Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Fuego, crimen y castigo (II)

viernes, 15 de julio de 2016

Fuego, crimen y castigo (II)

Johan Christian Dahl, 1846
© Wikimedia Commons

     Un par de días después de aparecer mi carta en el ABC sobre el escándalo de la impunidad de los incendiarios de bosques en España, recibí un amable mensaje de cierta persona amiga en WWF (España). Me enviaba anejo este interesante informe titulado Dónde arden nuestros bosques. Análisis y soluciones de WWF.

     Ante todo debo reconocer que por primera vez en este tipo de documentos aparece una alusión a la impunidad de los citados delincuentes, entre las medidas para reducir el número de siniestros: 

     "Mejorar la identificación de causantes y la aplicación efectiva y ejemplar de sanciones y condenas para disuadir a quienes están detrás de los incendios y terminar con la actual impunidad."

     Son 30 palabras en un informe de 64 páginas. Pero, en fin, menos da una piedra.

     Ahora bien, en ningún sitio aporta datos e informaciones sobre la situación actual de los detenidos, juzgados y condenados por delitos o negligencias punibles relacionadas con estos incendios. Seguimos sin saber si hay alguien en la cárcel por estos graves motivos. Fui testigo de gestiones en todos los ministerios afectados o interesados en la materia, incluso contando con la ayuda benemérita de la Defensora del Pueblo. Resultaron infructuosas.

     En el informe mencionado de WWF (España) no se aborda ese aspecto, fundamental por su efecto disuasorio, ejemplar y de justicia retributiva. Al contrario, en el apartado correspondiente, bajo el título Factor humano, el gran olvidado, tan sólo menudean alusiones a las "inversiones para intervención social", "formación y sensibilización", "apuesta decidida por el diálogo", "búsqueda de soluciones consensuadas" y "conciliación de intereses".

     Por desgracia ese vocabulario recuerda otro, funesto, empleado por algunos para propiciar el final del terrorismo. ¿Conciliación y diálogo entre delincuentes y víctimas?

     Todo eso, dicho en plenas semanas de huelga indefinida de los agentes forestales en Cantabria, que coincide con la canícula veraniega. Y acompañado de múltiples exhortaciones a gastar más en trabajos de mantenimiento en invierno, etc. ¿Para granjearse la buena voluntad de los dueños de los fósforos? Hay tantos posibles beneficiarios, desde los furtivos hasta los que consiguen efímeros pastos tras quemar el monte... Sin olvidar tampoco al simple hideputa que disfruta haciendo el mal gratuito.



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11 comentarios:

  1. Casos son estos en que la indudable relación causa-efecto no queda descubierta por la investigación judicial, con suficientes garantías, de modo que la eficacia de estas medidas es probablemente escasa. Y Justicia de los castigos ejemplares siempre me ha parecido dudosa.

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  2. Hoy se está quemando la Sierra de Espadán, en Castellón. En su día sostuve duras discusiones con quienes delinearon el plan rector de ese parque natural, con los biólogos de la universidad que conducían allí estudios sobre la cubierta vegetal, y con miembros de los grupos ecologistas que depredaban sobre las untuosas e ineficaces subvenciones que sobre ellos vertía la Consejería de Medio Ambiente con el fin expreso de comprar voluntades, según miembro de la comisión pertinente. La causa de los encontronazos fueron las excesivas facilidades que la apertura de caminos y sendas daba a los no pocos quemabosques de entonces, y también a aquellos a los que el campo les importa justamente lo que dicte la moda. Aunque fue en otra montaña, recuerdo con especial dolor cómo la maquinaria de la Consejería destruyó un barranco repleto de tejos (Taxus baccata) y lo erizaron de señales y carteles con el único fin de construir una vía de fácil acceso al desfiladero que sirviera para que los turistas por venir supieran.. cómo era el barranco de la tejera.

    Habiendo trabajado en la montaña prelitoral levantina, conociendo a sus paisanos y a los politicastros ecologistas que fomentan sin medida su uso como parque temático de sí misma, me permito poner un punto de duda sobre que el origen de todo fuego que se precie y abra telediarios sea la quema de rastrojo. En algunas ocasiones, y para fuegos de distinto rigor destructivo, pude contemplan maniobras para disimular la causa comprobada, a saber, la negligencia culpable o el descuido indecente producto de la excesiva circulación de turistas pedestres o de ciclistas de montaña. En el registro oficial quedó el socorrido y nunca suficientemente ponderado epígrafe de "paisano inconsciente quemador de márgenes", y en otra ocasión se difundió la especie de la recalificación del suelo a cargo de un desconocido, del que misteriosamente se sabía seguro que estaba al servicio de un constructor afiliado al partido rival del gobierno regional del momento. Confesiones hubo de incendios producidos por ciclistas y paseantes de ocasión, pero al subvencionado cuerpo ecologista del momento le pareció poco adecuado publicarlas, pues aquello chocaba con su causa progresista de infantilización del monte.

    De que la quema de rastrojo es causa de muerte de mucha sierra no hay duda alguna, y de que las penas para todo tipo de quemabosques merecerían un ajuste severo, menos aún, al menos para mi. Aquí me permito añadir al catálogo conocido una causa censurada que no fue poco común durante los primeros años de ejercicio de mi profesión, y los motivos de dicha censura.

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  3. Sánchez Ferlosio tenía un espectro que lo espantaba por su acción infantilizadora del mundo: Walt Disney. Lo que no quiso ver el escritor romano es que era su propia y enconada ideología la que estaba trayendo una muerte semejante al agro ibérico, transubstanciando toda sierra, baldío, ribazo, aldea o campa en una "urbs" iluminada por un sol zurdo, denso de radiación ideológica.

    Puedo asegurar, aunque o tengo más prueba que lo que vieron mis ojos, que cierta sierra en cuyo monasterio se cultivaban unas naranjas celestiales muy fáciles de robar para el almuerzo, y otra alta y picuda, semidiós calizo que domina la llanura litoral alicantina, padecieron al menos dos fuegos cada una por el efecto de la apertura de caminos, pues donde antes hubiera una trocha de puercos la Consejería habilitó autopistas allanadas, señalizadas y decididamente no sexistas para que legiones de aleccionados funcionarios pusieran en campestre circulación su grasa administrativa.

    Tanto el botánico avezado como el fitosociólogo de salón saben bien que no hay hierba nitrófila o pirófila que no busque medrar junto a esos caminos para respirar los vapores de tubo de escape de los motoristas, de la chispa saltada desde la cadena de una bicicleta, de esa botella de plástico remedadora de la lente incendiaria griega, del saludable pitillo que ahora se fuma a escondidas, pero que igualmente se fuma. Por no mencionar los efectos nefastos que esas filas de caminantes (armados con podómetro, GPS, brújula, barrita proteica, bebida isotónica, chaleco reflectante y hasta bengala salvadora, según dicta el mandato de hipocondría estatalista) tienen sobre la fauna forestal y rupícola, espantándola de cazar cada fin de semana y arruinando incontables nidadas, cuando no volviendo a jinetas, puercos, carboneros y aguiluchos en meros frecuentadores de basureros.

    Quien ha pasado por sendas estrechas olvidadas por todos menos por los cuervos, quien ha estado horas y hasta días escuchando los desvaríos de los pinos susurrados por la brisa y derrumbados por las pendientes, quien haya dormido al raso tras perderse en el monte, solo puede preguntarse si a esas legiones de hipocondríacos que exhiben su probidad cada domingo (pues en eso consiste su pretendida "afición" a la montaña, en presumir del cumplimiento de la normativa civil del momento, y así se graban y fotografían pertrechados hasta la cejas con todo lo que es obligatorio) les llegará un día su fin, quizá en forma de otra moda que imponga una pasión regulada por el ajedrez, echar un dominó supervisado por un especialista, o sentarse callados en un parque a mirar la puesta de sol. Pues el precio que se ha pagado por llevar el demos al campo ha sido la muerte por infantilización del propio campo. De ninguna otra manera el hombre urbano admite pasear entre yerbajos.

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  4. Lo que es el sectarismo: los problemas de la Naturaleza son cuestión de la izquierda. Vaya. La cantidad de asfalto y edificación en nuestras costas, visible incluso por satélite, no tiene nada que ver con gobierno de derechas alguno, sin ir más lejos. Ceguera sectaria o ideológica, se llama esa figura. No, mire: el desastre ecológico español, como el de muchos otros sitios, tiene que ver con motivos (sobre todo) económicos en los que la derecha tiene, al menos, tanta culpa como la izquierda (yo personalmente diría que bastante más). No hay peor ciego, etcétera.

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    1. Pues claro que en el desastre ecológico "la derecha tiene al menos tanta culpa como la izquierda". A ninguna de las dos le importa gran cosa la Naturaleza. La única diferencia es que la llamada derechona (que naturalmente no es conservadora aunque sí de derechas) se encoge de hombros y la llamada izquierdona se rasga las vestiduras pero tampoco hace nada (naturalmente tampoco es conservadora). Es la diferencia superficial entre el cinismo y la hipocresía.

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  5. Tiene Usted mucha razón Señor Anónimo, toda destrucción sea ecológica o educativa por poner otro ejemplo lo han ejercido todos los lados y colores, por tanto mejor no seguir atascado en ese paréntesis si unos y otros, por el interés se hace alianzas inclusive o se producen deslealtades.


    En este país todavía no salimos de ese triste cuento falso, pues mire a un lado y a otro, a un color y a otro y se han enriquecido todos. Seamos sensatos y mejor construir para bien, ojalá se haga alianzas para el bien...estamos hartos de tantos males, y los niños y chavales sin esperanzas ninguna.

    Todo esto es un espectáculo y nada más, hasta el encargado del sonido sabe dónde dejar los micrófonos y las luces...

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  6. ¡Qué cruz todavía estamos en lo mismo, que si estos colores o los otros, que si este lado o el otro, pero si se han enriquecido todos los lados y colores, en el fondo son amigos y todo, o al menos lo parecen!

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  7. ¡Saben de todo este espectáculo lo triste es ver como siempre a los que verdaderamente pierden que son los inocentes, esas personas humildes, independientes y honestas que creyeron en una Democracia con sus más y menos, claro, hasta las personas tenemos nuestras virtudes y defectos...pero de ahí a sentarse en un sillón personas no preparadas y que se burlen de llevar las riendas de un País, la verdad no se entiende!.


    ¡Y los perdedores son los que ni se quejan, ni se han aprovechado de nada, son los fuertes!. Tiempos de mimados y nada más...


    ¡Cuando veo a los niños y chavales sin una educación acertada y sin expectativas, se me cae el alma al suelo!, así de sencillo y de claro, no hay nada más...pero las palabras hay que decirlas..." Por mí que no quede".

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  8. I (de tres).

    Lo cierto, y si la memoria no me falla demasiado, es que la transubstanciación del campo en un gigantesco e infantilizado parque temático de sí mismo se promovió durante las décadas de los años ochenta y noventa sobre el basamento de unas ideas que gustaban de llamarse a sí mismas progresistas, zurdas, de izquierdas. Tanto era así que la sola sospecha de que un biólogo podía no comulgar con alguno de los partidos adscrito a ese credo pagano bastaba para que se le expulsara de los comités oportunos, y ello con independencia del partido en el gobierno, dado el absoluto desplazamiento del ideario político disponible en España hacia los presupuestos del socialismo, blandos unos, de allende el Muro otros, severos todos.

    Importadas las líneas maestras de cuatro artículos estadounidenses leídos apresuradamente en sus nuevos despachos tras ser colocados a dedo en sus puestos, una pequeña cohorte de biólogos levantinos se puso a la tarea de transvasar el ideario ecologista californiano al semiárido levantino (no preciso abundar en que tal ideario había sido a su vez importado de allende los Urales por el incipiente movimiento ecologista americano, al que, no les quepa duda, nada le hubiera desagradado más que dijeran de él que no era rojo). Si a cualquier biólogo, pongamos que los hubiera aquí, se le ocurría discutir la necesidad de convertir las sendas de puerco en autovías señalizadas para funcionarios como único medio posible para redimir al agro ibérico de su secular atraso, el susodicho recibía anatema y quedaba señalado como enemigo declarado del progreso y del progresismo, y además, santa simplicidad, como hombre "de derechas". Por no mencionar que eso del "atraso secular", como bien sabe la concurrencia, es uno de los lemas más manoseados precisamente por la izquierda, cuando todavía había derecha. Léase a Caro Baroja, y después al mismísimo Delibes, y sorpréndanse de la orgullosa y omnisciente posición de superioridad moral en la que ambos autores se sitúan con respecto al paisano de la meseta o al huertano de ribera por mucho que digan alabarlo, posición de partida que uno considera indecente por cuanto que se fundamenta en los peores vicios intelectuales del paternalismo victoriano. Uno por altivo y fingidamente indiferente contemplador de la estructura del "atraso", el otro por su confesa adoración por el "progreso" de corte izquierdista, que como mucho habría de dejar tras de sí una estela de recuerdos escritos con mano magistral y algún barbecho donde dispararle a las codornices.

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  9. II (de tres).

    Que el agro se despoblaba y se hundía en la miseria estaba a la vista. Que el cadáver aún respiraba a mediados de la década de los ochenta, también. Así que aquella cohorte de biólogos que lo primero que hicieron fue proclamarse progresistas para poder entrar a los nuevos despachos de las consejerías recién creadas, se negó en redondo a leer siquiera los estudios de viabilidad de esas parcelas artificial y acientíficamente delimitadas (que con gran acierto llamaron parques naturales, pues "parque" remite tanto al lugar de juego del infante como a ese espacio no sacro y delimitado por los ribetes de la Nada en los que el Buda tanto gustaba de sentar sus pesadas carnes) que se centrasen en la recuperación de la actividad económica fundamentada en la agricultura, en la ganadería y en cualquier industria asociada. Y lo hicieron, si la memoria de aquellas reuniones no me falla, en virtud de la idea progresista de que era el Estado, con cargo a los impuestos, y no la productividad de los particulares, quien debía redimir al agro de su secular capa de telarañas. La recuperación de los particulares debía quedar supeditada a la transformación del agro en "espacio público", es decir, al asesinato del campo y su subsiguiente e instantánea transformación en "urbs". Como bien dijo el Marqués de Tamarón arriba, aquella derecha, que ya lo era poco, no era conservadora de nada, y, añado yo, no sólo no se opuso a la infantilización sino que fue su agente más avanzado, por cuanto fue durante la etapa de gobierno popular en el Levante cuando se vertieron las mayores cantidades de fondos públicos en los parques, pues los trece años anteriores habían dejado las arcas vacías.

    No había reunión para delimitar una sierra (con esos criterios de agrimensor acientífico propios de quienes lo hicieron, pues no había más regla que la administrativa para poner mojones) que no contemplara aclarar caminos, plantar bosques de señales reflectantes o construir "centros de interpretación de la naturaleza", pues era (y es) el Estado quien debía dictar el recuerdo de lo que en los parques se ofrecía. Esto, que al exaltado sintetizador de ideologías contemporáneo le parecerá exagerado, no lo es, por cuanto que la administración del disfrute en el campo es cosa que ya discutían los naturalistas soviéticos revolucionarios como algo de gran peligro para el régimen comunista. Y la razón era, decían ellos, muy simple: caminar en silencio y en solitario durante un paseo campestre es algo que posibilita los pensamientos más singulares, que puede promover todo tipo de conducta audaz, y ese germen de individualismo era, y aún hoy los es, intolerable para los ideólogos de izquierdas. Inconscientes o no de su desplazamiento hacia el rojo, "monitores" y guías de campo ejercen hoy en día no sólo de pedagogos de una serie de simplezas utilitarias y materialistas (que si del romero se saca miel, que si la lechuza es buena porque come ratones), sino sobre todo, de policías del disfrute, al más puro estilo del otro lado del Muro.

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  10. III (de tres)

    Que los idearios socialista o comunista se refieran a sí mismos como "el sentido común" es algo ya viejo por mucho que hoy en día ese supuesto sentido común se presente, una vez más, como síntesis superadora de las ideologías. Nada más antiguo que eso. Lamentablemente, la nacionalización del campo, como estatalizado está, es el resultado de la férrea y excluyente puesta en práctica de una ideología perfectamente definida y profundamente zurda cuya dilución hacia los márgenes ha acabado por impregnarlo todo. Con lo de bueno que tiene tanto como con lo de repulsivo que rezuma lo inunda todo, y no creo que, por mis años, me sea dado ver un movimiento de reflujo que, en lo que se refiere al agro ibérico, eche a patadas de sernas, campas, landas, barrancos, cárcavas, ventisqueros, coladas, sifones, derrubios, canchales y pedreras a esa legión de funcionarios hipocondríacos (y funcionarios ya somos todos, y a la fuerza) destructores del campo y que son poco más, lo diría Juan Benet, que carnaza para el Numa.

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    PD: Alguien dijo, con gran sensatez, que el español de hace unos pocos decenios odiaba el campo. Con ello abrió una vía contra la nacionalización y contra la infantilización, para quien desee explorarla.
    PD 2: La partición de esta nota responde a la capacidad para albergar texto de las casillas de publicación.

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