Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: abril 2013

jueves, 25 de abril de 2013

Botones de muestra (XII)




Releo a Eugenio d´Ors y lo redescubro. Me pasa cada quince años. Siempre disfruto del reencuentro; ventajas de la mala memoria. Ahora estoy releyendo su Nuevo Glosario, que recoge en un volumen las glosas publicadas desde 1934 hasta 1943. Suelo abrirlo al azar, de noche, para poder dormirme con una sonrisa de admiración por su prosa brillante e irónica.
Pero anoche me salió no prosa sino un soneto. Y el soneto (de 1943) me pareció, más que irónico, un poco cruel:
La lectora de novelas

Usa Pilarín y abusa,
con delectación morosa,
ya de la novela rosa,
ya de la novela rusa.

Pero tampoco rehusa
la angloamericana prosa,
patética y caudalosa,
patosa o patidifusa.

Si un alma de taquimeca
creyó encontrar en «Rebeca»
el sustancial alimento,

hoy su ilusión avasalla,
siempre a escolta de pantalla,
«Lo que no-sé-qué del viento».
Claro que la sátira suele ser cruel, pero creo que no se ha de practicar nunca la crueldad con alguien más débil. Me pareció que aquí Eugenio d'Ors se comportaba como un vulgar Christian Grey. Me equivocaba. Lo que hacía Eugenio d'Ors era evidentemente burlarse de la literatura y el cine al estilo de Rebeca (Don Eugenio detestaba los bestiaséleres, sobre todo los escritos por autores en lengua inglesa, quizá, tal vez, acaso con un punto de envidia). Para ello hacía una caricatura de la lectora a su entender típica de esa literatura. Pero si decía que la tal lectora tenía "alma de taquimeca" no era por esnobismo social (o no del todo) sino en alusión al chotis de "Las taquimecas":
Con la falda muy cortita, muy cortita,
ajustadita, luciendo el talle
y el pelito muy cortito, muy cortito,
yo, muy airosa, voy por la calle.
Los zapatos muy chiquitos, muy chiquitos;
las medias finas a lo Rebeca,
las muchachas taquimecas, mecas, mecas,
son la admiración
de los chicos cañón.
Hay que saber, cosa que yo acabo de averiguar, que Celia Gámez lo cantaba en "Las castigadoras", revista de 1927. Sobre todo conviene saber que cuando se estrenó esa revista muchos la presentaron como un "himno reivindicativo de la mujer trabajadora" (sic). Y, claro, Eugenio d'Ors quince años después se burlaba de eso, de la supuesta condición progresista de las admiradas por los "chicos cañón".
Claro que si lo que hubiese querido decir Eugenio d'Ors es que la taquimeca, cuando se eleva de anécdota a categoría, conserva una peculiar condición cursi, no podríamos estar de acuerdo, ya que los grandes cursis de la literatura española -Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, los dos Machado, Juan Ramón Jiménez- tienen un nivel social superior a la media de las taquimecas pero también una dosis de cursilería congénita muy superior.
Pero para terminar con otro botón de muestra de la ironía d'orsiana, ésta muy dura y muy merecida, ahí va un trozo de la glosa "La cola del león, la cabeza del ratón", de 1941:
Lo malo es aquella condenada tabla de valores, de inspiración turbiamente romántica, que hace casi dos siglos vienen metiendo el Parlamento, la Escuela y la Prensa –con la entreverada colaboración de tal cual dudoso momento de la Poesía– en la cabeza de las pobres gentes. Y, según la cual, el bien supremo para el existir de los pueblos es la independencia. En esto, tanta culpa han tenido el contagioso enfermo don Juan Jacobo como el arriesgado sportman [sic] señor Byron, el precoz folklorista profesor Herder como el inventor de camisetas Giuseppe Garibaldi; tanta, los patriotas que besaban mentalmente la piojosa pelliza del héroe Viriato como los que, a la salida de la Ópera, en el Teatro de la Moneda, transformaban en Brabanzona los aires de Lucía de Lammermoor; o los que se enmandilaban en las tenidas de «ventas» con Simón Bolívar, o los que pasaban el rosario con cuentas de Guernikako-arbola y avemarías Internacional, dentro de algún famoso «Cinturón de hierro»...
Ahí sí que Eugenio d'Ors demostraba conocer el pasado y adivinar el porvenir.

Eugenio d'Ors por Ramón Casas
MNAC © Wikimedia Commons

Nuevo glosario Vol. III (MCMXXXIV - MCMXLIII)
Por Eugenio d'Ors
Editorial Aguilar
Madrid, 1949

Enlaces relacionados:
Botones de muestra (XI)
Botones de muestra (X)
Botones de muestra (IX)
Botones de muestra (VIII)
Botones de muestra (VII)
Botones de muestra (VI)
Botones de muestra (V)
Botones de muestra (IV)
Botones de muestra (III)
Botones de muestra (II)
Botones de muestra

jueves, 18 de abril de 2013

El primer Conde de Villacreces

Al hilo de lo publicado en la anterior entrada sobre la notable libertad -no por atribuible a la excentricidad menos digna de admiración- del I Conde de Villacreces y también del V, el actual y VIII Conde de Villacreces me facilita una semblanza escrita por él de su ilustrado y libérrimo antepasado, autorizándome a publicarla aquí. Apareció en primer lugar en un libro publicado en 2009 por la Caja de Ahorros de Jerez para celebrar el 175 aniversario de su fundación por el conde excéntrico y filantrópico, liberal y burlón.

El I Conde de Villacreces

     Por Álvaro Pacheco Bohórquez, VIII Conde de Villacreces 

     Don Diego López de Morla y Virués de Segovia, primer Conde de Villacreces, nació en Jerez de la Frontera en 1787, en una familia de la vieja nobleza andaluza. Por sus venas corría sangre de diversas procedencias, no sólo de los caballeros castellanos que bajaron a la reconquista de Andalucía, sino también de comerciantes genoveses, franceses y flamencos, enriquecidos y posteriormente ennoblecidos. Incluso tenía algo de sangre judía por parte de su madre. Esta mezcla quizás explique lo contradictorio de su personalidad y la diversidad de sus empresas y aficiones.

     Huérfano de padre desde temprana edad, convertido en un mayorazgo rico y titular de un Señorío, el de Arquillos, se educó bajo la influencia de su madre, mujer ilustrada, inteligente e inquieta, en una casa en la que, a la moda de entonces, se vivía un poco a la francesa. De su preceptor francés, al que llamaban "Mesié", aprendió francés y a tocar el piano, llegando a ser un buen pianista. Años después daba conciertos en su propia casa.

     A los quince años fue enviado a Inglaterra donde pasó cuatro años, de 1802 a1806. Allí estudió con profesores del prestigioso colegio de Harrow, pero privadamente, ya que, siendo católico, no podía ser admitido en el colegio como alumno. Además, viajó por todo el país, pasando una temporada en Oxford y llegando hasta Escocia. Esta educación, inusual en un noble español, se debió a la amistad de su familia con el bodeguero de origen escocés Jacobo Gordon, que la aconsejó e hizo posible.

     Su estancia en Inglaterra marcó su carácter para siempre, volviéndolo pragmático, liberal e interesado en la ciencia. A su vuelta a España, estudió Medicina en Cádiz, donde empezó a dar muestras de su posteriormente famosa extravagancia. En su casa de Cádiz cuando estudiante, para que sonara la campanilla de la puerta, había que tirar de una tibia humana, que servía de llamador. Ser médico a la vez que mayorazgo noble y rico, era algo contradictorio en aquella época; la medicina era una profesión más bien de clase media. Pero el Conde amaba su profesión y la ejerció toda su vida. Nunca cobraba a los necesitados. Los atendía en su consulta, desde temprano por la mañana, hasta las doce en punto, horario que llevaba a rajatabla.

     Cuando llega la invasión francesa, el Conde se refugia en Cádiz con su familia, alistándose como capitán en el batallón de voluntarios distinguidos de Cádiz. Allí, en su casa, se forma una famosa tertulia política de signo liberal, dirigida por su hermana Margarita. A ella asisten los prohombres liberales del momento, la mayoría amigos suyos: Alcalá Galiano, Toreno, Argüelles… Hasta Lord Byron y Lord Wellesley parece que pasaron por allí. Para entonces, nuestro hombre ya estaba interesado en política. Fue liberal moderado toda su vida. Seguramente fue en aquella época cuando se unió a la masonería, en cuyas reuniones coincidió e hizo amistad con el futuro General San Martin, "Libertador" de Argentina y Chile y militar español por aquel entonces, quien, años más tarde, en una carta, reconocería los favores recibidos de la familia Morla. Por supuesto apoyó la Constitución de 1812.

     Ya en esa época empieza a dar muestras de su agudo espíritu crítico, manifestado en un sentido del humor cáustico, burlón e iconoclasta, que hoy en día se consideraría políticamente incorrectísimo. Como cuenta su amigo Alcalá Galiano, se reía incluso del patriotismo de los españoles, que era entonces cosa sagrada. Es verdad que durante toda su vida, siempre opinó y dijo lo que quiso sin importarle a quien escandalizara. Y probablemente se divirtió mucho con ello. Dado su elevado estatus social, podía permitírselo, pero ello contribuyó a aumentar su fama de extravagante.

     Terminada la guerra se instala en Jerez y se casa con una prima suya “de pedigrí intachable y condición mansa y sumisa”, según reconoce el novio cínicamente. Se llamaba Elvira Núñez de Prado. Con ella tuvo cuatro hijos, de cuyas cualidades intelectuales su padre nunca tuvo gran opinión, excepto de una hija llamada Justina a la que prefería y a la que legó su negocio bodeguero.

     En 1814 Fernando VII le concede el título de Conde de Villacreces. Más que nada por los méritos de sus antepasados y por la gran influencia de su madre en los círculos dirigentes de ese momento, ya que él tenía 27 años y todavía no había empezado a destacar.

     A la larga se destaca como liberal, y acaba exiliado en París como tantos otros. Una vez conseguido el perdón real, vuelve a Jerez y comienza su carrera de hombre de negocios. Fue bodeguero, exportador de vinos y banquero. Y en 1834 funda la Caja de Ahorros, cuyo 175 aniversario ahora celebramos.

     Su labor filantrópica es la que resulta más interesante de este personaje, complejo y contradictorio, que viviendo en la llamada "época romántica" carecía básicamente de romanticismo. Se veía a sí mismo como un patricio al estilo romano, -además de una mezcla entre noble español y caballero inglés- y consideraba la obligación de todo patricio bien nacido el ocuparse de los necesitados.

     Como persona muy inteligente, y quizás ya desde su vuelta de Inglaterra, debió de comprender que, tras la revolución francesa y problemáticos tiempos subsiguientes, "todo tenía que cambiar para que nada cambie" como pensaba el Príncipe de Salina, protagonista de El Gatopardo. Ciertamente tenía cosas en común con el personaje de la novela de Lampedusa. No sólo era noble, sureño y escéptico; ambos, curiosamente, eran astrónomos aficionados. De ahí que, aún siendo un hijo privilegiado del Antiguo Régimen, está dispuesto y contribuye a cambiar tantas cosas. Y accede a desprenderse de privilegios no fundamentales, para que la supervivencia de su clase sea posible.

     Dada su habilidad y facilidad para los negocios y ganar dinero -a su muerte en 1860, había más que duplicado la fortuna heredada- da la impresión de ser una figura claramente burguesa. Su extravagancia de gran señor, sin embargo, y la impresión que siempre dio de ser más bien un diletante, disperso entre sus muchas aficiones, lo aleja de la mentalidad puramente burguesa. Quizás de sus años ingleses traía el concepto, tan inglés, de que un caballero hace las cosas más por placer que por interés; y de que no resulta elegante parecer que se está ocupado intensa y esforzadamente. El conde criaba sus soleras de vinos de Jerez, cultivaba sus viñas, atendía a su banco de descuento, a la administración de sus fincas, a su consulta médica. Se ocupaba también de su música, de la astronomía, incluso de su café-cantante con biblioteca: "El Café del Conde". Para todo tenía tiempo. Al final de su vida, incluso, como cuenta el padre Coloma, guardaba tiempo para la extravagancia diaria de vestirse de cardenal y, en su berlina colorada, ir a su recreo a darle de comer a las gallinas.

     Fue un interesante y tremendo personaje. Complejo y difícil de clasificar. Imposible de imaginar hoy en día, en estos tiempos tan políticamente correctos.
El Conde de Villacreces


Enlaces relacionados:
"...alienum puto"

                                                                                                                                                                          

viernes, 12 de abril de 2013

"...alienum puto"

      Para ser excéntrico —para ponerse el mundo por montera— conviene tener pingües rentas. Cierta familia de hacendados andaluces produjo excéntricos notables en el siglo XIX. Uno de ellos, que vivía en Cádiz durante el asedio francés, no sólo se ponía el mundo por montera sino el cielo por capelo, ya que se disfrazaba de cardenal para dar de comer a las gallinas. Pero es su hijo, el Conde de V., quien aquí nos interesa, por su lógica rigurosa aunque extravagante. Llamó un día a su secretario y le dijo: «Le voy a dictar una lista de nombres». «Sí, señor». «Titúlela Gente que me cae antipática sin saber por qué». «Sí, señor». «Póngase usted el primero». «Pero ¿por qué?». «Lea lo que acabo de dictarle: sin saber por qué».

      Por higiene mental todos, si pudiésemos, deberíamos dictar listas así. Y otras, quizá menos arriesgadas, de palabras y expresiones que nos repugnan sin que podamos tacharlas de craso error, sólo de torpeza o cursilería. Se trata, en suma, de ejercer el derecho a una sana arbitrariedad en los juicios estéticos. Nosotros la empezaríamos así:

      Hombre soy y nada humano me es ajeno. La frase, trivial en sí, no irritaría si sólo la oyésemos un par de veces al año. Pero se ha convertido en la muletilla diaria de cualquier indocumentado que quiera acreditar su condición de filántropo laico y progre culto. Incluso la Asociación pro Derechos Humanos —más activa en sus campañas contra la OTAN que original en su publicidad— se anuncia de esta manera: «Nada humano te es ajeno. Si crees en los Derechos Humanos. Si crees en los ideales de paz, libertad y justicia social. Si crees que esos ideales no se le pueden arrebatar al hombre en ninguna circunstancia y en ningún lugar, lucha por ellos. Porque nada humano te debe ser ajeno» (El País, 30-11-85). Suena noble y hermoso hasta que se entera uno de que el personaje autor de la frase era un viejo que en tiempos había abandonado a su hija recién nacida porque sólo quería descendencia masculina, y que en el momento de pronunciar las palabras inmortales acababa de encarecer a su interlocutor que forzase a sus esclavos a trabajar más. Cuando éste le preguntó por qué se metía donde no lo llamaban, aquél contestó: «Homo sum; humani nil a me alienum puto». Todo un paladín de los derechos humanos, como se ve: machista, infanticida y esclavista. El éxito de la cita puede deberse a que los humanistas que la usan no han leído nunca El atormentador de sí mismo, de Publio Terencio Afer (185-159 a. de C.), comedia entre cuyas primeras líneas aparece ésta que ha llegado a convertirse en santo y seña de nuestros altruistas modernos. Puede también ser la palabra puto lo que les atraiga; tan sólo quiere decir considero pero producía risitas en los bancos del colegio, y estos santurrones son como niños.

      Cohabitación dulce. Desde que comenzó a sospecharse que los franceses —gente muy mirada con sus dineros— van a votar en marzo contra los socialistas que los empobrecen, empezaron las cábalas sobre la probable paradoja de un Gobierno de derechas compartiendo el poder con un presidente de izquierdas. Una de las soluciones que se barajan es la de la cohabitation douce, que quiere decir cohabitación suave, sin choques ni roces, especie de coexistencia pacífica (es probable que esta última expresión no fuese empleada porque ya significa otra cosa en la política internacional). Sin embargo nuestros periodistas se empeñan en traducirla por cohabitación dulce (por ejemplo en ABC, 11-1-86) como si se previese una luna de miel. Debe de ser que en España todo lo que toca a Francia se ve sub specie erotica. O sub specie culinaria.

      Masivo. En lo que va de año, la mayor densidad de inexactitudes en una traducción fue alcanzada por la emisora Radio El País, con el titular «Evidencias irrefutables de la masiva corrupción de los Marcos» (22-1-86). Huele a traducción macarrónica del inglés, donde el término jurídico evidence puede significar indicio, prueba o deposición (con perdón), corruption un delito traducible por cohecho, prevaricación o peculado y massive no quiere decir más que muy grande. Masivo en español es sólo aplicable a las dosis de fármacos. Y no es que no se entienda aplicado al robo, es que nos cae gordo sin saber por qué. O, si ustedes prefieren, nos cae masivo.


(Este artículo fue publicado en el ABC del 15 de Febrero de 1986, y recogido después en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))


Postdata, Abril de 2013. 

      Por desgracia acerté al predecir el uso creciente y equivocado de la expresión Nada humano me es ajeno. Pero ni siquiera pude imaginar el ridículo comentario que oí el pasado 24 de Febrero, en la emisora de radio Onda Cero: "al Papa, como a Jesús, nada humano le es ajeno". Se refería, con soberana estupidez, a Benedicto XVI, que para colmo es un buen latinista y hombre con sentido del humor, así es que seguro que si no hubiera tenido entonces cosas más importantes que hacer y hubiese oído al cursi pedante radiofónico, le habría hecho gracia.

      Y por fortuna tuve confirmación de lo relatado al principio de este ensayo a propósito del Conde de V., como lo llamé para no poner el nombre completo, Conde de Villacreces. El actual Conde de Villacreces, Álvaro Pacheco y Bohórquez, me escribió con fecha del 9 de Agosto de 2012:

              Querido Santiago:
 
[…]

      Adjunto te envio un articulo antiguo del Diario de Cádiz con una anécdota curiosa sobre el duque de Rivas y mi tatarabuelo Villacreces. Este era el que mandó escribir a su secretario el listado de personas que me caen mal sin saber por qué. La fecha de ocurrencia debió ser alrededor de 1830-40, ya que él murió en 1860. 
 
Seguramente conoces la anécdota, pero yo no la había oido nunca.


            Diario de Cádiz (3 de Julio de 2012)
            El duque y la viuda de Larios
   A finales del pasado siglo XIX, Diario de Cádiz recordaba dos simpáticas anécdotas de célebres aristócratas
Diego Joly

      CUENTA el Diario que en 1897, el Duque de Rivas escribió en una ocasión a su amigo el Conde de Villacreces que, deseando pasar una larga temporada por la provincia de Cádiz, viera si por permiso de la condesa podría proporcionarle una buena doncella para su señora. No tardó mucho en recibir contestación, diciéndole que podía contar con una joven que, sabiendo bien su obligación para el caso, era además recogida y recatada, según los informes.

      Con tales recomendaciones, fue admitida al servicio; pero no pasó mucho tiempo sin que la duquesa notara algo que no le parecía correcto en su conducta. Un día, el duque, al visitar la cochera de su casa, sorprendió a la muchacha con otro sirviente.

      Indignado con Villacreces, le escribió una severa carta lamentándose de la recomendación que le había hecho, mucho más cuando se trataba de persona al inmediato servicio de su señora, a lo que le contestó el conde extrañándole su queja, tanto más injusta cuanto que venia de un gran literato y académico de la lengua por añadidura, y que, si repasaba su primera carta, podría ver, que en la recomendación era recogida (vuelta a coger) y recatada (vuelta a catar), y, por tanto, no había lugar a la queja.

      En la sesión de la Academia a que asistió el duque leyó la carta de Villacreces, y tras unas carcajadas de risas por su contenido, convinieron en la razón, dándoles al mismo tiempo una lección a los inmortales.

      Por otra parte, en 1891, narraba el Diario que en Sevilla ocurrió un lance curioso a la señora viuda de Larios. Esta dama, al partir para la Corte, encargó a una imprenta para que le hicieran unas tarjetas de despedida y dio una lista de familias a quienes debían ser enviadas dichas postales. El error no pudo ser rectificado porque cuando se apreció ya la mayor parte de ellas estaban en manos de sus destinatarios. La señora quedó desagradablemente sorprendida cuando se enteró que en la tarjeta había sido equivocada una letra, en la que se leía:

PILAR LEÓN, VIUDA DE VARIOS.



Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008

jueves, 4 de abril de 2013

¿Subvenciones a los incendiarios?

Tenerife, Julio 2012
Fotografía EFE
Nada bueno da que pensar la noticia de que la nueva Ley de Montes permitirá la recalificación urbana de los montes incendiados. El proyecto está todavía en borrador y además menudean las informaciones contradictorias, pero quiero adelantar el asunto sin perjuicio de exponerlo con más detenimiento tan pronto como sea posible. Desde luego agradeceré a los lectores que aporten informaciones (fidedignas, por favor) sobre este inquietante asunto.

Adelanto la información que dio el diario El País el 25 de Marzo:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/25/actualidad/1364244845_764252.html

Enlaces relacionados:
Nuevas informaciones sobre los incendios criminales
Sigue la impunidad de los canallas