Esta insólita novela tiene varias singularidades, casi todas indecibles. Y digo indecibles pues resulta difícil explicar cómo coexisten algunas de ellas, cualidades que casi siempre se excluyen mutuamente en la narrativa, como la acción y las ideas. Pero su singularidad más indecible es la agilidad de la intriga, que mantiene en vilo al lector como cuando a los diez años descubrió a Stevenson. Esta capacidad de sorprender y cautivar al lector es la esencia de la novela, pero exige que se llegue al libro con una ignorancia casi edénica: es lo contrario de la tragedia, donde el efecto catártico en el espectador en nada depende de la sorpresa, ni ésta, si la hay, de la ignorancia. De ahí que sea indecible el argumento de La Muerte, so pena de ser tachado de desleal al lector y al autor.
Ni siquiera cabe esbozar el argumento del anterior volumen de la trilogía, El Dolor, pues quienes lo han leído no necesitan resúmenes y quienes no lo conocen deberían preservar su ignorancia para disfrutar de la recapitulación que el propio autor hace en la primera parte de esta segunda novela. Basta, pues, con describir el escenario histórico de estas estupendas aventuras futuristas. Se desarrollan en una distopía surgida tras revoluciones y guerras –descritas también en El Dolor– que dan a luz un mundo física, moral y espiritualmente enfermo. No se crea, sin embargo, que el tenebroso escenario y los sombríos títulos de estas dos novelas albergan unas aventuras tristes. Muy al contrario –quizá porque el título general de la trilogía es El final de los tiempos, pero más aún por la esencial alegría del relato– el lector intuye que más allá de las humaredas y estrépitos apocalípticos hay algún tipo de salvación.
Continúa...
Prólogo a la novela de José Javier Esparza "La muerte. El final de los tiempos II" . Editorial Áltera. Barcelona. 2008
Marqués de Tamarón 2008