Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón

lunes, 15 de marzo de 2010

El intelectual adulador –perdón por el pleonasmo– no escatima hipérboles. Pero, aun sabiéndolo, algunos de los ejemplos que cita nuestro amigo Otto Silenus me llaman la atención. Ahí va su florilegio, que demuestra que hay quienes son capaces de ser energúmenos y cursis a la vez.

8 comentarios:

  1. Pobres intelectuales... ¿Qué parte de culpa le cabe a los que reciben la adulación?
    Dice Dostoievsky, aunque sea por boca del inmundo Svidrigailov, en Crimen y Castigo: La adulación, a pesar de su falsedad, resulta siempre agradable y es recibida con placer, un placer vulgar si usted quiere, pero que no deja de ser real. Además, la lisonja, por burda que sea nos hace creer siempre que encierra una parte de verdad. Esto es así para todas las esferas sociales y todos los grados de la cultura. Incluso la más pura vestal es sensible a la adulación.
    Lo que muy bien dice Tamarón -y no quiero resultar aduladora- es que se puede ser enegúmeno y cursi a la vez. Y junto a ello un magnífico poeta, como es el caso de Alberti.

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  2. Cito: "El intelectual adulador -perdón por el pleonasmo-...". O sea, que ha de entenderse que todo intelectual (esto es, según el DRAE, el "dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras") es adulador, por definición y sin matices. No sé si el autor no se interesará por ciencias o letras o si, en otro caso, se tendrá también por adulador; pero sé que una y otra cosa no son idénticas, y que se puede muy bien -y los ejemplos podrían ponerse por miles- ser cultivador de unas y otras sin adular a nadie. Y me figuro que el autor también lo sabrá. De modo que, supongo, la frase no es más que una muestra (no muy afortunada, me temo) de ingenio.

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  3. Si lee usted, anónimo lector, este texto y el siguiente artículo, ya comentado por su homónimo, observará que en ningún lugar llamo intelectual a ningún escritor anterior al siglo XIX. Y es que hasta finales del siglo XIX no existía dicha especie. El mismo sustantivo nació con esa acepción en francés y pasó luego a otras lenguas como la nuestra. Y nació al contraponer el trabajador intelectual al trabajador manual, atribuyendo al primero, presuntuosamente, el monopolio del uso de la inteligencia, como si un Masai cazador de leones no necesitase tanta inteligencia para ganarse la vida como Antonio Gala.
    El D.R.A.E. puede definir a los intelectuales como lo hace, pero ninguna definición lingüística puede tener efecto retroactivo. Dudo que, en su propia época, preguntado Homero qué era, hubiese contestado “intelectual” en lugar de rapsoda, o Fray Luis de León, Shakespeare, o Chateaubriand se hubiesen declarado tal cosa. O, por supuesto, cualquier médico o químico, hasta hace poco más de un siglo.
    Y hoy en día, para mí que quien se llama o hace llamar intelectual suele ser como quien dice “yo, que domino muchas lenguas” o “una, que es una mujer honrada”. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Y por eso el sedicente intelectual, porque le falta talento, es casi siempre adulador (al estilo moderno, el más ruín). De ahí el pleonasmo. Q.E.D.

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  4. Acepto, con los matices que ahora incluye, la opinión arriba expuesta sobre los sedicentes "intelectuales" -con comillas, ciertamente. El único problema que veo es que el uso del término que aquí se hace no es el habitual -la definición del DRAE es una prueba, si hiciera falta una-, con lo que o se explica (como ahora) qué se quiere decir exactamente con él, o las confusiones serán inevitables. (Por cierto, y como acertadamente supone el autor, el también anónimo comentarista del otro texto y quien firma los comentarios a éste son, somos, la misma persona).

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  5. Tal vez no uso esta palabra conforme a la RAE pero la empleo para personas como Rosseau, Marx, Althouser, etc.

    Nunca diría, por ejemplo, que Cervantes era un intelectual, ni tampoco que lo era R. Feynman.
    Pensando el porqué, he llegado más o menos, a la conclusión de que el intelectual adopta una actitud hipercrítica, o depresiva, en relación a los valores tradicionales occidentales, especialmente a la idea de Dios.

    A veces son cultos y siempre moralistas. Suelen tener el ceño fruncido debido a la gran carga que supone tener que guiar a la sociedad.

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  6. Para mí que tienen caras largas los intelectuales porque el anterior comentario anónimo lleva faltas de ortografía en tres de sus cinco nombres. Y también, claro, porque –como bien observa el citado comentarista anónimo- suele la “crema de la inteleztualidá” estar abrumada por el peso de la púrpura que acarrea su responsabilidad de guías laicos del género humano.

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  7. Perdón,son tan sólo dos de cinco los nombres mal escritos.

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  8. Perdóneme usted a mí, por las 2 faltas. No tengo excusa.

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