Encargué este libro porque no me había fijado en la cubierta ni en la tipografía del título, ambas cosas algo cursis, ni tampoco había visto la cita, en la portada, del juicio inane del Times: "A delicate, sensual and beautiful affair", errado en los tres adjetivos. Lo compré porque me acordaba de Charles Ritchie, a quien traté un poco en Ottawa, y pese a que nunca había querido leer los libros de Elizabeth Bowen que mi madre tenía en casa, pensando que debían de ser novelas rosas, y eso que mi madre nunca leía ese género. Ritchie me producía curiosidad porque su carrera había sido un ejemplo -único, me parece- de trayectoria diplomática brillante: entre 1954 y 1971 había sido Embajador del Canadá en Alemania, en la ONU, en Washington, en la OTAN y en Londres, sin contar con los otros destinos diplomáticos previos, pero no como jefe de misión, entre 1934 y 1954. En 1981, cuando lo conocí, estaba jubilado pero conservaba una claridad inquietante en sus fríos análisis políticos o literarios; imponía pero no resultaba simpático. Había tenido la mejor formación académica imaginable; después de ir a la universidad en el Canadá estudió en Sciences Politiques en París, luego fue a Oxford y por último a Harvard. Es el único canadiense que yo haya conocido desprovisto por completo de acento de su país, quizá porque era nativo de Nueva Escocia. Su mujer, Sylvia, era callada y observaba todo a través de una nube de humo de cigarrillos.
Leí el libro de un tirón y cambió mi forma de ver a los protagonistas, que fueron amantes durante 32 años, hasta la muerte de ella. Elizabeth Bowen aparece como una mujer inteligente, alegre, valerosa y, sobre todo, una gran escritora. Charles Ritchie resulta ser un egoísta colosal, tacaño y soberbio, pero extrañamente blando. Todo eso creo que queda claro a la vista de las cartas de la inglesa a su amante y de los extractos del diario de éste. Conviene señalar que al morir ella, volvieron a Ritchie las cartas que él le había escrito, y él las destruyó. Se quedó sin saber qué hacer con las cartas de ella a él, que había guardado cuidadosamente. Al final no las destruyó pero las censuró expurgando meses enteros de correspondencia o páginas de muchas cartas. En cuanto a su diario, están publicados tres volúmenes que no recogen más que el diez por ciento de los textos. Los fui comprando en su día pero se conoce que eliminó cuanto podía tener interés psicológico o político. No me provocaron mayor interés, aunque ahora estoy tentado de buscarlos y leerlos con ojos más críticos.
La recopiladora de este volumen, Victoria Glendinning, ella misma una excelente novelista y biógrafa, reconoce que con los mimbres de que disponía subsiste la impresión de que Elizabeth era la que más se esforzaba para mantener vivo ese amor. Pero, con un recurso muy ingenioso, advierte en el prólogo que la clave está en la última frase del libro. Está sacada del diario de Charles escrito el 19 de Diciembre de 1973. Se despierta en Nueva York asqueado de sí mismo, y recuerda angustiado a Elizabeth muerta el 22 de Febrero del mismo año en Londres, acompañada por él. Y escribe:
"I need to know again from her that I was her life. I would give anything I have to give to talk to her again, just for an hour. If she ever thought that she loved me more than I did her, she is revenged".
"Necesito saber de nuevo de ella que yo era su vida. Daría cualquier cosa que pueda dar por hablar con ella de nuevo, nada más que una hora. Si ella alguna vez pensó que me quería más que yo a ella, queda vengada".
Conmueve el patetismo de sus palabras, no exentas de cierta ambigüedad egocéntrica. No cabe duda de que la muerte de su amante fue un golpe muy duro que marcó el resto de su vida. Elizabeth, ya en su lecho de muerte, escribió este poema de Alexander Blok* que entregó a Charles:
I have forebodings of Thee. Time is going -I fear for all that in Thy face I see.
The sky's aflame, intolerably glowing;Silent I wait in love and agony
And in me thou dost awake a bold suspicion, -Thy face will change from what it used to be.
How shall I fall! How sorrowful and lowly,Unmastered all my mortal fantasy!
The sky's aflame. Draws near thy splendour holy,But it is strange. Thy look will change on Thee.
Renuncio a traducir al español este poema, que sin embargo tiene ecos religiosos y humanos nada ajenos a ciertas corrientes de nuestra poesía. Charles, a juzgar por los restos de su diario que aparecen en este libro tras sobrevivir al menos a tres depuraciones, se consoló repitiendo lo que le había dicho un amigo de ambos, "era una bruja pero una bruja buena". Pero no pareció ayudarle el poema que le entregó poco antes de morir, pues escribió "nunca la veré más en este mundo o en el próximo. Nunca, nunca, nunca. Y ella nunca verá las rosas de nuevo, y lo sabía...".
Quedan muchas preguntas en la mente del lector de este libro fascinante pero insuficiente. ¿Por qué tanta censura de las fuentes por parte de Charles? ¿Para protegerse él? ¿Para protegerla a ella? ¿Por prudencia política? (tal vez su reacción profesional de diplomático fuese ocultar las actividades de Elizabeth Bowen como espía británica en la República de Irlanda, y sin duda tampoco quiso dar a la imprenta el texto completo de sus voluminosos diarios diplomáticos). Me propongo leer más sobre ambos personajes. Me gustaría saber si el amor de él siempre estuvo viciado por el narcisismo y si ella tenía tanta fe en su amante como parecen reflejar los fragmentos en Love's Civil War publicados.
* Victoria Glendinning parece creer que Elizabeth Bowen era la autora del poema, pero el buscador Google nos saca del error: el autor es Alexander Blok, lo escribió en ruso y fue traducido al inglés por Sir Maurice Bowra, amigo de Elizabeth Bowen. Blok fue un poeta simbolista y tuvo épocas místicas, interrumpidas por un periodo pro-bolchevique que le costó la vida pues el gobierno soviético no lo dejó salir de Rusia para seguir el tratamiento médico que necesitaba. El caso es que este descubrimiento me hace pensar que Elizabeth entregó a Charles un poema religioso. En otras palabras, Thou podría ser Dios, la Muerte o incluso Charles Ritchie, en la mente de Elizabeth Bowen, pero diríase que ésta pensaba en ese momento en Dios y quería que Charles hiciese lo mismo. Pero me quedan dudas. Si yo supiese ruso intentaría traducir la versión original, porque no confío mucho en los conocimientos de Bowra.
Love's Civil War
Elizabeth Bowen and Charles Ritchie
Letters and Diaries
1941-1973
Edited by Victoria Glendinning
Simon & Schuster UK
2009
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