1. Valga la publicación de este apéndice para que los lectores apresurados o aquejados de flaca memoria dejen de evocar a un marqués jerezano que jamás estuvo "acodado en la barra de un pícaro bar" junto a otro marqués, el de Estella, y restituyan la anécdota a su contexto original.

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