Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: mayo 2013

miércoles, 29 de mayo de 2013

Eres ciprés de triste rama



 San Jorge ayuda a Jaime el Conquistador contra los moros. Tabla valenciana, S. XV.
© Victoria and Albert Museum, Londres
 


Está claro, ni cateto ni cursi era el anónimo autor de las endechas a la muerte de Guillén Peraza. Era éste un joven caballero que murió en combate en la conquista de la isla canaria de La Palma, en 1443:

¡Llorad, las damas, sí Dios os vala!
Guillén Peraza quedó en la Palma,
la flor marchita de la su cara.
No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?
Todo lo acaba la mala andanza.


Esta hermosa elegía fue recogida en el siglo XVII, cuando todavía estaba viva en la tradición oral(1). Pero no faltan elementos cultos en estas endechas, tan cultos como los que se encuentran en las coplas de Jorge Manrique. Esa doble condición, popular y culta, unida a la inspiración lírica a la par que épica es tal vez lo que hace del autor anónimo miembro de la poco numerosa tribu de los poetas españoles que no son ni catetos ni cursis. Ni que decir tiene que en esa tribu militan también Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega o Francisco de Aldana, todos ellos muertos en combate.

Claro que quizá no fue un solo autor sino varios autores quienes a lo largo de muchos años fueron puliendo este conmovedor llanto por la muerte del joven guerrero. No importa, esté donde esté ahora Guillén Peraza, en algún valhalla o cielo, más bien lo primero, es de esperar que le llegue de vez en cuando un eco de este triste homenaje, y él quizá se sonría, sabedor de la vanidad de todo, a la vez muy escéptico y un poco halagado al comprender que sirve de ejemplo y consuelo elegíaco medio milenio después.

De todo esto he hablado más de una vez con Fernando Ortiz, mi indiscutible maestro en Métrica Armonía, aunque a veces discrepemos acerca del Gobierno del Mundo y sus Monarquías. Nunca estamos por completo de acuerdo pero sí en la mayoría de los juicios, más fundados los suyos que los míos. Fue él quien me dio a conocer las endechas a la muerte de Guillén Peraza, que él considera superiores a las coplas de Manrique (bueno, dice que acaso superiores, dentro de la gloriosa y melancólica hermosura de ambos poemas). Y él, Fernando Ortiz, rindió un magnífico tributo poético a su admirado y anónimo maestro:


AL MARGEN DE LAS COPLAS
         A GUILLÉN PERAZA

Todo lo acaba la mala andanza
Endecha anónima castellana de 1443

Sí, decidme, por qué pasó mi hora
sin darme cuenta,
como canto de pájaro en el alba.
Tal fugaz sueño
que no sabe siquiera quien lo tuvo
si fue o no cierto.

No te quejas de nada ni de nadie.
Así es la vida.
Mucho erraste, heriste sin remedio
a quien te quiso.
El baldón ese nunca has de borrarlo.
Muere contigo.

Testamento son estos versos tuyos.
Sabes quién eres.
No podrás esperar un tiempo nuevo
- ya no es el tuyo-,
pero sí aguardar firme el que te queda
sin miedo alguno.

La experiencia y los años te lo dicen:
esto se acaba.
Considera el asunto una rutina;
que la balanza
del final no ha de hacer más leve o grave
tu mala andanza.


Fernando Ortiz (2)

Así es que mi maestro Fernando Ortiz sabe de qué habla: tampoco él es cateto ni cursi. Dios lo guarde.


(1)   Véase Poesía Elegíaca Española, selección, introducción y notas de Bruce W. Wardropper, 1968.
(2)   Véase Vieja Amiga, de Fernando Ortiz, 2008.


martes, 21 de mayo de 2013

Más sobre el primer Conde de Villacreces

Preguntó sobre este curioso personaje de hace un par de siglos un lector, Don Pablo Pomar, atraído por una de las manías del excéntrico y práctico Conde: vestirse de cardenal para dar de comer a las gallinas. Así es que volví a acudir al actual Conde de Villacreces, excelente conocedor de la vida de su antepasado. Amablemente nos informa como sigue.

       El I Conde de Villacreces

         Por Álvaro Pacheco Bohórquez, VIII Conde de Villacreces

La cita sobre  vestirse de cardenal procede del libro del Padre Coloma, Recuerdos de Fernán Caballero. En una nota en la página 123 dice el escritor jesuíta:
“…. pero sí alcancé en mi infancia a su hermano el insigne Conde de Villacreces, famoso en toda Andalucía, y aun tuve el honor de que me pasease muchas veces en sus brazos por su dilatada huerta. Su magnífica casa solariega lindaba con la de mis padres, y conservo un vago recuerdo de su erguida y arrogante presencia de anciano, vestido con una especie de larga hopalanda roja, y un sombrero en todo igual a un capelo cardenalicio sin borlas: extraño traje que se vestía diariamente dos veces, única y exclusivamente para echar de comer a las gallinas…..”
 Esta afición a las vestimentas eclesiásticas no era nueva en el personaje. En la caja de ahorros que fundó en 1834, parece ser que la primera de España, los uniformes de los empleados y su propia levita  estaban hechos de estameña franciscana, para dar impresión de austeridad.
¿Se burlaba de la Iglesia? Cabe suponer que  sí. Su relación con la religión católica no fue fácil a lo largo de su vida. De joven, en los oscuros años de la vuelta de Fernando VII, se vio en la necesidad de disimular su condición de liberal, y trató de contemporizar haciéndose familiar del Santo Oficio en la reinstaurada Inquisición. Supuso tragarse un buen sapo para un agnóstico como él. Para conseguir el nombramiento tuvo que hablar con el prior de Santo Domingo, convento cercano a su casa y sede de la  capilla familiar,  y este lo recibió encantado, comentándole:  “me acuerdo de su abuelo, era todo un carácter, le pegó a un corregidor en la plaza del Arenal por un quítame allí esas pajas, y solía venir muchas tardes a jugar a las cartas  a la celda del prior.” Lo de que se celebraran timbas vespertinas en la celda del prior de los dominicos, nos indica que a mediados del siglo  XVIII existía una cierta relajación de costumbres en una orden tan seria.
Más tarde, ya casado, se sabe que cerró con llave el oratorio de su casa y no permitió que su religiosísima mujer lo usara. Esto debió de ser duro para ella, y uno más de los motivos por lo que era conocida en Jerez como “la esclava de Villacreces”.

El Conde de Villacreces

Enlace relacionado:
El primer Conde de Villacreces

martes, 14 de mayo de 2013

DELENDA EST CARTHAGO

(STULTORUM INFINITUS EST NUMERUS)
Todavía hay esperanza. Con partidarios de la República tan ignorantes, ¿quién necesita adversarios? Un divino impaciente llamado Rafael Borràs Betriu (otrora poderoso muñidor de premios Planeta, hoy nostálgico de repúblicas) publicó el pasado 14 de Abril un artículo que contenía, entre otras frases inefables, ésta:
"Ortega sentencia: Delenda est Monarchia (la monarquía está destruida), y arrastra tras de sí lo mejor del mundo intelectual y universitario." (El Mundo, 14 de Abril, 2013)
Es sabido -o al menos lo era antes de la LOGSE- que la frase citada quería decir "la Monarquía ha de ser destruida", no que ya "está destruida". Si ya hubiese estado destruida no se hubieran agitado tanto los primates (más bien de derechas, por cierto) Ortega, Marañón y Pérez de Ayala para destruirla. También es sabido que Ortega y Gasset, hombre culto, como sus conmilitones, traspuso la frase con la que Catón el Viejo cerraba sus discursos, Delenda est Carthago.
Ya menos sabido -desde el principio se encargaron muchos de echar tierra al asunto y pocos habrá ahora que quieran desenterrarlo- es que tras el artículo de Ortega que terminaba Delenda est Monarchia, publicado el 15 de noviembre de 1930 y seguido el 14 de Abril de 1931 por la proclamación de la Segunda República, meses después, el 9 de Septiembre de 1931, escribió Ortega otro artículo donde cantaba la palinodia:
"Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron en el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!»".
La mejor glosa al comentario que antecede la hizo en 1944 -algo tarde, es verdad- Eugenio d'Ors, callando por discreción el nombre de Ortega y cambiando por distracción el pronombre:
"... aquel apostador de casino, que, llevado frente a la jaula del león, en la Casa de Fieras, y como éste lanzara un rugido poco análogo a lo que el de la apuesta había asegurado ser, «¡No es eso, no es eso!», díjole meneando un índice inflexible en denegación enérgica y obstinada."
A mí me caen simpáticos los progres listillos como Rafael Borràs. Con sus traspiés ridículos hacen barruntar que no todo está perdido. A lo mejor lo de "un fantasma recorre Europa..." se refería a la estupidez, más que al comunismo. Tal vez Carlos Marx fue precursor en secreto de Groucho Marx, y desde luego éste estaba de acuerdo con el Eclesiastés tal como San Jerónimo lo tradujo: "el número de tontos es infinito".


Enlace relacionado:
Botones de muestra (XII)