Churchill, Marañón y la Memoria Histórica
Así vió Winston Churchill la Guerra Civil española:
“Naturalmente no estaba a favor de los comunistas. ¿Cómo iba
a estarlo cuando de haber sido español me hubieran asesinado a mí, a mi familia
y a mis amigos?” (The Gathering Storm,
1948).
“¿Por qué no hicimos más para ayudar a los anti-fascistas
durante la Guerra Civil?” preguntó Eleanor Roosevelt. “Porque a usted y a mí
nos hubieran cortado la cabeza si hubieran ganado”, replicó Churchill (en noviembre
de 1942) (Roosevelt and Churchill: Men of
secrets, por David Stafford).
“Blood, blood, blood”
(“Sangre, sangre, sangre”) exclamó Churchill en septiembre de 1936 negándose a
dar la mano a Pablo de Azcárate, el nuevo Embajador en Londres del Frente
Popular (Memorias de Pablo de
Azcárate).
Si tales propósitos fuesen publicados hoy en España, tal vez
estarían proscritos – aunque no todavía incluídos como delitos en el Código
Penal - por la Ley de Memoria Histórica de 2007 (su exposición de motivos se refiere al “principio de evitar toda
exaltación de la sublevación militar”, y su artículo 15, apartado 1, ordena la
“retirada de […] menciones conmemorativas de exaltación […] de la sublevación
militar”). Y si la Proposición de Ley de 2017 fuese aprobada, las palabras de Churchill
no podrían ser impresas y publicadas ya que constituirían apología del
franquismo (Proposición de Ley para la reforma de la Ley 52/2007, Disposición
Adicional Primera) o delito de
enaltecimiento o justificación del franquismo (Disposición Adicional Segunda,
que añade un artículo 510 bis al Código Penal).
¿Cabría pedir la extradición de Churchill para meterlo en la
cárcel? Imposible, está muerto, aunque en todo caso habrá que exigir el
oportuno certificado de defunción tal como hizo el Juez Garzón para verificar
la muerte de Franco.
Acaso no prosperase una exigencia al Gobierno británico de
exhumación de Churchill en razón de la Damnatio
Memoriae del partidario británico del levantamiento militar de 1936. Pero
por lo menos se podría muy fácilmente sancionar a Churchill retirándole la
medalla militar española (Cruz Roja al Mérito Militar) que le fue concedida
cuando era un joven oficial de Húsares británico y participó como observador en
1895 en combates en la Guerra de Cuba, por supuesto en el ejército español y no
en el bando de los mambises, movimiento de liberación contra el imperalismo
español.
¿Sería factible restablecer la censura previa para impedir
que se citen las palabras delictivas de Churchill? Eso permitiría prohibir la
reedición de aquellos libros de Churchill que muestran su afinidad con la
ideología de los que ganaron la Guerra Civil española.
La citada censura previa permitiría también impedir la reedición
o citas escritas de multitud de autores españoles. Por ejemplo los tres fundadores
de la Agrupación al Servicio de la República en Febrero de 1931: José Ortega y
Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Lograron su propósito de echar
al Rey Alfonso XIII dos meses más tarde, pero ya en Septiembre Ortega acuñó su
reproche a la República: “¡No es esto, no
es esto!”. El rápido desencanto de Ortega podría ser tipificado, en una
aplicación estricta de la reformada Ley de Memoria Histórica, como una
declaración derrotista susceptible de incitar a la sublevación militar que
terminó ocurriendo cinco años después.
Sobre todo, la
Proposición de Ley abre interesantes vías para facilitar la imposición
judicial de la corrección política, con ayuda de la Comisión de la Verdad.
Evitaría que llegase al conocimiento general el contenido de la abundante
correspondencia entre los tres citados fundadores de la Agrupación al Servicio
de la República. Hasta ahora están muchas cartas entre Ortega, Marañón y Pérez
de Ayala, además de Madariaga, celosamente guardadas. Alguna de las
recopilaciones parciales han excluído los comentarios cáusticos y a veces
desesperados que los mayores intelectuales de la República, al cabo de un
tiempo todos ausentes de España, de ambas Españas en guerra, hacían sobre los
más destacados dirigentes del Frente Popular. Basta con mirar El Cultural del 4 de Abril del 2001 y el
del 4 de Julio del mismo año para encontrar juicios despiadados de los cuatro
intelectuales citados sobre Negrín, Prieto, Azaña, Rivas Cherif y otros muchos
jerarcas republicanos. Y ya al final de la guerra, en marzo de 1939, profiere
un grito patético Gregorio Marañón en carta a su viejo amigo Ramón Pérez de
Ayala:
“Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera
podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de
resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aún es mayor mi
dolor por haber sido amigo de tales escarabajos; y por haber creído en ellos. ¡No
merecemos que nos perdonen!
Consolémonos con que los
hijos parecen ya a salvo de peligro y con que ellos no se han contaminado con
la revolución de Caco y caca”.
La clave del estado de ánimo de Marañón la dio él mismo,
públicamente, año y medio antes:
“Sucede ahora con la
revolución y guerra de España lo mismo que con todos los grandes
acontecimientos históricos: […] los juicios sobre ellos se fundan en accidentes
cargados de pasión […]. Yo no pretendo estar exento de esa pasión […]. Pero […]
mi formación de naturalista me ha acostumbrado […] al reconocimiento automático
del error. […] Lenin, que fue el máximo discípulo de Maquiavelo […] decía que
en política el ser fiel al pasado supone muchas veces ser traidor al porvenir. Ésta,
como tantas otras máximas maquiavélicas, es aceptable siempre que se añada algo
que no contaba para Maquiavelo […]: que el cambio en las ideas se justifique
por una continuidad en la conducta. […] la política […] juega y cuenta con las
ideas y no con la conducta. Para el naturalista, la conducta lo es todo; y su
conducta se estructura en torno del afán de la verdad y del desinterés para
todo lo que no sea la verdad. Por eso, al naturalista no le importa lo que
llaman los políticos equivocarse cuando esta equivocación se funda en la
fidelidad a la conducta.” (Liberalismo y Comunismo, diciembre 1937)
¿Quiénes están hoy siendo fieles al pasado y traidores al
porvenir (y de paso a Lenin)? ¿Quiénes traidores al pasado y fieles al porvenir?
¿Y quiénes se equivocaron por fidelidad a la conducta y afán de la verdad?
El
Marqués de Tamarón
Este es el texto de mi artículo publicado ayer, 15 de Agosto de 2018, en el diario ABC.
El artículo no puede ser más claro ni más cierto. En mi experiencia personal, tenía pocos años cuando murio Franco, la actitud de la izquierda española a lo largo de los años ha ido sirviendo de ilustración a mis lecturas sobre la guerra civil. Es la misma actitud, la de entonces y la de ahora. Pero hoy, enfrente no hay nadie. Mejor dicho, sigue habiendo mucha gente de a pie, ¿Pero dónde está el banderín de enganche?
ResponderEliminarAl volver de las vacaciones he tenido ocasión de repasar la biblioteca familiar en la que abundan -mi padre fue voluntario en la Guerra- las publicaciones sobre la historia de España en el siglo XX. Llego a la conclusión de que habría que condenar a las penas de prisión previstas en la modificación del Código Penal (artículo 510 bis) a personas tan dispares como Don Manuel Portela Valladares, Don Claudio Sánchez Albornoz o Don Miguel Herrero de Miñón.
ResponderEliminarEl ex presidente del Consejo de Ministros, Portela, cuenta en sus Memorias la propuesta del General Franco el 17 de febrero de 1936 para ofrecerle su adhesión y la del Ejército, pidiéndole que siguiera al frente del Gobierno con su apoyo. Es sabido que Portela dimitió dos días después, antes de proclamarse el resultado de las elecciones. Portela sigue diciendo que, "en junio de 1936 Franco escribió al presidente del Consejo y Ministro de la Defensa, diciéndole lealmente la inquietud que, por el desorden reinante, existía entre los militares que querían ser fieles a la República". Y, unas páginas más adelante, concluye: "Hubiera podido evitarse el 18 de julio (...) ¡Cuánto más efectivo y político entrar en conversaciones con el General Franco en respuesta a sus leales advertencias, que intentar luego volver atrás el movimiento que ya se había declarado"-
Don Claudio Sánchez Albornoz, último Presidente del Gobierno de la República Española en el exilio, cuenta que en agosto de 1937 le dijo Azaña: "la guerra está perdida, pero si la ganamos, los republicanos tendremos que abandonar España, porque el Poder quedará en manos de los comunistas". Y añade: "Oiga, se van a asustar cuando lean que yo no deseaba la victoria de la guerra civil, pero es cierto que tampoco la deseaba Azaña; hubiéramos tenido que marcharnos de España".
Avancemos en el tiempo para llegar a Don Miguel Herrero de Miñón. En el capítulo segundo de sus Memorias de Estío, dice: "El Estado franquista, al menos el que yo conocí en la década de los sesenta, era un verdadero Estado de Derecho. Es decir, un Estado en el cual, pese a su precaria legitimidad, los poderes públicos actuaban según normas preestablecidas y donde jueces y funcionarios nos tomábamos muy en serio ese genio expansivo del gobierno de las leyes en lugar del gobierno de los hombres" (...) "A falta de legitimidad, decía Rafael Gómez Ferrer, los servidores del Estado abundaban en la legalidad, y los políticos rendían a ésta una especial reverencia. El propio Franco parece que siempre insistía en la conveniencia de seguir los criterios del Consejo de Estado y no recuerdo en aquellos diez años de servicio en la Administración ni una sola injerencia del poder político en mis dictámenes".
Podría seguir con más citas hasta agotar este espacio. Sólo se me ocurre rescatar el nombre de la editorial RUEDO IBÉRICO y acaso su fondo de comercio (o el de la Editorial Oasis de Méjico, dado que la censura también se cebará con los Diarios de Azaña) para evitar los rigores del nuevo Código Penal.
Repasando títulos he dado con uno que sumiría en la perplejidad al Juez Instructor más experimentado. Es de Don Torcuato Luca de Tena y se llama "Franco sí, pero..." (PLANETA, 1993). El caso de Luca de Tena es singular: Director de ABC, monárquico de convicción y corazón, Procurador en Cortes por designación directa del Jefe del Estado (a quien llamaba así, y no Caudillo, en su periódico, lo que le valió algún disgusto), candidato monárquico al puesto de concejal del Ayuntamiento de Madrid, entre otras actividades. El día 22 de junio de 1969, cuando el Jefe del Estado sometió a las Cortes su decisión de designar a Don Juan Carlos de Borbón como su sucesor "a título de Rey", Luca de Tena fue uno de los 19 que votaron NO a la propuesta del Generalísimo -y en su presencia. Lo hizo, como el Teniente General García Valiño, por no respetar la propuesta el orden dinástico. "Franco sí, pero..." ¿es apología del franquismo? Alguien debería impartir un master para disipar estas dudas.
ResponderEliminar¿ Coincidirían en alguna idea Churchill y el Marqués de Pomball?
ResponderEliminarTal vez coincidirían en que el Despotismo Ilustrado fue la forma más eficaz de gobierno. Y seguro que coincidirían en que Pombal termina en ele y Churchill en elle.
Eliminar¡Es verdad, se ha añadido una ele a Pombal!
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