Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: En un meandro del Pisuerga, por José Antonio Martínez Climent

viernes, 10 de enero de 2025

En un meandro del Pisuerga, por José Antonio Martínez Climent

 Tras muchas y gratas conversaciones con José Antonio Martínez Climent lo convencí para que recogiera de su puño y letra alguno de sus puntos de vista sobre lo liberal reaccionario. Ahí va, con mi agradecimiento al autor. 

José Antonio Martínez Climent, fotografía de Carlos Espeso para El Norte de Castilla

    ¿Cuántos de nosotros no tenemos ya una cierta edad que nos permita hablar sosegada y abiertamente? Esta justificación, que bien escrita abriría una novela de Maugham, me es útil para afirmar que uno es un maníaco. Mas, y por seguir buscando el tono del inglés, confío en no haber causado alarma entre los lectores del Marqués de Tamarón. Deben saber que, pese a una cierta propensión a la repetición, me refiero más a la manía de aire griego que a la que patrocina la ya no tan joven princesita del salón escribiente europeo: la psicología. Esa mezcla inextricable de antigüedad y vida moderna sólo puede agradecerse, y reconocer, como un día hiciera A. O. Barnabooth, que no disponemos de suficientes horas al día para tratar a nuestras manías como se merecen.

Al desligarlas de su medio psicológico, es decir, al sustraerlas de las garras de la enfermedad, recobran un cierto prestigio, y queda uno en libertad para devorar tres platos de arroz con leche en el postre o para afirmar sin pudor que ha releído a Ortega. Se hace uno así poseedor de una largueza peculiar en su trato con el mundo, cuyos objetos, colores, seres y matices se presentan con perfiles netos, cuando los tienen, o en su indecible borrosidad, como es más frecuente. Quizá debiera decir «liberalidad» en lugar de «libertad», pues esa anchura se ejerce sujeta por invisibles restricciones que al irrestricto hombre moderno se le antojan literarias, en el mejor de los casos. Nietzsche o el propio Ortega dieron cuenta de esa arquitectura, de ese armazón que nos retiene y del que, tarde o temprano, nos veremos desprendidos; pues si algo no se presenta de forma neta en nuestras vidas es la moral, al modo en que lo hace ante el hombre pequeño-burgués, de envidiable clarividencia.

Esa pugna con el mundo provoca una serie de respuestas que, para mayor confusión del psicólogo, no son tanto de orden razonable como instintivo. Al conjunto de respuestas visibles y al fabuloso cuerpo rocoso que se adivina bajo ellas se le llama «reacción». Forma un complejo de reflejos corporales y mentales que, admitámoslo, con el paso del tiempo se vuelve algo rígido, e incluso llega a sedimentar en nuestras viejas y queridas manías. Todo ello es más posible aún porque el maniático liberal reaccionario comprende por instinto y desde siempre que el medio que estimula sus resortes es invencible. Sabe que el retiro parcial del mundo de hoy, empezando por el rechazo a su lenguaje, constituye una forma de religión (en la que para el creyente cabe Cristo, o se desprende de Él), puede que la única. ¿Cuál, pues, sería su INRI? Aunque he olvidado de quién es la cita, sé que Trapiello lo trajo no hace mucho a colación: «Solitarios del mundo, uníos». Se abren las catacumbas.

José Antonio Martínez Climent

En un meandro del Pisuerga, a comienzos del AD MMXV.

 

10 comentarios:

  1. Agradecería conocer bien qué significa ser liberal hoy. Creo haberlo preguntado en varias ocasiones. ¿Quién hoy se dice no liberal? ¿Cúal es su antónimo? Lo de reaccionario ya me parece más claro. Al fin reacción implica acción previa y esta viene determinada por la fuerza social dominante que sea cual fuere implica la reacción. Pero cuando se combinan además los dos conceptos y se habla de liberales reaccionarios vuelvo a estar confuso. Gracias amigo Climent por su benevolencia con mi ignorancia y a ti Santiago agradecerte la entrada. Vuestro. DF

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    1. Dejo con gusto a José Antonio Martínez Climent la contestación a este mensaje tuyo, que me ha interesado mucho. Pero aprovecho para citar algo que hace al caso y que acabo de leer:
      “Ah, I undestand exactly. You are, my friend, a real reactionary, —reactionary in the sense that you react. React against the prevalent Liberal or Conservative opinion, as may be. I am sorry for you. You will all your life be against vivisection and against the anti-vivi-sectionists. Triste sort ! That is to say, an impossible situation. You will be ground like a mill stione between warring contradictions and opposites. You will never be at home in any camp".
      Maurice Baring "The Coat without seam".
      En cuanto tenga tiempo lo traduciré y publicaré aquí.

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    2. Bonita y acertada cita, sin duda. También vendría al caso, en tanto la dificultad para definir con precisión términos complejos, aquella cita de San Agustín: "Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé

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  2. Ni liberal, ni reaccionario, que ambos tienen su asiento en la revolución. ¿Puede compararse el gran siglo francés, el de Rameau y La Bruyere con el espanto de la centuria siguiente? Por encima de todos ellos, la vieja Monarquía Católica, el gran socorro de Malta, Motolinia y Zumárraga. ¿Puede compararse el tabaco de Virginia que para fumar tuvieron que picar sajones y daneses para combustible de sus pipas con el veguero de la Habana? Siempre es estupendo volver por aquí, coinciden en esto todos los de la tertulia de Nava, con el gran polígrafo, A. Bergamota, al mando.

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  3. Diría que entiendo la condición liberal como sinónimo de prodigalidad. Del mundo hacia la persona y viceversa, en retorno por lo ofrecido. Ese tránsito no puede hacerse sin una comprensión cabal de los precios a pagar y de las circunstancias particulares de cada transacción, lo que remite a una liturgia en el trato con el mundo. Escamotear el precio y el ritual con el que es preciso manejar todo lo que contenga un valor es un rasgo del mundo técnico. En su forma política, es un rasgo del socialismo, que, a su vez, remite a un fondo cristiano. Pues fue Él quien dictó la primera orden de anulación del valor del mundo, reuniéndolo en Sí mismo, gesto codicioso donde los haya, a semejanza del que ejecuta el Estado.

    Desgraciadamente, no existe ya ninguna liturgia, ninguna formalidad que lo permita recuperar viejas formas de trato con las cosas. De ellas, y no de otros materiales, está saturada la Historia, a la que de ningún modo el hombre moderno está dispuesto a remitirse como no sea a modo de fundamento, más o menos peregrino, del nacionalismo más provinciano que haya ofrecido Europa. En nuestro mundo solo existen “protocolos”, mecanismos, sucesiones de procesos regulados por el Estado a través de sus técnicos, que remedan patéticamente la figura del sacerdote. De él guardan la furia y las formas. Y la servidumbre, ahora a Leviatán.

    Un cordial saludo

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  4. Gracias, amigo Climent, por sus explicaciones. Reconozco con rubor que no entiendo muy bien la primera parte de su escrito. En todo caso ¿podría indicarme cuál es el antónimo de liberal?Reciba mi más sincera muestra de amistad y de respeto. David

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  5. Liberal es la palabra polisémica por antonomasia, puede ser infinidad de cosas y sus contrarias. Nuestro mundo hecho de protocolos es una estupenda descripción de cómo las cosas.al final del proceso, toque la carita que más se ajuste a su experiencia, le agradecemos su valoración, etc. Lo del nacionalismo provinciano, no se exactamente que es. Lo puedo intuir y no sé si será el más provinciano de Europa. Creo que es simplemente un forma más de reacción, un reflejo provocado por la agenda de liquidación, bastante seco y estéril, en la linea de lo que sugiere o ejemplifica la cita de M. Baring de la siguiente entrada de nuestro anfitrión.

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  6. En nuestro contexto nadie quiere cuestionar que es partidario de la libertad. la libertad se ha convertido en un bien absoluto, incondicionable, aunque ni siquiera el libre albedrío esté garantizado ya. Por tanto el concepto liberal que sustantivado o no remite a la Libertad se ha convertido, también, en intocable. En la distinción entre legalidad, legitimidad y lealtad subyace el adefesio formal que supone que algo pueda ser legal e ilegítimo, o sea el desmoronamiento de la Justicia para transformarse en justicia. Quizá con la libertad habría que buscar la manera de distinguir entre Libertad y libertades. No lo sé. Mi conclusión es que la palabra liberal no significa nada concreto. En todo caso tampoco las distinciones entre conservadores y progresistas o entre derechas o izquierdas me parecen claras. De lo que si estoy seguro es de que para muchos liberal tiene por antónimo fascista, y que nadie quiere ser fascista. Se mezclan conceptos de doctrina económica con filosofía política y con ideologías. Hasta se ha llegado al punto que hay quien cree que el problema es que hoy no hay ideologías, cosa que de ser cierta sería un alivio, pues en todo caso habría que demandar filosofía política e ideas, pues como ya Gonzalo Fernández de la Mora explicó, la ideología no deja de ser filosofía política sacralizada, reducida y vulgarizada. Sirve para lo que sirve. Perpetuar el poder, envilecer y sobre todo para distraer. Nos engañan desde el principio y nos ceban para el festín de lo elegidos.
    A tu servicio Santiago. Saludos a todos.

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  7. Estimados David y Genaro:

    Espero que ambos se encuentren bien. Por lo tocante a lo propuesto por Tamarón, decir que lamento ser incapaz de ofrecer antónimos o sinónimos a palabras como “liberal”, “reaccionario” o “conservador”. Carezco de la claridad necesaria para ver los contornos netos de esos términos. Mi vista es brumosa, porque no quiero pensar que lo sea el mundo.

    Sin embargo, Tamarón me ofrece un asidero al definir “reaccionario” en sentido amplio, y al remarcar en esa segunda cita que responder a ciertas categorías es en realidad vivir atado a ellas. Es algo que hace poco también le escuché a Félix de Azúa, cuando recordó que todos los “ismos” del siglo pasado no eran movimientos libres, sino que respondían a los resortes y exigencias del Estado.

    Uno reacciona, por ejemplo, al ataque de la República Democrática Socialista en la que vivimos, a su violencia, a sus incesantes intentos de apropiación y regulación de todo, todo, todo aspecto de la vida. O a su asalto a la propiedad privada. También reacciono ante casi todos ms viejos amigos, pues, adscritos a incontables categorías (comunistas, socialistas, libertarios (solo dos), católicos, animistas (sí, una)… No hay día en que no intenten corregir mi vida según su norma. Hay que decir en su favor que esa molesta acción catecumenal es nueva en ellos. Se han contagiado del estatalismo que hoy todo lo ocupa, de la condición de predicador que hoy adopta todo hijo de vecino para propagar su nueva fe (la moral de Estado progresista), su modo de jugar al fútbol (balompié), su color de uñas, la dieta, los hábitos de higiene… No hay nada hoy en día que proporcione mayores beneficios que saberse protegido por la moral de Estado, recibir su reconocimiento. Es lo que más conviene a las naturalezas ovejunas.

    Lo que aprecio mucho en el curso de mis días, hoy, por ejemplo, es que esa niebla que veo entre mis ojos y el mundo brilla, refulge, se oscurece, se abisma, renace, adoptando en ello las más variadas formas. El diccionario llama a eso “matices”, y para aprehenderlos, siquiera fugazmente, es preciso caer de lleno en el lenguaje, hundirse felizmente en las palabras. Destaco aquí los denostados adjetivos, para mí benditos. Todos.

    Añadir que por “nacionalismo provinciano” me refería exactamente al rastrero nacionalismo del que se hace gala en la España de las Autonomías, que no lo son porque viven mayormente de la deuda, es decir, de la ruina provocada por una más que onerosa e impúdica intervención en lo material y en lo espiritual de la vida. Para todo hay hoy un ministerio, una comisión, una diputación, un concejal, cuyo desempeño cuesta sangre en impuestos. Para encubrirlo, al Estado, por medio de sus partidos, le basta con decir palabras como “servicios”, “gratis”, “derechos” o la más risible de todas: “social”. A ese patético movimiento se le opone hoy en día la dudosa oposición de un humanismo pseudoilustrado que ni siquiera logra imitar a su original. Que, por cierto, era en todo semejante al socialismo científico, de modo que, de acogerse a él, saldría uno de la sartén para caer en el fuego.

    ¿Cabe reaccionar, en términos que entienda el múltiple enemigo? Porque no hacerlo así sería mera vanidad. No creo que hoy sea posible mover los cimientos de este munso. Solo encuentro una salida: Un día, a eso de los diecinueve, le puse nombre a esa escapatoria por la que ya me deslizaba desde jovencito, aunque nombrar, como digo, no suele estar a mi alcance. Lo leí en Jünger, que de eso de reaccionar en sentido de Tamarón sabía mucho. Él lo llamó “anarco”. No anarquista (me remito a lo dicho por Azúa). Alguien que busca desbrozar un volumen de aire a su alrededor en el que vivir con los suyos, familia, amigos, sus dioses, sus diablos, un lugar de acogida en una tierra o casa propias o tomadas como tal, y en el que rija siempre el libro supremo: un diccionario. O mejor, muchos. El mundo adquiere entonces para mí una fertilidad capaz de llenar diez vidas.

    Ojalá pudiera responderles con más pulcritud y precisión, pero no hay más dentro.

    Un cordial saludo.
    J

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    1. Gracias, amigo Climent. Supongo que sí, la única reacción válida es la individual que en letra de tango bien se describe en Cambalache y en Yira de Enrique Santos Discépolo. Abrazos, David

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