San Jorge ayuda a Jaime el Conquistador contra los moros. Tabla valenciana, S. XV.
© Victoria and Albert Museum, Londres
Está claro, ni cateto ni cursi era el anónimo autor de las endechas a la muerte de Guillén Peraza. Era éste un joven caballero que murió en combate en la conquista de la isla canaria de La Palma, en 1443:
¡Llorad, las damas, sí Dios os vala!
Guillén Peraza quedó en la Palma,
la flor marchita de la su cara.
No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?
Todo lo acaba la mala andanza.
Esta hermosa elegía fue recogida en el siglo XVII, cuando todavía estaba viva en la tradición oral(1). Pero no faltan elementos cultos en estas endechas, tan cultos como los que se encuentran en las coplas de Jorge Manrique. Esa doble condición, popular y culta, unida a la inspiración lírica a la par que épica es tal vez lo que hace del autor anónimo miembro de la poco numerosa tribu de los poetas españoles que no son ni catetos ni cursis. Ni que decir tiene que en esa tribu militan también Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega o Francisco de Aldana, todos ellos muertos en combate.
Claro que quizá no fue un solo autor sino varios autores quienes a lo largo de muchos años fueron puliendo este conmovedor llanto por la muerte del joven guerrero. No importa, esté donde esté ahora Guillén Peraza, en algún valhalla o cielo, más bien lo primero, es de esperar que le llegue de vez en cuando un eco de este triste homenaje, y él quizá se sonría, sabedor de la vanidad de todo, a la vez muy escéptico y un poco halagado al comprender que sirve de ejemplo y consuelo elegíaco medio milenio después.
De todo esto he hablado más de una vez con Fernando Ortiz, mi indiscutible maestro en Métrica Armonía, aunque a veces discrepemos acerca del Gobierno del Mundo y sus Monarquías. Nunca estamos por completo de acuerdo pero sí en la mayoría de los juicios, más fundados los suyos que los míos. Fue él quien me dio a conocer las endechas a la muerte de Guillén Peraza, que él considera superiores a las coplas de Manrique (bueno, dice que acaso superiores, dentro de la gloriosa y melancólica hermosura de ambos poemas). Y él, Fernando Ortiz, rindió un magnífico tributo poético a su admirado y anónimo maestro:
AL MARGEN DE LAS COPLAS
A GUILLÉN PERAZA
Todo lo acaba la mala andanza
Endecha anónima castellana de 1443
Sí, decidme, por qué pasó mi hora
sin darme cuenta,
como canto de pájaro en el alba.
Tal fugaz sueño
que no sabe siquiera quien lo tuvo
si fue o no cierto.
No te quejas de nada ni de nadie.
Así es la vida.
Mucho erraste, heriste sin remedio
a quien te quiso.
El baldón ese nunca has de borrarlo.
Muere contigo.
Testamento son estos versos tuyos.
Sabes quién eres.
No podrás esperar un tiempo nuevo
- ya no es el tuyo-,
pero sí aguardar firme el que te queda
sin miedo alguno.
La experiencia y los años te lo dicen:
esto se acaba.
Considera el asunto una rutina;
que la balanza
del final no ha de hacer más leve o grave
tu mala andanza.
Fernando Ortiz (2)
Así es que mi maestro Fernando Ortiz sabe de qué habla: tampoco él es cateto ni cursi. Dios lo guarde.
(1) Véase Poesía Elegíaca Española, selección, introducción y notas de Bruce W. Wardropper, 1968.
(2) Véase Vieja Amiga, de Fernando Ortiz, 2008.