(El ensayo que aparece a continuación ha sido publicado el Sábado 5 de Agosto en la Gaceta de la Iberosfera)
Lo principal que tienen en común Gracián, jesuita español del siglo
XVII, y Schopenhauer, filósofo alemán ateo del siglo XIX, es el pesimismo.
El hoy llamado pesimismo filosófico aúna un
grupo variopinto que incluye a creyentes y agnósticos, cínicos, hipócritas y
santos, occidentales y orientales, paganos, judíos y cristianos. Pero ningún tonto.
Entre el Rey Salomón
y Camus hay una procesión abigarrada de ilustres pesimistas como Pascal,
Voltaire, Giacomo Leopardi, Hippolyte Taine, Lord Acton, Nietzsche, Fernando
Pessoa o Cioran. Es curioso comprobar que los integrantes de dicha procesión
eran reaccionarios además de pesimistas. Más raro aún resulta
observar que a la vez eran liberales. Quizá sea imposible ser pesimista sin ser
también reaccionario. ¿Y liberal?
Pues también el ser liberal —“generoso, dadivoso” desde 1295— es compatible con
ser reaccionario, término que en su origen francés se refería a que algunos
monárquicos reaccionaban cuando los revolucionarios pretendían decapitarlos. Puestos a decidir quién es más liberal,
el que se resiste a que lo degüellen o
el degollador, yo no tengo ninguna duda. Los
liberales reaccionarios no son “de centro izquierda” o “de centro derecha” o “fachas disfrazados”
o “rojos disfrazados”. No, los liberales
son gente liberal
en algunas cosas y reaccionarios en otras. Escasean, pero abundan más cuando consiguen
despistar a periodistas y psiquiatras.
Los liberales reaccionarios no saben que lo son, pero tampoco las ballenas saben que son mamíferos marinos. Y ambas especies ignoran que están en peligro de extinción. Por eso, aunque con frecuencia invocan la sindéresis, no siempre la poseen o practican. Júzguese con ayuda del Diccionario:
“Del
latín medieval synderesis, y este del griego bizantino συντήρησις syntḗrēsis
'observación cuidadosa, preservación', derivado del griego συντηρεῖν syntēreîn
'observar de cerca', 'guardar, proteger'
1. f. Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”.
Diccionario de la Lengua Española, Edición del Tricentenario,
actualización 2022.
Cabe preguntarse si los dos primeros mencionados, Gracián y
Schopenhauer, eran plenamente conscientes de su lugar en la eterna ágora donde discuten optimistas y pesimistas, liberales y reaccionarios.
Ayuda a aclarar el panorama
el dato de que el alemán Schopenhauer era buen conocedor y aun más, traductor del español Gracián.
Pero lo más esclarecedor es la vieja costumbre de
citar con cierto detalle textos característicos, como estos de Gracián:
“De la gran sindéresis. Es el
trono de la razón, basa de la prudencia, que en fe della cuesta poco el
acertar. Es suerte del Cielo, y la más deseada
por primera y por mejor:
la primera pieça del arnés, con tal urgencia que
ninguna otra que le falte a un hombre lo denomina falto; nótase más su menos.
Todas las acciones de la vida dependen de su influencia y todas
solicitan su calificación, que todo ha de ser con seso. Consiste
en una conatural propensión a todo lo más conforme a razón, casándose
siempre con lo más acertado”.
(Núm.96, Oráculo Manual y Arte
de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647).
Antes de tachar de
ingenuo optimista al maestro Gracián, véase cómo más adelante en el mismo Oráculo exhorta a ser “mixto de paloma
y de serpiente”.
“No ser todo
columbino. Altérnense la calidez de la serpiente con la candidez
de la paloma. No hay cosa más fácil que engañar a un hombre de bien; cree mucho el que nunca miente y confía mucho el que nunca
engaña; no siempre
procede de necio el
ser engañado, que tal vez de bueno. Dos géneros de personas previenen mucho los daños: los escarmentados, que es
muy a su costa, y los astutos, que es muy a la ajena. Muéstrese tan extremada
la sagacidad para el recelo como la astucia para el enredo, y no quiera uno ser
tan hombre de bien que ocasione al otro el serlo de mal. Sea uno mixto de
paloma y de serpiente; no monstro, sino prodigio”.
(Núm.243, Oráculo Manual y Arte de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647)
Pocos clásicos españoles del siglo XVII son tan brillantes en
el fondo y en la forma
como Baltasar Gracián,
S.J. No conviene olvidar que sus
sutiles desahogos dialécticos
terminaron costándole caros. Tras la publicación de El Criticón en 1657 sus superiores jesuitas
—que no la Inquisición— lo castigaron dejándolo a pan y agua, y sin poder disponer
de papel y tinta. Solicitó permiso para pedir el ingreso en otra orden
religiosa. Pero murió,
poco después, en Tarazona en Diciembre de 1658.
Baltasar Gracián, atribuido a Velázquez, Museo de Bellas Artes de Valencia |
Paradójicamente, Gracián es recordado sobre
todo por su libro El
Criticón. No conozco
a nadie que lo haya leído entero.
Pero lo mencionan como una novela comparable al Quijote, popular y divertida. Claro que
tampoco me fío de muchos que
dicen haber leído el Quijote entero.
En fin, El Criticón es
más pesado aún que À la recherche du temps perdu,
que sí he leído empujado por mi juvenil pedantería.
Gracián terminó, pues, triste, humillado, maltratado. ¿Sería del todo creyente? La pregunta no es gratuita, aunque carece de respuesta en este mundo. Enlaza a su manera con el caso de Schopenhauer, quien fue ambicioso y reivindicativo, y acabo satisfecho y engreído. ¿Sería del todo ateo?
“Tres grandes fuerzas tiene el mundo, dice muy acertadamente un pensador de la antigüedad: prudencia, fuerza y azar. Creo que la más poderosa es la tercera, pues el curso de nuestra vida se parece a la navegación de un barco. El azar, la secunda aut adversa fortuna [«fortuna favorable o adversa»], desempeña el papel del viento, que nos hace avanzar o retroceder rápidamente; contra él pueden muy poco nuestros esfuerzos y actuaciones. Estos corresponden a la función de los remos en nuestro ejemplo: cuando los remos nos han hecho avanzar un trecho determinado, gracias a muchas horas de arduo trabajo, aparece súbitamente una ráfaga de viento que nos hace retroceder otro tanto. En cambio, si el viento es favorable, nos impulsa de tal modo que podemos prescindir de los remos. Este poder de la fortuna lo expresa insuperablemente un refrán español:
«Da buena ventura a tu hijo y échalo a la mar».
Es cierto
que el azar como tal es una
fuerza maligna de la que uno debe
depender lo menos posible. Sin embargo, ¿qué otro donante, al mismo tiempo que nos concede algo, nos da a entender
de manera tan clara que no tenemos
ningún derecho a sus dones, que debemos los mismos no a nuestra
valía sino exclusivamente a su magnanimidad y a su compasión, y que, justamente por ello, podemos aún
albergar la esperanza de recibir humildemente otro don inmerecido? Sólo el azar: él
domina el arte soberano de hacernos entender
que, comparado con su favor y
su compasión, cualquier merecimiento es
impotente y carente de valor.
[…]
Quizás aquel impulso interior esté bajo la dirección, inconsciente para nosotros, de ciertos sueños proféticos que olvidamos al despertar y que le otorgan a nuestra vida esa regularidad y unidad dramática que la consciencia cerebral, tan frecuentemente insegura y extraviada, tan voluble, no es capaz de infundirle, y a consecuencia de la cual, por ejemplo, el predestinado a llevar a cabo grandes obras de una clase determinada intuye esto mismo interna y ocultamente desde su juventud y trabaja para ello como las abejas en construir su panal. Esto viene a ser para cada cual lo que Baltasar Gracián denomina «la gran sindéresis»: la gran custodia instintiva de sí mismo, sin la cual el individuo acabaría por perecer. Obrar de acuerdo con principios abstractos es asunto difícil, y sólo se consigue tras mucha práctica, e incluso así, no siempre: muchas veces, además, no bastan los principios. En cambio, cada cual tiene ciertos principios concretos innatos, con los que está plenamente identificado porque son la quintaesencia de todo lo que piensa, siente y quiere. Casi nunca los percibe in abstracto, sino que, al volver la vista hacia su vida pasada, se da cuenta de que siempre los ha observado y ha sido guiado por ellos como por un hilo invisible. Dependiendo de su índole, esos principios innatos lo conducirán hacia su felicidad o hacia su desdicha”.
(Núm.48, Aforismos sobre
el arte de vivir, Arthur Schopenhauer, 1851, Ed. Franco Volpi, Trad. de
Fabio Morales 2009)
La verdad es que escribe mejor Gracián que Schopenhauer.
Aunque a veces pienso que será cosa
de la traducción del alemán, imposible como todas las traducciones. Entonces me viene a la mente el fenómeno inexplicable: Schopenhauer, fascinado por Gracián, aprendió español no sólo para leerlo sino
para traducirlo y publicarlo. Al final lamento mi ignorancia que me hace
incapaz de leer los aforismos mestizos, hijos de Gracián y Schopenhauer. Pero me consuelo
pensando que la realidad inconfesable es que aforismos de verdad son los
de Gracián (concisos aunque no siempre claros pues “el sentimiento barroco pinta
virutas de fuego, hincha y complica el decoro”, que diría Antonio Machado) y no los de Schopenhauer, largos
y en párrafos que encierran cada uno un ensayo en miniatura.
En su traducción al alemán del Oráculo Manual y Arte de Prudencia
Schopenhauer
debió de encontrar
un maestro en Gracián, aprovechable para sus propios juicios, que andaban en equilibrio sobre un abismo de cinismo o tal vez sólo de
pesimismo irónico:
“Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación
de los aciertos. El jugar a juego descubierto
ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más
donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma
arcanidad provoca la veneración […]¹”.
(Núm.3, Oráculo Manual y Arte de Prudencia, Baltasar Gracián, 1647)
Habría que iluminar el escenario –largo, muy largo, pues Gracián nació en 1601 y Schopenhauer en 1788– donde ambos ensayistas analizaron, comentaron y sentenciaron las dificultades y las recompensas del trato entre los humanos. Tal vez Voltaire las definió con su habitual amargura sonriente: "Nous laisserons ce monde-ci aussi sot, aussi méchant que nous l'avons trouvé en y arrivant"².
Otrosí , hay que reconocer a Schopenhauer un don
teatral que apreció o creyó apreciar
más de uno. Por ejemplo, Nietzsche cuando escribió :
“El solitario desesperado no podría escoger un símbolo
mejor que el Caballero entre la Muerte y el Diablo, tal como Durero lo grabó, el Caballero con coraza y la mirada
dura de bronce que sigue su camino de espanto,
indiferente a sus horribles
acompañantes, pero sin esperanza, solo entre su caballo y su perro. Nuestro
Schopenhauer era ese Caballero de Durero: no tenía ninguna esperanza, pero quería la verdad. Ningún otro lo igualaba”.
(El nacimiento de la tragedia, Friedrich Nietzsche, 1872)
El Caballero, la Muerte y el Diablo. Albrecht Dürer, 1513 |
El grabado de Durero tiene tal fuerza grandiosa y siniestra
que, por mucho que Nietzsche lo crea, no es verosímil ningún parecido entre el diabólico caballero y el burgués
teatral. A Schopenhauer hay que entenderlo sin
creerse nada de lo que él creía ni de lo que creían sus amigos ni sus enemigos.
Además, conviene en todo caso tener en cuenta las dos etapas de su vida y vocación filosófica. Todos los comentaristas coinciden en señalar su impaciencia juvenil, reflejada en El Mundo como voluntad y como representación, y el éxito en su vejez de sus Aforismos sobre el arte de vivir. A este proceso suele señalarse la coincidencia con su retrato como joven romántico y el daguerrotipo como anciano volteriano y sarcástico.
“El rasgo característico
y fundamental de la vejez es el desengaño: han desaparecido aquellas ilusiones
que hasta entonces habían hecho atractiva la vida y dado estímulo a la acción;
uno ha acabado reconociendo la nadería y vacuidad de todas las maravillas del mundo, en especial del lujo, la pompa y la
aparente grandeza; uno ha descubierto que detrás de la
mayoría de las cosas deseadas y los goces aspirados no se esconde gran cosa y
así ha llegado gradualmente a comprender la enorme pobreza y vacuidad de toda nuestra
existencia. Solo a los 70 años
comprende uno del todo el primer
verso de Kohelet [Eclesiastés 1,2: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad»].
Pero esto es asimismo lo que otorga a la vejez cierto toque de tristeza.
Lo que
«uno es para sí mismo»
nunca adquiere tanto valor como cuando
se llega a viejo”.
(El Arte de sobrevivir, Arthur Schopenhauer, Trad. José Antonio Molina Gómez, 2013).
Gracias a todo eso Arthur Schopenhauer pudo pensar, vivir y ser quintaesencialmente liberal y reaccionario. Nunca quiso casarse. Siempre dijo lo que pensaba y casi siempre pensó lo que decía. También era soberanamente ecléctico. Como hemos visto, entre sus gustos, más bien pasiones, estaba la obra de Baltasar Gracián. Tradujo el Oráculo Manual y alabó fervientemente El Criticón. El Oráculo Manual es fascinante y en otro momento podremos hablar del merecido éxito que el jesuita Gracián tuvo y de lo caro que le costó su buena pluma. Descanse en Paz Gracián y si es posible, también Schopenhauer.
Y, por cierto, asimismo el Caballero de Durero.
¹ Su misma arcanidad provoca la veneración. Basado en Tácito: omne ignotum pro magnifico est (todo lo desconocido se tiene por magnífico). Nota de Arturo del Hoyo.
² “Dejaremos este mundo tan necio y tan perverso
como lo hemos encontrado al llegar”. Carta a la Condesa de Lutzelbourg , 19 de Marzo de 1760.
Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián
Charles Baudelaire. Reaccionarios Liberales o Liberales Reaccionarios I
¡Esos señores fueron engañados como Voltaire, Nietzsche por la propia intelectualidad mentirosa, almas pesimistas y perdidas en la infelicidad, mundanales personas, darían conferencias intelectuales banales!. Si me permiten voy a cambiarlos por Fray Juan de Zumárraga.
ResponderEliminarNo creo que se pueda calificar de banal a Schopenhauer ni a los otros mencionados en el articulo. Fueron representantes, bastante dignos de interés, de la civilización occidental basada en los tres pilares de la filosofía griega, el derecho romano y el humanismo cristiano.
ResponderEliminarEntiendo que replica usted al comentario anónimo de ayer y no a mi artículo. Claro es que Schopenhauer, Gracián y demás citados no tenían nada de banal. Ojalá hoy hubiese más como ellos.
EliminarSi por supuesto, es una replica al comentario anonimo. Aunque Schopenhauer tenia una idea excesivamente grande de su obra no deja de ser un notable filosofo aun si su concepto de la Voluntad como ultima ratio no creo que sea verdadero
EliminarBueno, desde luego con tantos intelectuales, profesionales...teorías...¿ y como el ser humano tan mal?. Pues por la falta de amor en el corazón, porque ya el ser humano no sabe lo que es amar, heridas y carencias emocionales en el corazón...y lo que le da Transcendencia al hombre es el Amor, nada más...
ResponderEliminarDesde cuando dejé de creer en tantos mentirosos con orejas de burro y nariz de pinocho...el que ha sido engañado no es humilde para decir...ay me engañaron...y hace que otro caiga en la trampa del engaño.
Me olvidaba...¿ discreto es igual que mentiroso?. Mejor y más bonita es la prudencia que no la discreción, no me gusta esta palabra llamada discreción.
ResponderEliminarSi me permite usted sr. Anónimo, me inclinaría a pensar que la discreción es una condición de la prudencia. Se puede ser discreto y prudente, pero si se pretende ser prudente y se es indiscreto seguro que se yerra. Don Santiago seguro que podría dar fe diplomática de la necesidad de discurrir con ambas para el buen fin de la diplomacia. Y la diplomacia es condición necesaria a la vida social. La mentira, a la larga, es seguro una forma de imprudencia. Puede existir, no obstante, una forma noble de ella cuando quien la cuenta o difunde lo hace con buen fin, sin usura ni provecho impropio. La complicidad silente del cobarde frente al delito no es ni prudente ni discreta y más que mentira es villanía.
EliminarUn saludo.
Siento por el Criticón un gran aprecio. Me inclino a pensar que el pesimismo es inevitable si se sabe historia y se observa sin prejuicios la realidad. Como cristiano confío en la Justicia al final, pero no por ello dejo de ser pesimista en el camino. No creo que tenga solución casi nada de lo que nos aflige si es producto de la naturaleza del hombre y de su propia limitación. Gracián me parece brillante, muy acertado y sus afirmaciones sensatas. De reacciones y liberalidades ya me atrevo a pronunciarme menos, y es que no entiendo muy bien qué es hoy un liberal, o cuál es su antónimo. No conozco a nadie público que se defina como no liberal. Tampoco entiendo qué es hoy un Carlista, ni un Tradicionalista. Si tuviese alguien la bondad de aclarármelo, quedaría agradecido. Me refiero, es obvio, a aclarármelo no con definiciones intelectualistas , quisiera yo saber en la práctica que pretenden creen , suponen o quieren.
ResponderEliminarA su servicio don Santiago.
¡Si me permite Señor Flores!. No se entretenga con tanta intelectualidad, que no sabe Usted a dónde ha ido a parar las almas de estas personas y despierte, preste atención a San Pablo que no le engañará nunca, es perder el tiempo en que si este es liberal o no o esto o lo otro, no vale nada esas historias. Le recomiendo la obra de D. Antonio Buero Vallejo " Las Meninas". Póngase bajo el Manto de Santa María de Covadonga.
EliminarQuedo agradecido por su intención, sin duda buena. También por sus recomendaciones literarias , de igual manera. Suyo con respeto,
EliminarNo hay de qué, Gracias a Dios más bien y a Usted por ser humilde en sus palabras. A veces no es malo admirar a alguna persona humanamente, pero no lo haga en demasía con nadie, porque si conociéramos bien a esas personas nos llevaríamos muchas decepciones porque tienen sus miserias y el ser humano se traiciona a sí mismo. Cuantas personas aparentan lo que no son...
EliminarSiga siendo humilde Señor Flores, porque donde hay humildad hay verdad, y la Verdad es del Cielo de arriba y la mentira del fango, de abajo, y una simple mentira pequeña se hace mediana y luego grande se profesionaliza, y la mentira empieza a destruir en primer lugar a la persona y pasa a los demás y a toda la sociedad.
Si me permite este consejo, cultive amistad con el Espíritu Santo, El no traiciona a nadie, es la luz, el guía...el Caballero verdadero de Dios, como San Pablo lo hacía...siempre estaba diciendo...el Espíritu Santo me llevo, si el Espíritu me lo permite iré a...
Lea Señor Flores la Pasión de Jesús según María Valtorta no le defraudará, mejor que todos esos intelectuales que se perdieron...quizás.
¡Que Dios le bendiga y a este blog!
Me olvidaba y que Santiago Apóstol, del cual me fío completamente, ruegue por el Señor de Tamarón y por este Blog.
Eliminar¡Que el Amor es un Misterio y un Don de Dios!. Quien desee tener este Don, esta Gracia del Amor es sencillo tan sólo tiene que pedírselo a Jesus.
ResponderEliminarGracias por el artículo, señor marqués.
ResponderEliminarAquí en mis pagos Gracián fue objeto de un duro poema-juicio de Borges:
Baltasar Gracián
Laberintos, retruécanos, emblemas,
helada y laboriosa nadería,
fue para este jesuita la poesía,
reducida por él a estratagemas.
No hubo música en su alma; sólo un vano
herbario de metáforas y argucias
y la veneración de las astucias
y el desdén de lo humano y sobrehumano.
No lo movió la antigua voz de Homero
ni esa, de plata y luna, de Virgilio;
no vio al fatal Edipo en el exilio
ni a Cristo que se muere en un madero.
A las claras estrellas orientales
que palidecen en la vasta aurora,
apodó con palabra pecadora
gallinas de los campos celestiales.
Tan ignorante del amor divino
como del otro que en las bocas arde,
lo sorprendió la Pálida una tarde
leyendo las estrofas del Marino.
Su destino ulterior no está en la historia;
librado a las mudanzas de la impura
tumba el polvo que ayer fue su figura,
el alma de Gracián entró en la gloria.
¿Qué habrá sentido al contemplar de frente
los Arquetipos y los Esplendores?
quizá lloró y se dijo: Vanamente
busqué alimento en sombras y en errores.
¿Qué sucedió cuando el inexorable
sol de Dios, La Verdad, mostró su fuego?
Quizá la luz de Dios lo dejó ciego
en mitad de la gloria interminable.
Sé de otra conclusión. Dado a sus temas
minúsculos, Gracián no vio la gloria
y sigue resolviendo en la memoria
laberintos, retruécanos y emblemas.
En defensa del jesuita español salió su cofrade argentino, el gran Leonardo Castellani (quien últimamente viene siendo difundido en la península por de Prada, tengo entendido). Castellani escribió dos textos sobre la Gracián-Borges; en uno de ellos sugiere que el poema de Borges puede estar inspirado en el de otro compatriota, Ezequiel Martínez Estrada:
«Das la impresión ambigua
de un monje simbiótico
mayusculando en gótico una
inicial antigua.
Tu monacal paciencia
de glíptico y de orfebre
bordó en horas de fiebre
arabescos de ciencia.
Así, en cada versículo tan alto
resplandeces que, como el
Cristo, a veces me pareces
ridículo».
Y el segundo de los textos Castellani, grande refinado humorista, lo cierra con un poema apologético de Gracián … parodiando el estilo de Borges:
Dicen que fuiste de plantel hebreo
Gracián; pero lo escondiste mucho.
No es forzoso, pardiez —yo no lo creo—
Para en la cabalística ser ducho.
Agudezas, conceptos, paradojas
Con un diluvio de ingeniosidades
Cocinaste alfajores de mil hojas
Como no hay otro en todas las edades.
Obediente a la esencia de tu voto
Te vieron desobedecer asaz.
Como español no fuiste muy devoto
Pero en tu religión fuiste tenaz.
Horripilado de la necedad
Tenias miedo a la maldad humana
Y buscaste refugio en la amistad
De tu pequeña banda comarcana.
“Laberintos, retruécanos, emblemas”
Te dotó con exceso la natura
Y no necesitaste “estratagemas”
Para asombrar a tu nación madura
Cuando te fuiste al cielo aún medio niño
En la puerta que Pedro abrió de prisa
Geromio te acogió con fiero guiño
Mas el afro Agustín con su sonrisa.
Te aclamaban tus Santos Protectores
En vitelas, en sedas y en brocados
La desesperación de imitadores
Y la rabia de los sofisticados
Los Niños Inocentes te tejieron
Un cortejo de fantasmagoría
Y curiosonas al pasar te vieron
Las damas de la corte de María,
Y de repente vio a Níquel Gosvino
Con, el rostro turbado y pesaroso
Fue y lo abrazó y le dijo generoso
“Tu rencor fue espolín y fue un buen vino”.
(En “Crítica literaria. Notas a caballo de un país en crisis.”, ed. Dictio).
El porteño
Gracias, estimado porteño, por señalarnos los vituperios y los elogios de Gracián. A veces pienso que Gracián añoraba el pasado tanto como Schopenhauer anhelaba el futuro. La añoranza y el anhelo tal vez sean una misma forma de ser reaccionario: reaccionar contra el presente.
EliminarSeguro que es así. Lamentablemente, pero, el presente es el único espacio que ocupamos. Da la sensación, en contra de la opinión común, y al margen de la tecnología, que en los otros menesteres no paramos de retroceder lo cual favorece la añoranza y el pesimismo. aunque sabemos que las aguas pasadas no mueven el molino y las futuras son aún quimera, sospechamos que sus palas se detendrán pronto por falta de aquellas y por fatídicas voluntades . Reaccionar en contra de estas voluntades no solo es lícito, es la única oportunidad que tenemos para redimirnos de la complicidad que conduce a la impiedad y a la infamia y después al averno.
EliminarSuyo y leal servidor.
Mientras el intelectual siga en la intelectualidad y adore la intelectualidad así como a los ilustrados...se llevarán todo el tiempo con el mismo lío de intelectualidades...y la realidad por dónde irá?
ResponderEliminarSe considera al cientificismo como un abuso y una extralimitación del método experimental, bien por sobrepasar sus límites de alcance, bien por hacerlo en sus conclusiones. Es tal cosa un abuso, y en ese sentido una caricatura de las mismas bases que pretende refrentar. El cientificista es un dogmático que ha sustituido la fe en Dios por la fe en la ciencia. A la larga impide los nuevos descubrimientos. Coincido en que ciertas formas de "intelectualidad" cercanas o representantes del sofisma y el postureo académico son también la peor pesadilla. Ahora bien, no considero la actividad humana sin pensamiento, ni este sin actividad intelectual que es la base de la misma esencia del hombre, aunque coincido que sin moral el futuro es oscuro aunque brillen momentáneamente las luces, que no son de ilustrados , lo son, a lo sumo, de ilustraciones cromáticas. Suyo.
Eliminar¡Qué elegante y que profundo tu artículo, querido Santiago!
ResponderEliminarGracián y Schopenhauer son para mí y para bastante gente referentes de antiguo, pero también Santiago Tamarón. Y este artículo tuyo es de los que más me han gustado. Y dices bien, al final en la firma, que tu libro principal (aunque también tienes otros excelentes) es “El rompimiento de gloria", que he regalado a bastantes personas y siempre he quedado muy bien.
Repito que tu artículo, tan elegante, me ha encantado. Mucho mejor que el mío último en “El Mundo” sobre naderías de la mediocre política española de nuestros días.
Como bien dices, Gracián, uno de los más deslumbrantes escritores de la prosa española, fue una constante referencia para Schopenhauer. Y Schopenhauer, una de las mejores prosas en alemán. Con textos tan bien escritos y razonados, no sólo aprendió español para traducir a Gracián, sino que lo menciona con frecuencia, como bien señalas. Sobre todo en su gran obra de madurez: Parerga und Paralipomena. Por eso es siempre un acierto citar -como haces- la última parte del Tomo I de esta obra, que al español se ha traducido como los Aforismos para el arte de saber vivir (y que suele publicarse como libro separado tanto en España como en Alemania). Probablemente el libro del maestro alemán que más cita a Gracián.
Parerga und Paralipomena se ha considerado siempre una obra de menor importancia que Die Welt als Wille und Vorstellung” (“El mundo como voluntad y representación”, que el propio Schopenhauer consideraba su obra principal, su Hauptwerk). Nunca he compartido esa opinión, propia de la filosofía universitaria a la que, también en el Tomo I, Schopenhauer critica con dureza a la vez que despedaza a Hegel, a quien detestaba.
Cuando él tenía 102 años, en una cena con Ernst Jünger en su restaurante favorito en Saulgau, éste se sumó a mi tesis. Le sorprendió que le dijese que Parerga und Paralipomena me parece mejor obra que El mundo como voluntad y representación. Y me dijo que pensaba lo mismo. Añadió: “A Schopenhauer siempre he de agradecerle que me enseñó a pensar”.
Y una anécdota sobre Gracián: En mis 12 años como presidente de la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado conocí y traté a prácticamente todos los presidentes de Iberoamérica. Como regalo de cortesía solía llevar un libro. Y el que más he regalado es el “Oráculo Manual”. Siempre en español, y por supuesto también en Brasil, aunque a los políticos alemanes se lo daba en alemán, el Handorakel, y a rusos y ucranianos en una traducción bastante aceptable al ruso (Карманный оракул, literalmente “Oráculo de bolsillo”) que solía encontrar a buen precio en el mercado de Petrovka en Kiev antes de que, con el actual régimen en Ucrania, los libros en ruso hayan sido confiscados, prohibidos y quemados. A Lula da Silva le di el Oráculo manual. Y en español, claro. Un par de años después de nuevo nos vimos en su despacho en Brasilia. Y allí seguía estando, en su mesa presidencial, el libro de Gracián.
He leído, Santiago, varias veces tu artículo. No sabía que fuese Gracián quien intenta extender -sin éxito, como en tu caso- el uso de la palabra sindéresis. Y muy bien traída la cita de Nietzsche sobre el gran grabado de Durero, El caballero, la muerte y el diablo que acertadamente reproduces. Con todo, subrayo de tu artículo esta frase: “El hoy llamado pesimismo filosófico aúna un grupo variopinto que incluye a creyentes y agnósticos, cínicos, hipócritas y santos, occidentales y orientales, paganos, judíos y cristianos”. Seguro que a ti y a mi nos aceptarán sin dudarlo en el grupo. Y, nosotros, encantados, que no nos aburriremos.
Una vez más, Santiago, enhorabuena por tu magistral artículo.
Tu amigo
Luis Fraga
Muchas gracias, Luis, por tus comentarios que me halagan y a la vez me dan envidia... Quién pudiera usar el alemán y el ruso como tú. Ya el mismo uso del alfabeto cirílico me parece envidiable...
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