Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: junio 2014

jueves, 19 de junio de 2014

De esta agua no beberé

 
      Renuncio a traducir al español esta minúscula, contundente y exacta crítica de la novela llamada The sea (El mar) de John Banville. Sé que su autor, M. U., a quien conozco desde hace muchos años, nunca escribe a humo de pajas. Por eso a mí me quita todas las ganas de leer esta obra, la principal, de quien se dice que alcanzará el Premio Nobel. Esta última conjetura tampoco me compensa el aburrimiento de su lectura, que preveo cruel.

      Tómese, pues, como aviso a navegantes de ese mar tedioso, lo contrario del mar color de vino que surcó Ulises.

      In The Sea, John Banville shows a wealth of otherwise common (and not so common) English vocabulary, alongside an almost impertinent ease in the use (at times verging on abuse) of English syntax - which, alas, makes his prose impeccably (if perhaps unwittingly) un-English*.

      By means of which, Banville succeeds in putting forward a drab, eminently forgettable set of colourless characters, moving in and ebbing out with the unclean, murky tides of past and present aflow from an ominously whitish sea. Hardly an inviting seascape.

                                                                           M. U.
                                   
      * Sí, ya sé que Banville es irlandés (y -según dicen- el más grande autor vivo en lengua inglesa).
      Agradezco a mi amigo su presencia cáustica en estas páginas y que me ahorre leer al Sr. Banville. Seguiré sufriendo, pero con Dostoievski, un valor más seguro.

miércoles, 11 de junio de 2014

De nuevo la infamia impune

En vísperas del comienzo de la infame temporada anual de incendios forestales impunes en España, es interesante observar este mapa infográfico publicado en El País el 23 de Mayo


No sobra nada, ni siquiera la amable errata (ANALUCÍA por ANDALUCÍA) que nos aleja a los andaluces de los vándalos y nos acerca a Santa Lucía, patrona de los ciegos, y a Santa Ana, patrona de las parturientas.

No sobra nada pero falta mucho. Se menciona una multitud de delitos ecológicos e infracciones graves, tanto por urbanizaciones ilegales como por minería y otras actividades que a menudo no respetan la ley. Se recuerda que en muchos casos ni siquiera se ejecutan sentencias de los más altos tribunales. Todo eso conviene decirlo y repetirlo: son abusos que en España tienden a "salir gratis".

Sin embargo nada se refleja en el mapa de lo relacionado con los delitos de incendios de bosques, muchas veces gravísimos por la importancia del paraje destruido (como la laurisilva de Garajonay, en La Gomera), o por su extensión y por las muertes causadas (como el incendio de Guadalajara de 2005, con 12.000 hectáreas quemadas y once bomberos muertos). Y no se alude a la impunidad habitual en estos delitos e imprudencias punibles.

Sabido es que muchos piensan que hay dos clases de delitos llamados medioambientales (podían llamarlos destrucción de la naturaleza pero eso suena poco moderno): los "delitos de ricos" y los "delitos de pobres".

Sí, así hablan en privado ciertos expertos en la materia. Los "delitos de pobres" como prender fuego al monte son por definición bastante excusables. Los "delitos de ricos" como las urbanizaciones ilegales o los vertidos industriales son menos excusables pero igual de excusados. En la práctica hay muy pocas condenas y menos aún encarcelaciones (Explorar los incendios y Responsables). De hecho ni se sabe cuántos incendiarios cumplen condena. Es más, hay personas bien informadas que se preguntan si las propias autoridades saben cuántos condenados están en la cárcel, e incluso si hay alguno.

Por cierto que los "delitos de ricos", hay que recordar, también suelen salir gratis en nuestro país. Todavía no se sabe por qué.

Y tampoco podemos olvidar que la Red Natura 2000, red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad, establece obligaciones internacionales y también ayuda a mantener las zonas protegidas en cada país. Como bien titula otro artículo de El País, son Espacios naturales protegidos en vano. Suman el 27 % del territorio nacional pero a fin de cuentas significan poco a los ojos de los responsables. No sirven más que para albergar nuestra menguante belleza natural y nuestra también menguante diversidad biológica. Total, nimiedades improductivas. 

Quizá tan sólo nos quede el remedio de rezar a Santa Lucía para que abra los ojos a los guardianes de la ley y que éstos castiguen a los vándalos en vez de dejarlos campar por sus respetos.

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