La adoración del Niño Dios por los Reyes Magos –y por los pastores y por los animales y por los ángeles y la Estrella, y la persecución por Herodes– conforman un conjunto tan mágico y tan increíble que tiene que ser verdad. Nadie puede inventar algo así. Eso decía, hace muchos años, alguien muy próximo a mí. Luego, cuando murió, costó Dios y ayuda convencer al cura anglicano para que incluyese el evangelio de la Natividad en su funeral ("no es costumbre"). En cambio en su funeral católico el cura no tuvo inconveniente en mezclar la vida con la muerte. Comprendió además que no se trataba de un credo quia absurdum. No, era credo quia magicum. Para eso los Reyes eran magos, y acaso los demás también.
De todos los pintores que han reproducido la escena gloriosa y humilde, acaso sea Botticelli el que le dio un sesgo más misterioso. La Sagrada Familia desprende bondad, pero una bondad melancólica en el caso del Niño y de la Virgen, mientras que San José se muestra meditabundo. Los tres Reyes, al igual que la Familia, transmiten la gravedad propia de los Magos, que intuyen el trágico final de la encarnación divina en el Niño pobre, desnudo y lleno de luz. Pero lo más notable es la actitud del resto de los personajes, que se supone que forman parte del séquito de los Reyes Magos. No inspiran la menor confianza. Casi todos los que miran al pintor tienen una expresión francamente odiosa: son guapos, chulos y quizá criminales. Diríase que los acompañantes de los Magos, al llegar al humilde portal de Belén, se empeñaban en mostrar desprecio y ver qué beneficio podían sacar de todo ello. Sorprende leer que uno de los personajes menos siniestros (pero no del todo fiable), el vestido de color naranja, es el propio Botticelli.
Seguro que me equivoco y que en media hora el sabio y amable Mr Google me sacaría del error y me explicaría el porqué de esas caras torvas en algunos casos y tristes en otros. Quizá quien encargase el cuadro quiso reprender de manera indirecta a ciertos italianos renacentistas muy principales. Pero hoy no es día para entrar en esas cábalas. Mejor será buscar lo divino in verbis in herbis et lapidibus –o sea, en las palabras, en las plantas y en las piedras, que decía Paracelso– y no en las miradas esquinadas de los humanos.
Observemos, pues, un detalle pétreo y tierno a la vez del cuadro:
La planta que crece en ese rincón del Portal se llama Ombligo de Venus (Umbilicus rupestris). Sin entrar en sus cualidades medicinales, ni tampoco en simbologías confusas, merece la pena ir a las palabras y admirar la inventiva derrochada en todas las lenguas para dar nombre a esta planta. Además del suyo principal –religioso a fin de cuentas por pagano que sea– el sabio botánico Pío Font Quer reseña en su libro Plantas medicinales, el Dioscórides renovado los siguientes sinónimos en castellano:
Ombliguera, orejas de abad, de monje o de fraile, basilios, vasillos, escudetes, sombreritos o sombrerillos, gorros de sapo, angüejo, zumillo, hierba de bálsamo.
En portugués y gallego, y también en catalán, reaparecen los mismos nombres, en cambio en vascuence pasa a llamarse orma belarr (“hierba de hielo” por su frescura) y begarri belarr.
De todos estos nombres cabe sacar una conclusión: el nombre venusino, grácil y hermoso, no gusta a la mayoría. Esta parece tentada por el feo pecado de la pulcrofobia y enseguida cambia los encantos de la diosa por grotescas orejas y por sapos.
Pero esta noche recordemos que un pintor de mirada limpia y luminosa (todavía no había enloquecido por culpa de Savonarola) quiso poner junto al Niño Dios esa humilde hierba, que no desmerece de las testas coronadas y mágicas de los adoradores.
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Felices Pascuas
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Me gusta la denominación "Three wise men". La sabiduría se aproxima más a la magia que ninguna otra cosa. El conocimiento que unos atesoran puede ser inexplicable para quienes no lo comparten.
ResponderEliminarEn cuanto a los personajes que asisten a la escena, parece que el pintor los dividió en dos partes. El grupo de la izquierda parece más altivo, displicente e incluso autocomplaciente. Observan y comentan sin excesiva implicación. El grupo de la derecha parece más entregado y humilde. Aunque no en todos los casos: en ese lado se pintó el autor con mirada entre arrogante y desafiante... No nos vemos como nos ven.
Los chulos malencarados que miran al pintor tienen todos nombre y apellidos: En pie,con jubón granate y sosteniendo una espada, Lorenzo el Magnifico, quien gobernaba Florencia cuando Botticelli pintó el cuadro; junto a él, con ademán de explicarle la escena, Pico della Mirandola y, por encima de ellos, asomando la cabeza, Gaspare Lami -el banquero que pagó la cuenta del cuadro- o según otras fuentes Filippo Strozzi, hombre de negocios y político florentino. Los tres reyes magos son Cosme el Magnífico (el más anciano, arrodillado frente a la Virgen), Piero de Medicis -padre de Lorenzo- y a su lado su hermano menor, de blanco, Giovanni de Medicis, dirigiéndose a él. Lo que todavía se llama gente conocida.
ResponderEliminarSé que me repito cuando reproduzco la cita que viene a continuación, pero no creo que sea tan grave hacerlo a un año de distancia. Se trata del precioso diálogo entre Charles Ryder y Sebastian Flyte en Brideshead Revisited, la sin par novela de Evelyn Waugh:
“But, my dear Sebastian, you can’t seriously believe it all.”
“Can’t I?”
“I mean about Christmas and the star and the three kings and the ox and the ass.”
“Oh yes, I believe that. It’s a lovely idea.”
“But you can’t believe things because they’re a lovely idea.”
“But I do. That’s how I believe.”
Claro que tienen nombres y apellidos. Ya sabíamos que Mr Google nos los aclararía. Lo que ocurre es que en este caso el Sr Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Adoraci%C3%B3n_de_los_Magos_(Botticelli)) aclara y embrolla las cosas a la vez. Las cosas y las insinuaciones, y estas últimas son las que más embrolla.
ResponderEliminarSe comprende que Botticelli quisiera dar coba a la familia Médici, los más ricos, poderosos e ilustrados en la Florencia de su época. Pero ¿podía gustarle al todopoderoso Lorenzo de Médici aparecer con esa cara y postura de chulo de putas? Claro que el propio Mr Wiki dice que a lo mejor no era Lorenzo sino su hermano Juliano (que por cierto era más guapo que Lorenzo), asesinado durante la conjura de los Pazzi. En todo caso, también cabe imaginar que Lorenzo el Magnífico prefiriese aparecer con aspecto de chulo de putas guapo que con su fea catadura de la realidad. Todavía sorprende más que en su autorretrato Botticelli aparezca con ese gesto tan antipático. Quizá sea porque "no nos vemos como nos ven" como dice atinadamente Alfonsina en su comentario.
En cambio las creencias las aclara inequívocamente Evelyn Waugh en la cita tan bien traída por Otto Silenus. Lo que viene a decir Sebastian Flyte en Brideshead Revisited no es credo quia absurdum, ni credo quia magicum. Lo que susurra o grita -que en materias de fe el susurro y el grito pueden confundirse- es credo quia pulchrum.
Estoy seguro de que a Lorenzo el Magnífico le llenó de satisfacción el aspecto con que lo retrató Botticelli. Tenga en cuenta, querido Tamarón, que todo varón italiano viene al mundo con mil puntos más en el carnet de autoestima que el resto de los mortales; y en la Florencia áurea del siglo XV habría que añadir a esa cifra unos cuantos ceros más. Lorenzo de Medicis se encontraría, sin duda, magnífico en la Adoración de Botticelli.
ResponderEliminarEs, sin embargo, en el Cortejo de los Reyes Magos de Benozzo Gozzoli del Palacio Medici - Ricciardi donde el florentino, personificando a un angelical rey Gaspar, aparece tan embellecido y hermoseado que, si no conociéramos otras imágenes como el retrato de Vasari, nos costaría creer a Guicciardini cuando lo describe como "di statura mediocre, il viso brutto e di colore nero, pure con aria grave; la pronunzia e voce rauca e poco grata, perché pareva parlassi col naso".
Extraordinario ensayo. Como no estuve allí, no puedo atestiguar que lo que cuenta sea la Verdad con mayúsculas. Pero sí tiene la verdad de la inteligencia, del conocimiento y de la seducción verbal.
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