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Oráculo de Delfos, 440 - 430 a.C., Kodro. Altes Museum, Berlín |
El primate que perora es siempre más aburrido que el intérprete para sordos. Observen la televisión: los gestos del traductor (o, casi siempre, la traductora) son flamencos y simpáticos, tanto con las manos como con el rostro. Los del prócer o magnate o primate suelen ser acartonados y tediosos.
El misterio, pese a la destreza expresiva del intérprete, está en la insuperable imposibilidad de traducir fielmente las palabras del primate. Por ejemplo éstas, dichas ayer por la Ministra Portavoz del Gobierno, a propósito de los decretos de suspensión de actividad:
"No se ha detenido la actividad, sino que se ha incorporado la economía a una especie de hibernación, donde se han detenido los servicios esenciales para tener la economía en un sistema basal".
No llegué a ver la escena en la televisión, pero desde que leí las frases crípticas me pregunto cómo un mero mortal, el intérprete, pudo reproducirlas con gestos.
Tan sólo veo una interpretación plausible: la Ministra desempeñaba el papel de Apolo y el intérprete era la Pitonisa, en el culto de Delfos. Y nosotros - sordos u oyentes, pero siempre mudos - somos los fieles.
También somos Suplicantes, claro.
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