Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: "Me fui al campo llevando las ovejas..."

miércoles, 9 de noviembre de 2011

"Me fui al campo llevando las ovejas..."

“Todos los niños tienen talento literario, salvo Minou Drouet”, dijo Jean Cocteau en una de sus frases más falsas y brillantes. La niña era una poetisa poetastra preadolescente y sus ripios estaban escritos por su madre adoptiva, se dijo. Así es que ciertamente no tenía talento, pero tampoco todos los niños lo tienen como hubiera pensado un Rousseau cualquiera. Aunque también es cierto que hay menos escritores cursis entre los niños que entre sus mamás.

Por eso me sorprendió y me gustó tanto lo que a continuación podrán ustedes leer. Primero me lo enseñaron sus padres, a los que quiero mucho, pero cuya posible inclinación literaria decidí investigar, por si acaso. Tras verificar que no habían tenido ni arte ni parte en la obra de su hijo escritor (de 9 años), ni en la del retrato de éste por su hermano (de 11 años), fui yo quien les propuse acogerlo en esta bitácora. Sin ninguna condescendencia, al revés, sintiéndome honrado por poder ayudar siquiera modestamente a poner el pie en el estribo a uno de los muchos –espero que sean muchos- que dentro de unos años escribirán cosas más interesantes que las mías y mucho más interesantes que las de la mayoría de los ciudadanos de la República de las Letras de hoy.

Este texto -¿cuento, ensayo, prosa poética?- ya es interesante, por lo menos más que Azorín y Minou Drouet juntos.

Espero, pues, que su autor se anime a seguir escribiendo. Algún día sabrá que -acaso sin darse cuenta y milenios después- continuó el camino de los clásicos por los encinares de la Arcadia feliz. Eso es precisamente la tradición: entregar algo y recibirlo, de generación en generación. Buen viaje, muchachos.

Y buen viaje a este relato, que ahí va:


Me fui al campo llevando las ovejas, me tumbé debajo de una encina y me puse a dormir.
Al cabo de largo rato, escuché un ruido entre las plantas. Era una avispa que estaba aleteando fuertemente sus alas, y entonces volví a echar la cabeza sobre la hierba. Ya, no tenía sueño, entonces me dispuse a componer poesías como un poeta de los de verdad, como Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez.
Me salió una poesía que decía así:

Ayí adentro,
en el profundo mar,
navegan los peces con su remar,
y de las aletas, es el trabajar.
Yo, en mi barca,
también remo,
giro la cabeza,
y veo un reno,
con la cornamenta,
que parece lijada
y es afilada.

Justo en ese momento, apareció una niña de entre los matorrales.
Tenía unos ojos con un marrón fuerte y brillante, al igual que su cabello, que me hacía sentirme nervioso y también hacía que soñase en encontrarme en un momento menos intenso de mi vida.
No la veía muy bien porque me había hipnotizado.
Me dijo con una vocecita muy simpática, que salía de una pequeña boca, con unos suaves labios llenos de un colorete rojizo: Lo haces muy bien.
Yo le contesté bastante hipnotizado esta vez:
Gra, Gra, Gracias. La bella niña, se fue alejando poquito a poco, con admiro de mi tartamudeo.
Yo, no le entendía, porque los tartamudos no tienen nada de malo, pero bueno, como dice el refrán: entre gustos no hay nada escrito.
Me volví a tumbar y seguí con mis poesías. Esta vez sería más romántica, porque se la diría a aquella niña, que por cierto, le tenía que preguntar su nombre.
Después de largo rato compuse una poesía:

El mar
arrastra todo sin cesár,
hasta los barcos que se oyen navegar.
El amor, no lo arrastra nadie,
Si no que: se lo lleva el aire.

Después de unas cuantas horas, cuando ya estaba en la cama, pero todavía sin dormirme del todo, pensé si decirsela, porque la vergüenza me atacaba pero mi conciencia llegó a decirme que no lo haga.
Por la mañana, me desperté con mucha fantasía ya soñada y dispuesto a desobedecer a mi conciencia.
Fuí preguntando por unas cuantas casas hasta que: cinco calles más para abajo, encontré aquella preciosidad.
Yo, le dije: ¿quieres que te diga una “mini” poesía como la otra?
Vale, dijo ella, -pero ¡Ya no eres tartamudo!
No, ni lo era. - ¿Qué tienen de malo? Nada, esque yo fui tartamuda y le cogí manía.
Y¿cómo te llamas? ¿Yo? Inés ¿y tú? Tibur.
Bueno, allá va la poesía:

El mar
arrastra todo sin cesár
hasta los barcos, que se oyen navegar.
El amor, no lo arrastra nadie,
Si no que: se lo lleva el aire.

Inés me dijo: ¡que mono eres! En ese momento estába invadido por la vergüenza y todo lo que os podáis imaginar, porque sabéis muy bien que cuando una niña te dice que eres mono, hay almenos un hilillo de relación, a no ser que te vaya a decir que si podéis ser tan solo amigos, que ahí sería tu muerte.

Llegué a casa y mi padre me estaba esperando, no con los brazos abiertos como suele ser siempre. Yo, no había estudiado y mi padre me híba a preguntar la lección, después de haber tenido un día muy duro, por este motivo, cuando híba por la tercera pregunta se le estaban cerrando poquito a poco los ojos hasta quedarse dormido del todo.


* * *

Me levanté de la cama con los pelos de punta sin ningunas ganas de dirigirme hacia el cuarto de baño para peinarme.
Tras una hora de meditación acabe convenciendome para entrar en aquel cuarto.
Cuando ya terminé mis lavados personales, abrí la puerta y salí al campo.

Me tumbé en la hierba vajo la gran Encina y continué con mi meditación. Tras cinco minutos una poesía se situaba en el interior de mi corazón que se sentia con algo más que ganas de volver a ver a Inés.

Las palabras de la literatura española que ordenadas dan rimas, que te llegan al corazón, que en mi caso me simplifica las cosas en el pensamiento de un poema como el que sentía:

Yo en mi corazón,
sueño en tu regreso,
para poderte dar un beso.
El mejor momento de mi vida,
sería cuando te besaría.
Ayí,
vajo aquella gran encina,
en aquella extensa sombra
junto a la orilla,
soñaba en que estuviesemos juntos
tanto como unos juncos.









7 comentarios:

  1. ¿Los "hiba" con esa h asesina del buen gusto, es un problema de que es un niño o del que lo transcribe?

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  2. Qué anónimo tan listo. Y con tan buen gusto y tan superior a niños y transcriptores. Adivine usted quién puso la hache.

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  3. Precioso. Me ha recordado este estribillo de mi infancia:

    J'irai bien refaire un tour du côté de chez Swan
    Revoir mon premier amour qui m'a donné rendez-vous sous le chêne
    Et se laissait embrasser sur la joue
    Je ne voudrai pas refaire le chemin à l'envers
    Et pourtant je paierai cher pour revivre un seul instant
    Le temps du bonheur à l'ombre d'une fille en fleurs.


    Un saludo.

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  4. Qué gran imaginación puede tener un niño de 9 años!! Espero que continúe su camino literario y podamos ver su primer libro publicado. Confío en que se anunciará en este mismo blog ¡no puede ser menos!. Gracias por compartir estas líneas. Me han emocionado.

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  5. Delicioso, espontáneo; rebosa imaginación, naturalidad, frescura (en más de un sentido) y está escrito con garbo, con la soltura y despreocupación -en suma, el talento- que Cocteau atribuye a los niños. Me cuesta elegir una frase, pero creo que, entre tantas, me quedo con ésta que describe, mejor que muchos narradores adultos, un concreto estado de ánimo:
    "Por la mañana, me desperté con mucha fantasía ya soñada y dispuesto a desobedecer a mi conciencia".

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  6. Emotivo y vibrante, por la calidad del escribiente y por su cercanía a mi.Del pintor ya conocía sus aptitudes y no por ello me ha dejado de emocionar. Pero Tibur con esas cualidades me ha dejado boquiabierto

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