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Escudo heráldico del Cardenal Newman |
Durante los siglos XIX y XX hubo muchas conversiones al catolicismo de personalidades relevantes británicas, que pasaron de sus orígenes anglicanos a la fe católica con una curiosa mezcla de lucha espiritual y a la vez facilidad natural, como la de quien vuelve a su casa tras un paseo de siglos por parajes no del todo gratos.
En el ánimo de todos están el Cardenal Manning, G. M. Hopkins, Maurice Baring, Graham Greene, Evelyn Waugh, Alec Guinness y, el más reciente converso, Tony Blair. Sin embargo, los más interesantes a efectos teológicos tal vez sean el Cardenal John Henry Newman y el poeta, ensayista y novelista G. K. Chesterton. Sobre estos dos personajes señeros del catolicismo inglés se han publicado sendos ensayos que inciden muy en especial en la devoción por la Virgen María, de Newman en su periodo anglicano y de Chesterton durante toda su vida. Ambos están escritos por Don Javier de Mora-Figueroa, que lleva muchos años interesado en estos temas. En su trabajo sobre
Las letanías en la poesía de Chesterton, desarrolla con especial detalle unos poemas reunidos bajo el título de
The Queen of Seven Swords (
La Reina de las siete espadas):
"Las Siete Espadas de Dolor que atraviesan el corazón de María cuando se vuelve testigo del sufrimiento de su hijo se transfiguran en siete santos de Europa en la visión poética de Chesterton (Santiago de España, San Dionisio de Francia, San Antonio de Italia, San Patricio de Irlanda, San David de Gales, San Andrés de Escocia y San Jorge de Inglaterra). [...]
Es una alegoría de la defensa de la fe que se centra en la mirada que cada santo tiene de su nación: Santiago fortalece sus ojos con penurias; San Dionisio vuelve fieros sus ojos por la fiebre; San Antonio se ciega por los resplandores que ve; San Patricio aviva sus ojos por la rabia; David de Gales endurece sus ojos por el horror; en San Andrés sus ojos se vuelven tímidos por los secretos que conocen; y los ojos de San Jorge se sellan por el sueño. [...]
... cada uno admite los fallos de su propia historia, para pedir auxilio a la Virgen. Santiago de España narra la dureza de la dominación musulmana y cómo después de la Reconquista se perdió esa fortaleza en la defensa de la fe y clama "Reina, no olvides lo que todos han olvidado: que aquella batalla la ganamos"."
(Op. cit. pg. 304)
Respecto a esto último -el poema dedicado a Santiago de España- me parece que por los tiempos que corren no sobra reproducir enteros los vigorosos versos que Chesterton dedica a
St. James of Spain, y si los dejo en su versión original inglesa y no los traduzco al español quizá sea tanto por la dificultad de hacerlo con rima y métrica correctas (quién pudiera, como otras veces, pedir ese trabajo a mi amigo
Fernando Ortiz, que en Paz descanse) como por dejar el valeroso romance en "the obscurity of a learned language", que diría Edward Gibbon:
St. James of Spain
Mine eyes were strong with sorrows; none other blood shall say
What lay on my heart for a hundred years ere the stone was rolled away,
When crushing the vines and statuary, the rock of Mahound was hurled,
Featureless, faceless, enormous; the rolling stone of the world.
The haters of wine, the horsemen, came on us like night at noon.
The veiled knights with the crooked swords that sware by the crooked moon.
We endured to go down under darkness, beholding, as men that die,
The name of their God of Battles scrawled backwards across the sky.
Queen, if our gold rotted what no man’s iron could rend,
Bronzed gold, dark wine of the dust; if we stiffened and stood at the end
A gilded skeleton army brittle and brown in the sun,
Forget not what all have forgotten; this field was won.
En esta serie de santos patronos de algunas de las grandes naciones cristianas de Europa el broche melancólico pertenece a San Jorge, triste por no haber sabido defender hasta el final a la princesa que en su día salvó del dragón:
Más patético, si cabe, es el parlamento de San Jorge de Inglaterra. El caballero que venció al dragón abandonó a la princesa, robó su dote (quizá una alusión al viejo título de Inglaterra como Dote de María). Y se dirige al Espejo de Justicia pidiendo que los despierte. "Los que amábamos te hemos fallado. Tú no nos falles a nosotros".
(Op. cit. pg. 305)
El texto original de los tres cuartetos dedicados a San Jorge es éste:
St. George of England
Mine eyes were sealed with slumber; I sat too long at the ale.
The green dew blights the banner; the red rust eats the mail.
And a spider spanned the chasm from the hand to the fallen sword,
And the sea sand me to sleep; for it called me lord
This was the hand of the hero; it strangled the dragon’s scream,
But I dreamed so long of the dragon that the dragon was a dream;
And the knight that defied the dragon deserted the princess.
Her knight has stolen her dowry; she has no redress.
Mirror of Justice, shine on us; Blaze though the broad sky break
Show us our face though it shatter us; shatter and shake us awake!
We were not tortured of demons, with Berber and Scot,
We that have loved have failed thee. Oh, fail us not!
Don Javier de Mora-Figueroa concluye con melancolía pero también con esperanza:
Los siete juntos reconocen que perdieron sus espadas en la batalla.
(Op. cit. pg. 305)
Se comprende que la poesía tanto como la prosa de Chesterton atrajese por igual a correligionarios o adversarios: G. B. Shaw el irlandés ateo, George Steiner el judío agnóstico, Borges el argentino reaccionario y descreído o H. G. Wells el socialista deísta sin religión positiva, todos fueron o son admiradores de su obra. Y probablemente, confesándolo o no, de su personalidad arrolladora.
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Cardenal Newman por John Everett Millais
© National Portrait Gallery, Londres |
Pocos hombres habrá más distintos por su aspecto y su temperamento que el exultante y robusto Chesterton y el enjuto asceta Newman. Pero ambos muestran en su obra una ferviente devoción mariana y, me atrevo a añadir, que no sólo por motivos doctrinales sino con un fondo de ternura romántica que emociona al lector.
En su ensayo sobre
La mariología del periodo anglicano de John Henry Newman, Don Javier de Mora-Figueroa pone de manifiesto la sutileza y el realismo con el que Newman analiza ciertos aspectos del culto mariano, citando un fragmento de su carta al Reverendo E. B. Pusey en 1864, cuando Newman ya era católico y Pusey seguía en el Oxford Movement pero sin dar el paso definitivo a Roma:
“¿Qué madre, qué marido o esposa, qué joven o doncella enamorados no dicen miles de tonterías para demostrar su cariño? Quien las dice sentiría mucho que las oyeran los extraños, pero a quienes van dirigidas esas frases las reciben con agrado… Así sucede con la devoción. Pensamientos y palabras ardientes están tan abiertos a la crítica como están más allá de ella. Lo que es extravagante de modo abstracto, puede ser apropiado y bonito y sólo se rechaza cuando se encuentra en otros que lo imitan. […]”
Escribe a este propósito Don Javier de Mora-Figueroa esto:
“Ex umbris et imaginibus in veritate: este epitafio escrito por él mismo puede resumir perfectamente la evolución del pensamiento de Newman sobre la Virgen. Desde sus tiempos de protestantismo evangélico, pasando por su periodo anglicano, hasta llegar a Roma, Newman fue aumentando su fe y su devoción acerca de María.”
El epitafio quiere decir
Desde las sombras y los fantasmas hacia la verdad. Para completar su sentido hay quien lo relaciona con la alegoría de la Caverna platónica. En todo caso resulta hermoso y misterioso, quizá un milagro más de la Virgen María, comprobar que hoy el Beato John Henry Newman (beatificado en 2010 por Benedicto XVI) es venerado en la Iglesia Católica con su día de fiesta el 9 de Octubre y también lo es en la Iglesia Anglicana el 11 de Agosto.
Así es que la vida y el pensamiento del Cardenal Newman fueron fieles al lema que él escogió para su escudo de armas cardenalicio,
Cor ad Cor Loquitur. O sea,
El Corazón habla al Corazón.
La mariología del período anglicano de John Henry Newman
Por Javier de Mora-Figueroa
In: Scripta de Maria, Serie II, número VII
Santuario de Torreciudad, 2010
Las letanías en la poesía de Chesterton
Por Javier de Mora-Figueroa
In: Scripta de Maria, Serie II, número XII
Santuario de Torreciudad, 2015
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