Este libro – o cuaderno, como insiste su autor – es cantera tan rica de material citable que para hacerle justicia habría que saquearlo al máximo y reducir al mínimo los comentarios, cosa que por lo demás debería ser obligada en esta sección de mi página que titulo “Botones de muestra”.
Empecemos por las primeras líneas de la primera página:
Todo lo que no puede enunciarse o definirse en menos de diez palabras carece de importancia.
La anterior afirmación carece de importancia.
Sólo lo esencial es suficiente. Pero hay que saber apreciar la belleza de lo superfluo.
Son aforismos perfectos por el fondo y por la forma. El primer párrafo, al tener dieciséis palabras, justifica el segundo. Observemos sin embargo que el primer apotegma es más exigente que la última proposición del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, la única que se entiende. En cuanto al tercer párrafo, luego volveremos a él.
La última página consiste en lo contrario de un aforismo: es un ensayo muy corto pero cabal, con todos sus matices y proposiciones variadas.
La risa china
La carcajada de un chino, entre nerviosa y reprimida, y a menudo extemporánea, desconcierta las más de las veces a su interlocutor occidental. De hecho, puede tener muchos y muy diversos significados, no siempre excluyentes, aunque con frecuencia contradictorios: prevención, alarma, sorpresa, incredulidad, incomodidad, “fuite en avant”, disgusto, contrariedad, temor, irritación, pérdida de cara, decepción, duda, tensión, alivio, insatisfacción, incertidumbre, confusión… Nunca tiene que ver con el humor y ni siquiera denota una percepción de comicidad. Menos aún es expresión de diversión, contento o alegría. Es, en todos los casos, una hilaridad hipotecada.
Al hilo de esta aguda observación sinológica conviene volver al tercer párrafo de la primera página, antes citado. Su lectura me trajo a la mente otra alusión a la belleza de lo superfluo, del mismo Mariano Ucelay ¿O no era el mismo, no éramos los mismos hace cuarenta años? Creo que sí. Mariano Ucelay sabía entonces y sabe ahora reirse con el simple disfrute de la belleza, con hilaridad nada hipotecada. Júzguese por lo que sigue.
Estábamos recopilando una obra magna cuyo título completo era Diccionario de Inutilidades (se sobreentiende que Hermosas y por consiguiente Útiles). En Copenhague recibí un escrito suyo desde Teherán que decía:
Asunto : Clasificación china de los animales
(para el Diccionario de Inutilidades)
Según una antigua enciclopedia del Celeste Imperio, los animales se clasifican en los siguientes grupos:
1) pertenecientes al Emperador,
2) embalsamados,
3) domesticados,
4) cerdos de leche,
5) sirenas,
6) fabulosos,
7) perros en libertad,
8) incluídos en la presente clasificación,
9) que se agitan locamente,
10) innumerables,
11) dibujados por un finísimo pincel de pelos de camello,
12) etcétera,
13) que hacen el amor,
14) que de lejos parecen moscas.
Sospecho que la clase duodécima puede ser resultado de perniciosas influencias del racionalismo occidental, pero quedan sutilmente contrarrestadas en sus efectos anarquizantes y disolventes por la clase octava, gracias a la cual el todo viene a ser parte de sí mismo.
Sí, me atrevo a pensar que hasta cierto punto seguimos siendo los mismos. Gracias, Embajador, por no haberte vuelto pomposo.
Cuaderno
Por Mariano Ucelay de Montero
Colección la Valija Diplomática
Editorial Dossoles
Burgos, 2013
Este libro se encuentra en Librería Diálogo,
calle de Diego de León, número 2, esquina a Serrano.
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